TITULO: Atención obras - Cine - La Bien Querida ,. Jueves -16- Febrero,.
Jueves -16- Febrero a las 20:00 horas en La 2, foto,.
La Bien Querida presenta su séptimo álbum en 'Atención Obras',.
Esta semana en ‘Atención Obras’, Cayetana Guillén Cuervo entrevista en el plató a la cantante Ana Fernández-Villaverde, conocida como La Bien Querida. La artista viene a presentar su séptimo álbum, ‘Paprika’.
En noviembre pudimos conocer su obra, un disco cargado de ritmos latinos, pero que conserva la esencia pop de la cantante. Pillamos a la artista en plena gira para hablar de este lanzamiento.
11 temas en los que no faltan las colaboraciones. Santiago Motorizado acompaña a La Bien Querida en la canción ‘La Cruz de Santiago’ y Jota, de Los Planetas, con quién la hemos visto en más ocasiones, también tiene un hueco en este álbum.
Ana nos habla de esta nueva etapa tras su cambio al sello discográfico Sonido Muchacho y cómo ha surgido la idea de añadir nuevos ritmos a su carrera cargada de éxitos.
Teatro y música
Conocemos también la obra ‘Retorno al hogar’, que retrata las contradicciones entre un padre viudo que vive con dos de sus hijos, ya adultos, y un hermano. La llegada del hijo mayor con su esposa desata una tempestad provocada por la envidia y el desprecio. Miguel Rellán, Fran Perea, Alfonso Lara, David Castillo, Juan Carlos Vellido y Silma López dan vida a los personajes de esta misteriosa obra de Harold Pinter, dirigida por el argentino Daniel Veronese.
Por último, cerramos el programa al ritmo de la música de Nuria Graham, la artista de 26 años que ya tiene varios discos publicados. Ya está a la venta su nuevo álbum ‘Cyclamen’ que presentará en Inverfest, el Festival de Invierno de Madrid y que nosotros ya hemos tenido el privilegio de disfrutar en directo.
TITULO: Detrás del instante - No es el ombligo, sino el cerebro ,.
Miércoles - 22 - Febrero a las 20:00 horas en La 2 / fotos,.
No es el ombligo, sino el cerebro ,.
Los avances de la ciencia ofrecen nuevos ojos con los que mirar lo invisible. El arte contemporáneo lo asimila y engrandece. Tanto el arte como la tecnociencia producen y expanden el conocimiento, al contemplar el abismo más hermoso que pueda existir en el universo: el misterio,.
Quizás la pregunta más acertada no es qué vemos, sino cómo interpretamos lo que vemos por primera vez. Porque los humanos tenemos solo dos ojos (a diferencia de los ocho de las arañas o los veinticuatro de las medusas) y, además, no vemos en algunos rangos de visión como el infrarrojo (como sí lo hacen los mosquitos).
La tecnociencia nos ofrece nuevos ojos, como los del telescopio espacial Hubble o el nuevo James Webb, y, como recién nacidos, tenemos que aprender de nuevo a mirar.
Contemplar el abismo más hermoso que pueda existir y cuestionar la verdad
El arte y la tecnociencia producen y expanden el conocimiento, al contemplar el abismo más hermoso que pueda existir en el universo: el misterio.
Decía Albert Einstein que la contemplación del abismo es la fuente de todo «verdadero arte y ciencia». Cuestionar un fenómeno no conjugado, explicar un sinsentido o dar forma a lo nunca visto, oído o sentido… La verdadera creatividad aflora cuando la mente se divierte al conectar indeterminaciones. También surge toda su plasticidad cuando cuestiona el concepto de verdad, en su representación y difusión pública.
Gustave Flaubert decía que el arte era, de todas las mentiras, la que engañaba menos.
La superación del vértigo de artístas y científicos
El impulso de superar el vértigo que produce la contemplación del misterio es consustancial al arte y a la tecnociencia más innovadora. Nicolás Copérnico y Galileo Galilei rompieron las cosmovisiones de su tiempo superando ese vértigo a caer en el abismo y la condena. Filippo Brunelleschi y los artistas del Renacimiento abrieron nuevas ventanas por las que asomarse al abismo, inventaron nuevos espacios de representación.
El descubrimiento de las fuerzas gravitacionales de Isaac Newton revolucionó la física del futuro. Y la revolución romántica en el arte pivotó sobre el ombligo de los sentimientos humanos y sobre el llamado síndrome de Frankenstein, es decir, sobre el escepticismo y el temor a que los descubrimientos tecnocientíficos se volviesen contra la especie humana o, incluso, la destruyesen.
La superación del abismo está en artistas como Anna Ajmátova, que expresó su soledad por medio de la poesía, o en la lucidez del cineasta Andréi Tarkovski, que esculpió la luz en el montaje del nuevo lenguaje audiovisual, sin olvidar el giro radical de Marcel Duchamp, al desplazar el interés por la obra artística hacia el proceso de su ideación.
