TÍTULO: REVISTA MUJER HOY, EN PORTADA, DE CERCA, Lena Dunham,.
Hablamos con ella de dietas salvajes, sexo y su deseo de ser madre. .... De ahora en adelante, solo puedo ser yo misma”. Palabra de Lena.
Con la serie Girls (donde se desnuda en todos los sentidos)
se ha convertido en el icono de una generación. Pero todavía no lo
sabíamos todo. Hablamos con ella de dietas salvajes, sexo y su deseo de
ser madre.
Lo que hace tan excepcional
a Lena Dunham,
lo que marca en ella la
diferencia, es lo tremendamente
normal que es.
No es la estrella friki de
la pequeña pantalla que
muchos caricaturizan, ni
arrastra consigo un triste pasado. Aunque
creció en un apartamento neoyorquino
con unos padres artistas, explica
que “aquello no era sinónimo de gente
fumando hierba y haciendo el amor todo
el día en el salón de casa”. Por el contrario,
según ella,
su infancia fue “muy
conservadora”.
Hoy es una sencilla y rellenita chica
de 28 años que vive en Brooklyn (Nueva
York) con su perro adoptado, Lamby, y
un novio estable. Pero la diferencia entre
ella y otras chicas de su edad es que
Lena
ha creado (dirige, escribe y protagoniza)
Girls, una serie –que en España
emite Canal Plus– que se caracteriza
por su brutal realismo y su cruda
naturalidad. Girls ha marcado un hito en
la televisión y ha convertido a
Dunham
en un icono de su generación.
Hay quien se ha burlado de ella por
ir a trabajar con el pelo sucio y vistiendo
jerséis holgados y pantalones cortos.
Además, exhibe su cuerpo desnudo en
la serie (lo que irrita a miles de trolls en
las redes sociales) y suele subir a Instagram
fotos de sí misma devorando trozos
de pizza.
El día de esta entrevista, en Nueva
York, lucía un nuevo peinado, llevaba
sombras negras en los ojos y vestía de
blanco; además, estaba muy preocupada
por no mancharse con un batido de frutas
del bosque y unos huevos rancheros.
“Estaba muy contenta con la
ropa que había elegido, pero
ahora empiezo a darme cuenta
de que no fue una buena idea”.
Quedamos para hablar de
la publicación de su primer
libro, No soy ese tipo de chica
(Espasa), mitad memorias,
mitad ensayo incisivo sobre
el mundo de hoy, un texto tan
divertido, obsceno y desvergonzado
como la serie que la
ha hecho famosa.
En su libro habla de todo
y más sin tapujos: cómo fue
perder la virginidad (“no tanto
como una herida de arma
blanca, sino como un dolor de
cabeza”); el día que compró
“un sinfín de medicamentos
legales en el aeropuerto de
Hamburgo”; qué dieta de choque
siguió,
a base de cetona de
frambuesa y preparados de té
laxante, por la que acabó en
urgencias; los chicos que la
plantaron y los que ella dejó
plantados; su trastorno obsesivo
compulsivo y su adolescencia
problemática.
Y luego está ese “flechazo”
con una pálida y esquelética
dramaturga británica, Nellie,
con quien se agarró una borrachera
en Londres y se sintió
angustiosamente unida a ella
gracias a la escritura (ambas
estaban de acuerdo en que es
una herramienta perfecta para
encontrar un poco de luz en
un mundo lleno de mierda).
Sus caras llegaron a rozarse,
“jadeando como si estuviéramos
bajo una tormenta de
nieve”, con las manos unidas
y mirándose a los ojos. “No
pensaba que me fuera a besar,
pero tampoco lo descarté”, dice
comentando su experiencia
más cercana a un encuentro
lésbico. Páginas después, cuando cuenta
que su hermana Grace sale del armario,
Lena confiesa que se sintió fatal por no
haberse dado cuenta antes.
Tampoco omite el “completo descontrol
disociativo” que dio lugar a una desaforada
relación con uno de los empleados
de mantenimiento del rodaje.
Ni los detalles
de una dolorosa endometriosis que
puede que la haya dejado estéril, a pesar
de que le encantaría tener hijos.
Una de las descripciones más agónicas
del libro (y la que a ella le resultó
más difícil) es la que no ahorra detalles
sobre una relación sexual no consentida
a la que Dunham evita llamar violación.
