Se le conoce como el mandatario más
humilde del mundo. Mientras fue presidente de Uruguay, convirtió su
chacra de 60 metros cuadrados en la residencia presidencial. Allí
recibía a los jefes de Estado. Y allí sigue viviendo, recién retirado de
la presidencia. Hace unos días pasó por Madrid para presentar su
biografía y provechamos para hablar con este exguerrillero transformado
en profeta contra la desigualdad.
Una oveja negra, al poder' es el título con el que Andrés
Danza y Ernesto Tulbovitz encabezan la biografía de José Mujica, recién
publicada en España; aunque, sin duda, el singular expresidente de
Uruguay responde mejor a la imagen de un ácrata, que no sabe de rediles y
que hace caso omiso a modos y maneras.
Mujica empezó en la política con apenas 20 años,
pero, decidido a que el cambio social se produjese en Uruguay, ya fuese
a través de las urnas o de las armas, en los setenta se integró en el
Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Cuando estos dejaron la
lucha armada y optaron por la vía política, fue elegido diputado,
senador, ministro de Agricultura y, en 2010, presidente del país, cargo
que ocupó hasta marzo.
Es un orgulloso guerrillero que, llegado al poder, defiende al ejército contra el que luchó;
es un demócrata pragmático y también el presidente pobre que vive en su
chacra; el afanoso mediador por la paz entre Colombia y las FARC, que
pretende sentar en la misma mesa a Obama y a los hermanos Castro, y que
sueña con ser ante el resto del mundo el líder de los países del sur de
América. Este viejo idealista, que ha situado su pequeño país en el mapa
mundial, que proclama la paz y el reparto equitativo de la riqueza,
estuvo en Madrid para presentar su biografía, editada por Debate, en el
Espacio Fundación Telefónica. Nos citamos con él en la residencia del
embajador de Uruguay.
* Fotografía: Carlos Luján
XLSemanal.
Un paisano suyo acaba de decir de usted que es «lo más parecido a la
madre Teresa de Calcuta», y aquí lo han comparado con Miguel Ángel
Revilla, atípico presidente de Cantabria. ¿Por qué cree que no pasa
inadvertido?
José Mujica. No tengo ni
idea, pero supongo que los años y la vida me han dado mucho sentido
común, y también que soy muy diferente al resto de los políticos que
conocen.
XL. Aunque militó en la guerrilla tupamara, de
tendencia marxista, se ha hartado de criticar el comunismo y las
ideologías que frenan el progreso, ¿a usted no le frenó nada ni nadie?
J.M.
Las ideologías no deben frenar al político a la hora de hacer que las
personas vivan mejor. La verdadera ideología es mejorar la situación de
la gente hoy, no dentro de 50 años. Yo no le puedo decir a nadie que
espere, que dentro de unos años vamos a estar mejor, porque tiene que
pagar la luz este mes, no dentro de unos años.
XL. Pero también habrá que invertir en el futuro y hacer reformas estructurales.
J.M. Claro,
lo importante es tener definido un rumbo e intentar que nada lo tuerza.
Gobernar es tomar decisiones que favorecen a unos y perjudican a otros.
No puedes estar bien con todos. A algunos les tienes que poner la mano
más fuerte en el bolsillo para darles a otros.
XL. Pide
reparto equitativo de la riqueza, solidaridad con los pobres... y su
ejemplo de vida recibe el aplauso unánime, pero ¿cree que quienes lo
escuchan están dispuestos a renunciar a lo que usted llama
'prescindible'?
J.M. No podemos pedir
que la gente tenga tanto idealismo, llevamos una cuota de egoísmo, cada
cual mira por lo suyo. Pero una cosa es eso y otra el egoísmo exagerado
de quien, a los 80 años, tiene una fortuna y sigue peleando por
amontonar. A ese hay que decirle: «¡Coño!, ¡¿qué estás haciendo?!». El
mercado no distribuye equitativamente, tiende a concentrar la riqueza.
El 1 por ciento de la población mundial tiene el 48 por ciento de la
riqueza. Si los Estados no luchan por obligar a distribuir, se nos crean
bolsones de pobreza.
