Ayaan Hirsi Ali, la voz más odiada por los islamistas, y por muchos occidentales
Llamó a Mahoma 'tirano' y 'perverso' y,
desde entonces, esta exdiputada holandesa vive oculta y rodeada de
guardaespaldas. Hoy vuelve a la actualidad con un nuevo libro.
Ayaan Hirsi Ali viene con retraso. Está atrapada en
un atasco. Uno de sus dos guardaespaldas asegura que ya está al llegar.
En cualquier caso, 15 minutos de tardanza es aceptable para una persona
sobre la que pesan varias amenazas de muerte y, además, es la crítica
del islam más odiada por Occidente. Dos guardaespaldas han
venido por delante para inspeccionar el lugar donde se va a desarrollar
la entrevista. El tercero llega con la entrevistada. Hirsi Ali estrecha
la mano con firmeza. Tiene 45 años. De su belleza y su sonrisa ya se ha
hablado mucho.
«Lamento el retraso», dice. Es una mujer simpática y tranquila. Nos habla de su nuevo libro, que trata sobre su esperanza de que se produzca una «reforma islámica». Es muy optimista al respecto, afirma. No parece una mujer perseguida. Y lo es desde que, el 12 de septiembre de 2002, el día siguiente del aniversario de los atentados de Washington y Nueva York, explicara en un debate de una televisión holandesa que había perdido la fe. «Entonces ya no es musulmana», le gritó uno de los musulmanes con los que tenía que debatir. «Dice que el islam es retrógrado. ¡Miente!».
«También es mi religión», respondió Hirsi Ali sin perder la calma. «Y si quiero decir que es retrógrado, lo hago. Sí, el islam es retrógrado».Desde ese día, Ayaan Hirsi Ali a la que algunos llamaban la Salman Rushdie holandesa y otros, la Voltaire negra se vio obligada a vivir oculta. El odio generalizado comenzó, y fue a más cuando, en enero de 2003, afirmó que Mahoma era «perverso». La situación no mejoró cuando en abril de ese mismo año calificó la política inmigratoria de los Países Bajos de «ingenua y cobarde» y exigió que se limitaran temporalmente algunos derechos fundamentales para resolver el problema del islam radical.Y se agravó especialmente el 2 de noviembre de 2004, cuando el cineasta Theo Van Gogh murió a causa de varios disparos. Mohammed Bouyeri hijo de emigrantes marroquíes, tras intentar en vano cortarle la cabeza, le clavó en el pecho un cuchillo con una carta dirigida a Hirsi Ali. En ella afirmaba que Holanda sería destruida... y Europa entera, y que EE.UU. caería. Por último: «Oh, Hirsi Ali, tú también perecerás».
UN VÍDEO QUE SEMBRÓ EL ESCÁNDALO. Hirsi Ali y Van Gogh se habían conocido un año antes, durante una cena, y rodaron juntos un corto de diez minutos titulado Submission part 1; ella escribió el guion, él se encargó de la dirección. La película arranca con un cuerpo femenino semidesnudo sobre el que se proyectan los primeros versículos del Corán. El corto trata el tema central de la actividad de Hirsi Ali: la libertad de la mujer en el islam.
«Me resulta muy curioso no haber conocido todavía a ninguna musulmana que te esté agradecida por tus esfuerzos por la emancipación de la mujer», escribió tiempo después una amiga de Theo Van Gogh en una carta abierta dirigida a Hirsi Ali. «He oído que muchos están de acuerdo con el asesinato ritual de Theo. Le has prestado un gran servicio al islam radical, Ayaan, puedes estar orgullosa».
¿Hirsi Ali ha alimentado la dinámica del terror y la venganza con sus actos? ¿Ha alentado la violencia, como muchos creen? ¿Ha sido apóstol del odio? ¿O en realidad es una heroína de la moderna Ilustración por haberse implicado en la defensa de la libertad de las mujeres, que «deben ser dueñas de sus propios cuerpos», y por haber combatido la persecución de los homosexuales y haberse puesto siempre del lado del marginado, del individuo frente a la presión del grupo, de la comunidad, del clan?
OCCIDENTE SUFRIÓ UN AUTÉNTICO 'SHOCK'. Una cosa sí es segura: el asesinato de Theo Van Gogh fue un auténtico shock. Supuso, como el 11 de septiembre de 2001 y la guerra de Irak, el fin de algo: de la imagen de un triunfador Occidente liberal o neoliberal, mejor que gusta a todos y al que todos quieren incorporarse. Y fue el comienzo de algo: el de un confuso nuevo orden mundial, necesitado de reajustar su brújula moral: qué defiendo, por qué cosas estoy dispuesto a luchar.
«En aquella época, me llamaban 'alarmista'», nos dice Ayaan Hirsi Ali. «Hoy está pasando justo aquello de lo que hablaba entonces». Se refiere al Estado Islámico. Y a Charlie Hebdo. Y a Boko Haram. Y al miedo occidental al islam, que socava sus valores. En este tiempo han pasado muchas cosas en la vida de Ayaan Hirsi Ali. Se ha casado con Niall Ferguson, un historiador británico casi tan famoso como ella, y ha sido madre; su hijo, Thomas, va a cumplir cuatro años. Hay muchas fotografías cargadas de glamour de esta influyente pareja, adalides del mundo neocon, los neoconservadores que creen que Occidente debe gobernar el mundo; «es la misión del hombre blanco», como ella dice.
«Occidente está minado por sus inseguridades y su falta de confianza, y lo acabaremos lamentando. Teníamos una gran influencia en el mundo. Hemos exportado nuestras ideas, libertad, igualdad, derechos humanos... ¿Por qué ya no lo hacemos? Era en beneficio de la humanidad. Hoy, por el contrario, rige un relativismo ridículo. Actualmente es casi una blasfemia hablar de los valores occidentales». En este «campo de batalla de las ideas», Occidente debería imponerse frente al islam político: no mediante la confrontación militar, afirma, aunque hoy sigue defendiendo la guerra de Irak.
