martes, 23 de julio de 2024

7 DIAS CITAS , SI TIENES MINUTOS Y DESCANSO - ¡ BUENOS DIAS JAVI Y MAR ! - CADENA 100 - CALLEJEROS - Al rincón de pensar - Martes - 6 - Agosto - Unión detallista ,. / LA NOCHE LARGA, MUJERES EN PRIMERA LINEA, - LA CHICA LUNES -5 - Domingo - 11 - DOS DIAS Y UNA NOCHE - MARTES - 6 - Agosto - Inés Valencia - El buen marido ,. / Viajeros Cuatro - Virrey - Un palacio con sabor colonial en Cantabria ,. / Ven a cenar conmigo - EL HOROSCOPO - Carlos López-Otín - Las cinco claves ,. / Batalla de Restaurantes - Cocina - Sopas, cura para el cuerpo y gloria para el alma ,.

 

 TITULO: 7 DIAS CITAS , SI TIENES MINUTOS Y DESCANSO - ¡ BUENOS DIAS JAVI Y MAR ! - CADENA 100 - CALLEJEROS -  Unión detallista,.

¡ BUENOS DIAS JAVI Y MAR ! - CADENA 100 ,.

 Lo mejor del programa ¡Buenos díasJavi y Mar! que se emite cada mañana en CADENA 100 de 06:00 a 11:00 y que presentan Javi Nieves y Mar Amate,etc.
 

 Al rincón de pensar - Martes - 6 - Agosto  ,.


Al rincón, anteriormente conocido como Al rincón de pensar, fue un programa de televisión español en el que cada semana dos personajes de plena actualidad (cantantes, políticos, actores, deportistas) se someterán a las preguntas Risto Mejide en su particular rincón. Se emitió los martes a las 00:00 horas en Antena 3., etc.

 

  Unión detallista,.

 

 El llamado del diablo

 

foto /  La escritora catalana Irene Solà ,.

La vidente, la que no tiene pestañas, la que justamente por no tener pestañas predijo profecías, resuella en el lecho de sus últimos días; hundida está en un sopor que se quiebra si acaso por la añoranza del «hombre de cejas magníficas, pies de gallo y pechos de mujer» o por el presagio de su propia muerte: sola y anciana en la masía familiar que se marchitó bajo el abrigo de un bosque. El resto, en una comitiva infernal, la espera con la mesa puesta, donde siempre, su casa, del más allá, que no es tan lejos como algunos creen. Se regocija, sí, de su decrepitud, anhela el reencuentro tras el último suspiro. Son seis ellas: la que inauguró el clan, con su cara de yegua, que cuando relincha resplandecen las negruras de su boca desdentada, la misma que conjuró la primera invocación por el temor de parecerse a otra a la que también le faltaban muelas; la del corazón roto, siempre renegó del infame y temió la reprimenda de Dios, pero pecó y bajó a la quinta paila, donde los súcubos la torturaron: «¡Atadla!, atadla, pero ¡no le atéis las manos, atadle el corazón!»; la que no habló por falta de lengua, esclava de su mutismo, era experta sin embargo en desvíos: el crimen lésbico que consumó con la otra desviada que la acompaña siempre; la que nunca sintió dolor aunque le infligieran torturas en cambio sí disfrutó la caricia en su útero envenenado y perpetuar así la maldición; y la que nació sin cola, pese al vaticinio de su progenitora —que ahora mismo se ahoga en su estertor—, realenga y de maneras ligeras por ser hija de quien es y de quien ha sido desde tiempos inmemorables: cayó de las alturas por trepar las cimas de las nubes en su intento de destronar al más poderoso. Desde entonces, su nombre, que son muchos y se multiplican como sus perversiones, congregan con su llamado a las sombras: Astro matutino, Belial, Portador de luz, Asmodeo, Estrella de la mañana, Leviatán, Hijo del aire, mejor conocido como Satán.

"Según la teórica feminista Silvia Federicci la cacería fue una iniciativa política que orquestó la Iglesia Católica, porque proporcionó argumentos metafísicos e ideológicos para la extinción de la bruja"

Son siete mujeres las heroínas de Et vaig donar ulls i vas mirar les tenebres, título original en catalán y última novela de la escritora Irene Solà, publicada en 2023 por Anagrama Editores y ganadora en marzo de 2024 del Premio Finestres en catalán. Como parte del paratexto, en las notas finales la autora ya da pistas de lo que encontrará el lector en sus páginas: una ficción que se imbrica a partir de una revisión de documentos no sólo literarios sino también historiográficos sobre la figura de la bruja y su cacería en la Edad Moderna. A partir de leyendas y pequeñas fabulaciones, tesis doctorales y hasta recetarios de cocina, Solà pone al trasluz simbologías, nombres, íconos y datos históricos que tejen una urdimbre de parentescos y que enlaza su obra con una antigua tradición: desde mitos que la oralidad con su aliento inextinguible propagó hasta teologías y manuales de detección de las discípulas de Lilith, como el Directorium inquisitorum, diseñado por otro catalán, Nicolau Eimeric, en 1376.

En la medida que discurren los hechos protagonizados por Joana, Margarida, Blanca, Elizabet, Àngela, Dolça y Bernadeta —sin aparente cronología—, se desglosa un poético tratado de demonología nunca escrito. Imposible de imaginar entre los años 1580 y 1630, cuando se registró el mayor número de procesos judiciales por hechicería, porque el duende de la creación no musitó al oído del prelado o del jurista las bellas palabras de la literatura. Al contrario, Cristo los inspiró de justicia y ellos juraron por los estigmas la erradicación del crimen. Por ejemplo, el papa Juan XXII tipificó la brujería como herejía en la bula Super illius specula. Y es que según la teórica feminista Silvia Federicci, en su investigación Calibán y la bruja, la cacería fue una iniciativa política que orquestó la Iglesia Católica, porque proporcionó argumentos metafísicos e ideológicos para la extinción de la bruja: «Sin la Inquisición (…) y sin los siglos de campaña misógina no hubiera sido posible», asegura.

"Antes que sus vecinos también las señalaran por el miedo y la paranoia desatados, sus primeros denunciantes llenaban de monedas sus bolsillos"

Desde entonces, con la bendición de Roma, el monje, el padre, el marido y todos los hombres de Europa se dejaron contaminar por el odio hacia las mujeres. Y con él afilaron el cuchillo que las degolló y encendieron las hogueras donde fueron quemadas vivas. Para mayor inri, cimentaron las bases de un nuevo orden que surgió en el interregno entre el declive del sistema feudal y el florecimiento del mercantilismo: uno de tipo patriarcal y capitalista: «La caza de brujas fue en Europa un ataque a la resistencia que las mujeres opusieron a la difusión de las relaciones capitalistas y al poder que habían obtenido en virtud de su sexualidad, su control de la reproducción y su capacidad de curar», consigna Federicci.

Mientras las llamas devoraban súplicas o imprecaciones, en Francia, Italia, Alemania, Inglaterra e Irlanda, por nombrar algunos de los territorios donde más hubo ajusticiamientos por maleficium, la anciana que mendigaba un trocito de pan, la viuda que imploraba protección divina, la campesina que cultivaba su tierra, la adolescente que zurcía sus bragas y cualquiera otra piojosa con el pelo largo —los cachos y el tridente del asqueroso se esconden en las melenas que se chorrean como helechos— eran sospechosas de adoración demoníaca. La pobreza hermanó a todas las granjeras y trabajadoras que fueron acusadas de brujería. Antes que sus vecinos también las señalaran por el miedo y la paranoia desatados, sus primeros denunciantes llenaban de monedas sus bolsillos; eran miembros respetados en sus comunidades por amasar riquezas, o terratenientes que en muchos casos arrendaban parte de sus fundos a las víctimas, cuyo único patrimonio era la fuerza de sus brazos.

