TITULO: Cartas en el tiempo - Premio a una energía campeona,.
Cartas en el tiempo ,.
Miércoles - 7 - Agosto a las 20:00 en La 2 / foto,.
Premio a una energía campeona,.
Carolina Marin,.
La primera vez que oí hablar de Manuel Iribarren caía el agua por las ventanas de los pisos. El vecindario, siguiendo la secular tradición, nos empapaba «cubo va, cubo viene» a los chavales que recorríamos la calle Estafeta el 6 de julio, muy poco después del chupinazo. Nuestra ropa blanca era color del vino y ya nos habíamos conjurado para no dormir hasta el día siguiente. Mi amigo Miguel me gritó al oído: «¡Ahí está la placa de mi abuelo!».
Le grité a mi amigo: «¡Joder! ¿Tu abuelo ganó el Premio Nacional de Literatura y no me lo habías dicho?». A partir de ahí, durante aquella semana de fiesta y muchas de las noches que vinieron, presenté a Miguel como «el nieto del gran Manuel Iribarren». Acto seguido, me ponía a relatar la vida del insigne escritor, que es lo que me propongo transcribir ahora en estas páginas.
Miré al cielo. Seguía cayendo el agua desde los balcones. Seguíamos mojando los labios donde podíamos. Luego lo entendí. Es la misma sensación… que cuando se descubre a un gran escritor entre los muertos.
Miguel no había leído todavía a su abuelo. Al poco de llegar a Madrid, en una librería de viejo, en Malasaña, me topé con uno de sus libros. Indiqué: «Si hay algo más de él, me lo llevo también». Miguel y yo fuimos descubriendo a su abuelo simultáneamente. En mi caso, con una inusitada obsesión que a él siempre le ha hecho muchísima gracia. Carlos, su hermano, otro de los nietos, piensa que estoy totalmente loco. Y tiene razón.
No sólo me sorprendió que el abuelo de mi amigo hubiera sido escritor. Lo que más me sorprendió es que le hubiesen dado el Nacional de Literatura a un navarro… ¡por publicar novelas! Los navarros, para qué andarnos con rodeos, siempre hemos estado a otras cosas. Pío Baroja, que pasó su niñez en Pamplona, hablaba de la «cleromilitarina» que pasaba por nuestras venas. Y el propio Iribarren, en el prólogo de su diccionario de escritores navarros, ironizaba diciendo que en Navarra siempre ha habido más escritores que lectores; lo que disuadía de la novela a los potenciales hombres de letras.
Entre los navarros de aquella época, ¡qué narices!, también entre los de ahora, abundan —la cita es del propio Iribarren— «los contratistas de obras, los solterones acomodados, las madres superioras y los respetables cabezas de familia con el porvenir resuelto». Se nos ha dado mucho mejor inspirar novelas que escribirlas. El dato más escalofriante, pero que mejor puede transmitir mi sorpresa al descubrir a este novelista, lo anotó García Serrano: esta tierra ha dado 389 escritores en toda la historia… y 40.000 voluntarios en apenas una mañana para el golpe de Estado que inició la guerra de 1936.
Así que, si tenía un paisano que se entregó en cuerpo y alma a la literatura, mi misión de periodista, como poco, era descubrir parte de ese cuerpo y llegar al fondo de esa alma. Fui leyendo en orden cronológico los libros de Iribarren. A partir de ahí, comencé a cruzar las reflexiones que nacían de esos títulos con sus vivencias.
La familia Iribarren Santesteban es un milagro porque ha conservado el legado de su padre con un mimo extraordinario. Recuerdo perfectamente el día en que visité por primera vez la casa donde vivió don Manuel hasta su muerte. Los papeles viejos, crujientes y amarillos; la biblioteca, su correspondencia, esta novela inédita que ahora se publica y un montón de obras de teatro todavía hoy pendientes de llevarse a escena.
Iribarren fue sofisticado hasta el extremo. Un «francotirador de las letras», le decían. Guardaba los mecanoscritos originales, las anotaciones de la censura y las reseñas que, de sus obras, aparecían en prensa. Escribía a lápiz, luego con tinta y finalmente a máquina. Ocho horas todos los días, como un funcionario. «A veces le salían tres cuartillas y a veces veinticuatro», contó en una entrevista.
Pero empecemos por el principio. Manuel Iribarren Paternáin llegó con el siglo XX a la calle Estafeta. Su padre fue «integrista» —el adjetivo es de sus amigos— y la madre también debió de ser muy religiosa. Recuerdo unos sonetos que le escribió a su muerte y que decían: «Por ti pude yo ser santo o asceta, pero humilde y humano en el intento, por ti soy soñador y soy poeta». En eso, en la religiosidad, Iribarren sí fue un navarro prototípico. Por cierto, su poesía, que él mismo antologó al final de su vida, también continúa inédita.
En aquella época, solía contarse este chiste en Pamplona:
—¡Viva el rey!
—¿Qué rey? ¿Don Juan o don Carlos?
—Calla, coño, ¡eso ya nos lo dirá el cura!
Eso éramos los navarros. Y eso era, en cierto modo, Iribarren.