XL. A distribuir, a educar, a dar igualdad de oportunidades, a respetar la libertad individual... y eso en cada país.
J.M. Ese
es el problema. Hemos desatado una civilización que camina por sí sola y
no tiene conducción: la maneja el mercado, el negocio. El mundo entero
necesita acuerdos de carácter mundial. Los grandes problemas necesitan
reglas que se cumplan en todas partes. ¡Y no tiene vuelta! Necesitamos
acuerdos globales contra la pobreza, contra el cambio climático, contra
la inmigración... Si no, esto no lo arregla nadie.
XL.
Usted pide un gobierno mundial, una moneda única que no sea de nadie, un
foro mundial que nos gobierne..., pero, mientras, los nacionalismos y
los independentismos crecen. ¿Lo suyo es un brindis al sol?
J.M. No.
Yo creo que, dentro de ese gobierno mundial, a lo lugareño hay que
hacerle un hueco y respetarlo. Creo que lo municipal cada vez va a tener
más importancia. Los gobiernos centrales van a perder prerrogativas y
los municipales cada vez van a tener que enfrentar más cantidad de
cosas.
XL. Menudo enjambre de competencias para un gobierno mundial.
J.M. La
humanidad del futuro tendrá mayor número de fronteras, pero serán más
porosas. Creo que el independentismo es un remanente del pasado, de
problemas no resueltos que se arrastran durante muchos años. Y habrá
rencores, pero también algunos intereses de que existan.
XL.
Los movimientos antisistema han recogido en España el descontento
frente a la casta. ¿En qué cree que se convertirán si llegan a asumir el
poder?
J.M. No lo sé, porque no estoy empapado.
XL.
Algo empapado está: cuando ha venido a España, ha desayunado en casa de
Manuela Carmena y ha felicitado a Ada Colau por su alcaldía...
J.M.
Pienso que, si lo que tenían ya no les sirve, algo tiene que surgir que
ayude a compensar lo que se había perdido. Y eso tendrá que madurar,
son peripecias de la propia sociedad. Lo único definitivo es el cambio:
«El agua que ves pasar no la volverás a ver», decía Heráclito. Todo
evoluciona.
XL. ¿Son idealistas o populistas quienes prometen lo que la gente quiere escuchar, aunque no lo puedan cumplir?
J.M. El
término 'populista' sirve hoy para un barrido y para un fregado. Es
como el cuartito del fondo al que echamos todo lo que no nos gusta o ya
no usamos. Y lo amontonamos ahí y lo llamamos 'populismo'. Si tratar de
favorecer a los más débiles y buscar un poco de equidad es ser
populista, pues sí: yo también soy populista; no tenga duda.
XL. En ocasiones ha sido muy crítico con Nicolás Maduro. ¿Qué le parece que mantenga encarcelado a un líder de la oposición?
J.M. Yo no tengo claro todavía eso. Hay una justicia y yo no sé si ha sido independiente o no.
XL. Mójese: ¿censura que líderes opositores estén encarcelados?
J.M.
No me gusta nada que se tengan presos por razones políticas: nada. Pero
no me subo a ese coro tan facilongo porque hay multitud de casos
similares en el mundo y nadie dice nada. Primero, con Estados Unidos:
ahí tenemos todavía la cárcel de Guantánamo. Hay barbaridades en todo el
mundo.
XL. Que las haya ¿le frena a la hora de denunciar las de sus vecinos?
J.M. Le
voy a decir solo una cosa: las problemas en Venezuela las tenemos que
resolver desde los países del sur, no tienen que venir a arreglarlos los
del norte.
XL. Usted fue guerrillero tupamaro, pero ha dicho: «La verdadera lucha está en convivir sin agredir al otro».
J.M.
Si todos estuviéramos de acuerdo, no necesitaríamos democracia; la
necesitamos para respetar lo diferente. La democracia necesita como el
pan aprender el arte de convivir.
XL. Cuando los
tupamaros optaron por la vía política, fue elegido diputado, senador,
ministro y, finalmente, presidente del país.
J.M.
Con el rencor no se consigue nada. Pienso que el hombre no se debe
dejar embozalar por el odio, no se puede dejar poner el bozal para que
lo conduzca nadie.
XL. En dos ocasiones ha sido propuesto para el Nobel de la Paz, ¿pensó que llegarían a concedérselo?
J.M.
Ya dije que si me lo concedían no iría a recogerlo. ¿Cómo se puede
conceder el Premio de la Paz cuando hay líos por todas partes y
ejércitos por todos los lados? ¿Pero de qué paz me hablan? ¡Por favor!
Que se lo den a un muerto, a Gandhi. ¿Pero darle a alguien el Premio de
la Paz hoy...?