"El pacto con el Señor de la noche, como también se le llama, es una recurrencia en los sumarios de los juicios de brujas"

A partir del hecho de la miseria —que no es insignificante— la trama de Te di ojos y miraste las tinieblas, traducción al castellano, rescata otros muchos que se reflejan en los expedientes, legajos y testimonios conservados sobre brujería: sabbat, magia y adivinación, banquete y, por supuesto, las representaciones de Belcebú: «A veces se le escurría de entre los brazos. Y no se convertía en una gata dócil, ni en un toro altanero, ni en una cabra simpática. (…) Cuando era un monstruo con ojo de fuego, una fiera alada con pezuñas, y cuernos. Con brazos de hombre y patas de macho cabrío. Recordaba cuando llevaba séquito, y lo ponían en medio del corro, le ofrendaban frutas y quesos», se lee en la novela. Irene Solà toma estas referencias para convertirlas acaso en un reproche a la crueldad e injusticia de los procesos penales y autos de fe en contra de aquellas a quienes sus persecutores les colgaron el sambenito injustificado de sibilas. Sus personajes, apurados por diversas necesidades, el abandono de la buena fortuna, la fealdad que aqueja el alma y aparta a Eros, la urgencia del amor eterno, no tienen otra alternativa que pactar con el Maligno. Espantada por el fantasma de la soltería, en edad de merecer y sin labriego que la corteje, Joana remedia su pesadumbre: «Si solo pedía una cosa era mejor ir sola, de madrugada. Tenía que matar un gato. Ni muy grande ni muy pequeño. Mediano. Meterle un haba en cada ojo, un haba en la boca y un haba por el agujero del culo. Y lo tenía que enterrar y dibujar una cruz en el montoncito, y encima de la cruz orinar. Entonces vendría el demonio y le podría pedir lo que quisiera». Nada parece escapársele a la narración, nada es fortuito. Sobre micciones y otras secreciones ya hablaron los dominicos Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, artífices de la infame publicación Malleus Maleficarum (1487), una suerte de guía de identificación, arresto y sanción para las seguidoras del innombrable que se popularizó en virtud de la bula Sumis desiderantes del papa Inocencio VIII. Elevó la brujería a amenaza ecuménica, y coincidió con la tipificación de crimen exceptum, o sea, podía ser investigada por medios especiales, incluida la tortura: «Como ella después confesó, no tenía agua para verter en la zanja (…) y lo llenó de su orina, y la agitó con el dedo, según su costumbre, con el movimiento que le indicó el Diablo», se extrae del Malleus la confesión de Constanza, quien probablemente cantó lo que sus verdugos querían oír para poner punto final a su martirio.

"Las protagonistas fueron condenadas per saecula saeculorum. Y en otro lugar, que no es el infierno pero tampoco el paraíso, arman su aquelarre"

Con tal de no vestir santos, Joana, antes de la prosternación, pidió y pidió con fervor: «Quiero un hombre entero, que sea heredero y tenga un trozo de tierra y un trozo de techo», y él, que se presentó como un toro negro, de morro, pestañas y pija negros, atendió su ruego a cambio de devoción. El pacto con el Señor de la noche, como también se le llama, es una recurrencia en los sumarios de los juicios de brujas, quizá porque Satanás, que es muy caprichoso, unge sólo a aquellas que son dignas de penetrar su reino de pestilencias: «Mi sistema es: todo o nada. Yo no tomo, según se dice, todas las almas que se me ofrecen; yo quiero almas escogidas y en cierto estado apetitoso de furor y desesperación», cuenta Jules Michelet en La sorcière, uno de los primeros estudios en Francia sobre el tema. Solà traza un giro sorprendente en el relato, una marrullería digna del Ángel caído, cuya soberanía se basa en el poder de las palabras, otorgándole a Joana la perspicacia e inteligencia con las que pone en jaque a su acreedor, quien, confiado en su milagro, ansioso de poseerla, olvidó un detallito, la insignificancia anatómica con la que ella rompe el acuerdo y se libra de su yugo: «Pedí un hombre entero (…), pero Bernadí no es un hombre entero. El gran asador la miró con incredulidad. Joana añadió: “Le falta el dedo pequeño del pie izquierdo”. Y entonces se oyó un fragor y luego un estallido terrible y llovió a cántaros cuatro días». Pero él, que siempre se venga —aunque amputado, un macho entregó— , se ensañó con la astuta: «Comprendió que todo tiene su precio. Y que el precio siempre es demasiado caro. Y que después del trato que había hecho y deshecho con el demonio por cuenta del dedo pequeño que le faltaba a su marido, le faltaría algo a toda su progenie».

Las protagonistas fueron condenadas per saecula saeculorum. Y en otro lugar, que no es el infierno pero tampoco el paraíso, arman su aquelarre, vocablo vasco que surge de la unión de dos palabras, akerr, macho cabrío, y larre, prado; convivencia íntima de las brujas: «Fraternidad humana, reto al cielo cristiano, culto desnaturalizado del dios naturaleza: he aquí el sentido de la Misa Negra», remarca Michelet. Margarida, Blanca, Elizabet, Àngela, Dolça y, por supuesto, la matriarca Joana aguardan y velan el final de Bernadeta sin la intromisión del que las castigó, porque el amor visible, la rendición absoluta, la incondicionalidad sin objeciones ni cortapisas, como los entregados por Bernadeta, lo aburren. Y este es uno de los grandes aciertos de Et vaig donar ulls i vas mirar les tenebres, porque desvela el carácter antojadizo del diablo, su masoquismo y porfía; él se empecina cuando detecta un espíritu incorruptible, como el de Margarida, que siempre lo despreció desde el fondo de sus tripas. Cuando ella murió, Lucifer abandonó la masía y dejó a sus siervas sin su cuidado, porque nunca ha cuidado nada sino a sus garras. Y las mujeres, mutiladas, expulsadas, penadas y olvidadas, no tuvieron mejor opción que celebrarse juntas en la eternidad.

 

TITULO: LA NOCHE LARGA, MUJERES EN PRIMERA LINEA, - LA CHICA LUNES -5 - Domingo - 11 - DOS DIAS Y UNA NOCHE - MARTES - 6 - Agosto -Inés Valencia - El buen marido ,.

 

DOS DIAS Y UNA NOCHE - MARTES - 6 - Agosto  ,.

 

 El programa está conducido por la periodista catalana Susanna Griso. Cada semana visitará la casa de un personaje famoso relevante y mediante el hilo conductor de la entrevista, irá desgranando la vida de los famosos. Como novedad la periodista se instalará en las casas de los invitados durante dos días pasando una noche allí. El MARTES -  6 - Agosto  ,  a  las 22:40 por antena 3, etc.

LA NOCHE LARGA, MUJERES EN PRIMERA LINEA, - LA CHICA LUNES -5 - Domingo - 11 - DOS DIAS Y UNA NOCHE - MARTES - 6 - Agosto - Inés Valencia - El buen marido,. 

 Inés Valencia - El buen marido,.

 El buen marido

foto /  Inés Valencia,.

Cuando Nedi cumplió los diecinueve, sus padres le dijeron que ya era hora de que se casara, y esa revelación la dejó con la boca abierta. Porque, francamente, ni un solo segundo de su vida había dedicado a pensar en tal posibilidad. Hasta ese extremo llegaba su inocencia.

Resultaba aún más curiosa su sorpresa considerando que había estado en docenas de bodas. Acudió a la primera con apenas cuatro años, cuando, contra todo pronóstico y para genuino alivio de su pobre madre, la tía Joaquina (que ya tenía la friolera de veintiocho primaveras) contrajo nupcias en la Iglesia de Santa María Auxiliadora con un mozo de la capital, contable de profesión y con cara de lechuguino. A Nedi le pusieron entonces un vestido horroroso lleno de lazos celestes, y tuvo que recorrer el pasillo helado del templo, dejando caer pétalos de rosas blancas. Como odiaba aquel vestido, el picor que le causaban los cuellos almidonados, y no digamos a aquel novio idiota con dientes de conejo que le pellizcaba los mofletes, más que dejar caer los pétalos se dedicó a lanzarlos a puñados con muy mala baba, lo que le costó un azote de su abuela (más tarde, en privado), pero provocó que su tío Germán se muriera de la risa en plena ceremonia.

