TITULO: REVISTA FARMACIA - Un paso por delante de la pandemia,.
paso por delante de la pandemia,.
fotos / El verano ha terminado de la manera más abrupta. Y no solo porque hayan llegado las lluvias, sino porque de repente nos hemos dado de bruces con ese coronavirus que hemos querido olvidar en julio y agosto. Subida fuerte de contagios e incremento continuado del número de hospitalizados y muertos. Y restricciones. Muy fuertes en Madrid y más suaves en Extremadura. Las previsiones que hicieron en mayo los expertos, que llegaría una segunda ola en otoño, pecaron de optimistas. La ola se ha generado en pleno verano y nos ha empezado a golpear cuando todavía no se ha inaugurado el otoño.
«La pandemia siempre va un paso por delante», afirmaba el viernes la presidenta de la Comunidad de Madrid en un intento de explicar por qué se ha llegado a una situación tan complicada en la capital de España. Esa justificación, que podía valer en marzo, no es aceptable hoy. La pandemia debería ir un paso por detrás. En Madrid se ha tardado demasiado en tomarse en serio la crisis sanitaria. No se han puesto los medios que todos los expertos recomiendan: más test y más rastreadores. Mientras las tasas de contagios se desbocaban, con más de mil infectados por 100.000 habitantes en varios barrios, el Gobierno de coalición perdía el tiempo en guerras internas y demoraba la toma decisiones. Ojalá no sea tarde.
Extremadura no es Madrid ni en incidencia del virus ni en configuración urbana. Pero llevamos semanas observando cómo la situación empeora, y hasta los pueblos más pequeños han sentido el zarpazo de la pandemia con brotes que dan lugar a hospitalizados e incluso muertos.
Si para algo ha hecho esta pandemia, además de matar a cientos de miles de personas, es aplicar curas de humildad a diestro y siniestro. Países o regiones (y políticos) que sacan pecho hoy ven cómo en apenas una semana el pico de contagios empieza a subir y se descontrola. Toca agachar la cabeza y asumir que el virus nos iguala y que no se puede bajar la guardia ni un día.
Hasta ahora, Sanidad solo había aplicado restricciones en pueblos con brotes. Ayer el Gobierno extremeño dio un salto importante al aprobar nuevas limitaciones de aforo en la ciudad de Badajoz, la más poblada de la región. El incremento sostenido de positivos y el hecho de que estén repartidos por la ciudad hace temer a las autoridades sanitarias que la situación se descontrole. Y se quiere atacar antes de que eso ocurra. ¿Son suficientes las medidas aprobadas? Es probable que para muchos vecinos resulten excesivas esas limitaciones.
Badajoz, al contrario que Cáceres, tuvo la suerte de no ser demasiada afectada por la primera ola. Esa diferencia (en el área de Cáceres han fallecido 276 personas por 33 en la de Badajoz) ha provocado probablemente que los pacenses no perciban con tanta crudeza la gravedad de la pandemia.
La noticia de ayer –más positivos, nuevas restricciones en bares y reuniones– es un bofetón que hará ver a la ciudad, y a toda Extremadura, que el verano, la relajación que acompaña a todos los veranos, tiene que acabar si no queremos que el virus nos arrolle.
El hecho de que las medidas restrictivas se hayan tomado con el apoyo del Ayuntamiento, gobernado por el PP, puede ayudar a que se cumplan. Evitar las peleas políticas, que tanto han entorpecido la gestión de la crisis en España, ya es un éxito en sí mismo. Se trata al fin de conseguir entre todos ir un paso por delante de la pandemia, no por detras ,.
TITULO: CAFE, COPA Y La risa contagiosa ,.
La risa contagiosa,.
foto / Me voy a Bilbao. No puede ser. A ver, voy a probar de nuevo: me voy a Bilbao. Una última vez, ya saben ustedes, un pequeño pellizco para evitar ensoñaciones: me voy a Bilbao. Después de siete meses de viajes perdidos, ferias del libro canceladas y encuentros literarios frustrados; después de casi un año en el que el único movimiento que ha tenido lugar en mi pobre vida de titiritera confinada ha sido una visita, veraniega y más bien breve, a la casa de mis padres; después del hastío de balcón, el agarrotamiento muscular y la tristeza, al fin un rayo de luz ilumina mi gris horizonte madrileño: el Ja! de Bilbao, un festival en el que, cada año, los mejores exponentes de la literatura y el arte humorísticos se dan cita en la capital vizcaína, ha tenido a bien invitarme a participar en su XI edición, que arranca el próximo dos de octubre. Dicho de otra forma: por fin alguien me saca de casa.
