lunes, 7 de septiembre de 2020

El Objetivo La Sexta - SALVADOS LA SEXTA - La noche encendida - Publio Carisio . / La hora de los Fósforos - La Cope - CARLOS HERRERA - Documental - Goya, un espectáculo de carne y hueso ,. / RADIO - TELEVISION - EL TRANVÍA DEL TIEMPO - EL BOTIJO - Ajusticiar la transición,.

TITULO: El Objetivo La Sexta - SALVADOS LA SEXTA -  La noche encendida - Publio Carisio,.
Resultat d'imatges de la noche encendida con pedro ruiz 
  La noche encendida,.
 
  'La noche encendida' no será solo un programa de charlas, espectáculo, música, comedia, sorpresas e invitados, presentado por Pedro Ruiz, por La 2,foto,. etc,.




 

Publio Carisio

foto / Hace tiempo que quería hablar de un personaje profundamente histórico e importante para Mérida, pero que casi nadie habla de él, no lo conocen, o simplemente lo ignoran.
Así fue Tito Carisio, el general que sometió a los asturesSe trata de Publio Carisio, un personaje que apareció en el año 27 a.C. cuando el emperador Octavio Augusto le hace gobernador de las Legiones V Alaudae, Legión VI Victrix y Legión X Gémina y lo envía a luchar a Hispania contra los cántabros y los astures, donde consiguió victorias incalculables.
Ciertamente, es un personaje casi oculto, del que prácticamente no se sabe nada de su vida. ¿Donde nació, quienes fueron sus padres, se casó, tuvo hijos, cuándo y dónde murió? Sabemos que fue en su carrera política y militar un genio de altura, seguramente por su carácter duro y soberbio, pero que al final fue elegido por Octavio Augusto para comandar el frente cántabro-astur y para fundar Augusta Emérita en Hispania y dar cabida a los eméritos. Probablemente desapareció en el 22 a.C., cuando se perdió su rastro y no se menciona su nombre en ninguna institución pública ni en ningún otro lugar.
Al final, acarreó a los soldados eméritos que vinieron a Emérita de muy mala gana, ya que se trataba de una colonia poco conocida, y lo que preferían eran lotes de tierras en Italia o en las colonias orientales, mucho más ricas y atractivas que Augusta Emérita; no obstante Octavio Augusto lo aceptó porque la situación geográfica era envidiable, había agua abundante, terrenos fértiles y hasta minería diversa a raudales.
Por eso, considero que Mérida necesita una estatua como homenaje a este personaje, incluso con más merecimientos que Octavio Augusto, que nunca visitó nuestra ciudad, ni siquiera su yerno Marco Agripa. A decir verdad, Publio Carisio fue el verdadero creador de Mérida y podría llamársele por lo tanto 'generador de la ciudad'. Publio Carisio sería el primer emeritense y auténtico 'genitor urbis' (padre de la ciudad), tal y como los denominan los arqueólogos Trinidad Nogales Basarrate y José María Álvarez Martínez.


TITULO: La hora de los Fósforos - La Cope - CARLOS HERRERA -Documental  -Goya, un espectáculo de carne y hueso  .

La hora de los Fósforos - La Cope - CARLOS HERRERA - Documental -Goya, un espectáculo de carne y hueso .  , fotos,.

 Documental - Goya, un espectáculo de carne y hueso,.