Tras la espantosa boda de la tía Joaquina, vinieron otras. La de la prima Constanza, que lloró todo el tiempo; la del primo Julio José, que llegó tarde y con resaca; la de su hermano Baltasar, que fue una tragedia, porque dejó el seminario tras enredarse con una modista; la de su hermana Aurelia, que iba guapísima; la de Miguel, su padrino de bautismo, que tuvo la ocurrencia de casarse a los cuarenta… Y, sin embargo, jamás pensó que un día llegaría su turno, sencillamente porque nunca entró en sus planes pasar por el altar. Al contrario que otras chicas, ella no había padecido la edad de las novelas románticas, los suspiros dolientes y el interés por los cortejos. No había estado enamorada ni una sola vez. Se daba la curiosa circunstancia de que, si un chico le parecía guapo, también le parecía imbécil. Si le parecía interesante, no lo encontraba lo bastante guapo. O bien podía ocurrir que le pareciera tan feo como estúpido, como aquel insufrible de Cosme, el de tía Joaquina. Y así, claro, no había manera.
Por descontado, todos estos detalles, que Nedi expuso claramente a sus padres, cayeron en saco roto. Debía casarse, punto y final. No se contemplaban otras opciones. Nedi se sintió ultrajada, dolida en lo más hondo. ¿Qué necesidad había de desbaratarle la existencia? ¿No ayudaba ella en casa, en todo lo que podía, sin pedir nada para sí misma? ¿No bastaba para sentirse plena con cuidar de sus plantas y leer poesía? ¿No era suficiente con la perspectiva de envejecer en la casa que la viera nacer, ocupándose de sus progenitores con amor y dedicación? ¿Es que no podían entenderla? ¿No querían, acaso, que fuera feliz? Al parecer, sí que querían. Querían que fuera feliz, pero casada. Más lo segundo que lo primero, en realidad.

El berrinche le duró varios días, pero sus padres no cedieron. Ella amenazó con meterse a monja, aunque, en realidad, no lo decía en serio. Le costaba imaginar destino peor, seguramente por la ojeriza que le había cogido a Sor Faustina en sus años de colegio. Aún recordaba los golpes de vara en la palma de la mano, cuando la cruel religiosa la castigaba por charlatana y por inventar cuentos de aparecidos y “horrores paganos”. ¿Qué le quedaba, pues? Quizá contraer tuberculosis, o escarlatina, y morir joven y soltera, como una heroína trágica, dejando a su familia devastada y comida por la culpa. Solo imaginarlo la colmaba de una perversa satisfacción. Pero, a pesar de sus plegarias, el Señor no tuvo a bien concederle su deseo. Y, en cambio, le concedió un desfile de pretendientes que la mantuvo furiosa y aburrida todo un verano, sentada muy tiesa en el salón de la pianola, con su padre hosco y malhumorado y su madre gorjeando como un canario, exponiendo las virtudes de su benjamina, casi todas descaradamente falsas.

—¿Cómo puede ser que ninguno te guste? —clamaba el padre, desesperado ante la idea de seguir recibiendo en su casa a más candidatos arrogantes—. ¡Alguno tendrá que servir!

—¡Este último olía a pis de gato y tenía unas orejas atroces! —respondía ella.

—¡Enedina, esa lengua! —sollozaba la madre—. ¡De verdad, esta niña me quita la vida!

El drama continuó hasta septiembre. Y entonces, ocurrió el milagro. Porque el primo Mario volvió de la capital.

Se presentó de sorpresa, a la hora del café, con la sonrisa más bonita del mundo, un título de abogado y una intención muy obvia. A Nedi se le retorció algo en la tripa al verlo, y los dos se sentaron muy juntos, en el sofá granate, recordando entre carcajadas sus travesuras de niños. Fue tal su complicidad que los padres, tras una mirada ladina, les dejaron solos. Y solos pasaron toda la tarde. Nedi se olvidó de mantener la espalda recta, de hablar despacio, de no darse palmadas en los muslos, de no gesticular como una verdulera. Se olvidó incluso de la tuberculosis. Porque, de repente, en aquella sala anticuada llena de pájaros tristes enjaulados, solo cabían los ojos azules de Mario, los rizos negros de Mario, la boca sensual y casi femenina de Mario. Por fin, tras reírse hasta las lágrimas rememorando el lanzamiento de pétalos de rosa en la boda de la tía Joaquina, Mario se puso muy serio y cogió la mano de Nedi entre las suyas.

—Prima… —dijo entonces, bajando el tono—. Tengo que contarte algo.

Hubo tal miedo en su mirada, tal angustia y anhelo, que Nedi se aterró, convencida de que al pobre Mario le quedaban tres días de vida como mucho. Quizá por eso, y porque siempre había sido muy poco dada a escandalizarse, la confesión de su primo apenas la inquietó. Se prometieron esa misma semana. Y se casaron en diciembre.

Tras la boda, se trasladaron a la capital, al piso de la calle Abastos que Mario había heredado de su abuelo paterno. Él trabajó siempre en el bufete de aquellos catalanes socarrones que le contrataron como pasante, y allí ascendió y prosperó hasta terminar de socio, llevando los asuntos de las familias más ricas de la zona. Amasó una fortuna. Nedi daba clases de piano y de francés a las niñas bien, leía poesía en sus ratos libres, y siguió ocupándose de sus plantas. No tuvieron hijos, pero abrazaron la tradición de viajar cada verano a un sitio diferente del mundo, dando rienda suelta a su espíritu aventurero. Se emborracharon en París, se helaron de frío en un castillo escocés, pasearon por Florencia, se perdieron en Estambul, bailaron en La Habana, se hicieron tatuajes en Nueva York, disfrutaron de la ópera en Viena, sollozaron ante la Acrópolis de Atenas…

Cuando Mario murió, a los 87 años, Nedi se empeñó en velarlo en casa, aunque aquella costumbre se había pasado de moda tiempo atrás. Por el piso de la calle Abastos circularon compañeros de oficio, amistades, vecinos y parientes. En un rincón de la sala de música, las dos hijas de Baltasar, un par de urracas avinagradas, zampaban pastas a dos carrillos comentando cada detalle del evento. Su furor por el chisme llegó al éxtasis con la entrada de Lorenzo Vila, uno de los antiguos socios del bufete. Con su mata de pelo blanco, sus ojos grises, la figura imponente, el impecable traje a medida y el pañuelo de seda al cuello, el anciano atravesó la habitación en medio de un reverencial silencio, en el que solo se escuchaba el golpeteo del bastón con puño de plata. Lorenzo Vila siempre causaba aquella impresión, fuera a donde fuera. Su fama de abogado implacable y de zorro visionario para los negocios le habían convertido en un ser legendario, casi mitológico. Nedi le fue al encuentro, le besó en ambas mejillas y, tras ofrecerle su brazo, lo condujo a la pequeña y discreta estancia en la que descansaba Mario. Permanecieron a solas con él casi una hora. Allí, a salvo de miradas entrometidas, lloraron abrazados, sin consuelo alguno y sin tapujos. No hubo palabras. No hacían falta. Nedi lo condujo a la puerta de servicio, por la que el feroz jurista escapó, tras musitar un “gracias” y besar la mano de la viuda. Volvía al salón cuando oyó las voces impertinentes de aquellas dos arpías.

—… una farsa intolerable, ¿qué quieres que te diga? ¿De verdad se cree que engañaban a alguien?

—Hombre, a los abuelos, quizá. Papá, sin ir más lejos, no sabía nada.

—Papá no quería saber, que es muy distinto. Pero vamos, que es que saltaba a la vista, lo comentaba todo el mundo. ¿Ese del pelo blanco, con aires de marqués? Estuvieron liados desde la universidad.

—Qué fuerte me parece, en serio. A ver, que sí, que yo lo tengo oído desde siempre. Lo de tío Mario, ya sabes. Que perdía aceite y eso…

—La pobre Nedi… vivir semejante paripé, qué lástima…

—¿Tú crees que no estaba al tanto? Venga ya. Ella lo tenía que saber, seguro. Si un hombre no te toca es por algo, digo yo.

—Déjate, que lo mismo ella era del mismo palo, tú ya me entiendes.

