TITULO: El paisano - Viernes - 16, 23, 30 - Septiembre - ¿En el Callejón del Agua de Sevilla está la casa donde Rossini se inspiro para "El barbero de Sevilla"?,.
Viernes -16, 23, 30 - Septiembre a las 22:10 horas en La 1 , foto,.
¿En el Callejón del Agua de Sevilla está la casa donde Rossini se inspiro para "El barbero de Sevilla"?,.
En el Callejón del Agua, en Sevilla, se pueden ver dos tubos incrustados en la muralla. Nos cuenta Carmen Costa, guía turística de la ciudad, que esos dos tubos tienen un significado especial y es que al no haber antiguamente grifos en las casas, el agua llegaba a Sevilla a través del acueducto. Y lo hacían, continúa, a través de los caños de Carmona. Y al Palacio del Alcázar tenía que llegar el agua y en el interior de la muralla metieron los dos caños para abastecer a los reyes.
El acueducto de Sevilla fue construida en la época de Julio César y tenía 17 kilómetros sin embargo en 1912 la comisión de monumentos tuvo la fatal idea de considerarla una obra vulgar y lo demolió casi todo.
Además, respondemos a la pregunta si es verdad lo que cuenta la leyenda que en el Callejón del Agua, enclavado en pleno barrio Santa Cruz, la antigua judería sevillana, se ubica la casa en la que cuentan que Rossini se inspiró para la ópera "El barbero de Sevilla".
TITULO: VACACIONES - EUROPA DE PELICULA - Revolucion de paño,.
Revolucion de paño,.
foto / En la actualidad, compramos un 60% más de ropa que hace 15 años, la utilizamos la mitad de tiempo y un tercio de lo que tenemos en el armario no nos lo hemos puesto en el último año. Es lo que dicen las estadísticas pero, probablemente, los datos no se alejan mucho de lo que podríamos decir mirando nuestro armario. Una de las muchas consecuencias de este consumo frenético de ropa es que cada segundo el equivalente a un camión lleno de ropa es incinerado o enviado a un vertedero, según datos del informe A new textiles economy: redesigning fashion’s future, de la Fundación Ellen MacArthur, que aboga por la economía circular.
Los datos nos dicen que, cuando hablamos de textil, ni se reduce el consumo ni se reutilizan las prendas, ni, mucho menos, se reciclan ni se recuperan. Las montañas de ropa no se ven habitualmente en los vertederos, pero están ahí. Se calcula que aproximadamente el 73% de los materiales que entran en la industria textil terminan en vertederos o incinerados; y a eso hay que sumarle que un 12% se pierde de forma previa, ya sea en forma de desechos durante la confección de las prendas —algo visible a las afueras de las grandes zonas de producción, como algunos distritos de Bangladés o Indonesia— o en forma de ropa que, por unas razones u otras, nunca llega al mercado. Un 12% al que en inglés le han puesto hasta un nombre: es el pre-consumer waste, que engloba tanto a las telas y retales que se pierden durante la producción como a los productos o lotes defectuosos, colecciones no vendidas y prendas individuales que son devueltos tras haber estado en las perchas de la tienda. Prendas que se convierten en residuos sin haber sido ni siquiera utilizadas.
Todo esto supone toneladas de ropa al año que van directamente a los vertederos o a las incineradoras, provocando un fuerte impacto medioambiental, además de un gran gasto en la gestión de residuos.
Los contaminantes de nuestra ropa
En los vertederos, estos kilos de ropas se descomponen muy lentamente, liberando gas metano (que contribuye muy negativamente al efecto invernadero) cuando se trata de materiales de origen orgánico (lino, algodón, seda), o liberando microplásticos, cuando son de origen sintético (poliéster, nylon, acrílicos), materiales que al constituir derivados del petróleo, tardan cientos de años en degradarse.
A ello se suma, además, que todos estos materiales, sean del origen que sean, han sido sometidos a un buen número de procesos químicos antes de convertirse en ropas: blanqueamientos, teñidos, imprimación… Una vez en los vertederos, todos estos químicos terminan filtrándose en la tierra o siendo arrastrados con la lluvia, especialmente en aquellos que no están convenientemente sellados. En el caso de ser incinerados, esas toxinas terminan expandiéndose en el aire.