“Invocarlo me trae un sinfín de miedo
y dolor”. S
egún la actriz, estaban en un
coche y habían bebido alcohol y consumido
drogas cuando, sin darse
cuenta, él la llevó hasta
su apartamento, donde mantuvieron
relaciones sexuales a
las que ella no había dado su
consentimiento. ¿Cómo logra
gestionar una honestidad tan
salvaje? “Necesito compartir
todas esas experiencias –responde
Dunham– o explotaría
en soledad;
quiero sentir que
conecto con la gente”. No es
ninguna sorpresa que lleve
haciendo terapia desde los
siete años, ni que sus lecturas
favoritas sean “libros escritos
por mujeres en tono
confesional”.
Con todo, también ella tiene
sus límites.
“Intento airear
cosas que, aunque sean dolorosas,
me permitan seguir
andando tranquila por la calle.
De hecho, siento que aún hay
una parte muy importante de
mí misma que sigue dentro”.
Lucha contra los kilos
Tal vez la confesión más sorprendente
sea su lucha contra
el sobrepeso, pues viene a
reflejar que la relación con su
cuerpo (que en la serie aparece
desnudo y sin aparentes
complejos) no es tan fácil
como aparenta. Lena se ha enfrentado
a una dieta extrema
y ha reconocido que es una
experiencia muy dura. “Hay
algo íntimo y grotesco en ese
compartir cada día con los demás
lo que has comido; para
acabar conduciendo hasta el
hospital, llevando en el estómago
esa rara combinación
de alimentos, té laxante y toda
esa mierda adelgazante que
me estaba consumiendo”.
En
la actualidad, dice, ha renunciado
a hacer dieta: “Porque, si
no dejaba de contar calorías,
iba a acabar en una profunda
depresión”.
Probablemente, lo que hace tan atractivos
a Lena Dunham y a su libro no es
solo su franqueza, sino esa actitud tan
desprejuiciada. Odia que se critique a la
cantante Miley Cyrus: “¿Por qué no puede
vestir como le dé la gana? Tiene un
estilo único y original”. Cuando le preguntas
si es compatible ver pornografía
y ser feminista, contesta:
“Puedes hacer
lo que te dé la gana y seguir siendo feminista”.
Le horrorizan, sin embargo, esas
fotos que se han filtrado hace poco de
Jennifer Lawrence y otras actrices desnudas.
“Decirle a las mujeres que no se
saquen fotos desnudas con su móvil es
el equivalente en internet al “Es que van
provocando con esa minifalda”, es decir,
toda una defensa del violador”. Y es
que ella considera este tipo de fi ltraciones
como verdaderos delitos sexuales:
“Exponer el cuerpo de una mujer a la
vista de todos sin su consentimiento es
lo mismo que rasgarle las vestiduras a
alguien en una plaza céntrica”.
Charlamos durante una hora, sobre
todo sobre sexo, verdadera obsesión tanto
en Girls como en el libro. Aun con todo, y
en última instancia,
Lena admite
que ella, es en realidad, “una
criatura profundamente monógama.
Hemos vivido bajo la
presión de vivir la sexualidad
de una manera uniformemente
despreocupada. En concreto,
a principios de los 2000, había
un plus en el hecho de entender
las relaciones sexuales
de las mujeres como las de los
hombres. Pero las mujeres son
distintas entre sí: algunas son
promiscuas y otras no”.
Dejar de ser precoz
Lena nunca ha probado con las
páginas webs para ligar: “He sido
siempre bendecida con relaciones
con gente a la que conocía
en el mundo real”.
Desea tener
hijos con su novio desde hace
dos años, el cantante y compositor
Jack Antonoff , si su endometriosis
se lo permite. “El típico
problema de siempre: ¿me dejará
mi cuerpo seguir adelante con los planes
que tengo para mi vida? Es algo que todavía
tengo que descubrir”.
No tiene intención
de casarse, en cualquier caso,
hasta que el matrimonio homosexual
no haya sido legalizado en todo Estados
Unidos, pues dice que lo último que
quiere es restregarle su boda por la cara
a su hermana Grace.
Dunham tenía 24 años cuando su película
Tiny Furniture [Muebles en miniatura]
la dio a conocer, y 26 cuando
la serie Girls empezó a emitirse. Ahora,
con 28, parece estar despidiéndose de
la veintena con este libro. En una escena
de la serie, en la que su personaje
Hannah celebra una fiesta por su 25º
cumpleaños, expresa su pesar porque,
a partir de ahora, nada de lo que haga
será considerado precoz sino “acorde a
su edad”. Pero Dunham, pese a sus ansiedades,
no comparte ese temor.
“Creo
que es estupendo no volver a ser la persona
más joven de la sala; me encanta
que no sea lo que me define. De ahora
en adelante, solo puedo ser yo misma”.