Con un cartel apabullante edición tras edición, unos espacios amplísimos y preciosos que albergarán —con un aforo reducido y un cumplimiento meticuloso de las medidas de seguridad— los distintos actos y, sobre todo, con un protocolo sanitario exquisito hacia los participantes y hacia el público, el Ja! sobrevive incluso frente al peor de los escenarios posibles —una pandemia mundial— para una disciplina que, por definición, funciona mejor en directo. En realidad, no me extraña demasiado, porque este festival lleva en su ADN un entusiasmo febril por la buena comedia, la capacidad de resistencia propia del humor y el convencimiento íntimo de que la risa, a diferencia de otros asuntos peliagudos, se vuelve más valiosa cuanto más se contagia. Larga vida. Y, si les apetece, por allí nos vemos.
TITULO: Documental - ¡Juraría que esto ya lo he vivido antes! ,.
¡Juraría que esto ya lo he vivido antes!,.
Entre un 55 y un 65% de la gente ha tenido algún déjà vu, un fenómeno que trae de cabeza a los científicos,.
foto / Un momento. Esto... esto ya lo he vivido antes. ¿Ha tenido alguna vez esta inquietante sensación? Como si su vida fuese una película y el fotograma que acaba de pasar estuviese repetido y se hubiese colado en el presente por alguna misteriosa razón. O sin ninguna. No se alarme, acaba de tener un déjà vu, un curioso fenómeno que ha experimentado en torno al 55 oal 65% de la población, sobre todo en la juventud. Según el investigador estadounidense Alan Brown, una autoridad mundial en la materia y autor del libro 'The Déjà Vu Experience', estos episodios suelen comenzar a darse en la adolescencia, tienen su punto álgido hasta los 30 años y luego, con la edad, se van espaciando y tienden a desaparecer. De todos modos, a no ser que se sufra alguna dolencia que los provoque en abundancia, lo normal es que, de media, una persona tenga un solo déjà vu al año. Eso, como mucho.
Para este estudioso del tema –y no hay tantos, porque no es un asunto que emocione demasiado a la comunidad científica, dada la complejidad de extraer conclusiones firmes–, esta experiencia «representa el choque entre dos valoraciones mentales simultáneas y opuestas: una valoración objetiva de falta de familiaridad y una valoración subjetiva de familiaridad».Es decir, hablamos de un momento, un chispazo, en que el cerebro entra en conflicto consigo mismo: por un lado sabe que eso que estamos experimentando no lo hemos vivido, pero, por otro, siente que sí. Y de ahí la sorpresa y el desconcierto que provoca un déjà vu. Porque, normalmente, en nuestra vida cotidiana no estamos acostumbrados a estas contradicciones. Las realidades que se nos presentan suelen ser más consistentes.
Pese al halo de misterio que envuelve a este fenómeno, lo cierto es que es muy popular y no tiene nada de esotérico, aunque en el pasado se hayan referido a él con términos tan sugerentes como doble memoria, espejismo mental o incluso fantasmas de la memoria. «Está tan extendido que el 'software' de Microsoft Word te pone los acentos apropiados cuando tecleas 'deja vu'», indica Brown. Y las búsquedas en internet son numerosísimas. Todo el mundo intenta saber sus causas, algo que resulta complicado. Hasta para los científicos. «Es una patata caliente para ellos», sostiene Brown.
«Hoy sabemos que todos podemos experimentar esta serie de episodios en algunas ocasiones de nuestra vida. Algunos autores habían sugerido que se podrían producir por alteraciones puntuales y momentáneas en el funcionamiento del lóbulo temporal medial», explica Diego Redolar, doctor en Neurociencias y profesor de Neuropsicología de la Universitat Oberta de Catalunya, quien matiza que «este fenómeno se conoce actualmente en la literatura como déjà vécu (ya vivido)».
Esto se pudo comprobar, según indica Redolar, al estudiar el cerebro de un paciente (conocido por las siglas AKP) que presentaba episodios frecuentes. Con técnicas de neuroimagen estructural se reveló que sufría una importante atrofia bilateral en el lóbulo temporal medial. «En este caso, obviamente, el déjà vu es producido por una anomalía», detalla el neuropsicólogo. No obstante, hay que subrayar que este fenómeno solo es indicio de enfermedad (algunos tipos de epilepsia o de esquizofrenia, según algunos autores) en el improbable caso de que se convierta en algo muy recurrente.