Recorrido de la obra pictórica de Francisco de Goya, uno de los artistas más famosos de España y considerado el padre del arte moderno. Realeza, aristócratas, políticos y amigos cercanos fueron sometidos a su enfoque altamente moderno que capturó los rápidos cambios de expresión, el gesto y la emoción.
(Música)
La pintura, como la poesía, escoge en lo universal
Goya: Un espectáculo de carne y hueso (2015) - Filmaffinity lo que considera más conveniente para sus fines:
reúne en un solo personaje de fantasía
circunstancias y caracteres que la naturaleza ofrece
repartidos en diversos individuos.
Y de tal combinación, sabiamente ordenada,
resulta una feliz imagen por la que un buen artífice
adquiere el titulo de creador y no de imitador servil.
GOYA. UN ESPECTÁCULO DE CARNE Y HUESO.
(Música)
Y esta especie de cresta de pintura es el borde de la chaqueta original.
Esta parte negra la pinta después.
Goya esta situado entre, podríamos decir,
los dos grandes genios de la pintura española,
Resultat d'imatges de La hora de los Fósforos  La Cope  CARLOS HERRERA Velázquez en el siglo XVII
y por supuesto Picasso en el siglo XX,
y Goya está ahí en medio,
como a caballo entre el viejo mundo, el Antiguo Régimen, por una parte,
y la modernidad por otra.
Así que es una figura que se encuentra en esa encrucijada
desde la que pensamos
que se ha desarrollado nuestra historia.
Es un artista que contempla el mundo con una gran curiosidad
y con una penetrante inteligencia.
Vemos a Goya como a alguien que destaca,
que sobresale más allá de su tiempo.
¿Pero por qué nos sigue interesando Goya 200 años después?
Es porque tiene una visión muy enfocada y muy profunda.
Se podría decir que Goya nos invita a un viaje,
nos lleva de viaje por la historia de España
a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX,
unos tiempos muy turbulentos.
Pero también es un artista que nos invita
a un viaje muy personal.
Cuando empecé a pensar en este proyecto
estaba deseando contar la historia
de la evolución de Goya como retratista.
Y lo más increíble
es que se replantea cada retrato que pinta.
Se replantea su punto de vista,
se replantea la postura que quiere que adopten los modelos,
el tipo de iluminación, el formato, y eso es progresivo.
No se estanca, no se repite.
Tuvo una larga vida, vivió hasta los 82 años,
y no solo durante buena parte del siglo XVIII,
sino también hasta bien entrado el siglo XIX,
durante un período de grandes cambios políticos en España,
pero además vivió un gran viaje artístico y personal.
Su estilo cambia enormemente a lo largo de ese tiempo.
Y si observamos su estilo
exclusivamente a través de los retratos,
se puede ver el tremendo contraste que hay
entre su primer retrato por encargo y el último.
Creo que la mayoría de la gente, cuando piensa en Goya,
piensa en las pinturas negras, o en los grabados de los Caprichos,
o, por supuesto, en la maja desnuda.
No piensan inmediatamente en él como retratista,
y de hecho un tercio de su producción son retratos,
y era por ellos por lo que deseaba que lo recordasen.
Esa era su ambición,
él quería ser el primer pintor del rey.
(Música)
(Música)
Lo que importa en sus retratos es el modelo, su postura.
Suelen ser modelos de clase media, sobre todo hacia el final de su vida.
Hace que parezcan muy modernos, y de hecho lo eran en aquel momento,
pero conectan muy bien con pintores del siglo XIX
como Degas, Manet, y posteriormente con Picasso
e incluso con Freud hasta cierto punto.
(Música)
Francisco de Goya nació el 30 de marzo de 1746
en la pequeña población de Fuendetodos,
en la región de Aragón, en el nordeste de España.
Poco después su familia se mudó a Zaragoza,
donde durante su juventud se formó para ser pintor
mientras disfrutaba de la vida en el campo.
Pero su ambición era alcanzar el éxito.
En lo relativo a su carácter, parece que era por una parte
lo que los españoles llaman un hombre campechano,
alguien que vive muy en contacto con la gente normal.
Le gustaba salir al campo
y tomar un vaso de vino con sus amigos.
Le encantaba cazar,
que era una actividad que no estaba reservada a los más ricos,
sino que en el campo practicaban gentes
de todos los estratos sociales.
Pero además era un sofisticado urbanita.
Y sabemos mucho sobre él
porque se conserva una abundante correspondencia personal.
Goya era en esencia un artista autodidacta,
a diferencia de sus contemporáneos, que habían estudiado y dibujado
interminables modelos del natural y de escayola.
Pero era tan ambicioso como ellos.
En 1763 y 1766 presentó obras a dos concursos
de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid,
pero en ambas ocasiones fueron rechazadas.
Lejos de desanimarse,
decidió que el siguiente paso debía ser viajar a Italia
para estudiar a los grandes maestros.
Allí se obsesiona por aprender y registrar todo lo que ve.
Esta actitud se ve claramente
en un extraordinario cuaderno de apuntes
que fue redescubierto en 1993
y se guarda en el Museo del Prado de Madrid.
Aquí tenemos el cuaderno italiano, el famoso cuaderno italiano,
que vive en esta caja especial
y que solo en ocasiones muy especiales, como esta de hoy,
pues sale de los almacenes.
Una de las cosas sorprendentes de este cuaderno italiano
es el contenido, ¿no?, es un contenido caótico,
y la primera página nos demuestra que no hay orden,
hay un dibujo, hay una inscripción que nos dice
cuántos papas había en el año 1771 que estuvo en Roma,
nos habla de los útiles para pintar, para dibujar,
encima de un dibujo, de una pintura copiada en una iglesia de Roma.
Es una especie de caos.
Y es interesante, porque nos dice cómo era Goya.
Aquello que va dibujando en este cuaderno,
años después reaparece en una pintura,
reaparece en una estampa.
Es muy interesante esa forma de trabajar,
sin un orden, reservando páginas en blanco
que luego reutiliza días más tarde, años más tarde.
Es una forma muy, muy especial,
de concebir un cuaderno de artista diferente a todos sus contemporáneos,
hasta en esto es diferente Goya.
Cuando Goya regresa de Italia a Zaragoza
es uno de los varios artistas empleados para pintar
escenas religiosas en monasterios y grandes catedrales como el Pilar.
En 1773 contrae matrimonio con Josefa Bayeu,
miembro de una prominente familia de pintores