El arte frente al misterio: Dalí y Pollock
La actitud del arte frente al misterio también está presente en los relojes blandos de Salvador Dalí al reconocer la influencia de la Teoría de la Relatividad en su particular imaginario, e incluso en el Jackson Pollock más performativo, que exploró las posibilidades del automatismo pictórico como un proceso de conformación de frecuencias, intensidades y oscuridades en un marco espacial sin fin.
Harun Farocki nos confronta con el vacío crítico de la actual producción cultural de imágenes, al mostrarnos lo que ocultaba su producción logística y automatizada, y Trevor Paglen nos desvela cómo las imágenes nos miran hoy en día, producidas como están por y para las máquinas, sin casi participación del ojo humano.
El arte contemporáneo de Paglen señala al cielo para que miremos de otra forma el reflejo de un satélite orbital no convencional, como un acto simbólico –y ciertamente polémico– de lo que la tecnociencia es capaz de contarnos sobre nosotros mismos.
El mayor potencial del arte, como sostuvo Vassily Kandinsky, sigue siendo el de forzarnos a redirigir la mirada, como si estrenáramos ojos nuevos, para formular nuevas preguntas. Algo que resulta especialmente estimulante cuando el arte se alía con la tecnociencia para abordar, por ejemplo, los retos de la física de partículas y la física de altas energías, como apunta Mónica Bello, la española que dirige el programa Arts at CERN. El mundo hoy flota en un universo que no tiene nada de simple, ni se puede pretender observar (ni interpretar) a «simple vista».
Mirar más lejos y mucho antes en el epacio-tiempo
El telescopio James Webb está ahora, aproximadamente, a 1,5 millones de kilómetros y, desde allí, y a diferencia del Hubble (que es básicamente un telescopio óptico) observa lo que no podemos ver en las frecuencias más lejanas del espacio y del tiempo. James Webb es fundamentalmente un telescopio que mira en las frecuencias del infrarrojo, lo que significa que mira más lejos y mucho antes en el espacio-tiempo, penetrando además en regiones de alta densidad de absorción lumínica (como nubes de gas o nubes de polvo). Y todo ello lo hace ofreciendo imágenes de mayor resolución y en menos tiempo de exposición que sus predecesores.
Que James Webb observe en el infrarrojo universal significa, grosso modo, que gracias a él podemos observar aquellos rastros que dejaron las acciones del universo en el principio de los tiempos. Es decir, acciones que se escurren hacia frecuencias ya casi inaprensibles, o, como dicen los físicos y astrónomos, frecuencias en el corrimiento al rojo en la parte menos energética (más roja) del espectro visible.
Las primeras imágenes del lejano universo
James Webb sí ve algo ahí, aunque nosotros, animales humanos de dos ojos, no podamos. Pero lo que realmente ve no se corresponde visualmente con las primeras imágenes del lejano universo que nos presentó tan estratégica y oportunamente Joe Biden, el actual presidente de los EE UU. Al contrario, lo que realmente hace es capturar imágenes que aún no tienen color y que, cómo no, hay que modelizar, limpiar de interferencias y ensamblar a partir de miles de datos para, finalmente, traducir sus múltiples frecuencias de luz en una sola imagen que sea perceptible y entendible por nuestro sistema de visión ojos-cerebro.
Es aquí donde se inicia el baile entre el arte y la tecnociencia: necesitamos trabajar con la melodía de los datos y el ritmo de la ficción de su formalización, pero no para falsear nada (al menos no en este caso) sino para traducir los datos a lo que nuestros ojos serían capaces de ver si pudieran hacerlo en el infrarrojo. Es decir, necesitamos cualificar los datos, asignando colores a las diferentes frecuencias de luz para que nuestros ojos los corrijan y entiendan automáticamente.
Imaginar cómo se ve lo invisible
Un equipo de artistas y artesanos especialistas de la imagen (aquellos capaces de mentir de la manera más veraz) han formado parte esencial del equipo transdisciplinar del telescopio espacial James Webb. Gracias a ellos y ellas, podemos acercarnos a estas imágenes, imaginar cómo se ve lo invisible, lo remoto y lo pretérito, desde una ficción tangible que se arriesga a reconstruir la formación de mundos, estrellas, galaxias y universos.
Pero cuidado, la función del arte aquí no es únicamente la de ilustrar los avances de la tecnociencia. El arte tiene su propia autonomía. El arte sabe mirar de otra manera, y sabe pensar sobre lo percibido para crear objetos de pensamiento transversal.
El arte es un activo motor de conocimiento en sí mismo que, cuando establece sinergias con la tecnociencia, opera como una baliza crítica, como un imaginativo colaborador de sus procesos de formalización o como un inquisitivo decodificador de sus muros de precisión. Sea como sea, lo cierto es que nunca hemos necesitado tanto una cómoda y fluida, a la vez que crítica y desprejuiciada, colaboración entre ambos motores. De esta colaboración depende el futuro de nuestra imaginación.
