TITULO: A Crush, la pasta te aplasta - Juan Gómez-Jurado,.
El viernes-17- Abril a las 22:00 por La 1, foto.
Juan Gómez-Jurado,.
Juan Gómez-Jurado | ||
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Juan Gómez-Jurado en un encuentro con lectores en 2017
| ||
Información personal | ||
Nacimiento |
16 de diciembre de 1977 Madrid | |
Nacionalidad | España | |
Educación | ||
Educado en | Universidad CEU San Pablo | |
Información profesional | ||
Ocupación | Escritor | |
Web | ||
Sitio web | ||
Biografía
Su primera novela publicada fue Espía de Dios (2006) y uno de los primeros libros publicados en libro electrónico, con la iniciativa de varios autores de 1libro1euro.5
Su segunda novela fue Contrato con Dios (2007).
Con su tercera novela, El emblema del traidor (2008), fue premiada en el VII Premio Internacional de Novela Ciudad de Torrevieja.9
Ha publicado una saga de libros juveniles, Alex Colt.
Ha vivido en Madrid, Nueva York y Santiago de Compostela y tiene dos hijos, etc,.
TITULO: PUERTA CON PUERTA CANAL EXTREMADURA - Los más frágiles también resisten ,.
Los más frágiles también resisten,.
Los más vulnerables en esta pandemia cuentan cómo se enfrentan a la soledad, al miedo al contagio y sobre todo al dolor de no poder abrazar a su familia,.
Laura,
Consuelo, Joaquín, Victoria y Diego no salen. Saben que ahí fuera, en
la calle, pueden perder la vida. Llevan un mes sin abrazar a sus hijos, a
sus nietos e incluso a sus biznietos. Se tienen que conformar con
verlos tras una pantalla que es mucho más fría que una caricia. Ya no
existe la compra, el paseo, las visitas o las charlas con los amigos en
el pueblo. Hace un mes que todo eso desapareció y el silencio se apoderó
del tiempo de una generación acostumbrada a luchar. Una guerra mundial,
una civil, varias crisis económicas, una dictadura... Ellos, que
superan los 75 años, ya se han enfrentado a muchas batallas y todos
coinciden en que esto también pasará. Son los más frágiles de esta
pandemia y están resistiendo con miedo al contagio y lejos de los suyos,
pero con una gran presencia de ánimo.
Para darse cuenta de eso solo hace falta ver el dibujo que ha hecho Laura Villarreal en la residencia Alguijuela de Torremayor (Badajoz). Allí lleva viviendo esta mujer de 88 años desde hace cinco meses. «Si no existiera la lluvia no veríamos el arcoíris» se puede leer en él. Lo pintó, igual que el resto de sus compañeros de este centro, para enseñárselo desde la ventana a los que estos días permanecen aislados en sus habitaciones.
Ella no tiene síntomas y se entretiene con las actividades que hacen en la residencia. «Ahora echo de menos las visitas de mi hija cada día, pero la veo por videollamadas», dice con una sonrisa. «Hace una semana hice una con mis diez nietos y me emocioné mucho. No entiendo cómo pueden salir en una misma pantalla si cada uno está en un sitio. Estaban todos y eso que viven en un montón de ciudades diferentes», cuenta Laura.
También se emociona cuando habla de sus cuatro hijos y su marido, que falleció hace tres años. «Él se dedicaba a la construcción y hemos pasado por tiempos difíciles, pero nada ha sido tan grave como lo que estamos viviendo ahora», afirma consciente de todo lo que está pasando.
El coronavirus se está cebando con los más mayores. En Extremadura la media de edad de las víctimas mortales es de 82 años y en las residencias se concentra el 77% de los fallecimientos. 233 personas que se alojaban en centros de ancianos han perdido la vida.
Cada semana hace una con alguno de sus hijos. Dos de ellas viven en Torremayor, otra en Laredo (Cantabria) y otro en la ciudad catellanoleonesa de Palencia. «Antes las visitas les proporcionaban ese punto de realidad que les sacaba de la rutina. Ahora los residentes se han visto afectados por el confinamiento. Se va notando en su humor y en su carácter. Para paliar esta situación las videollamadas son muy favorables. Les alegra ver que sus seres queridos están bien y a los familiares les tranquiliza comprobar que estamos pendientes de sus cuidados», asegura Sandra Galván, directora de la residencia de Torremayor que gestiona Mensajeros de la Paz.
