TITULO: Metrópolis - Fake news. La fábrica de mentiras ,.
El lunes - 5 - Agosto , los lunes a partir de las 00:30, en La2, foto,.
Fake news. La fábrica de mentiras,.
Metrópolis dedica un capítulo a la exposición FAKE NEWS. La fábrica de mentiras, comisariada por el periodista y escritor recientemente fallecido Mario Tascón para el Espacio Fundación Telefónica de Madrid.
En la actualidad millones de historias, reales y ficticias, conviven y se confunden cada día irremediablemente. Su rápida difusión plantea preguntas fundamentales sobre la ética periodística y la responsabilidad de las plataformas tecnológicas. La muestra explora el fenómeno de las FAKE NEWS o noticias falsas, la manipulación informativa y la desinformación que imperan en la era de la información digital. Aborda estas cuestiones con el objetivo de fomentar el pensamiento crítico en la sociedad, y combatir así la desinformación.
TITULO:
DIAS DE TOROS - ¡Vaya cuadrilla!: no es cultura, es tortura ,.
¡Vaya cuadrilla!: no es cultura, es tortura,.
Dice Urtasun que hay una mayoría social a la que no le gusta el maltrato animal. Lo que hay es una mayoría social a la que no le gusta el ministro, ni tampoco el maltrato de este Gobierno a las leyes y la libertad,.
El ministro de Cultura ha decidido suprimir el Premio Nacional de Tauromaquia y aquí pulsamos las voces del mundo cultural que le dicen a Urtasun que se equivoca rotundamente,.
La supresión del Premio Nacional de Tauromaquia, que fue instituido por José Luis Rodríguez Zapatero en 2011 y que ha reconocido, entre otros, a Enrique Ponce, Morante de la Puebla y El Juli, tiene una importancia simbólica incontestable, puesto que afecta a una larga tradición española (las corridas de toros, tal y como las conocemos hoy, datan de finales de siglo XVIII). Para Ernest Urtasun, ministro de Cultura y portavoz de Sumar, la tajante decisión obedece a que hay que adaptarse «a la nueva realidad española y cada vez hay más gente que está en contra del maltrato animal». Se abre así un debate: ¿los toros son cultura y arte? La primera parte de esa pregunta es retórica y en la segunda intervendría la subjetividad, aunque no para la RAE, que define la tauromaquia como el «arte de lidiar toros».
El filósofo y escritor Fernando Savater considera «indudable» que «los toros son cultura» y añade que «nadie dice que la cultura tenga que ser indolora o que deba gustarle a todo el mundo. La religión ha causado muertes y sufrimientos y muchos la consideran dañina, pero sin duda es una parte importante de la cultura. ¿Acaso tiene derecho a prohibirla un ministro de Cultura que sea ateo?». Respecto a su posible condición de arte le parece «un tema muy discutible, como en otros casos. Muchos llaman al boxeo “el noble arte” y otros muchos lo tienen por mera brutalidad. ¿Es arte lo que hace Damien Hirst o puro sacacuartos? ¿Es arte el fútbol o debemos prohibirlo?». Para el dramaturgo Albert Boadella «el toreo alcanza en muchos momentos la dimensión de un arte siempre sujeto a la calidad del torero». Luis Antonio de Villena, poeta, narrador, ensayista, traductor y crítico literario, opina que la tauromaquia «es cultura popular y existe en toda la península ibérica. No hay ninguna comunidad autónoma que no la tenga. Está la ridiculez del nacionalismo catalán, que prohíbe las corridas de toros pero permite que se sigan corriendo toros por las calles, es absurdo. Lo hacen porque entienden, tontamente, porque son todos muy incultos y muy brutos, que la corrida es una cosa como española y los toros por la calle no, cuando es exactamente igual, solo que correr toros por la calle es más antiguo, viene de la Edad Media. Y si la corrida sale bien sí es arte».
¿Una decisión desacertada?