XL. A Obama se lo concedieron el mismo año de su elección.
J.M.
Obama es de lo mejor que podía producir Estados Unidos. Pero es un
presidente acotado: le dieron el gobierno porque lo ganó, pero le
pusieron límites por todos los lados.
XL. Por cierto, cuentan que en un encuentro con Hillary Clinton le tocó un par de veces la pierna y que ella se descolocó.
J.M. [Ríe].
¡Muy inteligente la Clinton! Dentro de lo que nos puede dar Estados
Unidos, ojalá que la Clinton sea presidente del país. A veces siento
terror cuando escucho algunas cosas de la campaña electoral de allí; hay
algunos personajes en ese país que si llegan a ganar... ¡pobres de
nosotros!
XL. También ha dicho: «Queríamos cambiar el mundo, pero sin cambiar nosotros».
J.M. Nosotros
pensábamos que, si cambiábamos las relaciones de producción y
distribución, iba a cambiar el hombre. Después hemos aprendido que, si
no cambia la cultura, no cambia el hombre. Y esa es la clave: la
cultura.
XL. ¿Le preocupa la amenaza que supone el Estado Islámico para Occidente?
J.M.
Lo que me da miedo es el mundo capitalista que está haciendo negocios
con ellos; porque, si no, ¿de dónde sacan los recursos? Está claro que
hay una economía capitalista que está colaborando con ellos, porque otra
cosa es inexplicable. Y eso sí que da miedo. Es totalmente verdadero
que el capitalismo no tiene escrúpulos.
XL. Cientos de miles de refugiados huyen de la guerra en Siria hacia Europa...
J.M.
A la gente que trabaja duro se la conoce mirando sus nudillos. Eso lo
he aprendido de la Revolución francesa: como entonces no había
documentos, cuando paraban a la gente por los caminos, a los nobles los
detectaban por las manitas que tenían. ¡No falla!
XL. Perdone, hablábamos de los refugiados sirios...
J.M.
¡No tienen las manos de campesinos trabajadores! Estoy seguro de que
allá en Siria quedan clavados en la arena los pobres, los que no tienen
plata para comprar las mafias. Los que están marchándose son
escaloncitos de la clase media, que eligen el Primer Mundo. Ellos
quieren ir a la gran vidriera: a Alemania, a Suecia, a Noruega... A
ellos no les gusta venir a países donde les hagan trabajar como
campesinos. ¡Qué inteligente Alemania! Apenas tiene parados y necesita
trabajadores cualificados.
XL. ¿La inmigración es imparable?
J.M.
Totalmente. Como soy agricultor, sé que hay una ley la del vigor
híbrido que no falla: cuando cruzas cosas que están muy lejos, logras
seres mucho más fuertes. Y a eso se tienen que acostumbrar en Europa,
porque los que vienen acá van a rejuvenecerles la población y a darles
más fuerza. Ellos no son el problema, son la solución.
XL. ¿Le hubiera gustado tener hijos?
J.M.
Me hubiera gustado absolutamente, pero se me fue el tiempo, de
aventuras por ahí, perseguido, en la cárcel, clandestino... No pude.
Ahora estoy haciendo una escuela agraria en mi barrio para que los
chicos aprendan. Antes quería cambiar el mundo; ahora estoy tratando de
cambiar el barrio, no más. He bajado unos pocos decibelios [ríe]. He
ganado en años y he ganado en humildad. El progreso humano es una
escalera infinita, nunca llegamos al fin.
XL. ¿Deja su país mejor de lo que lo encontró?
J.M. Lo
dejo un poco mejor, pero lo podría haber dejado mejor aún si hubiera
sido más sabio. En mi país todavía tenemos un 0,5 por ciento de
indigencia y un 10 de pobreza. Y en Uruguay no puede haberla porque
producimos comida para mantener a más de 30 millones de habitantes casi
10 veces más de los que somos y podríamos producir para mantener a 60.
Los gobiernos tenemos deudas con la gente y yo también.
XL. Cuando dejó de ser presidente, el pasado mes de marzo, tenía aún más popularidad que cuando lo nombraron, hace cuatro años.
J.M. Mi pueblo ha sido generoso, y esa generosidad es el mayor premio que puedo recibir en mi vida.
XL. Se declara ateo, pero, desde el poder, ¿ha visto más cerca a Dios o al diablo?
J.M. A veces he tenido que hacer negociaciones con el diablo tal vez por arrimarnos un poco a Dios.