Lo que más sorprende de este autor es que se formara “independientemente en los libros y en la vida” —decían las solapas de sus títulos—. Hablando en plata: autodidacta. Educación elemental y para de contar. Un niño enamorado de la literatura, la historia y la poesía hasta el punto de convertirse, él solo y a la luz de un candil, en un verdadero intelectual. Porque aparte de sus novelas, su poesía y su teatro, están sus ensayos, que son de gran hondura. Cito: «Los grandes hombres ante la muerte» y «Pequeños hombres ante la vida»: investigaciones financiadas por la Fundación Juan March que relatan la relación con la muerte de Sócrates, Julio César y compañía; además de la relación con la vida de los asaltacaminos y villanos más seductores.
Recuerdo cuando leí Los grandes hombres…. Pensé que sucumbiría, pero es un ensayo fascinante por el tema y el modo en que se aborda. En este capítulo también conviene mencionar su biografía El príncipe de Viana, que publicó la mítica colección Austral y que le valió grandes elogios de Gregorio Marañón y Jacinto Benavente. Iribarren jamás ocultó su ausencia de estudios. Es más: presumió de ella. ¡Con lo fácil que hubiera sido, sin internet, haberse inventado un par de carreras!
Entonces, igual que hoy, los escritores no sólo necesitaban de talento para prosperar, sino también de una importante red de alianzas que les permitiera publicar con grandes editoriales y darse a conocer. Por eso, Iribarren se fue a Madrid.
Llegó a la ciudad recomendado por dos padrinos importantes: Valentín Gayarre, prohombre del Partido Liberal y sobrino del mítico tenor Julián Gayarre; y Víctor Pradera, autor de buena parte de la doctrina carlista. El trágico final de Pradera, además de algunos sucesos vividos en el Madrid republicano, determinaron la conducta de Iribarren a partir de 1936, cuando sintió la guerra como suya y quiso ganarla con disparos de palabras.
Víctor Pradera, un anciano de 64 años, estaba en San Sebastián cuando le advirtieron: «Cruza a Francia o te matarán». No quiso cruzar porque su hija estaba a punto de dar a luz. Cuando las tropas del general Mola estaban ya tomando la ciudad, Pradera fue fusilado en el cementerio junto a otros presos. Pero luego hablaremos de la guerra.
Estamos en ese Madrid brillante de los años veinte y treinta. Manuel Iribarren quiere escribir teatro y novela. Frecuenta a Jacinto Benavente, que lo acoge como una suerte de discípulo. Así me lo muestran sus autógrafos y unas cartas donde el Nobel aconseja y opina sobre los libros que va publicando nuestro protagonista. Don Jacinto, dicen los que saben, era gay. La vida puede ser maravillosa: Iribarren, el hijo del integrista, le debe a un homosexual la entrada en los círculos literarios de Madrid.
En esos años, visitó con regularidad también a otras dos estrellas de la comedia: los hermanos Joaquín y Serafín Álvarez Quintero. Conoció a Antonio Machado, su poeta preferido. Tuve constancia de ello una noche de cerveza, en casa de la familia Iribarren, trasteando en esa biblioteca repleta de primeras ediciones. Al lado de El romancero gitano de Lorca había unas Canciones escogidas dedicadas por el autor de Soledades.
Si Benavente era el dramaturgo de referencia para el joven Iribarren, Pío Baroja fue su novelista de cabecera. De ahí que asistiera con regularidad a la tertulia libresca que tenía lugar en la librería Tormos, muy cerca de la Gran Vía. Aunque aparentemente era una tertulia, la conversación siempre giraba en torno a don Pío, que sorprendía con sus dardos tremendistas. Muchos de ellos iban dirigidos contra la Iglesia y los curas, lo que inquietaba a Iribarren. Un día, cuando ya tenían confianza, dijo don Pío: «La Biblia es una majadería y los Evangelios son una sandez». Iribarren le respondió: «No diga usted cosas raras, don Pío». A pesar de todo, Iribarren soñaba con parecerse a Baroja. Le fascinaba que hubiera alcanzado el éxito con personajes rurales, nacidos en los pueblos y las montañas. Iribarren vivía en aquel tiempo inmerso en una paradoja: creía en el campo como materia principal de la novela, pero debía ganarse el pan en la ciudad. Esa defensa de lo que hoy se llama «España vacía» le hizo sintonizar con Miguel Delibes, con quien se cartearía mucho. Recuerdo unas líneas postales que le mandó el autor de El camino: «Confío en que esta amistad iniciada en La Mancha amarillee en Pamplona y Valladolid. ¡Vivan las provincias modestas!».
Manuel intenta ganarse el don muy joven, escribiendo en los periódicos, redactando obras de teatro y apuntalando su primera novela. Pero resultaba muy difícil pagar una pensión, los cafés y las fiestas de esa manera. Manuel le debe mucho a su hermano Juan, un funcionario de Correos que, desde Pamplona, le giraba dinero cuando lo necesitaba. Esta dedicatoria, en el frontispicio de una de las novelas, es en realidad un poema: «A mi hermano Juan. Hombre laborioso, maestro de constancia. Mi primer lector, mi primer espectador y piloto exclusivo de mi aventura solitaria rumbo al Ideal. ¡Quiera Dios que los bajíos de la indiferencia no rompan la quilla de mi nave! ¡Llegaremos a buen puerto!».
Iribarren encontró el éxito que buscaba al llegar la República. De 1931 es Retorno, su primer título, que sacó Espasa. Figurar en aquel catálogo era estar entre los grandes. «Sólo yo sé las páginas que he escrito en silencio antes de mostrarme a la luz», dijo entonces.