Palabra de Lena
-Sexting. “Decir
“No te saques
fotos desnuda” es
el equivalente en
internet al “Es que van
provocando con esa
minifalda”, esto es, la
defensa del violador.”
-Su cuerpo. “No
hay nada en mi vida,
salvo salir como
modelo de traje
de baño en Sports
Illustrated, que mi
cuerpo no me haya
dejado hacer.”
-Abusos. “Los
encuentros sexuales
pueden ser confusos,
pero las mujeres
saben cuándo algo
está siendo incómodo
y no lo que esperaban
o querían”.
TÍTULO: CAFE, COPA Y FUTBOL, EL LOPEZ Y EL GRAN TEATRO,.
Quise ir a ver 'El castigo sin venganza' al Gran Teatro de Cáceres y reservé las butacas. Pero se suspendió la función porque no , foto,.
El público pacense es muy «teatrero», el cacereño, más de monólogos,.
El año pasado por estas fechas, quise ir a ver a Enrique San
Francisco al López de Ayala y compré la entrada por Internet, pero no
hubo público suficiente, la función se suspendió y me devolvieron el
dinero. Hace 15 días, quise ir a ver 'El castigo sin venganza' al Gran
Teatro de Cáceres y reservé las butacas. Pero se suspendió la función
porque no habían vendido entradas suficientes y la reserva quedó
anulada. En contraposición a estas cancelaciones, Quique San Francisco
llenó el Gran Teatro el sábado pasado y en Badajoz, donde es extraño que
se suspenda una función dramática, se acaba de presentar el gran
cartel, como siempre, de su festival teatral de otoño.
De estos hechos se podría deducir que Cáceres es una ciudad de
monólogos y Badajoz, una ciudad de teatro. No, no es así, no
simplifiquemos, pero algo de eso sí que hay. Porque he asistido a
bastantes representaciones teatrales en Cáceres con 100 espectadores,
algo raro en Badajoz. Pero los monólogos. ¡Ay los monólogos! En Cáceres,
cada vez que un famoso o famosillo se sube al escenario del Gran Teatro
y suelta su rollo más o menos ocurrente y más o menos machista, aquello
es una fiesta. El patio de butacas y el gallinero están llenos. El
público acude con las galas de las fiestas, se hacen fotografías en los
pasillos y los palcos y, una vez comenzada la parrafada, las risas se
suceden entusiastas dejando a quien no se ríe ni a la de tres con la
extraña sensación de sentirse rarito, aburrido, incluso poco inteligente
por no ser capaz de pillar la gracia a la sarta de tópicos y lugares
comunes que se suceden bajo los focos.
Sin embargo, en Badajoz, donde también se representan monólogos, los
contratan con mucho tiento no vaya a pasarles como con San Francisco y
haya que suspender. ¿Será que los de Badajoz se ríen menos, o pillan
peor los chistes, o será que son más exigentes, más «teatreros», no se
conforman con cuatro chistes previsibles y prefieren un conflicto bien
armado, una dramaturgia trabajada y unos personajes menos simples que un
tipo ante un micrófono soltando gracias al estilo «escenas de
matrimonio»?
'El castigo sin venganza', la representación que se suspendió días
atrás en Cáceres, venía directamente del teatro Globe de Londres. Bajo
la dirección de Ernesto Arias, la compañía Rakatá, de la Fundación Siglo
de Oro, representó por primera vez en el mítico teatro isabelino una
obra en lengua no inglesa: este «castigo» escrito por Lope de Vega en
1631, ya con 68 años. La representación fue un hito en la historia del
teatro inglés, que la prensa española destacó convenientemente. Pues
bien, del éxito clamoroso de Londres vinieron a Cáceres y hubo que
suspender porque aquí, ni caso.
La devoción cacereña por los monólogos es devoción por el teatro en
Badajoz. Eso sí, en el López de Ayala no hay tanta fiesta cuando toca
función, que ya se sabe que los «teatreros» son más contenidos, no se
fotografían en los pasillos y encaran la fiesta escénica más con ojo
selectivo y mirada distante que con ese aire diletante, festivo y
proclive al todo vale del espectador de monólogos.
Decía Miguel Murillo, director del López de Ayala, en la presentación
del programa del Festival de Teatro de Badajoz, que el público que se
sienta en las butacas del López de Ayala es crítico, muy crítico. Y las
compañías extremeñas lo saben: en el López de Ayala se la juegan y es
ahí donde se mide con más exigencia la calidad de cada nueva producción.
En Cáceres, cada ve hay más público con cultura teatral, pero quienes
se la juegan aquí son los monologuistas. Y siempre salen triunfantes.