muy bien relacionados con la corte española.
Su gran oportunidad llega en 1775,
cuando es invitado a la corte de Madrid
para pintar una serie de pinturas, los cartones para tapices,
que después utilizaron como modelos
los tejedores de la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara,
situada en el centro de la capital.
Estos cartones para tapices son escenas llenas de color
que reflejan la vida cotidiana en el Madrid de la época
y sus alrededores.
Describían a gente normal haciendo meriendas en el campo,
bailando, jugando y en general divirtiéndose.
Este era el tipo de escenas que quería el rey Carlos II
para mostrar que estaba familiarizado
con la vida cotidiana de sus súbditos.
Goya trabajó con ahínco en estos cartones
que, convertidos en tapices,
colgarían de los fríos muros de piedra de los palacios reales,
como El Escorial, al norte de Madrid,
y las residencias reales de la capital y alrededores.
Y el esfuerzo tuvo su recompensa:
en 1781 recibió su primer encargo público de envergadura.
(Música)
Esta es la basílica de San Francisco el Grande,
encargada por Carlos III y construida en tiempos de Goya,
y en 1783 se encargó a siete pintores la decoración de sus capillas.
Goya pintó esta capilla de San Bernardino de Siena.
Y se tomó este trabajo muy en serio,
ya que todavía no era un pintor a sueldo de la corte.
Sus colegas sí lo eran,
pero esta era su oportunidad de probar su valía.
De hecho en una de sus cartas dice
que esto era una "competencia formal".
Al mismo tiempo que estaba pintando este cuadro,
Goya recibió el encargo de un retrato para el conde de Floridablanca
que sería su primer retrato oficial, y en él Goya se incluye a sí mismo
mostrándole a Floridablanca una pequeña pintura.
Y no me sorprendería que esa pequeña pintura fuese en realidad
un boceto de la pintura que decora este altar.
De modo que todo está relacionado de alguna forma.
Y este es el momento en el que tiene que hacerse valer
frente a los otros pintores españoles.
Pero este cuadro, en su aspecto retratístico, es clave,
porque representa un gran avance.
Lo que vemos aquí es a San Bernardino,
este santo asceta, predicando a la gente,
era un gran predicador.
Y se supone que esto es L'Aquila en el siglo XIV,
pero él decide ambientarlo en el siglo XVII,
todos los personajes llevan ropas del siglo XVII,
y con esto Goya está rindiendo homenaje a Velázquez,
y a uno de sus cuadros en concreto, que es "La rendición de Breda".
Porque en ese cuadro vemos a hombres vestidos de forma parecida,
pero en el borde derecho hay un hombre que nos está mirando,
y se cree que es el mismo Velázquez.
Y aquí Goya hace lo mismo.
Entre todos esos hombres que miran al santo
hay un hombre que nos mira fijamente,
y no es otro que un joven Goya de 36 años, un joven muy ambicioso.
Y aquí está más seguro de sí mismo.
Tiene la mirada fija en el espectador,
en las personas que rezan ante el altar,
y creo que le debió gustar la idea
de que la gente se arrodillara ante este gran cuadro,
que lo admirasen desde el punto de vista artístico
y de repente dijeran:
"Ah, pero es de Francisco de Goya, ese joven pintor en ascenso".
Querido Martín. Así que cazando...
No me puedo quitar de la cabeza que viene el tiempo de las tordas,
que si no fuera por el cuadro de San Francisco
no había de reparar dichos ni michos ni respetos humanos,
que quiero hacer mi gusto.
Y vaya a la mierda el que hace caso de las cosas
y fortunas de corte y mundo,
pues veo claramente que los ambiciosos
no viven ni conocen dónde viven.
Mucho de lo que sabemos sobre Goya y su vida
desde el principio de su carrera en Madrid
está en las cartas que Goya escribió a su amigo.
Martín Zapater era de Zaragoza y había ido a la escuela con Goya.
Eran amigos de la infancia,
y la suya fue una amistad que duró de hecho
hasta la muerte de Zapater en 1803.
Y se amaban, quizá muy apasionadamente,
desde luego por parte de Goya.
Nos habla de la relación con su mujer en el que celebran fiestas,
reciben comida.
Nos habla algunas veces en un tono que podríamos decir picado, picante,
es decir, como alguien que habla a un amigo.
De hecho, ha habido críticos que pensaban:
"Bueno, Goya era homosexual, porque le decía cosas a su amigo".
Bueno, yo creo que forma parte de ese lenguaje de amistad
que alguien ha compartido durante la adolescencia, la infancia,
y que, posteriormente,
tienes esa confianza para hacer bromas de todo tipo.
Realmente las cartas
son un documento extraordinario para comprender a Goya,
para comprender los primeros años de Goya en la corte,
para comprender al ser humano, ¿no?
Goya sabía que si quería tener éxito en la corte
y como pintor de pleno derecho, la clave estaba en los retratos.
Gracias a su relación con el conde de Floridablanca,
al parecer Goya consiguió que le presentaran
al hermano menor del rey Carlos III, el infante don Luis,
que vivía semiexiliado a unos 150 kilómetros de Madrid.
Goya dedicó tiempo a cultivar la relación
con este mecenas en potencia,
que de hecho le encargó que pintara varios retratos de su joven familia.
Esta es la familia del infante don Luis.
Don Luis vivía exiliado por aquel entonces
por su comportamiento escandaloso en la corte.
Tenía una gran debilidad por las doncellas,
y fue sorprendido literalmente en el acto
causando un terrible escándalo en la corte.
De modo que su hermano mayor, Carlos III,
se vio obligado a plantearle que, primero, tenía que casarse,
y, segundo, debía vivir fuera de Madrid.
Goya pasó dos veranos con la familia,
y primero pintó retratos individuales del infante, su esposa y sus hijos,
y por último pintó este extraordinario retrato de grupo
de la familia y sus sirvientes.
Y Goya se incluye a sí mismo en el cuadro pintando un gran lienzo,
dibujando un primer boceto,
y ese lienzo por supuesto es el que podemos ver hoy en día,
y ahí está él.
El personaje central es don Luis, obviamente, sentado,
haciendo un solitario, con una expresión casi ausente,
mientras la acción se desarrolla a su alrededor.
Y en el centro del cuadro está María Teresa, su joven esposa,
a la que está peinando el peluquero de la corte, Santos García.
Y está arreglándole el pelo para que le pongan en la cabeza
el tocado que sostienen dos de sus damas de compañía.
Pero el verdadero misterio del cuadro