Aquella novela incluyó un prólogo que nos dice mucho sobre la verdad de Manuel Iribarren. Personalidad, ambiciones, ideología… No pudo resistir la tentación de describir cómo la revolución republicana se abría paso al otro lado de la ventana mientras terminaba su libro. Se definió como «un republicano improvisado». Pero lo hizo con cierta ironía y algo de cinismo: «El pueblo se inflama de alegría. Desde mañana se suprimirá el dolor: el pobre será rico; el torpe, inteligente; el malo, bueno».
También aprovechó para declararse enemigo teorizante del comunismo. Porque el marxismo —subrayó— aplaca el estímulo y la diferencia. Lo explicó con el paisaje. Según Iribarren, el comunismo no puede funcionar porque en las montañas hay valles, colinas, ríos, bosques… Nada es ni puede ser igual.
Me sorprendió mucho que el autor quisiera descubrirse así en la publicación de una novela que nada tiene que ver con la política. Ya entrando en harina literaria, defendía la necesidad de que las novelas incluyeran «expresiones vigorosas y capítulos escabrosos». Atención a este párrafo: «No cabe duda de que en los tiempos modernos la moral ha cambiado. Pero la verdad no puede ser inmoral nunca. Y verdad es que la vida está llena de capítulos inmorales. Si una novela pretende reflejar la verdad de la vida, necesariamente tiene que asomarse al borde de lo inmoral».
Con la primera quema de iglesias, Iribarren tornó en ferviente antirrepublicano. Paradójicamente, el mejor Manuel Iribarren se desarrolló en los tiempos que más desafección política le generaron: el auge de la República y el final del franquismo. Sus mejores libros nacieron republicanos y con Franco moribundo. Por eso, lo tengo claro, el Iribarren más necesario es el de Retorno, pero también el de sus dos últimos títulos, este inédito que se publica ahora —El miedo al mañana— y Las paredes ven. Entre 1936 y 1970, se sintió responsable de hacer ideología con sus novelas. «Todo arte es propaganda», le gustaba recordar. Y tiene sobrados títulos para acreditarlo. Véase Pugna de almas o Encrucijadas. No obstante, de los años duros de la dictadura debemos salvar —¡ojalá un editor valiente volviera a publicarla!— San Hombre: una novela de parte, es cierto, pero una novela literariamente bellísima. Quizá las páginas más hermosas que se hayan escrito sobre la ciudad de las murallas. Llegó a prepararse un guion cinematográfico, pero nunca empezó el rodaje. La suelo rescatar yo mismo con frecuencia llamando San Hombre a mi amigo Miguel, el nietísimo, cada vez que protagoniza una proeza.
El Iribarren inmoral, si se puede decir así, es el mejor Iribarren. El de este El miedo al mañana, el de Las paredes ven, que empieza con una mujer estampada en la carretera, caída de una azotea; un cadáver en ropa interior a la vista de los vecinos. Ese que, desde el más allá, voló la cabeza de su nieto. Me llamó Miguel: «¡Joder con mi abuelo! ¡Acabo de leer esa escena en la que una mujer le rebana la chorra a un tío!».
La guerra lo alteró todo. Incluso a algunos grandes escritores se les escapó el hecho de que en ocasiones los cadáveres pueden presentarse de manera inesperada, incluso en lencería fina; y que una mujer puede recompensar de esa forma, con la castración, a un hombre insoportable.
El Manuel Iribarren de la República escribió que «el estómago y el sexo» son lo que nos explican: «Debemos aceptar esa verdad biológica e ineludible en toda su crudeza». Retorno, por cierto, se volvió a publicar años después… tremendamente censurada. La primera edición de esa novela, prácticamente inencontrable hoy, es sensacional.
Hay, incluso, un libro en que se puede palpar, ¡en directo!, la conversión de la novela libre de Iribarren en otra cosa. Se titula La ciudad. La tenía prácticamente acabada en 1936, pero estalló la guerra y, justo antes de publicarla, cambió algunas partes para sumarse al golpe a través de la literatura. Es una buena novela, muy bien escrita como todas las suyas, traducida al italiano y no recuerdo si al alemán. Fueron aquellos libros moralizantes, como bañados por la obsesión unamuniana de que todo lo que se escribe debe ayudar al lector a «hacerse un alma».
Llegó 1936. Iribarren tiene una novela publicada con Espasa que ha recibido elogiosas críticas y, en el mes de marzo, ¡ha logrado estrenar una comedia en el Teatro Español! Se tituló La otra Eva y contó con un reparto de primera. No cosechó un éxito atronador, pero sí el suficiente como para que se le incluyera en la nómina de dramaturgos con futuro. Pero la guerra… la guerra truncó demasiadas vidas. Iribarren pasó de ser un escritor que se abría paso en Madrid, a uno de provincias que tuvo que pelear contra viento y marea para que se le siguiera publicando en los grandes sellos. A él, eso le pesó. Lo veo en sus cartas, en sus viajes improvisados a Madrid para recordar los viejos tiempos. Como a casi toda esa generación, le cambiaron las ideas. Extraviaron algunas de las mejores y se les endurecieron muchas de las peores. «El terror se contagia», llegó a confesar.
Para cuando se estrenó aquel verano sangriento, ya era un autor que se había significado políticamente. Sabía que podía tener problemas. El sereno de su barrio, su mejor agente de información, le aconsejó dejar de salir por la noche. En la familia Iribarren recuerdan que un día fueron a por él, pero ya se había ido. No le encontraron.