—Ay, no digas disparates. Que no, mujer. Tía Nedi no es de esas, se le notaría. De verdad, qué cosa más triste. Pobre infeliz, se va a morir sin saber lo que es el amor…

Entró en la cocina como una tromba, dejando a sus sobrinas mudas. Se fue hacia ellas, encendida, viéndolas palidecer por momentos.

—¿Que yo no sé lo que es el amor? —masculló, apretando los dientes y tratando de no gritar—. ¿Que no lo sé? ¿Yo? Sesenta y cuatro años de amor he tenido. Sesenta y cuatro años compartidos con el hombre más bueno del mundo, el mejor. Riéndonos a carcajadas, llorando juntos nuestras penas, recorriendo mil ciudades, bailando, brindando, contándonos secretos, cuidándonos el uno al otro, juntos a las buenas y a las malas, apoyándonos en todo y queriéndonos de corazón. Sesenta y cuatro años sin una pelea, sin una mala cara, sin un reproche, ni una mentira. Sin exigencias, sin rencores, sin celos. Conociéndonos hasta el fondo del alma y aceptándonos como éramos. Nosotros nos elegimos y elegimos nuestra vida juntos, aunque durmiéramos con otros. Y cada vez que estuve triste, cada vez que tuve miedo, le tuve a él para sostenerme. ¿Podéis decir lo mismo de vuestros matrimonios? “Pobre Nedi”… ¡Pobres, vosotras!

No quiso oír sus disculpas ahogadas. Dio media vuelta y salió dando un portazo, con la rabia y el dolor abrasándole la garganta. Estuvo a punto de derrumbarse, hecha un mar de lágrimas. Y justo entonces vio el sombrero lila de ganchillo, sobre un estante. Recordó las veces que Mario se lo puso en casa, bromeando como el payaso que era, desfilando por el comedor mientras ella se desternillaba.

—No sé por qué lo compré —suspiraba Nedi siempre—. No puedo salir con esto puesto…

—Claro que puedes. Ibas divina por Marruecos, me acuerdo bien.

—Pero esto no es aquel pueblito de Marruecos. Aquí me sacarían cantares si osara dejarme ver con algo así.

—Póntelo, boba —insistía Mario—. Ese sombrero eres tú. Que les zurzan a todos.

Con los ojos llenos de lágrimas y las manos temblorosas, agarró el sombrero de ganchillo y se lo encasquetó sobre el moño. Se observó en el espejo, y tuvo que contener la risa. Estaba ridícula. Respiró hondo, se puso bien derecha y entró en el salón. Tenía invitados. Y aún había que regar las plantas.

TITULO:  Viajeros Cuatro -  Virrey - Un palacio con sabor colonial en Cantabria,.

 

El Miércoles - 7 - Agosto a las 22:45 por La

cuatro,foto,.

 

 Virrey - Un palacio con sabor colonial en Cantabria ,.



Helguera Palacio Boutique & Antique | Cantabria
 
Helguera Palacio Boutique & Antique | Cantabria,.

El mundo se pone de pie y se rinde ante los sabores irresistibles de España y Perú, países que han vuelto a marcar un hito con su gastronomía. La realidad es que, la delicia, sus sabores cuentan una apasionante historia colonial y se complementan para hoy convertirse en placeres culinarios. Probablemente, alrededor del mundo hay miles de restaurantes hispano-peruanos, pero en ningún lugar la historia te clava en el alma como en Trastámara, el espacio culinario del recientemente inaugurado hotel Helguera Palacio Boutique Antique de la firma Relais & Châteaux.

Su ubicación es un entorno privilegiado, perfecto para disfrutar de una gastronomía de altura sin prisas, ya que el palacio del siglo XVII se encuentra enclavado en medio de los Valles Pasiegos de Puente Viesgo en Cantabria.

Tal y como cuenta la propietaria, Malales Martínez Canut la construcción del palacio de la Helguera se remonta entre mediados del siglo XVII y principios del XVIII y se creó como un encargo de un miembro de la familia Ceballos, mano derecha del virrey de Perú, que vivía en las Indias y preparaba su retiro en España. Sus cuatro fachadas son de sillería y conserva elementos originales como los suelos de madera de roble y olmo, los techos con artesonado y la gran escalera de piedra con el escudo de los Ceballos.

Sea casualidad o no, el restaurante del Palacio hoy se encuentra en manos de un joven talento peruano, quien hace suspirar a quien prueba cada uno de sus platos.

Así, el chef Renzo Orbegoso Hinojosa pone en la mesa una gastronomía de raíces cántabras con gran influencia peruana, una fórmula infaliblemente acertada, ya que los productos locales solo hacen elevar las recetas inspiradas en la cocina latinoamericana.

Así, en la carta encontramos guiños al periodo colonial, entrelazados con la tradición cántabra y su privilegiada despensa de mar y pastos: puerros de los Valles Pasiegos con salsa de champagne y brotes verdes. Más tarde o más temprano, nadie puede abandonar el lugar sin probar un solomillo Virrey del Perú o un lechazo provenzal, por ejemplo. El trato del equipo es tan magnífico como las maravillosas vistas desde su piscina infinita, por lo que el hotel posee todas las herramientas para hacernos sentir que estamos en un verdadero palacio.

Un hotel de ensueño

Pero la experiencia es mucho más que solo la cocina. Helguera Palacio Boutique Antique es un palacio reformado convertido en el hotel de lujo más bello de la zona, el cual se ha comprometido en ser, a su vez, un impulso para la economía local. Cuenta solo con 11 habitaciones de diseño único y no tiene previsto ampliarse. Cada una de sus habitaciones es única, fueron inspiradas en personajes históricos de la nobleza española e inglesa, por lo que llevan un nombre distinto.

Como ya hemos mencionado, en sus instalaciones encontraremos un espacio wellness, pensado tanto para el invierno como para el verano, que se sitúa en el filo de los Valles Pasiegos. La joya es su piscina infinity, semicubierta y climatizada, operativa todo el año y con vistas panorámicas. El spa, de uso privado, cuenta con sauna y baño turco; y el gimnasio, de alto diseño minimalista y clásico.

No obstante, para sus propietarios lo primordial no es llenar el hotel, sino compartir con los locales los atractivos del hotel. Su reto es promover el consumo de proximidad a través de sus clientes y colaboradores. De hecho, la mayoría de productos del Palacio son de proveedores locales.

Descubre Puente Viesgo

Sus propietarios buscan ser un imán atractivo para el pueblo que lo alberga, haciendo que sus clientes se animen a visitar la historia, cultura, los paisajes de ensueño en la inmensa belleza de Puente Viesgo. Estando aquí, hacer un recorrido por los alrededores será un gran acierto.

Muy cerca de Helguera Palacio Boutique Antique se encuentran las Cuevas de la Moneda y el Monte Castillo, que pertenecen a un conjunto de cuatro cavidades de la Prehistoria, de las cuales solo estas dos están abiertas al público. Se trata de una actividad que elevará nuestros sentidos transportándonos a otra dimensión. Este enclave encierra el arte natural de las deformaciones de las piedras y el arte rupestre de los de millones de años atrás. Sin duda, Puente Viesgo es un destino poco conocido, pero con una oferta preciosa, cuya experiencia de historia y conexión con la naturaleza dejarán impresos momentos inolvidables en nuestra memoria.

 

TITULO: Ven a cenar conmigo - EL HOROSCOPO  -  Carlos López-Otín - Las cinco claves,.


 Carlos López-Otín - Las cinco claves,.

 

Carlos López-Otín: «Tenemos que interiorizar que la enfermedad es consustancial a la vida»

 

fotos / Carlos López-Otín,.

Como Gonzalo Suárez, Carlos López-Otín, bioquímico y biólogo, investigador y profesor, ve el hueco entre los dos árboles y pasa. Así, gracias a su tenacidad, su compromiso y su inteligencia la ciencia avanza. Después de juntarnos para charlar en Zenda sobre sus dos libros anteriores (La vida en cuatro letras y El sueño del tiempo, ambos publicados en la editorial Paidós), nos citamos en un hotel de Madrid para presentar Egoístas, inmortales y viajeras (Paidós). Trata López-Otín esta vez de poner cerco a lo que sabemos sobre el cáncer: para ello usa ciencia, literatura, historia o sociología y sale indemne. De nuevo. Me gustaría celebrar con él este libro conmovedor, amplio, astuto y necesario. Los beneficios de su venta —creo importante señalarlo— irán a la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC).