son estos cuatro hombres que aparecen a la derecha.
No sabemos quiénes son.
Las nóminas nos dan algunos datos
sobre los empleados de don Luis y María Teresa.
Uno de ellos podría ser el secretario de don Luis,
y ese hombre elegante y especialmente atractivo
puede ser Boccherini, el compositor de la corte y gran chelista,
pero también podría ser el tutor del hijo del infante.
El hombre con la venda en la cabeza y esa extraña sonrisa
es uno de los mayores misterios.
Yo he pensado que quizá era algo que se ponían en la cabeza
antes de colocarse una peluca.
Otros dicen que es un gorro de pintor,
algunos dicen que es un gorro de músico, así que no está claro.
Y por último tenemos una figura muy extraña,
este hombre de gesto malhumorado,
que parece casi envidioso de lo que está viendo,
y parece estar haciendo algo con las manos,
como deslizándole algo al hombre que tiene las manos a la espalda.
Yo tengo una teoría sobre este cuadro,
y es que trata sobre el acceso,
sobre cómo un pintor, gracias a su destreza, gracias a su talento,
es capaz de introducirse en el sanctasanctórum de una familia.
Y lo mismo puede decirse del peluquero de la familia.
Incluso hoy en día el peluquero sigue siendo
la persona que sabe todo lo que pasa, y uno se pregunta
si de algún modo Goya está comparándose
como pintor de corte a un peluquero de corte,
aunque no es más que una pequeña teoría.
Por desgracia,
don Luis muere un año después de terminarse este cuadro,
y con él muere su primer mecenas de la familia real.
Goya era muy ambicioso,
y en algunos de sus primeros retratos se incluye a sí mismo,
en eso sigue la tradición de pintores anteriores.
En su primer gran encargo para el infante don Luis
se retrata a sí mismo delante de un caballete en una esquina.
Está claro que es una referencia a "Las meninas" de Velázquez.
Está creando conexiones.
Pero en sus obras posteriores,
cuando está más consolidado como artista,
está mucho más seguro de sí mismo,
está menos interesado en complacer a sus espectadores.
Tiene más confianza en que puede hacer lo que él quiera.
Y siempre está presente ese apego a la naturaleza y a la verdad,
y eso no cambia a lo largo de toda su vida.
Me había yo establecido un modo de vida envidiable;
yo no hacía antesala ninguna, el que quería algo mío me buscaba.
Yo me hacía desear más,
y si no era un personaje muy elevado, o con empeño de algún amigo,
no trabajaba nada para nadie.
Y por lo mismo que yo me hacía tan preciso, no me dejaban,
ni aún me dejan; que no sé cómo he de cumplir,
estando así tan impensado como puedas tú estar
de lo más remoto.
La popularidad de Goya como pintor de retratos
creció rápidamente a mediados de la década de 1780.
Recibió el encargo de pintar
a los directores fundadores del Banco Nacional de San Carlos,
antecesor del Banco de España.
Esta era una nueva institución que apoyaban
los ilustrados españoles, entre ellos el mismo Goya.
El conde de Altamira era uno de sus directores,
y tras el éxito de este espléndido retrato
encargó a Goya que pintara a su esposa y a sus hijos.
En los retratos de estos personajes influyentes
vemos la libertad en la pincelada de Goya
y su capacidad de observación naturalista,
y se hace evidente la influencia de Velázquez.
Mientras la revolución sacude la vecina Francia,
el rey Carlos III favorece a los artistas patrios
y ofrece a Goya un puesto como pintor asalariado en la corte.
En 1785 la fortuna le sigue favoreciendo,
y recibe el nombramiento de Director de Pintura
de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
La lista de clientes influyentes de Goya sigue aumentando.
Su concepción moderna del retrato atrae a una nobleza española
que desea asociarse a la Ilustración europea en pleno auge.
Además de ser una de las obras maestras absolutas
de toda su carrera,
en el momento en que la pintó fue una obra inmensamente ambiciosa.
Fue un encargo de unos mecenas realmente maravillosos,
el duque de Osuna, que acababa de recibir su ducado;
su esposa, una intelectual ilustrada y extraordinariamente avanzada,
la condesa duquesa de Benavente
y los hijos que habían sobrevivido a los abortos y muertes tempranas,
algo que por supuesto era muy común entonces.
Y le pidieron un retrato de familia.
Es un retrato de tamaño natural,
enormemente complejo y muy simple a la vez,
ya que se trata de una familia ilustrada.
La madre rodea con el brazo los hombros de una de sus hijas,
y vemos a esos perritos lanudos
que aparecen en todos los retratos de aristócratas
que pinta Goya en esta época, y que entonces estaban de moda.
Y si nos fijamos en los detalles de la condesa duquesa,
el vestido es absolutamente exquisito,
parece un vestido bastante simple de muselina blanca,
pero si nos fijamos en cómo están cortados y rematados los bordes,
tiene un acabado prodigioso, y debió costar una fortuna.
De alguna forma este retrato plantea la idea de la aristocracia
como algo que está ahí arriba en las alturas.
Cinturas de avispa, vestidos exquisitos,
contornos perfectos, ni un cabello fuera de su sitio,
y lleva un sofisticado peto con botones esmaltados.
Lo viste porque puede permitírselo,
y porque se corresponde con su posición social,
pero da la impresión de que estaría igualmente elegante
con un salto de cama.
De modo que cada detalle del vestido está exquisitamente pintado
y la pincelada de este cuadro es asombrosa
si nos fijamos en los detalles.
Además está sin perfilar y en unas condiciones casi perfectas,
por lo que es uno de los pocos casos
en los que se puede ver una obra de Goya
casi como si acabara de pintarla
y el tiempo no hubiera pasado por ella.
Este cuadro es un retrato de Thérèse Louise de Sureda,
y ahora mismo estoy restaurando algunas partes perdidas.
Goya pintaba muy rápido y con mucha soltura,
es maravilloso verlo.
Aplicaba a los lienzos una preparación anaranjada,
y de hecho se puede ver cómo aflora esa preparación en algunas zonas.
A veces solo la cubre ligeramente, como en la butaca.
Aquí aplicó una capa de pintura muy transparente,
dejando que se entreviera la preparación
como si fuera el grano de la madera.
Y como se puede ver,
los rizos de la frente forman un corazón boca abajo.
No sabemos realmente si se peinaba así,
o si en realidad fue una pequeña travesura de Goya.
Ella era francesa,