HIJA DE UN SOMALÍ CRÍTICO CON EL PODER. Se aprecia cierta dureza en ella cuando hace estas afirmaciones. Es una dureza que también tiene que ver con su propia biografía. Su padre era un hombre carismático que, allá por los años sesenta, escribía malévolas sátiras políticas en Somalia; un hombre que había estudiado en Italia y EE.UU. y que pasó mucho tiempo entre rejas durante los setenta hasta que consiguió huir, primero hacia Arabia Saudí, luego a Etiopía y finalmente a Kenia, países donde creció Ayaan Hirsi Ali; también es el hombre que, años después, le retiraría la palabra a su hija por haber ofendido al islam.
Hirsi Ali huyó de una religión a la que durante un tiempo consideró la única verdad. Ella misma se definió en una entrevista como un «señor de la guerra» que libra una guerra contra «los musulmanes». El periodista holandés Geert Mak, que siempre había apoyado a Hirsi Ali, la advirtió públicamente en un artículo de prensa de los peligros del odio religioso y étnico que estaba alimentando con sus palabras. Precisamente era esa argumentación ingenua de los intelectuales occidentales lo que ella criticaba y contra lo que escribía. Sus principales rivales, dice, son esos «relativistas culturales» que ella enmarca en el «multiculturalismo», al que a su vez considera una ideología que tolera la opresión de la mujer y, como consecuencia, la fomenta.
No obstante, en su último libro se muestra bastante positiva para sus estándares habituales. La Primavera Árabe para ella es una señal de que el islam puede cambiar por sí mismo, desde dentro, y que incluso ya se encontraría en pleno proceso de secularización; en su día, Europa también tuvo que pasar por este mismo proceso para que la sociedad pudiera avanzar hacia la libertad y la prosperidad.
«Me equivoqué», dice sin grandes aspavientos. «Lo que pensaba en 2010 acerca de que el islam nunca podría cambiar no era cierto. Soy atea, y sigo creyendo que Alá es un dios absolutista, despiadado. Pero cada vez más musulmanes se están dando cuenta de que el islam como filosofía política lleva al establecimiento de un sistema totalitario». Su confianza en que la reforma islámica puede funcionar descansa sobre tres factores, que también fueron de gran importancia para la Reforma luterana: una revolución mediática, que en aquellos tiempos fue la invención de la imprenta y que hoy es Internet; una clase media urbana, instruida y próspera que, por sus propios intereses, aspira a conseguir una sociedad más libre; y dirigentes, como por ejemplo el presidente egipcio, Al-Sisi, que el día de Año Nuevo de 2015 reclamó precisamente una «revolución religiosa» en una universidad ultraconservadora.
HACIA UNA REFORMA SIMILAR A LA LUTERANA. Hirsi Ali sabe que toda reforma será larga y sangrienta. «Pero este proceso de reforma ya ha empezado», asegura. Se trata de cuestionar la exclusividad del Corán como fuente de virtud y verdad. De ver el Corán no como la palabra de Dios, sino como una obra escrita por humanos. Es un cambio muy profundo. Algo inaceptable para los musulmanes de Medina».'Musulmanes de Medina' es el nombre que Hirsi Ali da a los radicales. Los llama así porque fue en Medina donde Mahoma, a su vuelta de la Meca, desarrolló el islam guerrero. A los musulmanes no fanáticos los llama 'musulmanes de la Meca'. Y luego hay un tercer grupo: los reformistas, los herejes, que deben atraer a su bando a esa mayoría mansa. «Lo que estamos viviendo es una lucha por el corazón y el cerebro de los musulmanes».
Serán las mujeres las que tengan que impulsar esta reforma, dice Hirsi Ali; con los hombres musulmanes ya ha tirado la toalla. Pero esto no la convierte en una feminista en el sentido clásico, lo que a su vez lleva a que haya tanto feministas que la odian como otras que la admiran. En los últimos años esta mujer ha sobrevivido a muchas batallas, batallas en las que también ha estado en juego su vida privada. Por ejemplo, la cuestión de si consiguió la ciudadanía holandesa de forma fraudulenta, al haber usado un nombre falso y asegurado que había llegado a los Países Bajos huyendo de un matrimonio forzoso. Esta polémica se saldó con la ruptura de la coalición de gobierno.
¿UNA OPORTUNISTA O UNA MUJER VALEROSA? Ha recorrido un largo trecho: nómada, infiel, hereje, de refugiada somalí a parlamentaria holandesa y profesora en Harvard. Solo ha confiado, parece, en sí misma. Algunos dicen que ha sido una oportunista; otros la admiran precisamente por su confianza en sí misma, por su valor. Ayaan Hirsi Ali es una mujer con muchos enemigos, con muchos amigos poderosos y muchas veces también con los amigos equivocados: por ejemplo, el corto Submission fue subido a YouTube por el usuario LibertyOfSpeech ('Libertad de Expresión') y fue visto por más de 200.000 personas, pero también lo colgó un usuario ultraderechista con el alias aryanpower14 ('Poder Ario') y registró más de 400.000 reproducciones.
No es la única autora que sostiene que el islam se está transformando, también lo han afirmado otros pensadores, como el historiador francés Emmanuel Todd, quien ve en el terrorismo islamista una especie de maniobra de los radicales para cubrir su retirada ante las inevitables consecuencias que la modernidad está teniendo sobre las sociedades de impronta musulmana. Ayaan Hirsi Ali, o al menos esa es la sensación que da, ya tuvo su momento, ya fue el centro de atención... hace más de diez años. Es hora de irse. Sus guardaespaldas la acompañan fuera. «Lo siento», vuelve a decir mientras tiende la mano, «lamento haber llegado tarde».
La reforma del Islam, según Ayaan
Esta feminista y escritora asegura que la Primavera Árabe es una señal de que el islam está sufriendo un proceso de secularización que, como toda reforma, será largo y sangriento. Esta es la tesis que defiende en su último libro, Heretic: why islam needs a reformation now, del que recogemos algunos extractos.
-Error de cálculo: «En los últimos 20 años, por miedo a ser acusados de insensibilidad cultural o incluso de racismo, los países occidentales se han esforzado por complacer las demandas de sus ciudadanos musulmanes. En lugar de apoyar a los disidentes islámicos, los han tratado como alteradores de la paz. Me atrevo a confiar en que la masacre de la revista Charlie Hebdo sea un punto de inflexión».