Iribarren llegó a Pamplona cuando empezaba la segunda semana de julio. Lo hizo con motivo de los sanfermines, pero el golpe era una realidad a punto de escribirse. En la ciudad navarra se conspiraba abiertamente en los cafés. De camino, en el autobús, tuvo un enganchón con un hombre prorruso.
El 18 de julio le habían pasado muchas cosas. El caldo de cultivo que explica el nuevo tono de sus novelas es más o menos este: han intentado matarlo, han asesinado a su querido Víctor Pradera tienen presos a sus admirados hermanos Álvarez Quintero y concibe que la quema de iglesias «pone en riesgo la civilización occidental».
Tenía 33 años. No le tocó ir al frente. En Pamplona, como ya se ha dicho, hubo voluntarios de sobra. Pero Iribarren quería participar de alguna manera y pronto se presentó en los talleres del recién fundado Arriba España. Aquel diario impulsado por Fermín Yzurdiaga, primer delegado nacional de propaganda del naciente franquismo, se instaló en lo que había sido La Voz de Navarra, una cabecera nacionalista vasca que okuparon.
A Iribarren tuvo que impactarle. Porque él, antes de la guerra, durante y después, siempre sostuvo que las culturas vasca y navarra son en realidad la misma. Fue un gran amante de lo euskaldún. Este parecer lo hizo, en democracia, irrecuperable para algunos sectores de la derecha. No les encajaba.
Ese Arriba España merece una mención más concreta: allí coincidieron las mejores plumas del bando sublevado. Además de Iribarren, participaron Gonzalo Torrente Ballester, Pedro Laín Entralgo, Eugenio d’Ors, Luis Felipe Vivanco, Dionisio Ridruejo, José María Pemán o Luis Rosales.
El tono de lo que publicaban era violento y fantasmagórico, pero era impresionante el amor que profesaban por la tipografía y la escritura. Resulta muy difícil encontrar un diario donde se escriba tan bien como en aquel, donde se mime tanto la estética. Me viene a la cabeza Pedro J. gritándonos en la redacción: «¡Vigilad la sintaxis!»… y pienso que no habría estado mal un Gandhi en aquella otra gritando: «¡Vigilad los derechos humanos!».
Rafael García Serrano, periodista en el Arriba, habló del ambiente de retaguardia en aquel palacio medieval del barrio viejo. Había una habitación noble, «el salón del arquero». Y después estaban los talleres y la imprenta, donde se manchaban las manos de tinta. Empezaba la cosa con mucho café a eso de las diez de la noche. Acababa al amanecer, con el periódico impreso y un desayuno de churros y aguardiente. De Iribarren nos dice García Serrano: «Era grave, socarrón, ameno conversador y se conocía muy al dedillo la vida literaria madrileña. Era un católico barojiano y las cosas de don Pío le hacían gracia [¡salvo las de los Evangelios!] Al menos una vez por semana aparecía por el periódico y bajaba a la cueva, donde a veces corregía pruebas, porque era muy meticuloso y le sacaban de quicio las erratas. También hizo censura y alguna vez le fui a ver a una sala en el Gobierno Civil. Atendía más a los temas estrictos de la censura militar que a otra cosa porque tenía amplio criterio y yo creo que jamás tachó a nadie ni media palabra».
Cuando acabó la guerra, don Manuel buscó a sus amigos de la vida anterior. Logró contactar, al mes de entrar Franco en Madrid, con Joaquín Álvarez Quintero. Serafín, el querido hermano, había muerto de una hemorragia cerebral tras sufrir una detención, registros e interrogatorios varios. Se le pudo poner el crucifijo en el ataúd gracias a la intervención de Melchor Rodríguez, conocido como «el ángel rojo».
Escribió Joaquín Álvarez Quintero, triste por la muerte de su hermano, pero alegre de que aquel chaval de Pamplona, Manolo Iribarren, hubiera sobrevivido a la salida de Madrid: «Mi estimado amigo, su carta me libra de una preocupación que he tenido constantemente entre las muchas que me acosan y obsesionan. He temido por su vida. Ya veo que vive, a Dios gracias, y barrunto que con ánimos y fuerzas para seguir la lucha. Mi dolor por la muerte de Serafín no tiene consuelo, aunque sí el lógico alivio que dan las horas en su incesante caminar».
Empezó una vida apacible para Manuel Iribarren. Cumplidos los 55, se casó con Ángeles Santesteban, una navarrica diecisiete años menor que él, con la que llevaba de novios desde hacía tres lustros. Escribía don Manuel en los años de la República que, para él, el hogar era un fuego tan resplandeciente como inalcanzable. Se lamentaba por ser incapaz de formar uno, aunque estoy seguro de que, en esa época, casarse a los cincuenta era sinónimo de haber exprimido mucho la vida. Me acuerdo, por ejemplo, de los tripulantes de la Nave de Baco, aquellos intelectuales pamploneses que iban por la noche al cabaré y amanecían en misa de ocho en carmelitas.
Pero don Manuel, por fortuna, se casó. Nacieron Juan Manuel, Santiago —arquitecto que ilustra con brillantez estas páginas— y María Eugenia. Y digo por fortuna porque gracias a ese matrimonio, don Manuel encontró al fin «el fuego del hogar»… y nació mi amigo Miguel.
Tener tres hijos supuso un cambio en su vida. Don Manuel tuvo que buscar un sueldo fijo. Se empleó en la Diputación y acabó dirigiendo la Biblioteca General de Navarra. También fue autor de la todavía letra del himno oficial de su tierra. Encontró el éxito mayor, el Premio Nacional de Literatura, con la publicación de El misterio de Obanos, una leyenda en verso que se sigue representando cada año.