y se puede ver que tiene cierto aire altivo,
cierto aire francés.
Es un retrato increíble.
La inestabilidad causada por la Revolución Francesa
y la muerte de Carlos III a finales de 1788
abrió un período de inquietud en los círculos del poder español.
Pero el nuevo rey, Carlos IV,
que ascendió al trono acompañado por su esposa María Luisa,
mostró claramente su compromiso con la dinastía de los Borbones.
Como empleado de la corte, Goya se mantuvo fiel a la casa real
a pesar de sus relaciones
con figuras sospechosas de conspirar contra la monarquía.
Goya tuvo que jurar fidelidad al rey,
y tras hacerlo no tardó en ser nombrado pintor real.
Como tal,
ejecutó diversos retratos de la familia real
destinados a adornar las grandes residencias de la monarquía,
como el Palacio Real.
Desde luego es un palacio magnífico y lo era todavía más quizás
en la época de Carlos IV y de Carlos III,
cuando las principales obras maestras de la colección real de pintura
estaban aquí, llenando completamente las paredes del palacio,
es decir, las obras más conocidas del Museo del Prado
colgaban en las paredes de este palacio hasta 1814.
El Palacio Real era en realidad como un pequeña ciudad,
porque en la planta baja estaban los Ministerios,
en la planta noble vivía la familia real
y en la planta de arriba vivían los criados
y en los sótanos estaban los servicios,
como cocinas y todo tipo de servicio.
Para la exposición de "Goya, retratista",
Patrimonio Nacional colabora
con el préstamo de dos importantes retratos de los monarcas,
de Carlos IV vestido como cazador y la reina M Luisa con mantilla,
que no es un traje de maja como a veces se ha dicho,
sino realmente es un traje de la nobleza,
un atuendo muy lujoso, de sedas, gasas y demás,
como quisieron ser retratados.
El primero de los retratos, ella no era muy guapa, es evidente,
pero ella sí que se veía guapa,
lucía sus brazos, desnudos en el retrato,
en los retratos que pinta Goya de ella, para lucirlos,
pues ella estaba muy orgullosa de los brazos que tenía.
En Goya, sabemos que no tenía, digamos el desparpajo,
de poder ridiculizar a la reina,
además cuando había sido muy agraciado por estos encargos
y, de hecho, la reina, en algunas cartas,
dice que los retratos salen bien,
que el parecido es interesante, que se ha conseguido
y en una carta llega a decir que Goya es el mejor pintor que hay.
Es importante entender que en este momento los retratos,
sobre todo porque la Revolución Francesa se ha producido muy cerca,
tienen que ser cercanos, tienen que conectar con la gente,
y creo que es por eso
por lo que especialmente los retratos reales tenían que ser como son.
Debían presentar al rey y a la reina como seres humanos,
como personas con las que se podía hablar y... socializar.
Sabemos que el rey recibía gente en sus almuerzos.
Y creo que quizá sobreinterpretamos estos retratos,
quizá pensamos que se está burlando de ellos,
pero no era así en absoluto,
Goya era muy respetuoso con la monarquía española.
De hecho era realista,
creía en la monarquía española y era su servidor.
Yo no puedo más que lo que voy haciendo.
Mi situación es muy diferente de lo que pensarán muchos,
porque gasto mucho, porque ya me metí en ello y porque quiero.
También hay la circunstancia de ser yo un hombre tan conocido
que de los reyes abajo todo el mundo me conoce,
y no puedo reducir tan fácil mi genio como tal vez otros lo harían.
En 1793 Goya se siente fatigado y enfermo,
y decide trasladarse a Sevilla y Cádiz
para descansar y recuperarse.
No se sabe a ciencia cierta qué causó la enfermedad de Goya,
pero lo llevó a las puertas de la muerte
y lo dejó totalmente sordo.
La sordera fue un suceso extraordinario.
La gente aún sigue preguntándose qué le pasó,
y si realmente fue envenenamiento por plomo,
dada la cantidad de óleo blanco de plomo que empleaba en sus cuadros,
como todos los artistas.
Todo el mundo temía su muerte,
y todos se escribían cartas hablando de su estado,
que era grave, extremadamente grave.
Quedó completamente sordo para el resto de su vida,
y estamos hablando de un hombre que adoraba la música,
que adoraba la conversación,
que era increíblemente gregario y sociable.
Pero creo que esto le permitió empezar a pintar y a dibujar
para sí mismo, quizá por primera vez, con total libertad,
lo que marca un punto de inflexión en su carrera.
Y también le permitió presentarse como un artista independiente.
El espíritu revolucionario francés empezó a prender en España.
Los simpatizantes del liberalismo
se vieron amenazados por las leyes represivas
que imponía el Santo Oficio de la Inquisición,
y muchos amigos de Goya fueron investigados.
Aunque seguía a sueldo de la corte,
Goya disfrutaba de la libertad que le ofrecían
sus protectores particulares, y amigos ilustrados
como el intelectual Gaspar Melchor de Jovellanos
o el poeta Juan Meléndez Valdés
le animaban a explorar su nueva forma de expresión.
Pero entre sus mecenas destaca
alguien que tuvo una enorme influencia en su obra
y que se convertiría en una de sus mayores protectores,
la duquesa de Alba.
Más te valía venirme a ayudar a pintar a la de Alba,
que se me metió en el estudio a que le pintase la cara,
y se salió con ello.
Por cierto, que me gusta más que pintar en lienzo,
que también la he de retratar de cuerpo entero.
Esta es la duquesa de Alba,
uno de los retratos más icónicos de Goya,
y ha sido una suerte poder incluirlo en esta exposición,
porque pertenece a la Sociedad Hispánica de América,
que como norma nunca hace préstamos.
Y aquí se puede ver junto a otros retratos de cuerpo entero
con paisajes de fondo.
Era la aristócrata más famosa de su tiempo.
A la edad de 12 años heredó el ducado de Alba,
uno de los más poderosos de España.
Heredó una gran colección de pintura que incluía la Venus de Velázquez,
pero también era muy caprichosa, bastante difícil,
un tanto descarada, un tanto excéntrica.
Pero al mismo tiempo era extremadamente atractiva,
de hecho un viajero francés que visitó España y la conoció,
afirmó que cada uno de sus cabellos despertaba el deseo.
Goya la veía como a una musa,
y creo que ella debía invitarlo a su palacio, a ver sus cuadros,
pero incluso es posible que le montara allí mismo un estudio.
Y también pasaba mucho tiempo con ella en el sur de España,