Lo normal es que se trate de episodios esporádicos, aunque hay personas mucho más propensas que otras a tenerlos. Según un estudio de Brown para Universidad Metodista del Sur, el déjà vu resulta mucho más frecuente entre las personas que tienen mayor nivel educativo y entre quienes más viajan. ¿La explicación? Al parecer, si comparamos la memoria con un mueble lleno de cajones donde se guardan los recuerdos y los conocimientos, las personas que han tenido que estudiar más y aquellas que guardan en su mente más localizaciones distintas porque han visto más mundo disponen de 'cajones' llenos de material susceptible de 'empalmarse' de forma extraña para dar lugar a un déjà vu.
Asimismo, también parece haber una relación entre las personas que recuerdan sus sueños y la propensión al déjà vu. Y existe la teoría de que los sueños pueden proporcionarnos recuerdos fragmentarios que luego dan lugar a un déjà vu. Es decir, tú crees que ya has vivido esa realidad anteriormente, pero en realidad solo has soñado algo similar. Y ya, rizando el rizo, ¿se pueden tener los déjà vu estando dormidos? «Es bastante más probable que ocurra durante la vigilia. No obstante, durante el sueño podemos tener también experiencias similares», apunta Redolar.
En 'The Matrix'
Sí, todo suena un poco raro. Por eso Redolar recurre al cine para contextualizar este fenómeno. «En la primera entrega de 'The Matrix' se hacen en varias ocasiones alusiones al fenómeno de déjà vu». Lo cierto es que es una sensación fácil de reconocer si nos pasa, pero difícil de explicar. Y, para los investigadores, todo un reto, aunque su labor ha acabado por acotar cuatro posibles explicaciones para este fenómeno. La primera afirma que sería fruto de un procesamiento dual, es decir, que dos procesos cognitivos se descoordinan; el segundo desencadenante sería una anomalía neurológica; el tercero, un lapsus de la atención, ya que la situación o imagen que se nos presenta en el déjà vu la hemos registrado de manera imprecisa en un primer vistazo, porque estábamos distraídos, y se solapa de alguna manera con la percepción plena que logramos cuando prestamos atención.
Por último, está la tesis de la familiaridad, que sostiene que las limitaciones de nuestra capacidad memorística nos han hecho olvidar algo pero nos han dejado un eco que no somos capaces de indentificar. La profesora de la Universidad de Colorado Anne Cleary es una de las estudiosas de esta tesis. Según indica, «el déjà vu puede estar provocado por la similitud de una realidad con una experiencia previa que hemos tenido». Nuestro cerebro 'borra' o abstrae lo que no es idéntico y redondea la sensación de que las situaciones son iguales.
Una experiencia que arrastró la 'maldición' de lo esotérico
Durante mucho tiempo se consideró el déjà vu como algo esotérico, relacionado con la clarividencia, la reencarnación, las premoniciones, la percepción extrasensorial, la telepatía, el contacto con los muertos y hasta las posesiones diabólicas... Quizá por ello los científicos de siglos pasados huían de este fenómeno como de la peste. De hecho, no fue hasta mediados del siglo XIX cuando se empezó a estudiar de un modo más o menos serio. Y, ya a finales, académicos franceses especializados en Filosofía y Medicina se enzarzaron en debates sobre si se trataba de una patología mental o una disfunción. Cada cual aportaba una teoría más peregrina y, como no llegaban a acuerdos, el tema quedó arrumbado.Sólo sacaron en limpio una cosa, el nombre déjà vu (ya visto), atribuido al filósofo y psíquico francés Émile Boirac (1851-1917).
TITULO: El escarabajo verde - ¿Qué hacer a los 80?,.
¿Qué hacer a los 80?,.
Los mayores son cada vez más, pero se sigue pensando poco en ellos,.
foto / Ellos sobrevivieron a los bombardeos mientras, posiblemente, sus madres los amamantaban; pero sufrieron el hambre de la posguerra y las penurias físicas y morales de un país en blanco y negro que les privaba de la palabra y un futuro para sus familias. Muchos emigraron y crearon hogares lejos de sus pueblos, en ciudades y países lejanos. Desgraciadamente, miles de ellos han sido víctimas de la actual pandemia, que ha cerrado trayectorias vitales nunca ajenas al sufrimiento y la injusticia. Los mayores de 80 años son más de 2,7 millones en España, el tercer estado del mundo en el ranking de longevidad de sus habitantes –83,59 años, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE)– .