—Querido amigo, volvemos a vernos para continuar esta serie de entrevistas. Estoy muy contento. Empecemos. Todos los libros de su trilogía tienen un tema que arrastra hacia otros. El tema principal de este es el cáncer, y creo que tiene debajo un libro sobre el miedo.

"Este viaje a través de tres libros, desde la vida hasta la vulnerabilidad, acaba de nuevo en la vida. Es un viaje circular"

—Es un libro sobre la vida. Según un proverbio latino, lo primero que hicieron los dioses en el mundo fue crear el miedo: “primus in orbe deos fecit timor”. Miedo, temor, timor en latín. Y sí, timor y tumor son palabras que se parecen mucho, pero Egoístas, inmortales y viajeras trata sobre todo de la vida. Por eso, este viaje a través de tres libros, desde la vida hasta la vulnerabilidad, acaba de nuevo en la vida. Es un viaje circular. Este libro forma parte de una trilogía, pero sus componentes no son piezas separadas, fluyen los tres en conjunto. Y sí, también tienes razón cuando señalas que en cada uno de ellos se cuentan muchas cosas, pero todas acaban convergiendo en el asombro por la vida.

—¿Y el miedo? ¿Miedo a qué? ¿Por qué es tan importante el miedo?

—El cáncer es la enfermedad que nos hace sentir más vulnerables, pese a que hay otras mucho peores porque en la actualidad son todavía incurables. Sin embargo, se nos olvida que, hoy, más de la mitad de los pacientes con tumores malignos se curan. ¡Más de la mitad! Es más probable sobrevivir al cáncer que sucumbir a él. Este hecho genera una sensación muy fuerte y muy estimulante. Entonces me pregunto por qué esta enfermedad genera tanto miedo, y creo que respondería que en buena parte es por las metáforas que ha generado el cáncer desde que se empezó a escribir su larga biografía. Las metáforas se han acumulado sobre esta enfermedad más que sobre ninguna otra, algo de lo que Susan Sontag ya escribió hace muchos años con notable brillantez. La mayoría de los tumores nos vienen de dentro y sin avisar. ¿Y qué nos pasa cuando viene algo de dentro? Que lo sentimos como algo inesperado y muy desconocido, y todos solemos tener miedo a lo misterioso. ¿Pero qué más hay? El hecho tan singular de que tememos al propio tratamiento. Esto llama mucho la atención, porque normalmente se interpreta el tratamiento como alivio, pero la quimioterapia o la radioterapia se perciben como algo que provoca extraordinario sufrimiento. Y tenemos miedo al dolor, al dolor de la propia enfermedad y a las terapias, y miedo a no saber qué hemos hecho mal para que el cáncer haya venido a nuestro encuentro, y por fin, miedo también a que tal vez esta enfermedad nos cueste la vida.

—Habla en el libro de «la densidad del miedo». Es una imagen casi de ciencia ficción en la que usted va andando por la calle y nota la densidad del miedo: una de cada dos personas tendrá cáncer. Esa es.

—Ahora, una de cada tres. Pero como el libro mira al futuro, sabemos que pronto en varones será uno de cada dos. Si estamos aquí sentados tú y yo, sabemos que uno de los dos acabará teniendo un tumor maligno al final de su vida o antes. Ojalá sea en la edad tardía, pero va a ocurrir. Y vas por la calle caminando, te encuentras dos personas y sabes que alguna de las dos tendrá cáncer, no les dices nada y sigues caminando. El libro está lleno de imágenes de este tipo. Soy un observador curioso del mundo y de la vida, y por ende también de la densidad del miedo, y de los censos de la enfermedad y de la malignidad. Si elaboramos el catálogo de los males del mundo, el cáncer hay que escribirlo con mayúsculas. Seis letras. Dos sílabas y mucho miedo.

Metáforas y metamorfosis…

"Todos portamos la galaxia entera en nuestro pequeño cerebro, un gran tesoro"

—Así es. En otros capítulos tomo la personalidad de un dinosaurio o de una neurona, una de los cien mil millones que tenemos en el cerebro, tantas como estrellas en la Vía Láctea. Eso significa que todos portamos la galaxia entera en nuestro pequeño cerebro, un gran tesoro. En el libro una célula se toma la molestia de preguntarse por qué se está transformando: «¿Qué me está pasando?». Curiosamente, tuve que escribir un pequeño preámbulo al capítulo para que no sucediera de nuevo lo que les ocurrió a los primeros lectores del manuscrito, que pensaron que era yo mismo el que se estaba transformando, y ya no me interesaba practicar el altruismo, quería ser egoísta e inmortal, y viajar a otros sitios, conocer otros territorios, dejar de obedecer las normas sociales, y abandonar el orden para penetrar en el caos. Ese es el ejercicio del escritor: contar lo personal y mezclarlo con la ficción, construir metáforas o experimentar metamorfosis para entender mejor el mundo y la vida.

—Usted afronta los libros como científico, digamos, divulgador, pero sobre todo como escritor. Busca la narrativa, la metáfora, el cuento o la metarreferencia. Y hablando de «meta», otra palabra muy importante en el libro: «metástasis». Lo asombroso es que usted consigue la metástasis de su libro con diversos géneros, diversos campos del arte.

—Es fruto de la exploración, la infinita curiosidad. Las claves de esa exploración están dirigidas por los mismos principios que sigue la especie humana cuando quiere llegar a otro lugar. Las células viajeras usan la fuerza que les ofrecen las nuevas mutaciones, para completar nuevas metamorfosis, e invadir territorios en los que tienen vetada la entrada. El egoísmo de estas células cancerígenas conduce a un crecimiento aberrante y libérrimo. Libertad absoluta. ¡Crece hasta donde puedas! Ya no tienes ninguna restricción. Es el egoísmo extremo. No debes rendir cuentas a nadie, pero si no tienes sitio donde seguir creciendo tendrás que buscar otro lugar. Y si se te han acabado los nutrientes y el oxígeno para respirar, tendrás que irte a otro lugar donde todas estas necesidades sigan siendo accesibles.

—Recuerda la actitud de las células a la de los grandes trágicos, por ejemplo, de Shakespeare. Como por ejemplo Ricardo III, que lo quería todo y ya no encontró más nutrientes. No más familias que matar. Ni el reino por un caballo.

—Tu exquisita intuición me anima a desvelarte el secreto final del libro. El último capítulo acaba con estas palabras, «el resto es entropía», un sutil recuerdo a las últimas palabras de Hamlet: «El resto es silencio».

—El resto es silencio después de conquistar todo el cuerpo.

"Desde que hace trece mil seiscientos millones de años el mundo empezó a ser mundo tras el Big Bang, cada momento es más desordenado que el anterior"

—Claro, es una metáfora tan brutal, tan enorme… La entropía es una función que sólo va en una dirección: crecer y crecer. Desde que hace trece mil seiscientos millones de años el mundo empezó a ser mundo tras el Big Bang, cada momento es más desordenado que el anterior. Viajamos hacia el desorden, en el universo entero y en el interior de cada ser vivo. Por eso nos vamos desordenando. Al principio tenemos alguna oportunidad de resistir los embates de la entropía y usamos la energía metabólica para mantener el orden, disimular un poco, pero al final se impone el caos, el desorden. Y va pasando el tiempo y vamos envejeciendo, hasta que un día llegamos a la entropía máxima, al desorden máximo: la muerte. En el libro se habla de todo esto desde distintas perspectivas, desde la literatura clásica con personajes plenos de pasiones y miedos hasta la tecnología más moderna que utilizamos en el laboratorio para descifrar los genomas del cáncer.

—¿Por qué, para usted, silencio y entropía acaban por representar lo mismo?