en Sanlúcar de Barrameda,
que es probablemente donde está en el retrato.
Se puede ver tras ella el gran río Guadalquivir,
que forma un gran estuario en el sur de España,
donde poseía grandes extensiones de tierra.
Pero creo que este cuadro es el resultado de una relación
sobre la que por supuesto se ha discutido mucho.
Sobre todo por las palabras
que parece haber escrito ella misma en la arena,
con el pie o con un dedo.
Las está señalando con la mano, y dicen: "Solo Goya".
Y además lleva dos anillos.
Uno de ellos dice "Alba" y el otro "Goya".
Y por supuesto, sobre todo en el siglo XIX,
surgió el mito de que habían sido amantes,
de que habían tenido una relación furiosa y tempestuosa.
Pero lo más intrigante es el hecho
de que quizá Goya no entregó nunca este retrato.
Se documenta por primera vez en su casa, en su inventario de 1812,
y uno no puede dejar de preguntarse si lo pintó para sí mismo,
para su propio disfrute,
quizá para tenerla a su lado en su propia casa.
Creo que Goya encontró en ella
una modelo perfecto para desarrollar su arte,
que se basaba en la invención y en la originalidad.
En 1793 España declaró la guerra a Francia,
pero fue derrotada
y se vio obligada a aceptar una alianza con la nueva república.
España, harta de la hipocresía y la corrupción
de la Iglesia y el Estado, tenía que cambiar.
Comenzó entonces un período de liberalización
durante el que Goya fue nombrado director
de la Real Academia de Bellas Artes y ascendido por Carlos IV
de pintor de cámara a primer pintor del rey,
la posición más elevada que podía alcanzar un artista.
Al mismo tiempo publicó
una serie de grabados satíricos que llamó "Los Caprichos",
en los que satirizaba una sociedad en decadencia
y mostraba una visión más oscura del mundo que le rodeaba.
Personalmente no creo que fuera un artista especialmente político,
pienso que sentía una especie de patriotismo visceral, desde luego,
¿y por qué no?
Estaba muy orgulloso de ser español.
Y creo que le halagaba
que en un momento tan exitoso de su carrera,
sobre todo sus retratos fueran considerados
casi como un símbolo del resurgir de la grandeza de España,
si se piensa en los grandes retratos del siglo XVII.
Y se dice que Goya continúa en cierto modo esa gran tradición.
El patrocinio de Carlos IV y su esposa, María Luisa,
trajo consigo una serie de importantes encargos para Goya,
entre ellos el de los frescos
de la ermita de San Antonio de la Florida,
entonces a las afueras de Madrid,
una serie de escenas vitales y dinámicas de los fieles
reunidos para escuchar a San Antonio de Padua.
En 1799 recibió el encargo de pintar un retrato de grupo
de la familia de Carlos IV que iba a convertirse
en una de sus obras más celebradas y enigmáticas
y en una de las posesiones más preciadas del Museo del Prado.
El Museo del Prado tiene la responsabilidad
de conservar la obra de Goya de principio a fin,
de modo que es el lugar donde hay que ir
si uno quiere entender a Goya,
y con los retratos tuve que tener mucho cuidado de no pedir demasiado.
También hay que tener en cuenta
que algunos cuadros no salen del Prado,
como el gran retrato de la familia de Carlos IV,
que es como "Las meninas" de Velázquez.
Es uno de esos cuadros "sagrados" que solo se pueden ver en el Prado,
porque no se mueven de allí.
Fue un encargo real de 1800 que estaba relacionado con Francia,
porque había un nuevo embajador francés,
y nuevas relaciones con Napoleón que, de hecho,
quería casarse con esa jovencita.
Y en nuestra opinión este es un cuadro muy político
que estaba destinado a ser expuesto en el Palacio Real
para que lo vieran los embajadores
y todos los que iban a visitar al rey.
La implantación de los Borbones como monarquía española,
como la monarquía legal española,
queda establecida no solo por Hércules,
sino también por la similitud de este cuadro
con Las Meninas de Velázquez, que también es una pintura política
que reafirma la Corona y el poder del rey
a través de la pequeña infanta.
Aquí vemos prácticamente la misma idea
en el cuadro de Velázquez y en el cuadro de Goya.
Así que visualmente, en la corte, representaban lo mismo.
En una ocasión escribí que probablemente
es uno de los pocos retratistas
que cuando mira a la persona que tiene delante y va a retratarla,
no ve la ropa.
Ve a sus modelos desnudos, completamente desnudos.
Se ve que no hay separación entre las ropas, sean cuales sean,
y la persona.
Y eso es muy difícil encontrarlo en ningún otro artista.
Incluso en Rembrandt vemos a la persona,
su cara, sus manos, y después su ropa.
Pero es difícil imaginar cómo es esa persona.
Con Goya no es así.
En todos y cada uno de sus retratos vemos al sujeto desnudo.
Siento mucha curiosidad
por la relación de lo que se puede descubrir cuando miras a alguien.
Lo que me fascina es cómo uno intenta, como artista,
descifrar el mundo.
Esto revela de alguna forma los fundamentos de la observación,
intentar capturar algo sobre la posición del modelo
en el espacio físico.
Es casi como un laboratorio.
Si se estudia en detalle las cabezas en los retratos de Goya,
uno tiene la sensación de que cada cabeza podría girar.
Si lo imaginas lo suficiente, se va formando la parte de atrás,
y se percibe su articulación,
cómo se asienta sobre el cuello, en relación con el cuerpo,
y entonces es como si le infundiera el aliento de la vida a la imagen,
como si le diera la vida.
Por un lado es algo anatómico, porque da la sensación
de que el sujeto podría levantarse y marcharse.
Casi parece que trasciende más allá de esa persona en particular,
es como si transmitiera algo
sobre lo que significa tener un cuerpo, estar vivo,
estar en el mundo,
sobre el valor y la importancia de mirar a los demás.
Supongo que cuando le piden a Goya que pinte un retrato,
tanto si es de un ministro de Estado o de un rey,
como si es de un simple amigo, una de sus grandes ventajas, creo,
es que es capaz de ver a una persona en su totalidad.
Puede verla, comprenderla y simpatizar con su carácter,
pero sobre todo tiene una extraordinaria capacidad psicológica
de captar su personalidad.
Y además estaba increíblemente atento al lenguaje corporal.
El principio del siglo XIX
trajo consigo una crisis aún mayor para España
y para un Goya que envejecía.