Los avances sanitarios y técnicos han cambiado sustancialmente la calidad de vida de nuestros mayores, pero no podemos hablar de un colectivo homogéneo porque su procedencia es tan diversa como el territorio en el que crecieron y alcanzaron la edad adulta. Y, en consecuencia, sus oportunidades, sus circunstancias. «Son personas que responden a una enorme pluralidad. Resulta muy diferente la situación de aquel que ha crecido en un entorno rural, sin acceso a estudios y al manejo de la gestión de la información, que la de aquellos profesionales cualificados, empresarios y profesores, acostumbrados a reciclarse ante las trasformaciones», explica Lourdes Bermejo, vicepresidenta de la Sección de Gerontología de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. Ella hace un repaso crítico y reivindicativo de la (poca) consideración que la sociedad tiene hacia los mayores.
La edad es una variable, la que comparten este grupo de personas, pero hay otros condicionantes como el género, el lugar donde se ha desarrollado su vida, el estado de salud física y cognitiva, las posibilidades económicas, e incluso los valores o la ideología, advierte la especialista. Y apunta que el confinamiento reveló dramáticamente esas diferencias. «Hay gente que no ha llegado al 'smartphone' y quien habla con sus nietos a través de 'skype'. Hay mayores que devoran periódicos y libros a diario y se hallan plenamente al corriente de la actualidad, y quien no sabe leer».
Las tecnologías de la información y la comunicación marcan la diferencia de manera todavía más dramática. Por un lado, se encuentran aquellos octogenarios que tienen móvil y tablet, que realizan gestiones bancarias telemáticamente. Y, por el otro, los que permanecen ajenos a estos usos cotidianos porque no han estado a su alcance, lo que en estos tiempos de hiperconexión, puede derivar en cierto aislamiento. No se trata de una anécdota. «La brecha digital redunda en exclusión socia porque no se aprovechan de los avances sociales y no reivindican sus derechos», lamenta la experta.
El abismo resulta inevitable, de ahí que cuando hablamos de las oportunidades que tienen los mayores de 80 años haya que ir, casi casi, al caso individualizado. Y el caso de muchas de estas personas mayores es el de quien vive solo porque así lo ha querido y porque sus circunstancias se lo permiten, algunos asistidos por servicios de teleasistencia que incluye sistemas de alarma. Mientras que para otras la soledad tiene otra cara menos amable.
Pero no sería real hablar de este colectivo solo en términos de cómo viven, si solos o acompañados, si en casa o en residencia. Quizá hace veinte años sí, pero no hoy. La mayor esperanza de vida y el incremento del nivel de renta de este colectivo han hecho surgir un mercado dirigido a mayores que va más allá de los recursos residenciales. «Han surgido empresas que cubren sus necesidades informáticas porque ahora la Administración demanda todo a través del ordenador y eso supone una evidente discriminación».
A vuelta con los viajes
Más allá de la cobertura de estas y otras necesidades, el ocio también es ya para ellos. Las alternativas lúdicas para lo que antes se llamaba 'la tercera edad' constituyen un área de intensa iniciativa empresarial. Y como alternativa de ocio principal, el turismo: los viajes de 'jubilados'. Aunque a esto, habría que darle una vuelta, consideran en la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. «Se trata de una opción sumamente interesante para luchar contra la rutina y socializar», pero más que diseñar viajes para mayores de 60, de 70 o de 80 creen que se debería ofertar alternativas a los clientes en función del estado de salud del que gocen. En todas las edades ocurre y en las avanzadas mucho más que las diferencias en cuanto a estado físico y cognitivo son enormes. De ahí que sería mejor diseñar viajes para gente con buena movilidad y otros distintos para quienes la tengan reducido. Independientemente de si tienen 65 u 85 años.
Pero no solo falta turismo pensado para las diversas circunstancias de los mayores. Faltan también «espacios amigables» en las ciudades para ellos, lo que contrasta con la realidad de una sociedad cada vez más longeva. Bermejo ilustra gráficamente el problema con situaciones concretas y cotidianas: «¿Qué hago para comprar, disfrutar del ocio o acudir al médico, si no tengo coche?, ¿a quiénes benefician principalmente los carriles bici, que suprimen espacio para los coches y encarecen las carreras de los taxis, un medio muy usado por los mayores? Por otro lado, los accesos a los transportes públicos, que suelen tener peldaños altos y se antojan agresivos para quienes tienen problemas de movilidad», señala.