—Porque cuando un tumor consigue su objetivo final la entropía máxima lleva al ser al que ha parasitado al silencio, a la muerte. El cáncer muere cuando muere el organismo al que ha invadido. Las células tumorales practican una forma extraña de parasitismo en el mundo minúsculo, en el que —como en la excepcional película Parásitos— se establecen relaciones complejas y de consecuencias imprevisibles para todos sus protagonistas. La ambición de las células malignas es desmedida, pero al mismo tiempo paradójica, porque es suicida. Un virus puede saltar a otro organismo, un cáncer no, salvo algunos casos extraordinariamente raros de cáncer contagioso. Curiosamente, durante muchos años se pensó que esta enfermedad podía ser contagiosa, y por eso los primeros hospitales oncológicos estaban en las afueras de las ciudades.

—En este libro usted nos lleva por un viaje maravilloso donde nos enteramos de lo que significa el cáncer. Pero ¿cuándo cree que a nivel social y científico nos enteramos de lo que es el cáncer y lo que conlleva?

—A finales del XX, cuando se descubre el primer oncogén.

—Es tremendo. Hace sólo cuarenta o cincuenta años.

"Esto indicaba que dentro de nuestro genoma existían genes normales que llevaban las semillas del cáncer"

—Setenta y cinco años después de que una granjera de las afueras de Nueva York ofreciera su gallina enferma a un joven científico llamado Peyton Rous y le dijera «esta gallina es muy valiosa para mí, doctor. Por favor, cúrela». Él la examinó, comprobó que tenía un sarcoma y sin pensarlo un segundo sacrificó al pobre animal. No tuvo ningún miramiento ni con los sentimientos de la granjera, ni con la propia gallina. Extrajo el tumor, lo disgregó e inyectó sus células a otras gallinas. Algunas desarrollaron cáncer. Esta observación fue la primera prueba sólida de que podía haber cánceres originados por virus, pero después esta idea se atenuó porque los tumores causados por virus eran poco frecuentes. Ello obligó a rescatar de nuevo una idea antigua elaborada doscientos años antes al estudiar los tumores de los niños deshollinadores de Londres,…

—Me acuerdo de Mary Poppins.

—¡Fíjate qué gran diferencia entre la imagen que nos queda de los deshollinadores protagonistas de Mary Poppins y la realidad! Un niño entrando por una chimenea y quedándose atascado en su interior para finalmente herirse o morirse. Y todavía tuvieron que pasar cien años hasta que la dramática muerte en 1875 de un niño deshollinador llamado George condujera por fin a la erradicación de este inconcebible abuso infantil. Cien años habían transcurrido ya desde que Percival Pott propusiera que el hollín causaba cáncer, aunque no supiera cómo lo hacía. Al final el círculo se cerró, otros cien años más tarde, cuando Harold Varmus y David Bishop desvelaron las primeras claves esenciales del cáncer. Por cierto, Varmus tenía un grado en literatura inglesa y tras estudiar Medicina se incorporó al laboratorio de Bishop para investigar la biología del cáncer. Su gran hallazgo fue demostrar que los virus tumorales portaban material genético que habían robado a los organismos que infectaban, ya fueran pollos, ratones o seres humanos. Tras la modificación de ese material robado, los protooncogenes se convertían en genes causantes de cáncer. Esto indicaba que dentro de nuestro genoma existían genes normales que llevaban las semillas del cáncer. Genes que se transformaban hasta convertir las células en entidades egoístas, mortales y viajeras.

—¿Pero por qué nuestros genes tienen el potencial de ser tumorales sin que haya un virus externo que los transforme en malignos?

—Esa es precisamente la misma pregunta que se hicieron Varmus y Bishop y los que siguieron su estela, especialmente Mariano Barbacid. Pronto cayeron en la cuenta de que la respuesta estaba en los hollines, en el tabaco… y en suma en todos los productos que ya se habían propuesto como causantes del cáncer. Todos ellos provocaban mutaciones en nuestros genes que contribuían a la transformación maligna de nuestras células.

—Carlos, ¿sabemos al 100% las cosas que nos producen cáncer? ¿Podemos estar tranquilos?

"De pronto, en 2008 surgió la posibilidad de descifrar los genomas del cáncer y empezamos a constatar que hay miles de mutaciones en cada uno de ellos"

—No sabemos todavía todo lo que nos produce cáncer, ni tampoco cómo curar todos los casos. A mi juicio, los dos grandes avances más recientes en la Oncología molecular han sido el desciframiento de los genomas del cáncer y el desarrollo de la inmunoterapia, que busca estimular nuestra más potente fuerza interior, el sistema inmunitario. El estudio de los genomas tumorales nos ha dado por fin una visión global de en qué consiste el cáncer en términos moleculares y sobre cuántos daños tiene que sufrir nuestro genoma para que las células se transformen. Antes pensábamos que unas pocas mutaciones, cambios mínimos en las cuatro letras de la vida, por ejemplo, un cambio de una A por una C entre tres mil millones de piezas, era suficiente para activar un protooncogén y poner en marcha un tumor maligno. ¡Un solo cambio! De pronto, en 2008 surgió la posibilidad de descifrar los genomas del cáncer y empezamos a constatar que hay miles de mutaciones en cada uno de ellos, hasta tal punto de que cuando contemplé el primer genoma del cáncer descifrado en nuestro laboratorio y leí sus tres mil millones de letras con tantas mutaciones por cada rincón, quedé anonadado y desalentado.

—Usted escribe en el libro que ahí vio el caos. Debe de ser abrumador: a mí, al leerlo, me tumbó.

—Abrumador, porque si tienes tres mil millones de letras y sabes que con un cambio en una sola, un pequeño bache en este largo verso interminable, puede iniciarse un tumor, te preocupas. Lo milagroso, lo asombroso es no tener cáncer, porque tenemos tal colección de posibilidades y oportunidades de acumular daños… Tras leer con sumo detalle ese primer genoma del cáncer, uno de los primeros del mundo en ser descifrado, empezamos a pensar «esto es un caos» y la desesperanza fue total, porque había miles de mutaciones. Entonces lo asimilé a un naufragio genómico, a un cataclismo molecular del genoma.

—¡Qué imagen!

"Todo empieza con una célula que se vuelve egoísta, adquiere una mutación que le permite dividirse infinitamente mejor que las otras"

—Todo empieza con una célula que se vuelve egoísta, adquiere una mutación que le permite dividirse infinitamente mejor que las otras. Se duplica, se multiplica sin que nadie ni nada la controle y cuanto más mute, mejor para ella, porque así se defenderá con mayor eficiencia del sistema inmune. Sufrimos un caos genómico, y si lo observas desde fuera piensas «aquí no hay nada que hacer». La complejidad subyacente es infinitamente mayor que la esperada. Pero entonces me acordé de cómo empieza El hombre duplicado, de José Saramago: «El caos es un orden esperando a ser descifrado». Y Albert Camus también dijo que en medio del caos descubrió en su interior una calma invencible, una serenidad extraordinaria. Y Henry Miller en Trópico de Cáncer, precisamente en esa obra con ese título, nos recuerda que el caos es la partitura en la que está escrita la realidad. Si estos escritores tan excepcionales aventuraban que hay un orden en todo, había que buscarlo también en medio del caos tumoral.

—La cita clásica de Miguel Ángel y su David: le quitó lo que le sobraba a la piedra. Es decir, ordenó el caos.

—Lo digo en clase: «Además de para educaros en el asombro, vengo aquí a ayudaros a prescindir de lo que os sobra». Y sí, hoy podemos poner orden en el laberinto tumoral. Contento y orgulloso de que hayamos contribuido a ello desde nuestro laboratorio asturiano.

—Estamos hablando a nivel científico, pero ¿qué le dice personalmente a alguien que lo vive, lo sufre, tiene miedo? ¿Cómo convivir con esa incertidumbre?

"Lo asombroso es vivir. Lo sorprendente es no tener algunas de las enfermedades tan abundantes como el propio cáncer"

—Lo primero: entender que lo asombroso es vivir. Lo sorprendente es no tener algunas de las enfermedades tan abundantes como el propio cáncer, o el alzhéimer o muchas otras. Pero esta es la que más nos asusta. Aceptar que vivimos de milagro. Ahora, cuando hay tantas pruebas, tantas imágenes, tantos diagnósticos, tantos análisis… Llegará un momento en que todos seremos prepacientes. Segundo, aceptar la imperfección y la vulnerabilidad. Somos imperfectos. ¿Por qué la vida es asombrosa? ¿Por qué sabemos hacer tantas cosas? Porque nos arriesgamos mucho para poder pasar de bacterias cuyo único objetivo es soñar con….