TITULO:TARDE DE CINE CON - El divertido viaje de 'Bullet Train',.
El divertido viaje de 'Bullet Train',.
En cartelera
Protagonizada por Brad Pitt, la propuesta más interesante de la cartelera este fin de semana es una comedia negra, llena de violencia, tan entretenida como insustancial,.
Hay un tipo de película, lleno de violencia explícita, acción estupendamente coreografiada y humor más bien negro, que remite a creadores como Quentin Tarantino, Guy Ritchie o el Robert Rodríguez más pendenciero. Pues bien, 'Bullet Train' es ese tipo de película, con sus virtudes y también con sus defectos. Detrás de la cinta que llega este viernes a la cartelera y que supone el regreso de Brad Pitt a la primera línea de acción, con un papel protagonista, se encuentra David Leitch, antiguo especialista en películas como 'El club de la lucha' o 'Troya', que comenzó su andadura como realizador con la espectacular 'John Wick' y que luego ha ido engordando su lista de logros con títulos como 'Atómica', 'Deadpool 2' o 'Fast & Furious: Hobbs & Shaw'.
Basada en la novela homónima de Kotaro Isaka, la historia sigue los pasos de Mariquita, un asesino a sueldo que lleva un tiempo acudiendo a terapia y que se está replanteando los límites de su profesión, hasta el punto de evitar llevar pistola para llevar a cabo sus encargos o preferir hablar las cosas antes que ejecutar. Encarnado con gracia y mucho desparpajo por Brad Pitt, la última misión que le ha encargado su misteriosa jefa, a quien solo oímos por teléfono, parece sencillo: tomar el próximo tren bala que va de Tokio a Morioka, robar un maletín con una pegatina en su asa y bajarse en la primera parada. Pero las cosas, cómo no, se complican. Pronto descubrirá que en el mismo transporte viajan otros cuatro asesinos y que sus destinos parecen estar entrelazados.
Así las cosas, el grueso del largometraje se desarrolla en un tren que atraviesa Japón a toda velocidad, mientras los personajes, asesinos todos ellos que fracasan una y otra vez, van interconectando sus destinos e historias. Sin lugar a dudas, la estrella de la fiesta es Mariquita, que está empeñado en que la mala suerte le persigue, cuando en realidad logra salir casi indemne de cualquier situación peliaguda. Hay comedia ahí, pero no es el único personaje que la enarbola. La pareja formada por Limón (Brian Tyree Henry) y Mandarina (Aaron Taylor-Johnson), el primero capaz de calar a cualquier tipo de persona al instante gracias a las enseñanzas de la serie de dibujos animados 'Thomas y sus amigos', el segundo, un tipo elegante, con acento británico y más chulo que un ocho. Pero hay más. Ahí están el Príncipe (Joey King), una tipa con un puntito psicópata cuyo interés no está del todo claro, o El padre (Andrew Koji), un tipo que busca vengar a su hijo, sin olvidar a Lobo con ganas de vengar a su hijo y El Lobo (Ojo, que está encarnado por Bad Bunny), un mexicano también con sed de venganza y por partida doble.
Es el plantel de personajes, que nunca pierden su condición de exagerados, de un filme que rápido desvela sus principales referencias. No sorprende, por ejemplo, que los personajes nada más salir en escena vean rubricados sus nombres en pantalla, ni que los diálogos sean, a menudo, ágiles y divertidos -Pitt hace el tonto como nunca y eso siempre se agradece-. Tampoco llama la atención el montaje picadito, ni lo bien filmadas que están las peleas, excepcionalmente coreografiadas, como es marca de la casa. En resumen, el viaje de 'Bullet Train' resulta tan divertido y entretenido como insustancial. Con un final que peca de excesivo, quizá lo peor del largometraje de Leitch es que se olvida fácil, pero puede ser un gran pasatiempo para evitar los calores veraniegos.
TITULO: Historia de nuestro cine -Cine - Huevos de oro ., Viernes -17- Febrero,.
El Viernes -17 - Febrero a las 22:15 por La 2, foto,.
- Reparto
- Después de cumplir el servicio militar, Benito González, un hortera muy ambicioso, se dispone a hacer realidad sus sueños: casarse con la mujer que ama y construir un gran rascacielos. Pero no todo sale según lo previsto: su boda se va al garete cuando se entera de que su novia lo ha engañado con su mejor amigo. No le queda entonces más remedio que concentrar sus esfuerzos en la construcción del rascacielos. El único problema es que necesita dinero y, para conseguirlo, se casa con Marta, la hija de un multimillonario. A partir de ese momento acumulará una gran fortuna, pero su excesiva ambición precipitará su declive.
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