Napoleón Bonaparte, emperador de Francia,
declaró la guerra a Gran Bretaña.
También decidió invadir España en 1808
en un intento de controlar
las relaciones europeas con los británicos.
Esto provocó grandes disturbios en la sociedad civil,
así como la abdicación de Carlos IV en favor de su hijo Fernando VII.
El 8 de mayo las tropas de Napoleón entraron en Madrid
y reprimieron un levantamiento con cruel eficacia,
hecho que más adelante Goya inmortalizaría
en dos grandes cuadros que le son encargados
al terminar la ocupación francesa en 1814.
Con España bajo el dominio francés
y José, el hermano de Napoleón, coronado rey,
el país vivió una sangrienta guerra de guerrillas contra los ocupantes
que iba a durar seis años.
Durante este período Goya capturó escenas de crueldad y opresión
en otra gran serie de grabados al aguafuerte y aguatinta
llamada "Los desastres de la guerra".
Madrid fue finalmente liberada por las tropas británicas
mandadas por el duque de Wellington.
Consecuentemente Fernando VII volvió a ocupar el trono de España
y Goya prosiguió con su trabajo como primer pintor real.
La posición de Goya como retratista de la familia real
y pintor de la aristocracia
le daba acceso a las personas que ostentaban el poder,
a la acaudaladas clases altas,
pero en cierto modo también lo hacía vulnerable,
especialmente en este período de cambio político.
Porque era pintor del rey,
y tras la invasión napoleónica fue pintor de José Bonaparte,
y cuando regresó el rey Borbón, Fernando VII,
volvió a ser el pintor del rey.
Y en cierto modo se encontraba en una posición única,
porque tenía acceso a los círculos del poder,
tanto bajo el dominio francés como bajo el reinado español,
pero eso también lo hacía muy vulnerable
porque se le podía asociar con un bando frente al otro.
De hecho a mí sus retratos
no me parecen especialmente políticos.
Tenía que adaptarse al cambio,
y también tenía que sobrevivir como pintor, era su trabajo.
No parece tomar partido políticamente hablando
en sus retratos, y si lo hace es de manera muy sutil.
Yo no describiría a Goya como un pintor realista.
Lo describiría más bien como un pintor veraz,
o como un pintor naturalista, porque pinta la naturaleza,
pinta lo que tiene delante,
pero captura la esencia de lo que tiene delante.
No pinta un ceño fruncido porque vea un ceño fruncido,
captura el estado de ánimo,
y la intensidad psicológica de sus modelos,
porque son una especie de ventanas al interior de esas personas.
Si observamos el retrato del duque de Wellington, por ejemplo,
sabemos que Wellington posó para Goya en agosto de 1812,
cuando entró victorioso en Madrid.
Se cree que el retrato de la National Gallery
pudo ser un retrato pintado en vivo ante el duque.
Y tanto si fue realizado en su presencia
como si lo pintó después a partir de un boceto,
produce una sensación de inmediatez que hace pensar
que fue realizado con el modelo delante, como un héroe militar.
Pero Goya no pinta a un héroe militar.
Sí, es un héroe con todas sus medallas,
pero lo que importa es su cara, y tiene una expresión cansada.
Parece como si acabase de abandonar el campo de batalla,
y de hecho así era.
Y lo que ha capturado Goya es en realidad
el lado humano de Wellington,
y eso es algo que no se ve en ningún otro retrato del duque.
Y en parte eso se debe
a que hay más de Goya en este retrato, que de Wellington.
Creo que Goya se introduce él mismo en sus retratos.
Al ir envejeciendo Goya
y disminuyendo los encargos oficiales,
se volvió hacia su familia y amigos como sujetos de sus retratos.
La esposa de Goya, Josefa Bayeu,
había sufrido numerosos abortos y había tenido seis hijos,
de los cuales solo Javier sobrevive y llega a la edad adulta.
Con la restauración de Fernando VII al trono,
España vive un nuevo período de represalias
en el que el Santo Oficio investiga
a los sospechosos de ser afrancesados.
El mismo Goya fue interrogado
sobre su intención al pintar la maja desnuda,
un encargo privado del ex primer ministro, Manuel de Godoy,
en aquel momento exiliado.
Finalmente Goya fue exculpado
y prosiguió con su trabajo en la corte,
pero las cosas habían cambiado.
Entonces decide comprar una casa en las afueras de Madrid
donde retirarse.
La casa se llamaba la "Quinta del sordo".
Entonces cae terriblemente enfermo a finales de 1819,
y después es cuando pinta ese maravilloso autorretrato
sostenido por el doctor Arrieta,
una especie de ofrenda de agradecimiento
que hace a su médico por haberle salvado.
Y entre 1820 y 1823 se produce el momento crítico
en que pinta lo que se llamaron sus pinturas negras,
pinturas que realiza especialmente para esa casa.
Estoy seguro de que la enfermedad
que llevó a Goya al borde de la muerte en 1819
tuvo un tremendo efecto sobre él, y que la Quinta del Sordo, la casa,
se convirtió en un gran lienzo donde volcó literalmente
todas sus visiones y reflexiones sobre la España contemporánea,
sobre su gente, su forma de ser, aquelarres de brujas...
Quizá fue una forma de exorcizarse a sí mismo,
de sacar todo aquello y expresarlo,
y se puede ver como una declaración personal.
Por desgracia no tenemos ni idea de por qué las pintó ni para quién,
o de si tenía la intención de mostrarlas o no.
Todo lo que sabemos
es que transfiere todos los derechos legales sobre la casa a su nieto
y que se marcha a Burdeos en 1824 en un cambio de vida absoluto.
Se describe a sí mismo como un viejo Ticiano,
lleno de creatividad.
Y en sus últimos cuatro años produce
algunos de sus mejores retratos y de sus litografías más fantásticas,
una extraordinaria serie de dibujos.
Rebosa invención hasta el último momento.
Goya renunció a su puesto de primer pintor del rey
y decidió pasar los últimos años de su vida
en su exilio autoimpuesto en Francia,
acompañado por su compañera sentimental Leocadia Zorrilla
y su hija, Rosario Weiss.
El 16 de abril de 1828 Goya sufrió un ataque paralizante y murió.
Por supuesto, Goya es sobradamente conocido
por las dramáticas escenas de Los desastres de la guerra,
o por el cáustico ingenio de los Caprichos, etcétera,
así que es un artista que observa desde fuera su sociedad,
y eso es indudable.
Pero es mucho más que eso,
en ese sentido Goya es realmente un personaje de una talla inmensa,
desbordante, le interesa todo.