-El atentado: «Tras el atentado se sucedieron los habituales y cobardes editoriales y opiniones de idiotas morales, que argumentaban que la revista había mostrado poco 'sentido común' al ofender a los musulmanes. Y que el atentado no tenía nada que ver con el islam. En estos tiempos, afirmaciones como que los extremistas no tienen nada que ver con 'la religión de la paz' pierden credibilidad».
-El cristianismo: «En todos los textos sagrados, tanto en la Biblia como en el Corán, se encuentran pasajes en los que se justifica la intolerancia. Pero en el cristianismo se produjo un cambio. Entonces, los que querían mantener el statu quo argumentaban lo mismo que hoy los musulmanes: que se les ofende. En realidad, el cristianismo y el judaísmo se modernizaron gracias a los ataques repetidos a la religión».
-Modernizarse: «Ahora ha llegado el momento de que los musulmanes también se modernicen. Sé que cualquier persona que se muestre partidaria de la reforma del islam está corriendo un riesgo grave. Por lo tanto, me gustaría dejar claro lo siguiente: no quiero una guerra, todo lo contrario. Lo que planteo es una reforma pacífica, una campaña cultural que lleve a un cambio en la doctrina religiosa».
-Normas básicas: «Los clérigos musulmanes deben reconocer que el Corán no es la fuente de la verdad revelada, sino solo un libro. Tienen que dejar claro que nuestros actos en esta vida son más importantes que lo que pueda sucedernos tras la muerte y que la sharía está supeditada a la legislación de los Estados. Y tienen que distanciarse totalmente de las llamadas a la lucha armada».
TÍTULO: A FONDO, George Clooney, presidente... y no es una película,.
A fondo / fotos,.
«Lamento el retraso», dice. Es una mujer simpática y tranquila. Nos habla de su nuevo libro, que trata sobre su esperanza de que se produzca una «reforma islámica». Es muy optimista al respecto, afirma. No parece una mujer perseguida. Y lo es desde que, el 12 de septiembre de 2002, el día siguiente del aniversario de los atentados de Washington y Nueva York, explicara en un debate de una televisión holandesa que había perdido la fe. «Entonces ya no es musulmana», le gritó uno de los musulmanes con los que tenía que debatir. «Dice que el islam es retrógrado. ¡Miente!».
«También es mi religión», respondió Hirsi Ali sin perder la calma. «Y si quiero decir que es retrógrado, lo hago. Sí, el islam es retrógrado».Desde ese día, Ayaan Hirsi Ali a la que algunos llamaban la Salman Rushdie holandesa y otros, la Voltaire negra se vio obligada a vivir oculta. El odio generalizado comenzó, y fue a más cuando, en enero de 2003, afirmó que Mahoma era «perverso». La situación no mejoró cuando en abril de ese mismo año calificó la política inmigratoria de los Países Bajos de «ingenua y cobarde» y exigió que se limitaran temporalmente algunos derechos fundamentales para resolver el problema del islam radical.Y se agravó especialmente el 2 de noviembre de 2004, cuando el cineasta Theo Van Gogh murió a causa de varios disparos. Mohammed Bouyeri hijo de emigrantes marroquíes, tras intentar en vano cortarle la cabeza, le clavó en el pecho un cuchillo con una carta dirigida a Hirsi Ali. En ella afirmaba que Holanda sería destruida... y Europa entera, y que EE.UU. caería. Por último: «Oh, Hirsi Ali, tú también perecerás».
UN VÍDEO QUE SEMBRÓ EL ESCÁNDALO. Hirsi Ali y Van Gogh se habían conocido un año antes, durante una cena, y rodaron juntos un corto de diez minutos titulado Submission part 1; ella escribió el guion, él se encargó de la dirección. La película arranca con un cuerpo femenino semidesnudo sobre el que se proyectan los primeros versículos del Corán. El corto trata el tema central de la actividad de Hirsi Ali: la libertad de la mujer en el islam.
«Me resulta muy curioso no haber conocido todavía a ninguna musulmana que te esté agradecida por tus esfuerzos por la emancipación de la mujer», escribió tiempo después una amiga de Theo Van Gogh en una carta abierta dirigida a Hirsi Ali. «He oído que muchos están de acuerdo con el asesinato ritual de Theo. Le has prestado un gran servicio al islam radical, Ayaan, puedes estar orgullosa».
¿Hirsi Ali ha alimentado la dinámica del terror y la venganza con sus actos? ¿Ha alentado la violencia, como muchos creen? ¿Ha sido apóstol del odio? ¿O en realidad es una heroína de la moderna Ilustración por haberse implicado en la defensa de la libertad de las mujeres, que «deben ser dueñas de sus propios cuerpos», y por haber combatido la persecución de los homosexuales y haberse puesto siempre del lado del marginado, del individuo frente a la presión del grupo, de la comunidad, del clan?
OCCIDENTE SUFRIÓ UN AUTÉNTICO 'SHOCK'. Una cosa sí es segura: el asesinato de Theo Van Gogh fue un auténtico shock. Supuso, como el 11 de septiembre de 2001 y la guerra de Irak, el fin de algo: de la imagen de un triunfador Occidente liberal o neoliberal, mejor que gusta a todos y al que todos quieren incorporarse. Y fue el comienzo de algo: el de un confuso nuevo orden mundial, necesitado de reajustar su brújula moral: qué defiendo, por qué cosas estoy dispuesto a luchar.
«En aquella época, me llamaban 'alarmista'», nos dice Ayaan Hirsi Ali. «Hoy está pasando justo aquello de lo que hablaba entonces». Se refiere al Estado Islámico. Y a Charlie Hebdo. Y a Boko Haram. Y al miedo occidental al islam, que socava sus valores. En este tiempo han pasado muchas cosas en la vida de Ayaan Hirsi Ali. Se ha casado con Niall Ferguson, un historiador británico casi tan famoso como ella, y ha sido madre; su hijo, Thomas, va a cumplir cuatro años. Hay muchas fotografías cargadas de glamour de esta influyente pareja, adalides del mundo neocon, los neoconservadores que creen que Occidente debe gobernar el mundo; «es la misión del hombre blanco», como ella dice.