En Pinofranqueado, a María Consuelo Gómez le sucede lo mismo. El pasado 19 de marzo cumplió 83 años y las felicitaciones las recibió en forma de videollamada de sus hijas, que viven en Madrid y en Cáceres. «Estoy deseando verlas, no poder abrazarlas es lo que más me duele», reconoce esta anciana que desde hace tres meses reside en el centro de mayores de esa localidad cacereña.
Se trata de una alternativa a la que algunos mayores han recurrido durante este mes. «Estamos recibiendo muchos pedidos. Nos los suelen solicitar para una semana o cinco días. Nosotros lo hacemos para el tiempo que necesiten», apunta una de las administrativas de la empresa Sol Catering. «Servimos comidas y cenas. Son menús elaborados en frío, pero están envasados en recipientes especiales para que la comida se pueda calentar», añade.
Desde esta empresa reconocen que las solicitudes de menús se han duplicado. «De medio centenar que tenemos, todos menos dos o tres los reciben personas mayores», detallan.
Se trata de uno de los pocos servicios que en este tiempo está notando un auge. «Hemos cerrado todos los locales menos uno porque la gente no sale a comprar la comida, aunque podemos tener los establecimientos abiertos», matiza antes de especificar que todos los repartidores van con guantes y mascarillas.
Se refiere a RedCor, una plataforma creada por varios colectivos de Cáceres y el Ayuntamiento. Ellos han puesto orden la avalancha de solidaridad y canalizan las iniciativas que pretenden ayudar a los más vulnerables en la capital cacereña. Ya cuenta con más de 700 voluntarios y realizan acciones de acompañamiento telefónico, compras, envío de cartas a los enfermos o reparto de comida.
Eso ayuda a que ningún mayor salga de su casa y corra el riesgo de contagiarse. «En estos días solo he ido a tirar la basura», reconoce Diego, que tiene tres hijos.
«Trabajan en Madrid, Sevilla y Amberes, en Bélgica. Todos los días hablo con ellos incluso dos y tres veces. Lo que más echo de menos es verlos y el contacto diario con la gente. Antes salía a dar el paseo casi todos los días y quedaba con los amigos para comer, pero ya nada de eso», comenta con la esperanza de reunirse pronto con sus seres queridos.
«Nos ayuda una persona a hacer todas las tareas», cuenta Joaquín, que antes de que llegara la pandemia pisaba la calle casi todos los días. Iba a la compra o al hogar del pensionista con su silla eléctrica. Ahora no puede hacer nada de eso. «Al menos tenemos una casa grande con patio y salimos mi mujer y yo a dar una vuelta con nuestros andadores», dice un poco aliviado.
Él ya sabe lo primero que hará cuando todo esto pase. «Quiero verles pronto porque ahora todo es por el teléfono. Ellos me llaman por videollamada, pero yo unas veces le doy bien a la tecla y otras no. A mí me gusta tenerles delante».
Para darse cuenta de eso solo hace falta ver el dibujo que ha hecho Laura Villarreal en la residencia Alguijuela de Torremayor (Badajoz). Allí lleva viviendo esta mujer de 88 años desde hace cinco meses. «Si no existiera la lluvia no veríamos el arcoíris» se puede leer en él. Lo pintó, igual que el resto de sus compañeros de este centro, para enseñárselo desde la ventana a los que estos días permanecen aislados en sus habitaciones.
Ella no tiene síntomas y se entretiene con las actividades que hacen en la residencia. «Ahora echo de menos las visitas de mi hija cada día, pero la veo por videollamadas», dice con una sonrisa. «Hace una semana hice una con mis diez nietos y me emocioné mucho. No entiendo cómo pueden salir en una misma pantalla si cada uno está en un sitio. Estaban todos y eso que viven en un montón de ciudades diferentes», cuenta Laura.
También se emociona cuando habla de sus cuatro hijos y su marido, que falleció hace tres años. «Él se dedicaba a la construcción y hemos pasado por tiempos difíciles, pero nada ha sido tan grave como lo que estamos viviendo ahora», afirma consciente de todo lo que está pasando.
El coronavirus se está cebando con los más mayores. En Extremadura la media de edad de las víctimas mortales es de 82 años y en las residencias se concentra el 77% de los fallecimientos. 233 personas que se alojaban en centros de ancianos han perdido la vida.