Y luego hay otro problema, el de la imagen que todavía se tiene de este colectivo. Especialmente la imagen que se ha transmitido durante la pandemia. Critica la especialista que hemos sido poco cuidadosos con el lenguaje, que sin quererlo se ha transmitido un mensaje de que la Covid-19 sólo afectaba a los mayores como si se tratara de un mal menor. «¿Cómo lo vives? Como una minusvaloración social, te conduce a suponer que las personas mayores mayores no valen. ¿Cuántas manifestaciones hemos visto quejándose de los fallecidos?, ¿cuántas imágenes de gente tomándose cañas sin respetar las medidas impuestas, cuántas fiestas prohibidas? Hemos fallado como sociedad».
Un dato para reflexionar y que se impone a contracorriente de estas circunstancias desfavorables: un estudio firmado por el neurocientífico Daniel Levitin concluye que alcanzamos nuestro nivel máximo de felicidad a los 82 años.
«Podemos perder facultades, pero no ilusión»
Carlos Soria pasó su infancia en una casa modesta sin agua corriente y comenzó a trabajar con 11 años. Cualquiera podría pensar que las oportunidades no le iban a sobrar. Cualquiera menos él. Todos los mediodías, acudía a la orilla del río Manzanares con su talego de comida. «Yo quería conocer el mundo», recuerda. Siete décadas después, aquel niño madrileño que soñaba y soñaba alto ha conseguido su propósito. Y lo ha hecho desde arriba, literalmente. La pandemia impidió que viajara, una vez más, al Himalaya, pero la próxima primavera, si el coronavirus lo permite, ascenderá el Dhaulagiri nepalí, el último ochomil que falta a su colección de cimas coronadas. El secreto de su condición de alpinista en activo se basa, según sus propias palabras, en la prudencia. «No he sufrido ninguna congelación y siempre me he vuelto cuando la ascensión no estaba clara», precisa. Y añade: «La vida es muy bonita».
Los consejos de Carlos Soria
- Ambición con sentido común:
- No renunciar a nada que nos guste si hay ganas, condición física y prevalece el sentido común.
- En forma:
- Cuidar la alimentación y el ejercicio. Tenemos que andar todos los días.
- Otra manera de 'alternar':
- Relacionarnos sin que estar con los amigos suponga eso tan socorrido de 'tomar algo'. Recordemos que el tabaco y el alcohol destruyen la salud.
- Objetivos:
- Los objetivos y los planes son esenciales. No despertar sin saber qué vamos a hacer.
- Abiertos a nuevas formas:
- Conocer otra gente y modos de vida no sólo nos enriquece, debería ser parte de nuestra educación.
- Los viajes:
- Viajar es fundamental porque te impide encerrarte en ti mismo, dice alguien que ha llegado al Himalaya sin expedición, solo y sin saber inglés.
Esa existencia, tan singular en un hombre que ha rebasado la frontera de los 80 años, se explica, además, por un modo de vida espartano que le ha proporcionado un estado físico envidiable, a pesar de los achaques y una prótesis en la pierna.
El veterano deportista se levanta a las 6.30 de la mañana, desayuna, entrena y corre por un monte cercano. Tras tres o cuatro horas de deporte, almuerza siguiendo una dieta que prioriza la fruta y la verdura, los frutos secos y la carne blanca. Tras una reparadora siesta, responde a entrevistas como esta, lee mucho, cena y se acuesta antes de las diez de la noche. Aunque, a veces, rompe esta rutina como sucedió hace un par de semanas, cuando hizo una ruta por Sierra Nevada, 27 kilómetros en nueve horas de marcha.
En 2010, celebró su entrada en la década de los ochenta ascendiendo el Pico Lenin, entre las repúblicas de Tayikistan y Kirguistán. Su ansia de viajar no ha flaqueado a pesar de que cuenta también con un puñado de dolores que se reparten por las articulaciones, las lumbares y la espina dorsal. «Cumplimos años y se pierden facultades, pero no podemos perder ilusión».
TITULO: Días de cine clásico - Cine - Esplendor a l'herba , -30- Septiembre ,.
Este miércoles -30- Septiembre a las 22:00 en La 2 de TVE, foto,.