—¿Una bacteria sueña?

—Sí, hoy lo dije en clase, los alumnos se me quedaron mirando con indisimulado escepticismo… Desde el principio de los tiempos, cada bacteria sueña con crear otra igual a ella. Ese es su objetivo. Una vez que una bacteria se divide, que siga la vida. Ella ya cumplió su requisito. En poco más de treinta días, una bacteria con alimento suficiente podría cubrir el planeta entero a base de divisiones continuas. Puro egoísmo en un mundo clónico sin enfermedades ni muerte. Los organismos complejos como nosotros asumimos varios riesgos: la infidelidad de la copia del material genético, la imprecisión en la comunicación celular, la deficiente regulación de los procesos biológicos con el paso del tiempo, la existencia de células progenitoras que nos construyen, que nos reparan, que nos renuevan los tejidos, pero que, al ser tan sofisticadas y delicadas, se convierten en las dianas fundamentales de las mutaciones que transforman a las células… La mayoría de los tumores se supone que surgen de las células stem o progenitoras del cáncer, que son solo unas pocas y muy especiales. Mientras no podamos eliminar completamente esas células, los tumores tendrán opciones de proseguir su viaje.

—¿Sabemos ya lo suficiente?

—Sí, sabemos mucho, pero para algunos ¡qué miedo saber tanto!, como diría mi filósofa de cabecera, Lola Flores. ¿Miedo porque sabes que somos vulnerables? No. ¿Porque sabes que vas a tener un tumor? No. El miedo en esto surge porque comprobamos continuamente que la sociedad no acaba de involucrarse activamente en la corresponsabilidad de la salud personal o colectiva. Prevenir, eso es lo primero, prevenir para vivir. Prevenir no es curar, es tratar de impedir. Un largo capítulo del libro explica cómo prevenir para vivir o para dificultar la llegada temprana del cáncer a nuestras vidas.

—¿Hay dietas anticáncer o alimentos anticáncer o pensamientos anticáncer?

"No hay alimentos anticáncer ni dietas anticáncer, pero sí que hay modos de vida y alimentación que contribuyen a prevenirlo"

—La respuesta es un no categórico: no hay alimentos anticáncer ni dietas anticáncer, pero sí que hay modos de vida y alimentación que contribuyen a prevenirlo. Tampoco hay dietas que curen el cáncer, aunque algunas pueden ayudar a mejorar los efectos de los diferentes tratamientos. De manera parecida, no me convence la obligación social actual del pensamiento positivo en los pacientes oncológicos. Con creciente frecuencia leemos o escuchamos que personas muy conocidas declaran: «He vencido al cáncer, lo he superado». ¿Y qué has hecho? «He tenido pensamientos positivos todo el tiempo». Muchos pacientes se preguntan: «¿Por qué yo no sé hacer esto? ¿Por qué ellos sí y yo no?». Y añaden: «Yo también quiero mantener un espíritu positivo, pero después de algunas sesiones de tratamiento no tengo fuerzas ni para respirar». Lo he vivido de forma muy clara estos días. A mi querida Julia Otero se le diagnosticó un tumor maligno el mes de febrero, y diez meses después pudo anunciar a sus más de un millón de seguidores de sus redes sociales que, después de un durísimo tratamiento, iba a volver a trabajar. La interpretación mediática en muchos casos fue: «Julia Otero vence al cáncer». Abrumada por la respuesta de exagerado optimismo recibida, fue ella misma la que tuvo que añadir: «Gracias por las ganas que tenéis de verme curada. Pero todavía no lo estoy, habrá que esperar al menos cinco años para sentirme así y borrar de mi cuerpo las secuelas de todo lo pasado».

—Ese rollo del pensamiento positivo es pura magia y me repele cada vez que alguien lo sugiere.

—Tiene razón Julia en sus reflexiones: esperanza siempre, pero también prudencia. No exageremos, no digamos lo que no es, no prometamos lo que no se puede cumplir y apliquémonos lo más posible en adoptar estrategias de prevención.

—Mucha gente piensa: «Un disgusto te causa un cáncer».

—Mucha gente lo piensa, pero hasta ahora no se ha podido demostrar fehacientemente que sea así. Sin embargo, artículos muy recientes avanzan en esa dirección y Egoístas, inmortales y viajeras se compromete mucho con esta idea y recoge la información más actual y mi opinión más personal sobre este tema. Sé que algunos van a decir «¿este de qué habla?», pero no me importa. Creo que un disgusto no es mutagénico, no actúa como un agente tóxico que tras exponernos a él provoca mutaciones que inducen cáncer, pero un estrés emocional muy importante o muy intenso, casos de los que tengo recogidos y estudiados una larga colección, es capaz de crear lo que ahora llamamos un microentorno celular permisivo. No es suficiente con las mutaciones para generar un tumor, hace falta ese entorno favorable para impulsar el crecimiento, la inmortalidad y el viaje de las células transformadas. Durante muchos años no se pudieron acumular pruebas suficientes para dar validez a estas ideas, pero todos tenemos presentes casos concretos de personas que, tras un disgusto gravísimo, desarrollaron tumores fatales al cabo de un cierto tiempo.

—¿Por qué ocurre esto?

"Los microbios que nos cohabitan de manera rutinaria son maravillosas fuentes de salud y vida"

—Tras una situación de estrés agudo o crónico comienzan a fallar nuestras defensas y la vigilancia antitumoral se ve seriamente comprometida. Se producen respuestas inflamatorias excesivas de las que se nutre el cáncer, aumentan los niveles de cortisol y se reducen los de diferentes factores antitumorales. Entre todos ellos, el efecto del debilitamiento del sistema inmunitario es decisivo. Recordemos una y otra vez que el sistema inmune es un regalo evolutivo que surgió no solo para luchar contra los microbios, sino también contra las células que abandonan el altruismo. De hecho, los microbios que nos cohabitan de manera rutinaria son maravillosas fuentes de salud y vida porque conforman el microbioma que nos protege y nos identifica. Por ejemplo, piensa que cada uno de nosotros liberamos una densa nube de treinta y siete millones de bacterias en una hora. En una hora.

—Sería horripilante verlo, como una fiesta de bacterias.

—Eso es: fiestas bacterianas. Cincuenta billones de células nos definen como humanos. Cincuenta billones de microbios nos definen como holobiontes. Mezcla de humanos y otra cosa. Mitad humanos y mitad inhumanos.

—Esta es otra imagen tremenda de las que nos da en el libro.

En ese momento nuestra fotógrafa, Victoria Iglesias, que asiste a toda la charla sentada y maravillada con López-Otín…

—Es abrumador… No voy a dormir hoy —afirma Victoria.

—No, no, Victoria. Deberías estar maravillada. ¿Tienes cáncer? —le pregunta López-Otín.

—No, pero igual soy pre-algo…

—Estás viva, recuerda que ese es el milagro, no tener cáncer. Ojalá pudiéramos conocer la lógica molecular del cáncer y de todas las enfermedades con absoluta profundidad. Mi mejor mantra no es otro que conocer para curar. Ojalá pudiéramos avanzar rápido y conocer los genomas y otros «omas» (epigenoma, proteoma, metaboloma,…) de todos nosotros cuando somos pre-cualquier-cosa para poder actuar. A mí lo que me da miedo no es el conocimiento de las enfermedades que puedo tener o que ya tengo. Lo que me da pavor es la ignorancia.

—¿Cuánto le debe este libro a los diversos pacientes que van apareciendo por su laboratorio?