Una de las cosas más emocionantes que me pasó en casa de los Iribarren fue descubrir, en algunas cajas bien ordenadas, los libros inacabados. Había guiones, papeles escritos a mano, cartas donde contaba a sus amigos esa sensación tan maravillosa que es el libro en marcha; esa especie de música que te agarra por las solapas y te lleva a construir personajes, a buscar datos en lo más profundo de un archivo, a no poder dormir por culpa de las páginas que se van escribiendo en la cabeza, cuando la ciudad duerme y la luz está apagada, pero tú no quieres cerrar los ojos, ¡no puedes!, sólo quieres escribir, te hablan y no escuchas. Escribir, ¡sólo escribir!
Tenía los papeles en mis manos y era como si palpitaran. Junto a El miedo al mañana —esta novela inédita que ya no lo es, desde ahora— reposaba el acta de un jurado. Don Manuel la había presentado a un premio prestigioso, el del Ateneo de Oviedo. Había logrado pasar a la final, pero un solo voto le dejó sin el dinero del premio… y sin lo más importante: la publicación del libro.
Como si fuera consciente de que la vida se le acababa, el escritor se puso en contacto con varias editoriales. Tenía prisa, sabía que la novela valía la pena, que era una de las mejores entre las suyas, pero las respuestas editoriales son lentas como el invierno en Pamplona. Sin recibir el OK de alguna, don Manuel se murió.
Pero era de noche, era Navidad. Santiago, mi amigo Miguel y yo ya podíamos mirar todos esos papeles de otra manera. La editorial Almuzara había decidido embarcarse con nosotros en el proyecto. Toda esa búsqueda entre viejos papeles ya no era rebuscar entre las cosas de un fallecido, sino tocar con las manos a un resucitado.
Aquel 11 de noviembre de 1973, él se encontró mal al mediodía. Infarto y edema pulmonar. Murió por la noche. Ya había tenido antes dos sustos en el corazón. El primero ocurrió durante un viaje a Madrid y se conchabó con el amigo que le acompañaba, Jesús Lacasia, para ocultárselo a su mujer.
Don Manuel se murió sin haber ido apenas al médico. Era normal. En su tertulia había trece doctores. Además, fue amigo de Gregorio Marañón. Debió de ser cierta la proverbial paciencia del más famoso de nuestros galenos. Se me acumulan en la memoria todas esas cartas que Marañón le enviaba a Iribarren: «Mi querido amigo. Con todo interés he visto a su recomendada, la señorita Carmen Ezcurra, que padece una forma intensa de miastenia. Haremos todo lo posible por ella. Tendré el mayor gusto en verle cuando pase por aquí […] Mi querido amigo. He visto a su recomendado Alberto María Murillo, que padece un trastorno del crecimiento»…
Una vez, en una entrevista, le pregunté a José Luis Garci por la existencia de Dios. Me respondió contándome una noche con Severo Ochoa en Oviedo. Estaban tomándose un Martini. El Nobel de Medicina le dijo: «No hay nada. Desengáñate, somos física y química». Respondió nuestro Garci: «Naturalmente, pero con una gota de misterio».
Manuel Iribarren lo escribió de otra forma. Asumía que la física y la química nos explican, que el estómago y el sexo nos determinan, pero añadió que «hay algo por encima de las nubes y las estrellas que nutre de anhelos el corazón humano».
Martín Vidaurre, el protagonista de San Hombre, solía preguntarse: «¿Cómo será el cielo?». Él mismo se respondía: tiene que ser como Pamplona, con su frío, su lluvia y su música de campanas. Es verdad: el cielo, si existe, debe de ser como Pamplona. Un lugar donde resulta más sencillo amasar la felicidad. Un lugar donde, de vez en cuando, cada cincuenta o cien años, se redescubre y se publica la novela inédita de un gran escritor que el tiempo había sepultado en el olvido.
TITULO: Las rutas de Ambrosio - Tierra de Campos ,.
El sabado - 10 - Agosto , a las 19:10 por La 2, foto,.
Tierra de Campos,.
Gonzalo inicia su viaje por Tierra de Campos para descubrir la gastronomía de esta comarca, que ocupa gran parte de las provincias de Palencia, Valladolid, Zamora y León. Su primera parada le lleva a conocer los palomares de Castroverde de Campos y degustar el pichón estofado, el plato estrella.
TITULO: LAS
RUTAS DE VERONICA - Refugio Cabaña Verónica,.
El sabado - 10 - Agosto , a las 18:10 por La 2, foto,.
Refugio Cabaña Verónica,.
Para llegar a la estación superior del teleférico de Fuente Dé o también
conocido como El Cable, debemos subir en el que está situado en el
Valle de Camaleño en la Comarca de Liébana, un bonito y bello rincón de
Cantabria.
Se llega cogiendo en Potes la carretera CA-185 en
dirección Fuente Dé y un cartel nos indicará que a unos 23 km
aproximadamente llegaremos a Fuente Dé donde nos encontraremos la
estación inferior del Teleférico donde subiremos en este medio de
transporte.
Es aconsejable llevar compradas las entradas por
internet (http://telefericofuentede.com/) aunque se pueden adquirir en
taquilla pero te puedes arriesgar a que no haya ticket.
CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES
Para
comenzar esta ruta hacia el refugio de Cabaña Verónica, una vez estemos
arriba en la estación superior del teleférico de Fuente Dé tendremos
que seguir las señales del PR-PNPE-23 que nos lleva hacia el collado de
Horcados Rojos.
Es un camino muy evidente durante todo el
trayecto, solo hay fijarse bien en las marcas blancas amarillas del PR,
que irán coincidiendo con las del PR-PNPE-24 y PR-PNPE-22 hasta la
Horcadina de Covarrobres.
Justo en esta intersección de la
Horcadina de Covarrobres, lugar que aconsejamos para y contemplar las
vistas ya que son magníficas, hay que coger el sendero hacia la
izquierda que nos introduce en el interior del macizo central de Picos
de Europa.
Como se puede observar en las fotos el sendero está
muy pisado y marcado, no debemos desviarnos en ninguno de los dos cruces
que nos vamos a encontrar, que son:
1- Uno que te lleva a Fuente Escondida y las minas de Lloroza.
2-
Otro muy cercano al refugio de Cabaña Verónica que te sube a la canal
de la Canalona para allí enlazar con otras rutas o ascender a picos tan
emblemáticos como Peña Vieja (2.613m) cima más alta de Cantabria.
Nos
daremos cuenta que cuanto más nos vayamos adentrando en la ruta el
sendero se vuelve más complicado, con piedra suelta y varias subidas con
desnivel importante que luego hay que tener en cuenta ya que las
bajaremos en nuestra vuelta de la ruta.
Llegaremos a un cruce
siguiendo la ruta del PR-PNPE-23 que nos indicará mediante una estaca de
madera el refugio de Cabaña Verónica a la izquierda y a la derecha el
continuar hasta el collado de Horcados Rojos.
La ruta consiste
en llegar a este increíble lugar, pero si el día sale bueno y se tiene
ganas es muy aconsejable ir hacia el collado de Horcados Rojos, se
tendrán unas vistas increíbles del Picu Urriellu incluso del mar
cantábrico.
Para llegar al refugio de Cabaña Verónica habrá que
salvar una pequeña subida donde deberemos fijarnos bien en los hitos
para no despistarnos mucho y acabar semi trepando por las rocas para
llegar al refugio.
Una vez en el refugio solo queda disfrutar
de las vistas, de la amabilidad del guarda y de hacerse fotos con uno de
los refugios de montaña más peculiares del mundo.
En este
refugio se pueden obtener bebidas y alimentos, también se puede
pernoctar pero para eso hay que ponerse en contacto antes con Jorge, el
guarda del refugio, mediante teléfono que encontramos en google.
Una
vez creamos conveniente volveremos sobre nuestros pasos teniendo
cuidado, sobre todo al principio ya que el sendero tiene mucha piedra
descompuesta y tendremos algún resbalón que otro.
Ruta que
debes hacer si vienes a este lugar de Picos de Europa, pero siempre
consciente de que se necesita una preparación, planificación y sentido
común.
CONSEJOS
Esta ruta de ida y vuelta al refugio
de Cabaña Verónica, es dependiendo de la época del año y la climatología
una ruta de nivel medio o difícil, ya que si nos encontramos nieve o
viento o lluvia o todas unas se puede complicar ya que no encontraremos
ningún lugar para resguardarnos. Incluso si sale un día muy soleado y de
calor también se puede complicar ya que no encontraremos agua por el
camino.
Se llega cogiendo en Potes la carretera CA-185 en dirección Fuente Dé y un cartel nos indicará que a unos 23 km aproximadamente llegaremos a Fuente Dé donde nos encontraremos la estación inferior del Teleférico donde subiremos en este medio de transporte.
Es aconsejable llevar compradas las entradas por internet (http://telefericofuentede.com/) aunque se pueden adquirir en taquilla pero te puedes arriesgar a que no haya ticket.
CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES
Para comenzar esta ruta hacia el refugio de Cabaña Verónica, una vez estemos arriba en la estación superior del teleférico de Fuente Dé tendremos que seguir las señales del PR-PNPE-23 que nos lleva hacia el collado de Horcados Rojos.
Es un camino muy evidente durante todo el trayecto, solo hay fijarse bien en las marcas blancas amarillas del PR, que irán coincidiendo con las del PR-PNPE-24 y PR-PNPE-22 hasta la Horcadina de Covarrobres.
Justo en esta intersección de la Horcadina de Covarrobres, lugar que aconsejamos para y contemplar las vistas ya que son magníficas, hay que coger el sendero hacia la izquierda que nos introduce en el interior del macizo central de Picos de Europa.
Como se puede observar en las fotos el sendero está muy pisado y marcado, no debemos desviarnos en ninguno de los dos cruces que nos vamos a encontrar, que son:
1- Uno que te lleva a Fuente Escondida y las minas de Lloroza.
2- Otro muy cercano al refugio de Cabaña Verónica que te sube a la canal de la Canalona para allí enlazar con otras rutas o ascender a picos tan emblemáticos como Peña Vieja (2.613m) cima más alta de Cantabria.
Nos daremos cuenta que cuanto más nos vayamos adentrando en la ruta el sendero se vuelve más complicado, con piedra suelta y varias subidas con desnivel importante que luego hay que tener en cuenta ya que las bajaremos en nuestra vuelta de la ruta.
Llegaremos a un cruce siguiendo la ruta del PR-PNPE-23 que nos indicará mediante una estaca de madera el refugio de Cabaña Verónica a la izquierda y a la derecha el continuar hasta el collado de Horcados Rojos.