«Occidente está minado por sus inseguridades y su falta de confianza, y lo acabaremos lamentando. Teníamos una gran influencia en el mundo. Hemos exportado nuestras ideas, libertad, igualdad, derechos humanos... ¿Por qué ya no lo hacemos? Era en beneficio de la humanidad. Hoy, por el contrario, rige un relativismo ridículo. Actualmente es casi una blasfemia hablar de los valores occidentales». En este «campo de batalla de las ideas», Occidente debería imponerse frente al islam político: no mediante la confrontación militar, afirma, aunque hoy sigue defendiendo la guerra de Irak.
HIJA DE UN SOMALÍ CRÍTICO CON EL PODER. Se aprecia cierta dureza en ella cuando hace estas afirmaciones. Es una dureza que también tiene que ver con su propia biografía. Su padre era un hombre carismático que, allá por los años sesenta, escribía malévolas sátiras políticas en Somalia; un hombre que había estudiado en Italia y EE.UU. y que pasó mucho tiempo entre rejas durante los setenta hasta que consiguió huir, primero hacia Arabia Saudí, luego a Etiopía y finalmente a Kenia, países donde creció Ayaan Hirsi Ali; también es el hombre que, años después, le retiraría la palabra a su hija por haber ofendido al islam.
Hirsi Ali huyó de una religión a la que durante un tiempo consideró la única verdad. Ella misma se definió en una entrevista como un «señor de la guerra» que libra una guerra contra «los musulmanes». El periodista holandés Geert Mak, que siempre había apoyado a Hirsi Ali, la advirtió públicamente en un artículo de prensa de los peligros del odio religioso y étnico que estaba alimentando con sus palabras. Precisamente era esa argumentación ingenua de los intelectuales occidentales lo que ella criticaba y contra lo que escribía. Sus principales rivales, dice, son esos «relativistas culturales» que ella enmarca en el «multiculturalismo», al que a su vez considera una ideología que tolera la opresión de la mujer y, como consecuencia, la fomenta.
No obstante, en su último libro se muestra bastante positiva para sus estándares habituales. La Primavera Árabe para ella es una señal de que el islam puede cambiar por sí mismo, desde dentro, y que incluso ya se encontraría en pleno proceso de secularización; en su día, Europa también tuvo que pasar por este mismo proceso para que la sociedad pudiera avanzar hacia la libertad y la prosperidad.
«Me equivoqué», dice sin grandes aspavientos. «Lo que pensaba en 2010 acerca de que el islam nunca podría cambiar no era cierto. Soy atea, y sigo creyendo que Alá es un dios absolutista, despiadado. Pero cada vez más musulmanes se están dando cuenta de que el islam como filosofía política lleva al establecimiento de un sistema totalitario». Su confianza en que la reforma islámica puede funcionar descansa sobre tres factores, que también fueron de gran importancia para la Reforma luterana: una revolución mediática, que en aquellos tiempos fue la invención de la imprenta y que hoy es Internet; una clase media urbana, instruida y próspera que, por sus propios intereses, aspira a conseguir una sociedad más libre; y dirigentes, como por ejemplo el presidente egipcio, Al-Sisi, que el día de Año Nuevo de 2015 reclamó precisamente una «revolución religiosa» en una universidad ultraconservadora.
HACIA UNA REFORMA SIMILAR A LA LUTERANA. Hirsi Ali sabe que toda reforma será larga y sangrienta. «Pero este proceso de reforma ya ha empezado», asegura. Se trata de cuestionar la exclusividad del Corán como fuente de virtud y verdad. De ver el Corán no como la palabra de Dios, sino como una obra escrita por humanos. Es un cambio muy profundo. Algo inaceptable para los musulmanes de Medina».'Musulmanes de Medina' es el nombre que Hirsi Ali da a los radicales. Los llama así porque fue en Medina donde Mahoma, a su vuelta de la Meca, desarrolló el islam guerrero. A los musulmanes no fanáticos los llama 'musulmanes de la Meca'. Y luego hay un tercer grupo: los reformistas, los herejes, que deben atraer a su bando a esa mayoría mansa. «Lo que estamos viviendo es una lucha por el corazón y el cerebro de los musulmanes».
Serán las mujeres las que tengan que impulsar esta reforma, dice Hirsi Ali; con los hombres musulmanes ya ha tirado la toalla. Pero esto no la convierte en una feminista en el sentido clásico, lo que a su vez lleva a que haya tanto feministas que la odian como otras que la admiran. En los últimos años esta mujer ha sobrevivido a muchas batallas, batallas en las que también ha estado en juego su vida privada. Por ejemplo, la cuestión de si consiguió la ciudadanía holandesa de forma fraudulenta, al haber usado un nombre falso y asegurado que había llegado a los Países Bajos huyendo de un matrimonio forzoso. Esta polémica se saldó con la ruptura de la coalición de gobierno.
¿UNA OPORTUNISTA O UNA MUJER VALEROSA? Ha recorrido un largo trecho: nómada, infiel, hereje, de refugiada somalí a parlamentaria holandesa y profesora en Harvard. Solo ha confiado, parece, en sí misma. Algunos dicen que ha sido una oportunista; otros la admiran precisamente por su confianza en sí misma, por su valor. Ayaan Hirsi Ali es una mujer con muchos enemigos, con muchos amigos poderosos y muchas veces también con los amigos equivocados: por ejemplo, el corto Submission fue subido a YouTube por el usuario LibertyOfSpeech ('Libertad de Expresión') y fue visto por más de 200.000 personas, pero también lo colgó un usuario ultraderechista con el alias aryanpower14 ('Poder Ario') y registró más de 400.000 reproducciones.
No es la única autora que sostiene que el islam se está transformando, también lo han afirmado otros pensadores, como el historiador francés Emmanuel Todd, quien ve en el terrorismo islamista una especie de maniobra de los radicales para cubrir su retirada ante las inevitables consecuencias que la modernidad está teniendo sobre las sociedades de impronta musulmana. Ayaan Hirsi Ali, o al menos esa es la sensación que da, ya tuvo su momento, ya fue el centro de atención... hace más de diez años. Es hora de irse. Sus guardaespaldas la acompañan fuera. «Lo siento», vuelve a decir mientras tiende la mano, «lamento haber llegado tarde».