"¿Por qué pienso que no se erradicará el cáncer? No se erradicará porque forma parte de nuestra esencia, de nuestros errores, de nuestras imperfecciones"

—Todo es de ellos y para ellos. Este libro es sobre la vida y sus imperfecciones. Empieza con la historia de Adán, a quien nunca conocí, pero a quien nunca olvidé. Después, otros pacientes van adquiriendo protagonismo, como el caso de Montse, que explica cómo va sintiendo el efecto de la enfermedad y los tratamientos sobre su cuerpo. En el libro hablo con toda naturalidad del cáncer: ¿por qué curamos ahora muchos más tumores que antes? ¿Por qué vamos a seguir progresando en esa tarea? ¿Por qué hay que reconocer que hoy todavía hay tumores que no se curan? ¿Por qué pienso que no se erradicará el cáncer? No se erradicará porque forma parte de nuestra esencia, de nuestros errores, de nuestras imperfecciones. Al ser parte de nuestra esencia siempre habrá tumores, incluyendo los insoportables tumores pediátricos… Lo que sucederá es que de algunos cánceres nos podremos curar mucho antes y otros los podremos cronificar. Seguiremos progresando en el conocimiento, será una lenta marea creciente, aunque siempre habrá fracasos, lo mismo que en cualquier otra enfermedad. Cada fracaso científico y terapéutico será un recordatorio de nuestra ignorancia y de nuestra arrogancia. Tenemos que interiorizar que la enfermedad es consustancial a la vida. El libro nos habla mucho más de la vida que del cáncer y nos invita a disfrutar del conocimiento, que es donde siempre acaba por encontrarse la grieta de Cohen por la que, finalmente, penetra la luz.

 

TITULO:   Batalla de Restaurantes - Cocina -  Sopas, cura para el cuerpo y gloria para el alma ,.


 Sopas, cura para el cuerpo y gloria para el alma ,.

 

Sopas, cura para el cuerpo y gloria para el alma

foto / Con la llegada del frío se ponen al fuego las primeras sopas. Un símbolo del adiós a la canícula. Aquella vida feliz bajo las estrellas del verano da paso a esa otra reconfortante y cálida sensación de la vida en color sepia. El omega 3 y la grasa de la sardina, la caballa y el boquerón dan paso al reconfortante aroma que se escapa de una olla hirviendo verduras, carnes y pescados. Es el chup-chup que reconforta cuando los cielos se tornan plomizos. El cuerpo y el alma se calientan con esos pucheros que contienen lo mejor de cada despensa. Pero las sopas no son una ciencia simple, aunque tampoco sea física cuántica. Pero requiere cierto conocimiento, técnica y perseverancia para explotar todas sus posibilidades. Planeta Gastro, a través de Sopas, escrito por la Fundación Alicia, nos introduce en ese universo. El otoño ha llegado y la sopa es su heraldo.

A la sopa se le conceden poderes taumatúrgicos que van más allá del hecho culinario: es reconstituyente, previene el resfriado e incluso combate las afecciones pulmonares. Los restaurantes modernos nacen en París en 1770 para ofrecer consomés y caldos a clientes acomodados que necesitaban reponerse de alguna enfermedad. Restaurant de hecho, proviene de restauration, un término que nos lleva a la idea del reconstituyente, según explica en el prólogo el catedrático de Historia de Yale Paul Freedman, especializado en la historia de la cocina medieval y quien ya abundaba en esa tesis en su Historia del paladar.

"Algunos expertos consideran que cuando las casas comenzaron a incorporar la calefacción disminuyó la necesidad de quemarse con una cuchara hirviendo"

Las sopas son un compendio de los valores que les confiere cada sociedad. Desde el pho vietnamita, que por ser creada en la época del colonialismo francés tardó más de un siglo en ser aceptada como plato nacional de primer orden; al caldo gallego, puro sustento para un día de duro trabajo en el campo;  pasando por la bullabesa de Marsella, de origen humilde, cocinada con los pescados más feos —congrio, rape— y que eran difíciles de vender. Pero las sopas son también la tierra. Son el paisaje. Prácticamente cualquier producto de la huerta o la despensa local sirve. Por ejemplo, la sopa de tortilla mexicana, también llamada sopa azteca: frijoles negros, jitomates, ajo, cebolla, chile pasilla y tortilla de maíz. O la minestrone italiana: un festival de verduras. Y además las sopas son un canto a la sostenibilidad, el culto a la cocina de aprovechamiento: el pan duro, los huesos y cualquier verdura a mano.

Un plato reconstituyente y curativo, una baliza antropológica, línea de meta del producto local y una elaboración antidespilfarro. Sin embargo, ¿qué ocurre con las sopas, cuyo consumo desciende vertiginosamente más allá de los rámenes de moda? Algunos expertos consideran que cuando las casas comenzaron a incorporar la calefacción disminuyó la necesidad de quemarse con una cuchara hirviendo. Toni Massanés, director de la Fundación Alicia, cree que “las estadísticas demuestran que somos cada vez más de picar, lo que ahora llaman snacking, y menos de plato hondo”. El descenso del consumo de alimentos procesados también ha hecho caer el consumo de las sopas industriales. Los informes de consumo alimentario en España, del ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación arrojan datos interesantes: el consumo per cápita de caldos en los hogares españoles es de 0,18 litros. Uno de los cambios de hábitos de consumo es que cae la trinidad clásica de primero, segundo y postre: en el 61% de las comidas solo hay plato único. Y otro dato relevante: el 36% de los alimentos se hacen a la plancha, el 34% se consumen en frío y un 30% hervidos o al vapor. El motivo que ofrecen los consumidores es fácil de entender: buscan alternativas que les alivie el día a día. Es la nueva normalidad gastronómica en los hogares españoles, donde solo en el 22% de las ocasiones se cocina por placer y un 20% se elige el plato por su sabor.

Sopas, elaborado por la Fundación Alicia, empieza estableciendo algunos parámetros técnicos para definir una sopa —textura y proporciones— y llega a hacer una interesante inmersión cultural desde las primeras vasijas del paleolítico, las sopas árabes especiadas en la Edad Media, la influencia de los ingredientes llegados de América a partir de finales del siglo XV o las sopas industriales convertidas en iconos pop por la gracia de Warhol. Un apartado notable es el dedicado a “la vuelta al mundo de las sopas”, que ofrece recetas de preparados en los cinco continentes.

"El libro es un regalo para los sentidos, una invitación al fuego lento, un canto a la alquimia placentera de mezclar ingredientes en el puchero que hierve y aromatiza el hogar"

El libro establece además un decálogo (+1) sobre las sopas. Como los Diez Mandamientos, pueden resumirse en tres (+1): cuidarás la calidad de los ingredientes sobre todas las cosas, no estigmatizarás el uso de la olla exprés, no abusarás de la sal en vano y honrarás en el puchero cuanto ingrediente te guste siempre que aporten aroma, sabor, color o textura. Amén. Y a partir de ahí, puro placer, se ofrece un recetario inmenso, goloso, nutritivo e imaginativo que invita a encender el fuego mientras se lee. Por destacar algunas propuestas, la sopa de setas con crema de Oporto hace salivar; con la sopa de castañas —que incorpora brandy— dan ganas de salir al campo y cimbrear el castaño; hay una propuesta de sopa de habas con picatostes con una potencia nutritiva que debería ser tenida en cuenta por la Nasa para sus misiones espaciales; una de gusto árabe como la sopa de garbanzos marroquí, con comino, canela, hinojo y limón que promete experiencias intensas; las hay clásicas como la de ajo, la minestrone, la de rape o la de carne con patatas; y se abren a explorar las posibilidades del consomé a la printanier (con verduras de primavera), a la chiffonade (espinaca y lechugas en tiras) o a la royal (con huevo cuajado con un crepe), con tapioca o con jerez y brandy, de gusto clásico. No se dejan atrás las sopas frías evolucionadas como el gazpacho de cerezas y mango o las sopas dulces con albaricoque, naranjas o plátanos y la sopa inglesa de de vainilla. Un centenar largo de recetas que servirán por igual a los cocineros profesionales y a los aficionados con ganas de experimentar.

El libro es un regalo para los sentidos, una invitación al fuego lento, un canto a la alquimia placentera de mezclar ingredientes en el puchero que hierve y aromatiza el hogar, “un misal para el proselitismo de la fe sopera”, como escribe Massanés.

No hay comentarios:

Publicar un comentario