Félix Ovejero, doctor en Ciencias Económicas y profesor de Filosofía Política y Ciencias Sociales en la Universidad de Barcelona, cree que «es indiscutible que es cultura, pero eso no es un argumento a favor de su pervivencia. También eran cultura el feudalismo y el fascismo. Y depende de qué entendamos por arte. No vale decir que ha inspirado arte. Porque la mafia ha inspirado películas, pero no es como tal una película. Hoy, cuando arte se considera cualquier cosa que un conjunto de individuos con cierto atribuido criterio estético llaman arte, podría perfectamente serlo. Pero no está escrito en ningún lado que porque algo sea bello esté sin más justificado moralmente». Y recurre a una hipérbole no exenta de ironía: «Podríamos encontrar una cierta plasticidad en que un grupo de individuos se tirara desde la torre Eiffel, sin embargo eso no quitaría la crueldad del acto. Lo que sería objetivo es la belleza, no el arte». No comparte esa opinión el poeta, ensayista y crítico literario Luis Alberto de Cuenca, que fue Secretario de Estado de Cultura y dirigió la Biblioteca Nacional: «La tauromaquia es cultura y es arte, y basta, le diría yo al señor ministro y a cualquier persona que ponga en duda eso, que lea ese libro maravilloso de Ángel Álvarez de Miranda, “Ritos y juegos del toro”, para ver hasta qué punto es cierto que la tauromaquia es cultura y es arte».
A partir de esas reflexiones de base, ¿es la del ministro de Cultura, pues, una decisión desacertada? Luis Antonio de Villena: «Es una decisión desacertada porque creo que no se debe prohibir, estoy en esa idea. Pero se han quitado premios por cuestiones de corrección política, como el González Ruano de periodismo, que era notable. ¿Por qué se va a quitar un premio de tauromaquia? ¿Porque a ti no te gusta la tauromaquia? Tú dices que no te gusta la tauromaquia, pero no debes quitar el premio. Eso es la libertad, elegir. No quitas el premio, pero puedes hacer propaganda contra la tauromaquia». Luis Alberto de Cuenca lo tiene clarísimo: «Estoy absolutamente en contra de la supresión del premio», y Boadella ahonda aún más y añade otro elemento, el «excesivo porcentaje de politización de los premios, por ese motivo no acepté el Premio Nacional de Teatro en 1994. Y la supresión del premio a la tauromaquia es una prueba tangible de esta politización. Las ideas políticas del ministro se han llevado a término con total desfachatez, sin respeto alguno a cientos de miles de ciudadanos y a todo lo que ha significado para la cultura mundial».
Desmontar la nación
Félix Ovejero sí ve acierto en la decisión, aunque introduce matices de peso: «No me parecen bien los toros y no creo que sea una decisión desacertada, aunque pueden ser desacertadas las motivaciones que hay: cualquier cosa que tenga que ver con lo que ellos consideran que es la defensa del españolismo, o la idea misma de España, les molesta».
Esa última reflexión del profesor universitario catalán anima a preguntarse si la supresión de ese premio tiene que ver con el empeño de la izquierda en eliminar símbolos puramente españoles, que asocian a una derecha rancia, y si existe un paralelismo entre esa decisión y la prohibición de corridas de toros en Cataluña. Savater contesta a ambas cuestiones con «dos rotundos síes». Boadella también, y lo razona: «La izquierda ha dado ínfulas a todas las ideas y formas que descomponen la unidad y la igualdad de los ciudadanos españoles. Llevan mucho tiempo tratando de desmontar el sentido que teníamos de nación española. Es obvio que la tauromaquia forma parte de esta imagen, pues es lo primero que un extranjero identifica con la esencia de España. El repudio a los toros por parte del nacionalismo catalán tuvo dos claras motivaciones, el odio a todo lo que representa España, empezando por la lengua, y una exaltación desmesurada del animalismo para mostrar lo salvaje de la cultura española. Hay que reconocerles en ello un éxito total: en los años 50 Barcelona era la primera plaza del mundo y ahora no existe una sola corrida. También han conseguido exportar la desmesura animalista en la legislación del Estado a unos puntos de ridiculez insultante para el ser humano». Para Ovejero, «el paralelismo [entre la prohibición de las corridas de toros en Cataluña y la eliminación del premio] está claro. La razón última, y no podemos engañarnos, tiene que ver con algo que se vincula a la historia de España y a una tradición cultural sin duda española, singular, aunque, por supuesto, se ha extendido a otros países».