La reforma del Islam, según Ayaan
Esta feminista y escritora asegura que la Primavera Árabe es una señal de que el islam está sufriendo un proceso de secularización que, como toda reforma, será largo y sangriento. Esta es la tesis que defiende en su último libro, Heretic: why islam needs a reformation now, del que recogemos algunos extractos.
-Error de cálculo: «En los últimos 20 años, por miedo a ser acusados de insensibilidad cultural o incluso de racismo, los países occidentales se han esforzado por complacer las demandas de sus ciudadanos musulmanes. En lugar de apoyar a los disidentes islámicos, los han tratado como alteradores de la paz. Me atrevo a confiar en que la masacre de la revista Charlie Hebdo sea un punto de inflexión».
-El atentado: «Tras el atentado se sucedieron los habituales y cobardes editoriales y opiniones de idiotas morales, que argumentaban que la revista había mostrado poco 'sentido común' al ofender a los musulmanes. Y que el atentado no tenía nada que ver con el islam. En estos tiempos, afirmaciones como que los extremistas no tienen nada que ver con 'la religión de la paz' pierden credibilidad».
-El cristianismo: «En todos los textos sagrados, tanto en la Biblia como en el Corán, se encuentran pasajes en los que se justifica la intolerancia. Pero en el cristianismo se produjo un cambio. Entonces, los que querían mantener el statu quo argumentaban lo mismo que hoy los musulmanes: que se les ofende. En realidad, el cristianismo y el judaísmo se modernizaron gracias a los ataques repetidos a la religión».
-Modernizarse: «Ahora ha llegado el momento de que los musulmanes también se modernicen. Sé que cualquier persona que se muestre partidaria de la reforma del islam está corriendo un riesgo grave. Por lo tanto, me gustaría dejar claro lo siguiente: no quiero una guerra, todo lo contrario. Lo que planteo es una reforma pacífica, una campaña cultural que lleve a un cambio en la doctrina religiosa».
-Normas básicas: «Los clérigos musulmanes deben reconocer que el Corán no es la fuente de la verdad revelada, sino solo un libro. Tienen que dejar claro que nuestros actos en esta vida son más importantes que lo que pueda sucedernos tras la muerte y que la sharía está supeditada a la legislación de los Estados. Y tienen que distanciarse totalmente de las llamadas a la lucha armada».
TÍTULO: A FONDO, George Clooney, presidente... y no es una película,.
George Clooney, presidente... y no es una película
El sonsonete de las aspiraciones
electorales del actor resuena con cada nueva campaña presidencial.
Ahora, sin embargo, algo ha cambiado: es un hombre casado. La estrella,
que no oculta sus ambiciones políticas, se deja querer por los
demócratas mientras expertos y analistas no dejan de preguntarse:
«¿Llegará George Clooney a la Casa Blanca?».
¿Será George Clooney el próximo JFK? Y, en tal caso,
¿cuándo? Es la comidilla de Hollywood... Y de Washington. El actor
nunca ha ocultado sus ambiciones políticas. Y, encantador como
siempre, se deja querer por pesos pesados del Partido Demócrata con una
mezcla de desdén y ambigüedad. Ahora, además, se ha librado de un lastre
para cualquier candidato a ocupar el Despacho Oval: la soltería.
Pero los medios estadounidenses no se ponen de acuerdo: ¿sería su flamante esposa, la abogada británica de origen libanés Amal Alamuddin, la perfecta primera dama? Amal lo tiene todo: inteligencia, implicación, belleza... ¿O, por el contrario, puede convertirse en el principal obstáculo para las presuntas aspiraciones de Clooney a reeditar los tiempos míticos de Camelot? El sonsonete de las aspiraciones presidenciales de George Clooney, de 53 años, suena cada vez que se acerca una campaña. Y es el propio interesado el que suele rebatirlo. En 2011 dijo: «¿Yo, candidato? Miren, hay un tipo en el Despacho Oval [Obama] que es más listo que nadie, y más amable, y aun así le está resultando una auténtica misión imposible gobernar. ¿Quién aspiraría a semejante trabajo? Yo ya tengo un trabajo muy bueno. Y estoy muy a gusto sin ser el tipo cuyas decisiones cuestan un par de cientos de miles de vidas».
Ahora, en vísperas de la carrera presidencial de 2016, las especulaciones vuelven a dispararse. Su matrimonio con la 'superabogada' Amal Alamuddin, de 37 años, le da un plus de madurez. Un sector del Partido Demócrata le tira los trastos sin disimulo. Clooney ha hecho mucho por el partido. Recaudó fondos por valor de 12 millones de euros para la campaña presidencial de 2012. Quizá sea demasiado tarde para postularse a la Casa Blanca, con Hillary Clinton dispuesta a quemar sus naves, pero es el momento idóneo para foguearse como senador o gobernador de California, un Estado de un enorme peso en votos y delegados, como hicieran en su momento, con desigual fortuna, otros dos actores (republicanos): Ronald Reagan, que llegó a presidente, y Arnold Schwarzenegger. Al menos, esa es la opinión de politólogos como Dennis Altman profesor emérito de la Universidad La Trobe de Melbourne, que considera que Clooney debería dar un paso al frente en California, aprovechando que Barbara Boxer senadora demócrata por ese estado y buena amiga de Clooney ha anunciado que no se presentará a la reelección.
¿Pero está dispuesto Clooney a dar ese paso? No es tan fácil como cambiar el hashtag #Clooney2016 que enarbolan sus partidarios en las redes sociales por otro más sosegado, tipo #Clooney2020. Emily Heil sugiere en el Washington Post que quizá a Clooney no le sobre la paciencia. «Es verdad, tiene atributos que lo convierten en un candidato respetable: buena percha, dinero, un historial de activismo en favor de causas africanas y la amistad del actual inquilino de la Casa Blanca». Pero Heil no lo ve remangándose en una campaña. «Un proceso en el que se pierde mucho tiempo, carece de glamour y hay que tocar muchas teclas». Y cita a la estratega demócrata Donna Brazile. «¿Te lo imaginas visitando los 99 condados de Iowa, sentado en un sofá rodeado de granjeros y dándoles su opinión sobre la composición genética del maíz?».