La ruta consiste en llegar a este increíble lugar, pero si el día sale bueno y se tiene ganas es muy aconsejable ir hacia el collado de Horcados Rojos, se tendrán unas vistas increíbles del Picu Urriellu incluso del mar cantábrico.
Para llegar al refugio de Cabaña Verónica habrá que salvar una pequeña subida donde deberemos fijarnos bien en los hitos para no despistarnos mucho y acabar semi trepando por las rocas para llegar al refugio.
Una vez en el refugio solo queda disfrutar de las vistas, de la amabilidad del guarda y de hacerse fotos con uno de los refugios de montaña más peculiares del mundo.
En este refugio se pueden obtener bebidas y alimentos, también se puede pernoctar pero para eso hay que ponerse en contacto antes con Jorge, el guarda del refugio, mediante teléfono que encontramos en google.
Una vez creamos conveniente volveremos sobre nuestros pasos teniendo cuidado, sobre todo al principio ya que el sendero tiene mucha piedra descompuesta y tendremos algún resbalón que otro.
Ruta que debes hacer si vienes a este lugar de Picos de Europa, pero siempre consciente de que se necesita una preparación, planificación y sentido común.
CONSEJOS
Esta ruta de ida y vuelta al refugio de Cabaña Verónica, es dependiendo de la época del año y la climatología una ruta de nivel medio o difícil, ya que si nos encontramos nieve o viento o lluvia o todas unas se puede complicar ya que no encontraremos ningún lugar para resguardarnos. Incluso si sale un día muy soleado y de calor también se puede complicar ya que no encontraremos agua por el camino.
TITULO:
¡ Qué grande es el cine ! - ME RESBALA - AQUEMARROPA - ¡ QUE TIEMPO
TAN FELIZ ! - EL HORMIGUERO VIERNES - 9 - Agosto - Ona Batlle ,.
¡Qué grande es el cine! fue un programa de cine dirigido por José Luis Garci y emitido por Televisión Española por su cadena La 2.
El
programa comenzaba con una presentacLa actriz Juana Acostaión de la
película que se emitía esa noche, posteriormente esta película se emitía
y acababa con una tertulia entre Garci y los invitados del día sobre
ella.1 El programa comenzó a llevarse a cabo en enero de 1995 y comenzó sus emisiones el 13 de febrero del mismo año., etc.
¡Qué grande es el cine! fue un programa de cine dirigido por José Luis Garci y emitido por Televisión Española por su cadena La 2.
El
programa comenzaba con una presentacLa actriz Juana Acostaión de la
película que se emitía esa noche, posteriormente esta película se emitía
y acababa con una tertulia entre Garci y los invitados del día sobre
ella.1 El programa comenzó a llevarse a cabo en enero de 1995 y comenzó sus emisiones el 13 de febrero del mismo año., etc.
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Qué grande es el cine ! - ME RESBALA - AQUEMARROPA - ¡ QUE TIEMPO TAN
FELIZ ! - EL HORMIGUERO VIERNES - 9 - Agosto - Ona Batlle , fotos
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Ona Batlle ,.
Ona Batlle: “La afición nos pide el oro, pero nosotras también”
La lateral de la Selección española y el Barcelona, campeona del mundo con La Roja y de todo con su club, atiende a AS antes del histórico debut olímpico ante Japón.
Los 24 años de Ona Batlle (Vilassar de Mar, Barcelona, 1999) son inolvidables. Los empezó en junio de 2023 anunciando su fichaje por el Barcelona y ganando el Mundial con la Selección española y los continuó alzando todos los títulos posibles como jugadora del equipo blaugrana (Liga, Copa, Supercopa y Champions). Indiscutible en club y como internacional, es una de las futbolistas con más partidos disputados (acaricia los 50) y ha anotado ocho goles y dado 16. Un puñal por cualquiera de las bandas que apunta a ser titular en el debut olímpico ante Japón (jueves 25, 17:00). Para sus 25, quiere la guinda, dorada...
—¿Ganas del debut olímpico?
—Sí, la verdad, estoy con muchas ganas e ilusión. Es una primera vez y siempre es bonito tener nuevos retos.
—¿Cómo gestionaron la derrota frente a República Checa?
—Al final es mejor que pase antes. Lo considero como algo positivo, para poder mejorar y seguir adelante preparando bien los Juegos.
—¿Y qué tal va, mucha carga física?
—Sí, han sido entrenamientos muy intensos, están siendo duros... También creo que el calor no ayuda, hace muchísimo calor... Al final vamos a unos Juegos Olímpicos, que también requieren de mucha intensidad y poca recuperación, entonces nos estamos preparando para ello.
—Jugarán cada tres días, algo a lo que usted con el Barcelona sí está acostumbrada...
—Sí, es que será un torneo muy corto y a muy alta intensidad por los equipos a los que nos enfrentamos también. Entonces tenemos que aguantar y ser listas. Jugar nuestras cartas para poder al menos aguantar todos los partidos.
—¿Cómo han llevado las jugadoras descartadas estas semanas con el grupo sabiendo que no iban a la cita olímpica?
—Creo que su actitud, el cómo han entrenado... Es algo de admirar. Nos han ayudado mucho. Es una pena que no podamos estar todas, siempre se tiene que hacer una Selección, en este caso menos jugadoras y da pena. Creo que todas somos diferentes y que podemos aportar mucho. Ellas han cumplido ayudándonos con la preparación.