TÍTULO: VIDA PRIVADA, EN DIRECTO, PROTAGONISTA, EL NUEVO FEMINISMO ES COOL,.
Emma es una de las actrices más implicadas, foto,.
Estrellas de Hollywood y
grandes divas del pop han reabierto el debate, mientras se posicionan a
favor o en contra de la lucha por la igualdad de género.
Cuando tenía ocho
años, me llamaron
mandona porque
quería dirigir una
obra de teatro.
Cuando tenía
14, empecé a ser
sexualizada por
ciertos medios de
comunicación. A los 15, mis amigas
empezaron a dejar los equipos de
deporte para no parecer masculinas.
A los 18, mis amigos varones no
podían expresar sus sentimientos.
Decidí que era feminista”.
Estas fueron
las palabras que la actriz Emma
Watson pronunció en septiembre
ante las Naciones Unidas. Un discurso
que le valió la amenaza de divulgar
imágenes suyas desnuda en la Red
como “castigo”. La amenaza no se
cumplió, pero ejemplifi ca lo que
supone para una actriz posicionarse.
Una senda difícil no apta para todos.
“No me considero feminista porque
amo a los hombres”, declaró en mayo
la joven estrella hollywoodiense
Shailene Woodley.
A ella también
le llovieron las críticas, pero no las
amenazas. Sobre todo, la acusaron
de estar desinformada.
Para
muchos, sus palabras confirmaban
que las nuevas generaciones, y en
especial sus iconos, no entienden el
feminismo. Aunque Woodley no ha
sido la única en expresar esta idea.
“No soy feminista. Celebro la cultura
del hombre americano: la cerveza, los
bares, los coches…”, afirmó Lady Gaga
en 2009.
Pero, ¿por qué mujeres jóvenes
(y tan transgresoras como Lady
Gaga) consideran la etiqueta de
feminista tan alienante que prefi eren
evitarla? En realidad, esta postura
no es exclusiva de las estrellas más
recientes.
Susan Sarandon, cuyo
compromiso social está fuera
de toda duda, tampoco quiere
abanderar la causa de Emma Watson:
“Soy humanista, no feminista”,
explicaba en una entrevista a esta
misma revista hace unos años. Una
definición que Sarah Jessica Parker le
ha copiado en más de una ocasión.
Sin medias tintas
Las estrellas de Hollywood que se
atreven a manifestarse a favor del
feminismo siguen siendo minoría.
Otra cosa no tendría sentido en una
industria en el que solo el 15 % de las
películas tienen una protagonista
femenina. Meryl Streep o Emma
Thompson –autodefi nidas como
“feministas de carné”– llevan
décadas denunciando este agravio
comparativo. “Me he quitado
los tacones como un acto de
reivindicación feminista. ¿Por qué
los llevamos? Son muy dolorosos”,
dijo Thompson
recientemente
en una entrega de
premios.
Una vía, la
de la reivindicación,
que algunas
jóvenes estrellas
están empezando
a seguir. “En
el cine existe
una representación muy exigua de
nuestra historias, igual que pasa
en la política o los negocios. Eso es
feminismo: reconocer que seguimos
sin ser iguales”, ha denunciado Keira
Knightley. Claire Danes, Ellen Page
o Natalie Portman también han
denunciando el sexismo que todavía
impera en el cine.
“La falacia en
Hollywood es que, si estás haciendo
una película feminista, la mujer tiene
que ser una chica dura que al final
gana. Y eso es machista”, ha explicado
Portman.
Incluso Chloë Grace Moretz,
de 17 años, ha opinado: “El feminismo
no es odiar a los hombres. Se trata
de luchar contra la desigualdad, de
tener las mismas oportunidades y el
mismo salario”, explicaba a Mujer hoy.
¿Llegará la igualdad al cine de la mano
de estas nuevas celeb”? Una cosa está
clara, al menos ellas no tienen miedo a
las etiquetas.
Las comprometidas
Algunas celebrities se toman el feminismo muy en
serio. A Lena Dunham, directora y protagonista de la
serie Girls, le enerva la desinformación de sus coetáneas.
“Feminismo no es una palabra sucia. No
es que seamos un grupo de perturbadas
que quieren dominar el planeta y eliminar a
los hombres”, asegura. La cantante Taylor
Swift agradece, de hecho, a Dunham
el haberle descubierto el verdadero
significado del feminismo. La actriz
Olivia Wilde es más de hechos que de
declaraciones. Además de participar
en una campaña de visibilidad sobre la
necesidad del feminismo hoy,
ha posado
para una revista dando de mamar a su
bebé. No era una sesión de fotos más,
sino un acto reivindicativo a favor de los
derechos de la mujer.