Por encima de Hillary
De momento, paciencia. Los demócratas sienten que le deben un mandato a Hillary Clinton. Aguantó carros y carretas y de no ser por la sorpresiva irrupción de Obama ya hubiera sido presidenta. Dieciocho años después del escándalo y con Monica Lewinsky rehabilitada, solo quedan por cicatrizar las heridas de Hillary. Y el morbo de verla en el Despacho Oval mientras su marido, Bill Clinton, se ocupa de los arreglos florales es demasiado tentador. Un primer caballero en la Casa Blanca, ¡como para perdérselo!Clooney, además, no es de los que se precipitan. El hombre llevaba soltero 20 años, desde que se divorció de la actriz Talia Balsam en 1993. Y suele contemporizar cuando le preguntan por sus ambiciones. «Me acosté con demasiadas chicas y consumí demasiadas drogas como para pensar en política», declaró a Newsweek en 2011. Para luego asegurar, con ironía, que si alguna vez se metía en campaña diría siempre la verdad. Propuso incluso un eslogan: «Me bebí hasta el agua de los floreros». Bromas aparte, Obama ya pasó por un trance similar, al reconocer su coqueteo con las drogas y su mala relación con su padre. Y no le fue mal.
Desde su boda en Venecia con Amal, el debate sobre la 'presidenciabilidad' del actor se ha polarizado. Hay quien ve a la pareja como un perfect match, el enlace perfecto. Una asociación de talentos que se prestan mutuamente esplendor, como Brangelina. Starla Clooney, tía del actor, así lo cree: «El matrimonio con Amal le abre muchas puertas. George parece ahora una persona más centrada y más seria, y menos un playboy», declaró a un diario británico. Sin embargo, otros ven en Amal un problema. La analista Andrea Peyser, en el New York Post, cree que el influyente lobby judío no pasará por alto que Amal estuviese dispuesta a participar en un panel de expertos de la ONU para investigar los bombardeos israelíes en la Franja de Gaza. Amal se excusó finalmente, alegando que estaba trabajando en ocho causas legales y carecía de tiempo. Peyser cree que lo hizo para no perjudicar las aspiraciones de Clooney. No es el único inconveniente de una abogada de alto perfil especializada en derechos humanos, pero que también tiene clientes muy controvertidos: como Enron, la multinacional que cometió el mayor fraude en la historia de los Estados Unidos, o Julian Assange, el fundador de Wikileaks, al que se tacha de antinorteamericano.
Una mujer de armas tomar
¿Pero quién es Amal Alamuddin? Proviene de una acaudalada familia drusa cuyas raíces aristocráticas se remontan al siglo XII. Nació en Beirut en 1978. Su padre, Ramzi es profesor de Economía; y su madre, Baria, periodista. Tiene tres hermanos. La familia emigró a Gran Bretaña en los años ochenta, antes de la guerra civil en el Líbano. Amal estudió en Oxford y en la New York University of Law, con excelentes notas. Experta en derecho internacional, trabaja para un prestigioso bufete londinense: Doughty Street Chambers. Sus colegas dicen que «su intelecto es un Rolls Royce». Entre su selecta clientela: el rey de Bahréin, el antiguo secretario general de la ONU Kofi Annan o la opositora ucraniana Yulia Timoshenko.
Como abogada, se la considera dura, incluso despiadada. Se atreve con todo. Ha trabajado en causas de gran resonancia, como el asesinato en masa de los armenios a manos de los turcos, ocurrido hace un siglo, que ha llevado al Tribunal Internacional de Derechos Humanos de Estrasburgo para que sea reconocido como genocidio. También acepta casos que pueden ser vistos con desconfianza por algunos sectores de su propio país. Por ejemplo, algunos la critican por pleitear para la devolución de las esculturas del Partenón a Grecia, robadas por Lord Elgin en 1803 y hoy en el Museo Británico. O que desempolve presuntas torturas cometidas por soldados británicos en Irlanda del Norte en los años sesenta. O que ahora defienda a Assange.
Las amistades peligrosas
Clooney, íntimo amigo de Obama, se la llevó a la Casa Blanca a un pase privado de su película Monuments Men y se armó un gran revuelo por estar vinculada a la defensa del promotor de Wikileaks, refugiado en la Embajada de Ecuador en Londres para evitar su extradición a Suecia y, eventualmente, a los Estados Unidos, donde podría ser juzgado por espionaje y traición y condenado a muerte. Por eso, si se hace una lista de pros y contras de Clooney como político, no está muy claro dónde colocar a Amal. ¿Es su gran baza o es fuego amigo? Desde luego, añade prestancia a un hombre considerado el más sexy del mundo. Amal es bellísima, puede convertirse en un icono de la moda y ya es un modelo para miles de jóvenes árabes, que tuitean su nombre asociado a hashtags como éxito y orgullo y que acuden a clínicas de cirugía estética para operarse la nariz a lo señora Clooney («hacerse un Amal», lo llaman), según cuenta el semanario alemán Stern, aunque hay que matizar que el original no ha precisado de la ayuda del bisturí.
El carisma cuenta, y ya se sabe que nadie se abotona mejor que Clooney un traje recto. No parece una cualidad indispensable para un comandante en jefe, pero tampoco es una cuestión baladí. El estilista Brian Coats considera que buena parte del magnetismo de John F. Kennedy emanaba de los trajes de Brooks Brothers, que le sentaban como un guante, y que Clooney tiene una alianza similar con Giorgio Armani. Clasicismo y sencillez. «Clooney sabe lo que JFK ya sabía, cómo destacar del montón y estar guapo y elegante sin parecer que lo intenta». Le sale natural.
Activismo y contactos
También cuentan las conexiones. Aparte de Obama, Clooney tiene en su círculo de amistades a Robert F. Kennedy Jr. y a Al Gore, además de al secretario de Estado John Kerry. La agenda de Amal también es un vivero. Ambos comparten la pasión por el activismo y las causas humanitarias. Clooney fue arrestado frente a la Embajada de Sudán en Washington durante una protesta contra el presidente de ese país, Omar al-Bashir. Y en una misión humanitaria a Darfur fue retenido, presuntamente a punta de pistola. Aunque sobre este relato debemos creernos la palabra de Clooney, a falta de otras fuentes.