—¿Cómo es la gestión de una temporada tan larga y con interrupciones?
—La verdad que nunca había tenido una temporada tan larga. Las últimas semanas sí que se notaba mucho... Sobre todo, después de la final de la Champions, que tenías que seguir jugando Liga F. Entonces ahí se notó mucho la fatiga, sobre todo mental, pero creo que nos han venido muy bien los días de descanso que hemos tenido, casi dos semanas. Ahora estamos al 100% para los Juegos Olímpicos.
—Y con ese modo activado, ¿cuál es su primer recuerdo de unos Juegos?
—Obviamente he visto varios Juegos Olímpicos, aunque no te sabría decir ningún momento en específico. Me gusta mucho el atletismo. He estado también viendo hace poco el documental en Netflix Sprint y me ha gustado mucho. Creo que también es algo que me caracteriza como futbolista, la velocidad, me gusta mucho correr, ver la técnica de carrera... Todos esos detalles.
—¿Qué rutina tiene antes de un partido como el del día 25?
—Hago siempre mi rutina, para cada partido, incluso en los amistosos... Hago mi rutina de respiraciones, visualización, veo vídeos míos jugando. También tengo momentos de calma y pasar un buen rato con las compañeras, que jugamos mucho a las cartas.
—Varias de sus compañeras han admitido ganas de revancha ante Japón, ¿cuánto han hablado de ello?
—Hombre... Se habla bastante de Japón también porque es el primer partido. Todos son importantes, pero el primero siempre es crucial. Y sobre todo contra Japón, que sí, obviamente, dolió mucho esa derrota en el Mundial y queremos volver a jugar contra ellas.
—Fue un toque de atención, ¿como República Checa?
—Lo bueno es que mentalmente no nos destruyó, seguimos adelante como Selección y como grupo y llegamos donde llegamos. Ojalá con República Checa ya lo hayamos pasado.
—¿Tienen más presión? Favoritas y que todo el país cuenta con un metal suyo para el medallero...
—No, solo enfocadas en la buena preparación, tenemos que ser inteligentes y aguantar. Es un torneo diferente a todos los que hemos jugado hasta ahora.
—¿La afición les pide el Oro?
—Claro, pero también nos lo decimos nosotras. Queremos llegar hasta el final y conseguir el oro. Pero vamos paso a paso, entrenamiento a entrenamiento.
—Después de Japón vendrán Nigeria y Brasil, ¿han tenido tiempo para análisis?
—Sí... Lo que sabemos que es muchos de los partidos serán ante un equipo encerrado y con transiciones. Cada vez nos lo hacen más. Tenemos que cortar esas transiciones cuanto antes porque al final, o Nigeria o Brasil, tiene a jugadoras muy buenas, corren mucho y son muy potentes.
—Jugará contra Marta, que va por sus sextos Juegos Olímpicos... ¿La ha tenido de referente?
—Es algo increíble. Si soy sincera, nunca la he tenido como referente porque de pequeña no tenía, no veía fútbol femenino. Tiene una carrera increíble y poder competir contra ella es algo que ahora mismo sí que lo valoro más que cuando era una niña.
—¿En qué ha cambiado desde su debut con la Absoluta en 2019?
—He cambiado bastante a nivel de juego, físicamente y de mentalidad. Soy una persona bastante inocente, siempre he jugado para divertirme, para pasármelo bien, pero nunca había tenido la mentalidad de querer vivir del fútbol y competir por todo. Es algo que a día de hoy puedo hacer y estoy por primera vez en unos Juegos Olímpicos.
—Se habla mucho de psicología en el deporte, ¿usted lo trabaja?
—Sí, desde hace un par de años. Empecé con una coach y la verdad es que me ayuda mucho, es algo vital para seguir mejorando, para seguir teniendo objetivos y cumplirlos, para aclarar la mente cuando las cosas van mal y te ofuscas... Cualquier cosa, al final es bueno el hablarlo y tener recursos para poder afrontar lo que viene y lo que tienes.
—Acumula casi 50 partidos, 8 goles, 16 asistencias, ha ganado todo en su primera temporada con el Barcelona... ¡Vaya año!
—Sí, es que tengo que decirlo, ha sido un año increíble para mí. Justo cumplo años cuando acaba la temporada (10 de junio). En mis 24 años lo he ganado todo. Todo lo posible como futbolista. Ha sido mi mejor año a nivel de títulos y también a nivel futbolístico, obviamente. Pero me veo con muchísimo más por dar y por hacer y creo que eso es lo bueno, que no he llegado a mi pico.
—Falta la guinda...
—Sí, ya con 25.
—Siguiendo con su club, ¿cómo valora el mercado del Barcelona?
—No veo mucho las redes, pero no creo que haya cambio de ciclo ni mucho menos. El Barça es uno de los clubes que más apuesta por el femenino, lo está haciendo muy bien. Obviamente puede haber cambios en la plantilla, en todas partes pasa, pero el Barça siempre va a ir a por más, a por las mejores, a ganar. Vamos a competir siempre para ganarlo todo y ahora mismo tenemos plantilla para hacerlo.
—¿Qué puede adelantar de cómo es el nuevo entrenador Pere Romeu?
—Es continuista. Conoce a las jugadoras, el estilo... lo conoce todo. Sabe mucho, es un loco del fútbol y creo que va a estar muy bien. Vamos a poder disfrutar de él de otra manera ahora.
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