Las polémicas
Las divas del pop siempre
han tenido que hilar un poco más
fino. Por un lado, apelan al girl power
ejerciendo de iconos para millones
de adolescentes. Por otro, resultar
sexy y provocar sobre el escenario
(perpetuando así estereotipos de
género) es prácticamente un requisito
de su trabajo.
La cantante Miley Cyrus
es la mayor representante de este
dilema. “Siento que soy una de las
mayores feministas del mundo
–dice–, porque le digo a las mujeres
que no deben tener miedo de nada”.
Aunque ella no vea ninguna contradicción en definirse
como feminista y ser, a la vez, el paradigma de la artista
hipersexualizada, siempre provocadora en el escenario, muchos
consideran que su postura es, cuanto menos, controvertida.
Beyoncé es más esquiva en sus palabras:
“Puede ser una
palabra algo extrema, pero supongo que me considero una
feminista. Creo en la igualdad. ¿Por qué hay que etiquetarse?”.
A pesar de sus reservas, hace unos meses abanderó una
campaña, Ban Bossy, para que deje de coartarse el espíritu de
liderazgo de las niñas tildándolas de bossy (mandonas).
Las contrarias
El sector más
conservador de las celebrities
también se manifiesta sin
complejos.”El feminismo no me
resulta interesante”, ha dicho la
cantante Lana del Rey.
La actriz
Gwyneth Paltrow asegura que
ser madre y esposa hace de ella
una mala feminista. Y Cameron
Diaz ha afirmado: “No me gustan
las etiquetas. Todo es relativo.
¿Por qué estamos luchando?
Si es para tener lo mismo que
los hombres, ¿es eso lo que
realmente queremos?”, ha llegado
a decir. No es su única frase
controvertida. “Todas las mujeres
quieren ser vistas como objetos.
Siempre hay una pequeña parte
de ti que lo desea. Y creo que
es saludable”, afirmó en una entrevista en 2012.
Las oportunistas
Subirse al carro del feminismo puede ser
más fruto del cálculo que de la
ideología
. Lily Allen o Katy Perry,
después de haber renegado
públicamente del movimiento,
se han retractado y se han
unido rápidamente a las filas
de las reivindicativas. “Antes
no entendía el significado de
esa palabra y ahora sí. Significa
que me quiero a mí misma como
mujer y que también quiero a los
hombres, así que… ¡Claro que soy
feminista!”, ha explicado.
Es difícil decir si lo suyo es
convicción o la calculada
estrategia de sus publicistas. Más
que nada porque, en la era de
los hashtag y los trending topics,
el feminismo se ha convertido
también en una moda. O, mejor
dicho, en un accesorio.
La
firma Dimepiece, por ejemplo,
comercializa una camiseta
superventas (sobre todo, porque
Cara Delevingne es fan) con
el mensaje “Ain’t no wifey” (no
soy tu mujercita).
Más explícita
todavía es la marca neoyorquina
Married to the Mob, que estampa
en prendas y complementos
la leyenda “Fine ass feminist”
(feminista maciza).
Ellos también se pronuncian
El activismo por
la igualdad de género no
es solo cosa de mujeres;
muchos famosos también
han expresado sus opiniones.
El último, el propio Karl
Lagerfeld, que convirtió
hace unos días en una
manifestación reivindicativa el
último desfile de Chanel.
Pero quizá el más militante es
el actor Joseph Gordon-Levitt:
“El género no tiene que definir
quién eres, puedes ser quien
tú quieras, seas hombre o
mujer. Ninguna categoría
puede describir a una
persona porque cada persona
es única. Eso es lo que el
feminismo significa para mí y,
por eso, me declaro feminista”.
No es el único. Ryan Gosling
se ha quejado amargamente
de la “sociedad patriarcal
que trata de controlar cómo
se representa a las mujeres
en la gran pantalla” y Andrew
Garfield (el último Spiderman)
ha apelado a la “parte
femenina” de todos los
hombres.
En 2011, Daniel Craig
se vistió de mujer (con vestido,
peluca, pendientes y tacones)
para convertirse en imagen de
una campaña que reclamaba
la igualdad de género.
Y el
año pasado, Mark Ruffalo
contó la experiencia personal
de su madre para defender
los derechos reproductivos
femeninos. Otros, como el
cantante y actor John Legend,
llaman al activismo: “Todos
los hombres deberían
ser feministas. Si ellos se
preocuparan por los derechos
de las mujeres, el mundo sería
un sitio mejor”.