XL. Esta es su declaración de ateo octogenario: «Me estoy haciendo viejo porque creo que me estoy acercando a Dios».
J.M.
Cuando tú quieres mucho la vida y te das cuenta de que vas camino del
hoyo, es muy fácil que necesites creer en el más allá, como una forma de
ilusionarte. Pero es muy difícil creer. Hay que apurar cada minuto de
vida, no se puede malgastar porque no regresa. Que no me digan el
paraíso, el más allá... ¡Todo es para ahora!
Todas las vidas del presidente
Su mujer
"No
es bueno que el hombre esté solo" Lucía Topolansky, Ana en su etapa
guerrillera, es su mujer desde hace 10 años y su compañera desde hace
30. «Nos unió el miedo nos cuenta Mujica. Es una luchadora social y me
hace la vida llevadera. El hombre solo es un desastre. Siempre
necesitamos el apoyo de la mujer porque, inconscientemente, buscamos una
madre. Nos gusta que nos gobiernen, aunque no nos demos cuenta.Yo me
casé hace poco porque teníamos que arreglar los papeles, porque tenemos
que prepararnos para el viaje, ese viaje del que no se vuelve, y no
queremos dejar las cosas complicadas a los demás». E insiste: «Es bueno
que el hombre no esté solo. El amor a mi edad es una dulce costumbre».
Su casa
"No
necesito más". El paraíso en el que vive desde hace muchos años tiene
el tejado de uralita, y las paredes están llenas de desconchones. Solo
tiene un cuarto de dormir, otro de estar, una cocina y un pequeño baño.
«No necesito más. Yo dono el 70 por ciento de cuanto recibo, y unas
cuantas familias viven con ello. Hay que seguir con esa actitud».
Guerrillero
"Creíamos
que el cambio estaba al alcance"Fue cabecilla de la guerrilla tupamara,
fue apresado cuatro veces (en dos ocasiones logró fugarse de la cárcel)
y pasó 15 años de su vida entre rejas, hasta la amnistía de 1985.
¿Siente orgullo por el comandante Facundo (su nombre como tupamaro)?
«Bueno... era otra coyuntura del mundo distinta. Creíamos que el cambio
social estaba al alcance de las manos». Y de las armas, porque los
tupamaros mataron y él no lo niega. «Sí, siempre que en la humanidad se
han dado cambios importantes, se utilizaron todas las vías».
Las mejores frases de Mujica
Carácter. «Sí, soy contradictorio. Pero la vida es contradictoria. Lo que sí es seguro es que en todo lo que hago soy apasionado».
Poder.
«¡El protocolo, la liturgia del poder y todas esas estupideces me
chupan un huevo! La cosa que más me desespera de los protocolos es la
plata que tiran los Estados al pedo».
Igualdad.
«No se puede pensar en un igualitarismo a ultranza. Eso no existe.
Igualar para abajo es una boludez y no termina en nada bueno. Es quizá
lo más injusto».
Venezuela. «Le advertí a Chaves
desde el principio que no iba a construir el socialismo. ¡Y no
construyó un carajo! 'Yo voy a ir por otro lado', le dije. Si me viene
una coyuntura buena, voy a salir airoso y, si no, me van a querer matar.
Lo que es seguro es que no voy a afanar y voy a laburar para los
pobres».
Capitalismo. «Ser amigo de un burgués es
inconcebible para un tipo de izquierda. No ven lo que yo veo, que es la
capacidad de gerenciar, de administrar, de generar trabajo... Los
capitalistas son la energía creadora del mundo».
Anarquía. «La
que respeta en serio la libertad es la anarquía. Por eso, de todas las
ideologías, es la que más me interesa. Pero la libertad humana no quiere
decir la ausencia de responsabilidad ni de límites. El límite es no
joder al otro. El liberalismo y el anarquismo son primos hermanos».
Ideología. «Una
de las principales fuentes de conocimiento es el sentido común. El
problema es cuando ponés la ideología por encima de la realidad.
Entonces, la realidad te da en el hocico».
Diferencia. «No hay nada más atractivo que lo diferente. Ahí entro yo: el sex appeal de la oveja negra».
Felicidad. «Aprendimos en la orfandad de los calabozos con qué poco se puede ser feliz; si con eso no lo lográs, no lo lográs con nada».