En cualquier caso, tres presidentes de comunidades autónomas han anunciado que crearán sus propios premios de tauromaquia, el socialista García-Page (Castilla-La Mancha) y las populares Ayuso (Madrid) y María Guardiola (Extremadura). La «fiesta nacional» seguirá, pues, vivísima y coleando. Pese a que a Urtasun no le guste y le retire el laurel y el parné.
TITULO:
Retratos con alma - Crónicas con Alma ,.
La periodista Isabel Gemio regresa a la televisión para presentar 'Retratos con alma', el nuevo programa producido por RTVE en colaboración,.
Lunes - 5 - Agosto - a las 22:40 horas en La 1 / fotos,.
Crónicas con Alma,.
Hace siete años, en la terraza de una cafetería de la Ciudad de México, le pregunté a Alma Guillermoprieto de dónde provenía su estilo literario, dueño de una musculatura verbal y movimientos cadenciosos, que atrapa a los lectores y hace que miles de aprendices intentemos descifrar. La ex bailarina le dio un sorbo a un capuchino descafeinado, se encogió de hombros y, con media sonrisa y algo de timidez, soltó:
—De mi mamá.
Su madre fue una asidua colaboradora de la revista femenina Kena, que lo mismo escribía sobre las mujeres albañiles, el menú que comen los maridos cuando están en una cantina, la decoración de un apartamento, el ligamento de las trompas de Falopio o la proliferación de gadgets. “Tardé muchos años en reconocerlo, pero es así”, continuó aquel día soleado. “Era muy chistosa, muy ocurrente… El registro trágico no lo manejaba. Tenía mucha fluidez. Escribió en Kena hasta que se murió, a principios de los ochenta. Yo creo que, inconscientemente, tengo mucho de ella en mi escritura. Y mucho del New Yorker, también gracias a mi mamá. Porque uno de nuestros grandes placeres era la suscripción a The New Yorker. Cuando llegaba, nos sentábamos juntas a ver las caricaturas y a leer la entrada de la revista. Pero en ese momento yo no pensaba en ser escritora. Para mí la danza era lo único que importaba. Realmente jamás me pasó por la cabeza ser periodista o escritora. Sin embargo, yo creo que esas lecturas que me daban tanto placer se me quedaron grabadas.”
Pude saborear ese estilo “chistoso y ocurrente” de su madre, Lita Paniagua, en las páginas de Kena cuando, poco después de aquella conversación, me eché un clavado en la hemeroteca. Aunque los temas y personajes de los que ella se ocupaba poco tenían que ver con los de su hija, la forma de mirar y el ritmo de los textos de una y otra coincidían. Por eso ahora pienso que quizá ella disfrutaría como nadie el nuevo libro de Alma. Se llama Los placeres y los días (Almadía) y, a diferencia de los anteriores, en los que relata el difícil día a día de América Latina, en éste abunda la parranda, los personajes y las situaciones pintorescas que han hecho más llevadero el contexto de violencia y corrupción, típico del continente. Se trata, eso sí, de un libro breve. “Porque lo alegre”, explica ella misma, “debe ser siempre ligero y un pesado tomo sería un contrasentido.”
El recorrido narrativo es por la comida, la música, el espectáculo y el baile. Empieza en Bolivia, con las cholitas luchadoras, sigue en el exilio cubano de Celia Cruz, luego en Argentina a ritmo de tango, pasa por la Cuba del Buena Vista Social Club y acaba, cómo no, en los placeres gastronómicos de México, de la mano de una de sus principales investigadoras y divulgadoras, Diana Kennedy. Son crónicas y perfiles de “largo aliento” sobre “los placeres viejos.”