«Hace una semana hice una videollamada con mis diez nietos y me emocioné mucho»
Laura Villarreal | Torremayor, 86 años
Laura
lo sabe e intenta que sus compañeras entiendan esta realidad para
prevenir que el virus entre en su residencia. «Pido mucho por las
familias que lo están pasando mal e intento animar a las demás. Muchas
quieren irse a sus casas pero yo les explico que ahora no se puede salir
y las animo», confiesa a HOY a través de una aplicación que permite
realizar videollamadas.Cada semana hace una con alguno de sus hijos. Dos de ellas viven en Torremayor, otra en Laredo (Cantabria) y otro en la ciudad catellanoleonesa de Palencia. «Antes las visitas les proporcionaban ese punto de realidad que les sacaba de la rutina. Ahora los residentes se han visto afectados por el confinamiento. Se va notando en su humor y en su carácter. Para paliar esta situación las videollamadas son muy favorables. Les alegra ver que sus seres queridos están bien y a los familiares les tranquiliza comprobar que estamos pendientes de sus cuidados», asegura Sandra Galván, directora de la residencia de Torremayor que gestiona Mensajeros de la Paz.
En Pinofranqueado, a María Consuelo Gómez le sucede lo mismo. El pasado 19 de marzo cumplió 83 años y las felicitaciones las recibió en forma de videollamada de sus hijas, que viven en Madrid y en Cáceres. «Estoy deseando verlas, no poder abrazarlas es lo que más me duele», reconoce esta anciana que desde hace tres meses reside en el centro de mayores de esa localidad cacereña.
«Estoy deseando abrazar a mis hijas; no poder hacerlo es lo que más me duele»
María Consuelo Gómez | Pinofranqueado, 83 años
A
sus nietos también los ha podido ver a través de la pantalla. Dice que
gracias a esos momentos lleva mejor el encierro. «Por mi cumpleaños en
la residencia me hicieron una tarta y me cantaron. Por la mañana lloré
mucho porque me acordaba de mi marido, que era guardia civil y falleció
hace ocho años. Siempre me regalaba algún detalle y en estos momentos
difíciles me gustaría que él pudiera estar conmigo», comenta emocionada
antes de confesar que todos los días reza para que esto se acabe cuanto
antes.Un cáterin para comer
También está viudo Diego Martín, un maestro jubilado de 75 años de Logrosán que ahora vive en Cáceres. Desde que el 13 de marzo el Gobierno decretó el estado de alarma no ha pisado la calle ni siquiera para hacer la compra. «He contratado un cáterin y semanalmente me traen la comida. Así no tengo que ir al supermercado», cuenta Diego, justo antes de recibir el último pedido.Se trata de una alternativa a la que algunos mayores han recurrido durante este mes. «Estamos recibiendo muchos pedidos. Nos los suelen solicitar para una semana o cinco días. Nosotros lo hacemos para el tiempo que necesiten», apunta una de las administrativas de la empresa Sol Catering. «Servimos comidas y cenas. Son menús elaborados en frío, pero están envasados en recipientes especiales para que la comida se pueda calentar», añade.
Desde esta empresa reconocen que las solicitudes de menús se han duplicado. «De medio centenar que tenemos, todos menos dos o tres los reciben personas mayores», detallan.
Se trata de uno de los pocos servicios que en este tiempo está notando un auge. «Hemos cerrado todos los locales menos uno porque la gente no sale a comprar la comida, aunque podemos tener los establecimientos abiertos», matiza antes de especificar que todos los repartidores van con guantes y mascarillas.
«Cada semana un cáterin me trae la comida, así no tengo que salir de casa para nada»
Diego Martín | Cáceres, 75 años
Es un modo de
proteger a la población que, como Diego, corre mucho riesgo. Él tiene
diabetes tipo 2 y está operado del riñón. Toma entre seis y ocho
pastillas diarias. «El otro día me faltaba una de ellas. Así que a
través de mi hermana dimos con una plataforma de voluntarios que me
trajeron los medicamentos. Se portaron muy bien conmigo y estoy muy
agradecido. La gente tiene que valorar eso y la sociedad debe
reconocérselo», espera Diego.Se refiere a RedCor, una plataforma creada por varios colectivos de Cáceres y el Ayuntamiento. Ellos han puesto orden la avalancha de solidaridad y canalizan las iniciativas que pretenden ayudar a los más vulnerables en la capital cacereña. Ya cuenta con más de 700 voluntarios y realizan acciones de acompañamiento telefónico, compras, envío de cartas a los enfermos o reparto de comida.