En su filmografía hay pistas sobre sus convicciones: en Los idus de marzo, donde hacía el papel del candidato presidencial, denunciaba la falta de ética y la superficialidad de la escena política. En Buenas noches y buena suerte, la complacencia de los medios con el poder. Y en Syriana, las operaciones clandestinas de la CIA. Que Clooney quiera ahora meterse en semejantes fregados puede depender, en última instancia, de algo tan humano como intentar sacarse una espina. Que ni siquiera es estrictamente suya, sino de Nick, su padre, presentador de televisión, que peleó por un escaño en la Cámara de Representantes en 2004... y perdió.
En fin, ¿Clooney, presidente? Hagan sus apuestas. Sepan que la eventualidad de que el actor se presente a las primarias del Partido Demócrata se paga 20 a 1. Que llegue a la Casa Blanca es otro cantar: 100 a 1 (en 2016) y 59 a 1 (en 2020). Difícil, sí, pero antes de casarse con Amal era casi una utopía (200 a 1), al menos para las casas de apuestas.
Una pareja con carisma
Se llevan 17 años, pero comparten compromiso y glamour. Clooney y Amal se conocieron hace año y medio en Italia, en un acto benéfico, y se casaron este septiembre en Venecia (izda., con su madre y su hermana pequeña la víspera de la ceremonia) tras un discreto noviazgo. Abogada experta en derecho internacional e implicada en causas de impacto como el genocidio armenio, Amal se antoja el complemento político perfecto para Clooney, uno de los actores más comprometidos de Hollywood y amigo personal de Obama.
Pero los medios estadounidenses no se ponen de acuerdo: ¿sería su flamante esposa, la abogada británica de origen libanés Amal Alamuddin, la perfecta primera dama? Amal lo tiene todo: inteligencia, implicación, belleza... ¿O, por el contrario, puede convertirse en el principal obstáculo para las presuntas aspiraciones de Clooney a reeditar los tiempos míticos de Camelot? El sonsonete de las aspiraciones presidenciales de George Clooney, de 53 años, suena cada vez que se acerca una campaña. Y es el propio interesado el que suele rebatirlo. En 2011 dijo: «¿Yo, candidato? Miren, hay un tipo en el Despacho Oval [Obama] que es más listo que nadie, y más amable, y aun así le está resultando una auténtica misión imposible gobernar. ¿Quién aspiraría a semejante trabajo? Yo ya tengo un trabajo muy bueno. Y estoy muy a gusto sin ser el tipo cuyas decisiones cuestan un par de cientos de miles de vidas».
Ahora, en vísperas de la carrera presidencial de 2016, las especulaciones vuelven a dispararse. Su matrimonio con la 'superabogada' Amal Alamuddin, de 37 años, le da un plus de madurez. Un sector del Partido Demócrata le tira los trastos sin disimulo. Clooney ha hecho mucho por el partido. Recaudó fondos por valor de 12 millones de euros para la campaña presidencial de 2012. Quizá sea demasiado tarde para postularse a la Casa Blanca, con Hillary Clinton dispuesta a quemar sus naves, pero es el momento idóneo para foguearse como senador o gobernador de California, un Estado de un enorme peso en votos y delegados, como hicieran en su momento, con desigual fortuna, otros dos actores (republicanos): Ronald Reagan, que llegó a presidente, y Arnold Schwarzenegger. Al menos, esa es la opinión de politólogos como Dennis Altman profesor emérito de la Universidad La Trobe de Melbourne, que considera que Clooney debería dar un paso al frente en California, aprovechando que Barbara Boxer senadora demócrata por ese estado y buena amiga de Clooney ha anunciado que no se presentará a la reelección.
¿Pero está dispuesto Clooney a dar ese paso? No es tan fácil como cambiar el hashtag #Clooney2016 que enarbolan sus partidarios en las redes sociales por otro más sosegado, tipo #Clooney2020. Emily Heil sugiere en el Washington Post que quizá a Clooney no le sobre la paciencia. «Es verdad, tiene atributos que lo convierten en un candidato respetable: buena percha, dinero, un historial de activismo en favor de causas africanas y la amistad del actual inquilino de la Casa Blanca». Pero Heil no lo ve remangándose en una campaña. «Un proceso en el que se pierde mucho tiempo, carece de glamour y hay que tocar muchas teclas». Y cita a la estratega demócrata Donna Brazile. «¿Te lo imaginas visitando los 99 condados de Iowa, sentado en un sofá rodeado de granjeros y dándoles su opinión sobre la composición genética del maíz?».
Por encima de Hillary
De momento, paciencia. Los demócratas sienten que le deben un mandato a Hillary Clinton. Aguantó carros y carretas y de no ser por la sorpresiva irrupción de Obama ya hubiera sido presidenta. Dieciocho años después del escándalo y con Monica Lewinsky rehabilitada, solo quedan por cicatrizar las heridas de Hillary. Y el morbo de verla en el Despacho Oval mientras su marido, Bill Clinton, se ocupa de los arreglos florales es demasiado tentador. Un primer caballero en la Casa Blanca, ¡como para perdérselo!Clooney, además, no es de los que se precipitan. El hombre llevaba soltero 20 años, desde que se divorció de la actriz Talia Balsam en 1993. Y suele contemporizar cuando le preguntan por sus ambiciones. «Me acosté con demasiadas chicas y consumí demasiadas drogas como para pensar en política», declaró a Newsweek en 2011. Para luego asegurar, con ironía, que si alguna vez se metía en campaña diría siempre la verdad. Propuso incluso un eslogan: «Me bebí hasta el agua de los floreros». Bromas aparte, Obama ya pasó por un trance similar, al reconocer su coqueteo con las drogas y su mala relación con su padre. Y no le fue mal.