Alma Guillermoprieto suele afirmar que es cronista “por accidente.” Estudiaba danza en Nueva York, donde fue discípula de Martha Graham, Twyla Tharp y Merce Cunningham, cuando se le presentó la oportunidad de irse a Cuba para enseñar lo aprendido. Una noche, antes de ver Memorias del subdesarrollo en la Cinemateca de La Habana, vio el noticiario del Instituto de Arte e Industria Cinematográfica. Ella dice que esa fue la primera vez que vio un programa de noticias y que hasta entonces tampoco había leído un periódico completo (“el mundo de los bailarines es tan absorbente”) y que era la primera vez, también, que ante sus ojos se proyectaban las imágenes de la guerra de Vietnam: los muertos, los incendios con napalm, la gente huyendo, el estruendo de las bombas al caer… Salió impresionada del cine. “Y yo sin hacer nada”, se reclamaba. “Hasta ese momento comprendí que existía un mundo que no era el mundo del arte y que el arte no podía auxiliar y, en el cual, el arte era irrelevante. Fue un descubrimiento culposo, como tantas veces en mi vida. Y fue un descubrimiento válido, también. Porque sin eso que me sucedió en La Habana tal vez no me hubiera convertido a este oficio”, me contó durante nuestra conversación.
Casi ocho años después de aquella experiencia en Cuba, cambió las zapatillas por la pluma. En agosto de 1978 se fue a Nicaragua durante los días de la insurrección sandinista contra Anastasio Somoza y empezó a reportear a lado de la fotógrafa Susan Meiselas. Susan captaba imágenes con su cámara y Alma con sus cinco sentidos para luego forjarlas en palabras. Poco después contó los detalles de las masacres de la guerrilla salvadoreña y, con el paso del tiempo, sus viajes por Latinoamérica se volvieron constantes para elaborar los reportajes destinados a las prestigiosas The New Yorker, The New York Review of Books y National Geographic y que luego reuniría en libros como Al pie de un volcán te escribo (Plaza y Janés) o Las guerras de Colombia (Aguilar), referencias del mejor periodismo narrativo.
No es que en esos libros sólo exponga tragedias absolutas. En uno de los más recientes, Desde el país de nunca jamás (Debate), una antología con las crónicas más representativas de su experiencia como “traductora de la región” para el público estadounidense, cuenta la visita a Washington de Menudo, el grupo juvenil puertorriqueño que encandilaba a las adolescentes en los años ochenta (“Son tan adorables y tiernos como los osos de peluche que sus admiradoras les arrojan, tan latinoamericanos como el pastel de manzana, y más rentables que una cadena de comida rápida”) y habla con un Ricky Martin de entonces “12 años de edad y 1.50 de estatura.” También hurga en los Evangelios del Nuevo Testamento para descubrir la importancia de la comida en la vida de Jesús (“Me chocan los malos anfitriones; porque no leen con cuidado la Biblia”) y dice, a manera de declaración de principios: “Nunca, en estos años de esfuerzo, se me ha ocurrido nada mejor que hacer que lo que hago, ni escribir otra cosa que lo que me ha dictado incansablemente la curiosidad por la gente de un continente-país que es el mío. Me gusta por echao p’adelante, fibrudo, y tesonero, y también por impredecible y surrealista.”
Con ese espíritu está estructurado Los placeres y los días, en el que su contenido deja ver que la violencia y las injusticias no son lo único inherente a la condición latinoamericana. Es un corte de caja feliz para la también autora de La Habana en un espejo (Literatura Mondadori), su libro más íntimo y el único que ha escrito en español. Porque, como dice ella misma, “la alegría hace que el tiempo pase más rápido, y así se han pasado los años, volando y bailando. ¡Y lo bailado nunca nadie nos lo podrá quitar.”
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