¿Se puede reciclar?
Solo el 15% del textil termina, por lo tanto, en algún proceso de reciclaje. La mayor parte, el 12%, se reutiliza para confeccionar otros productos textiles (relleno de colchones, paños de limpieza, alfombras, materiales de aislamiento o alfombrillas de los coches), un 2% se pierde durante la recogida o el procesado y, finalmente, ¡un 1% se convierte en nuevas ropas! Un 1% que incluye los retales que sobran a la hora de la fabricación. Si solo hablásemos de la ropa como tal, ropa reciclada en ropa, el porcentaje se reduce al 0,1%.
Una de las cuestiones que dificultan el reciclaje del textil es su poca homogeneidad. La industria de la moda se basa, precisamente, en su enorme variedad y capacidad de innovación: tejidos, colores y estampados varían cada temporada y es complicado encontrar prendas de un solo componente, del tipo “100% algodón”. Por eso es muy difícil recuperar las prendas ya confeccionadas para volver a convertirlas en nuevos modelos: hay que separar botones, cremalleras, adornos, etiquetas y accesorios varios. Como resultado, realizar esta separación es un proceso muy complejo, lento, y que exige una mano de obra cualificada. Por las mismas razones, hacerlo de forma mecánica es también complicado, a pesar de que en los últimos años se han desarrollado técnicas para poder identificar los diferentes compuestos.
A ello se suman los tintes químicos que se aplican a las prendas -presentes casi en todo tejido que podamos encontrar- y que deben ser eliminados antes de volver a utilizar los tejidos. La variedad es tal que en las tiendas de segunda mano, donde se ordenan las prendas por talla y por colores, es prácticamente imposible encontrar dos tonalidades iguales.
En Europa se producen entre seis y ocho millones de toneladas de residuos textiles cada año entre ropa y otros elementos como alfombras, colchones o relleno de sofás. Una cifra a la que hay que sumarle otros 16 millones de toneladas generados por la industria textil puramente dicha. En Estados Unidos, según la Agencia de Protección Medioambiental (EPA), los residuos textiles, de cuero o goma suponían el 9% de los residuos sólidos municipales (el cubo de la basura de los norteamericanos) en 2013.
Esto está provocando una invisible pero enorme montaña de residuos que es solo una de las múltiples manifestaciones del altísimo impacto socioambiental que tiene el consumo masivo de moda. No en vano, en esta industria se registran pésimas condiciones laborales en los talleres de confección y, además, se ha convertido ya, según la ONU, en la segunda más contaminante del planeta si tenemos en cuenta todo su ciclo de producción: las enormes cantidades de agua necesarias para el cultivo de algunos tejidos, los procesos químicos a los que son sometidos las prendas y las continuas emisiones de CO₂ provocadas a lo largo del proceso por el traslado de productos desde las zonas de producción de tejidos a las de confección y, finalmente, a los lugares de venta.
Y creemos que es importante conocer mejor qué está ocurriendo, yendo a los puntos de producción y a los lugares donde acaban esos residuos. Por eso, después de nuestros proyectos sobre la industria del azúcar y del aceite de palma, en Carro de Combate hemos lanzado una nueva investigación en la que queremos entender mejor qué hay detrás de la industria de la moda y cuáles son esas voces invisibilizadas que apenas escuchamos, pero que también son #fashionvictims.
Para que la investigación sea posible, hemos lanzado un crowdfunding en Goteo que cubra los gastos de documentación y procesamiento de la información para escribir #ModaBasura, un libro sobre este aspecto de la industria de la moda. Si quieres conocer más sobre el proyecto y apoyarlo, puedes visitar la página Moda Basura: El impacto socioambiental de nuestro consumo de ropa.
Ha llegado el momento de ser cool de verdad y profundizar en el lado más opaco de esta industria supuestamente tan fashion. Ayúdanos a investigar. Súbete al carro.
Carro de Combate es un colectivo de periodismo independiente que investiga de dónde procede lo que consumimos y sus impactos sociales y medioambientales,.
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