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 Ajusticiar la transición,.



Ajusticiar la transición | Hoy
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Hace algún un tiempo, en este lugar, donde hoy los bosques se visten de espinos» hubo una generación de hombres y mujeres empeñados en que la libertad, enraizada en cimientos de paz, piedad y perdón, se asentara al fin en esta tierra desventrada tantas veces entre odios cainitas y guerras a contra sangre. Hace algún tiempo, en este mismo lugar, los españoles supimos unirnos en la esperanza de un futuro mejor, superando viejas rencillas y secando las escorrentías de la malquerencia. Y hoy, sí, en este mismo lugar, hay quien intenta confundirnos vistiendo de espinos nuestra tierra para velar la verdad entre tamujos de infamia. Hay a quien se le hace insoportable la evidencia de que los españoles supimos engarfiar nuestras manos y acompasar nuestros pasos sin mirar hacia atrás. Ignorantes 'adanistas' empeñados en negar el pan y la sal a quienes fueron capaces de tirar para adelante cuando todos conteníamos la respiración temerosos de volver a las andadas.

Lisboa Portugal, visitar la ciudad en el tranvía 28
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Hace algún tiempo, en este lugar hubo una generación de políticos capaces de renunciar a ideas inamovibles, aparcando diferencias y centrándose en las cosas que les unían. Hombres y mujeres de otra madera que hoy miran con tristeza las sarracinas en las que se desangran los políticos actuales incapaces de mirar algo que no sean sus orondos ombligos, ni siquiera de entender lo que fue aquella denostada transición que nos hizo libres dándonos una constitución que nos ha aportado el tiempo más largo de progreso en libertad de nuestra historia moderna. Hombres como Rodolfo Martín Villa a quien el garzonismo disfrazado en la juez María Romilda Servini de Cubría (Burú Budú Badia en los ambientes) ha acusado nada menos que de delitos contra la humanidad y genocidio, confundiendo en un lamentable ejemplo de demencia senil, nuestra transición democrática con sucedidos del año 36 y la guerra civil. Lo triste es que la peculiar María Romilda no es más que el mascarón de proa tras el que se esconden los verdaderos instigadores, incluida la pasa-palabra que ostenta actualmente la fiscalía general del gobierno y el populismo contumaz y mostrenco de los socios del mismo.
Frente a ellos, y como un ejemplo viviente de aquella generación, el exministro Martín Villa, empeñado en declarar –renunciando a prescripciones, amnistías o fuero alguno– para defender no ya a su persona sino a la misma transición injustamente calumniada por estos canallas de la desmemoria culpable. Rodolfo Martín Villa, uno de los llamados «azules» de la UCD, ha demostrado ser de otra madera; de la que hizo posible el camino de la libertad. Nada que ver con quienes a la primera requisitoria judicial reaccionan arrebujándose en sus aforamientos y atacando al sistema, al poder judicial, a la policía y a todo lo que se mueva en un ejercicio vitriólico que más suena a reconocimiento de culpa que a defensa de la verdad.
Hace algún tiempo hubo una generación de políticos capaces de renunciar a ideas inamovibles, aparcando diferencias y centrándose en las cosas que les unían
Hace algún tiempo, en este lugar, hubo una generación de hombres y mujeres, preparados, generosos y valientes que fueron capaces de roturar los campos de España en democracia y libertad. Y nadie volverá a vestirlos de espinos.



 

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