- Reparto
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Natalie Wood, Warren Beatty, Pat Hingle, Audrey Christie, Barbara Loden, Zohra Lampert, Sandy Dennis, Phyllis Dillier, Gary Lockwood,.
- En una localidad rural de Kansas, dos jóvenes que pertenecen a ambientes sociales muy distintos se aman y deciden no separarse jamás; pero la desaprobación de sus familias y ciertos intereses ajenos a sus sentimientos acabarán decidiendo su suerte.
TITULO: Un
país para escucharlo - Juan Rafael, un artista que busca rehacer la vida en España,.
Un país
para escucharlo - Juan Rafael, un artista que busca rehacer la vida en España,.
Este martes 29 Septiembre de , a las 23.00 por La 2, foto.
Juan Rafael, un artista que busca rehacer la vida en España,.
Tuvo que dejar su escuela de arte para niños de la calle y una galería en Venezuela para buscar una vida mejor junto a la familia en Almendralejo
Detrás de cada emigrante se esconde siempre una historia de renuncias y de sacrificio. La historia de Juan Rafael Dudkewicz recoge, además, otra dificultad, la de vivir del arte en España.
Este pintor venezolano, de padre polaco y madre venezolana, lleva un año residiendo en Almendralejo, donde su nombre se ha hecho público tras ganar un concurso de pintura al aire libre. Sus dos hijas, además, han conseguido alzarse con los primeros premios en las modalidades de infantil y juvenil del Certamen Manuel Antolín de Pintura, fallado el Día de Extremadura.
Con una vida resuelta en Venezuela, donde poseía una galería de arte, organizaba exposiciones de pintura y gestionaba una escuela taller para iniciar a jóvenes y niños de la calle en expresiones artísticas como la pintura o la escultura, tuvo que dejarlo todo ante la presión del gobierno venezolano.
Sin productos básicos
«El salario mínimo no daba para tres productos básicos y nos vimos obligados a emigrar, no huir, porque los que huyen son los que se han saltado la ley», cuenta Juan Rafael. «Allí se fue desgastando nuestro modo de vida, el sistema de educación, una vez que empezó a tomar medidas el gobierno de lo que era en contra de la democracia, allí había un sistema de educación muy completo y todo se fue deteriorando», explica.
Un día tuvieron claro que no había otra salida que emigrar. Tras barajar otras opciones como Chile o Colombia, al final la nacionalidad española de su mujer, de padre español, hizo decantar la balanza de la familia hacia nuestro país, a donde ya habían emigrado años antes sus cuñados.
Así llegaron Juan Rafael, su mujer –una enfermera obligada a trabajar de pinche de cocina– y sus dos hijas a Almendralejo, la ciudad donde un cuñado había trabajado.
Ellas fueron las primeras en llegar. Él se quedó en Venezuela para vender todas sus pertenencias, la vivienda y la galería de arte, porque «allí no se puede dejar nada, porque cuando quiere el Gobierno, no puedes evitar que se metan en tu casa».
Lo vendió, pero «con el cambio de la moneda, se convirtieron en sal y agua, porque un euro nos cuesta allí casi 400.000 bolívares, el salario mínimo».
Pero también se quedó para algo de lo que dependía en buena parte su futuro, intentar obtener la homologación de la titulación de su esposa, enfermera especializada en quirófano. No fue posible. «Los documentos te los tiene que visar un ministerio para obtener legalidad internacional y los pocos departamentos que funcionan lo hacen bajo la corruptela y te los cobran en divisas, así que es muy caro. Lamentablemente el sistema se fue cerrando y no hubo manera», lamenta.
Títulos sin homologar
Sin poder demostrar su titulación, su mujer trabaja como pinche de cocina y es la única que hasta el momento aporta dinero a la familia en España.
Juan Rafael sueña con poder llegar a tener algún día una escuela de pintura, como la que poseía, para enseñar a los jóvenes. «El joven no sabe qué capacidades tiene, porque no hay nadie que le muestre las oportunidades», recalca. Pero de momento sólo aspira a encontrar un trabajo, porque sabe que del arte y sin titulación homologada es complicado vivir en España.
Aquí se ha encontrado con otro problema difícilmente salvable, la experiencia laboral que solicitan para cualquier puesto.
Y añora Venezuela, donde, sostiene, «hay mucho talento al que lamentablemente no se le ofrece caminos distintos a delinquir o vivir en la calle, un mundo de posibilidades que tristemente se están cerrando en mi país».
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