Desde su boda en Venecia con Amal, el debate sobre la 'presidenciabilidad' del actor se ha polarizado. Hay quien ve a la pareja como un perfect match, el enlace perfecto. Una asociación de talentos que se prestan mutuamente esplendor, como Brangelina. Starla Clooney, tía del actor, así lo cree: «El matrimonio con Amal le abre muchas puertas. George parece ahora una persona más centrada y más seria, y menos un playboy», declaró a un diario británico. Sin embargo, otros ven en Amal un problema. La analista Andrea Peyser, en el New York Post, cree que el influyente lobby judío no pasará por alto que Amal estuviese dispuesta a participar en un panel de expertos de la ONU para investigar los bombardeos israelíes en la Franja de Gaza. Amal se excusó finalmente, alegando que estaba trabajando en ocho causas legales y carecía de tiempo. Peyser cree que lo hizo para no perjudicar las aspiraciones de Clooney. No es el único inconveniente de una abogada de alto perfil especializada en derechos humanos, pero que también tiene clientes muy controvertidos: como Enron, la multinacional que cometió el mayor fraude en la historia de los Estados Unidos, o Julian Assange, el fundador de Wikileaks, al que se tacha de antinorteamericano.
Una mujer de armas tomar
¿Pero quién es Amal Alamuddin? Proviene de una acaudalada familia drusa cuyas raíces aristocráticas se remontan al siglo XII. Nació en Beirut en 1978. Su padre, Ramzi es profesor de Economía; y su madre, Baria, periodista. Tiene tres hermanos. La familia emigró a Gran Bretaña en los años ochenta, antes de la guerra civil en el Líbano. Amal estudió en Oxford y en la New York University of Law, con excelentes notas. Experta en derecho internacional, trabaja para un prestigioso bufete londinense: Doughty Street Chambers. Sus colegas dicen que «su intelecto es un Rolls Royce». Entre su selecta clientela: el rey de Bahréin, el antiguo secretario general de la ONU Kofi Annan o la opositora ucraniana Yulia Timoshenko.
Como abogada, se la considera dura, incluso despiadada. Se atreve con todo. Ha trabajado en causas de gran resonancia, como el asesinato en masa de los armenios a manos de los turcos, ocurrido hace un siglo, que ha llevado al Tribunal Internacional de Derechos Humanos de Estrasburgo para que sea reconocido como genocidio. También acepta casos que pueden ser vistos con desconfianza por algunos sectores de su propio país. Por ejemplo, algunos la critican por pleitear para la devolución de las esculturas del Partenón a Grecia, robadas por Lord Elgin en 1803 y hoy en el Museo Británico. O que desempolve presuntas torturas cometidas por soldados británicos en Irlanda del Norte en los años sesenta. O que ahora defienda a Assange.
Las amistades peligrosas
Clooney, íntimo amigo de Obama, se la llevó a la Casa Blanca a un pase privado de su película Monuments Men y se armó un gran revuelo por estar vinculada a la defensa del promotor de Wikileaks, refugiado en la Embajada de Ecuador en Londres para evitar su extradición a Suecia y, eventualmente, a los Estados Unidos, donde podría ser juzgado por espionaje y traición y condenado a muerte. Por eso, si se hace una lista de pros y contras de Clooney como político, no está muy claro dónde colocar a Amal. ¿Es su gran baza o es fuego amigo? Desde luego, añade prestancia a un hombre considerado el más sexy del mundo. Amal es bellísima, puede convertirse en un icono de la moda y ya es un modelo para miles de jóvenes árabes, que tuitean su nombre asociado a hashtags como éxito y orgullo y que acuden a clínicas de cirugía estética para operarse la nariz a lo señora Clooney («hacerse un Amal», lo llaman), según cuenta el semanario alemán Stern, aunque hay que matizar que el original no ha precisado de la ayuda del bisturí.
El carisma cuenta, y ya se sabe que nadie se abotona mejor que Clooney un traje recto. No parece una cualidad indispensable para un comandante en jefe, pero tampoco es una cuestión baladí. El estilista Brian Coats considera que buena parte del magnetismo de John F. Kennedy emanaba de los trajes de Brooks Brothers, que le sentaban como un guante, y que Clooney tiene una alianza similar con Giorgio Armani. Clasicismo y sencillez. «Clooney sabe lo que JFK ya sabía, cómo destacar del montón y estar guapo y elegante sin parecer que lo intenta». Le sale natural.
Activismo y contactos
También cuentan las conexiones. Aparte de Obama, Clooney tiene en su círculo de amistades a Robert F. Kennedy Jr. y a Al Gore, además de al secretario de Estado John Kerry. La agenda de Amal también es un vivero. Ambos comparten la pasión por el activismo y las causas humanitarias. Clooney fue arrestado frente a la Embajada de Sudán en Washington durante una protesta contra el presidente de ese país, Omar al-Bashir. Y en una misión humanitaria a Darfur fue retenido, presuntamente a punta de pistola. Aunque sobre este relato debemos creernos la palabra de Clooney, a falta de otras fuentes.
En su filmografía hay pistas sobre sus convicciones: en Los idus de marzo, donde hacía el papel del candidato presidencial, denunciaba la falta de ética y la superficialidad de la escena política. En Buenas noches y buena suerte, la complacencia de los medios con el poder. Y en Syriana, las operaciones clandestinas de la CIA. Que Clooney quiera ahora meterse en semejantes fregados puede depender, en última instancia, de algo tan humano como intentar sacarse una espina. Que ni siquiera es estrictamente suya, sino de Nick, su padre, presentador de televisión, que peleó por un escaño en la Cámara de Representantes en 2004... y perdió.
En fin, ¿Clooney, presidente? Hagan sus apuestas. Sepan que la eventualidad de que el actor se presente a las primarias del Partido Demócrata se paga 20 a 1. Que llegue a la Casa Blanca es otro cantar: 100 a 1 (en 2016) y 59 a 1 (en 2020). Difícil, sí, pero antes de casarse con Amal era casi una utopía (200 a 1), al menos para las casas de apuestas.
Una pareja con carisma
Se llevan 17 años, pero comparten compromiso y glamour. Clooney y Amal se conocieron hace año y medio en Italia, en un acto benéfico, y se casaron este septiembre en Venecia (izda., con su madre y su hermana pequeña la víspera de la ceremonia) tras un discreto noviazgo. Abogada experta en derecho internacional e implicada en causas de impacto como el genocidio armenio, Amal se antoja el complemento político perfecto para Clooney, uno de los actores más comprometidos de Hollywood y amigo personal de Obama.