Eso ayuda a que ningún mayor salga de su casa y corra el riesgo de contagiarse. «En estos días solo he ido a tirar la basura», reconoce Diego, que tiene tres hijos.
«Trabajan en Madrid, Sevilla y Amberes, en Bélgica. Todos los días hablo con ellos incluso dos y tres veces. Lo que más echo de menos es verlos y el contacto diario con la gente. Antes salía a dar el paseo casi todos los días y quedaba con los amigos para comer, pero ya nada de eso», comenta con la esperanza de reunirse pronto con sus seres queridos.
Casi 90 años
Joaquín Cruz, de 89 años, y su esposa, Victoria Romero, de 86, también hace un mes que no salen de casa. Habla él porque a ella ya le falla un poco la memoria. Tienen tres hijos y viven en el municipio pacense de Villafranco del Guadiana.«Nos ayuda una persona a hacer todas las tareas», cuenta Joaquín, que antes de que llegara la pandemia pisaba la calle casi todos los días. Iba a la compra o al hogar del pensionista con su silla eléctrica. Ahora no puede hacer nada de eso. «Al menos tenemos una casa grande con patio y salimos mi mujer y yo a dar una vuelta con nuestros andadores», dice un poco aliviado.
«Llevamos un mes en casa, pero al menos tenemos un patio al que salimos con los andadores»
Joaquín Cruz y Victoria Romero | Villafranco, 89 y 86 años
Reconoce
que aguantarán lo que haga falta porque tienen miedo al contagio. «Nos
da respeto. Somos muy mayores y vemos lo que está pasando en las
residencias con los ancianos. No es lo mismo tener 30 años que casi 90»,
comenta Joaquín, que tiene siete nietos y cinco biznietos.Él ya sabe lo primero que hará cuando todo esto pase. «Quiero verles pronto porque ahora todo es por el teléfono. Ellos me llaman por videollamada, pero yo unas veces le doy bien a la tecla y otras no. A mí me gusta tenerles delante».
TITULO:Trastos y tesoros - CANAL EXTREMADURA -Avante y Caja Almendralejo facilitarán préstamos de hasta 25.000 euros,.
Avante y Caja Almendralejo facilitarán préstamos de hasta 25.000 euros,.
Lo hace a través de Extremadura Avante y dentro del producto financiero Microcréditos Jeremie Extremadura II por la situación generada por la COVID-19.
Firmado con Caja Almendralejo, facilita liquidez a emprendedores y autónomos a través de financiación bancaria de forma rápida y en mejores condiciones. Los microcréditos ascenderán como máximo a 25.000 euros y tendrán una duración de 5 años, con un límite de un año de carencia.
Como adelantó HOY, cambian algunos criterios dentro de este programa. Ahora la antigüedad exigida a la empresa se amplía de 3 a 5 años y la garantía del Fondo de Cartera se amplía también del 80 al 90 por ciento. El tipo de interés se reduce del 3,5% en la línea de activo fijo a un 1,5% en la nueva línea de circulante.
TITULO: Domingo -19- Abril - LA SEXTA TV | Ambulancias, en el corazón de la ciudad - La muerte más descarnada,.
El domingo -19- Abril a las 21:30 por La Sexta, fotos,.
La muerte más descarnada,.
Perder a un ser querido sin despedirnos, imaginándolo solo en ese trance mientras estamos confinados, puede llevarnos al límite de nuestra salud mental,.
«Socorro».
«Ayudadme».«Por favor». «Os lo pido». Esto es lo que se encuentra
Valeria Moriconi cada mañana al abrir el correo electrónico del servicio
gratuito de atención a familiares de víctimas del coronavirus puesto en
marcha por el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. «Es lo que
escriben en el asunto, el título del email. Luego ya lo abres y dentro
lees sus historias, gente que ha perdido a sus dos padres el mismo día,
una madre que cae muerta en el pasillo y tardan doce horas en ir a
recogerla... Todo lo que está pasando. Pero a mí lo que más me impacta
son esos encabezados que te dan idea de cómo pueden sentirse, y encima
ellos también encerrados. Imagina haber perdido a varios miembros de la
familia», explica la psicóloga, que ha derivado a tratamiento a 200
personas. «Puede que cuando pase esto haya una avalancha de solicitudes
de ayuda psicológica».
Hay 16.000 dramas distintos, tantos como muertes ha provocado hasta el momento la pandemia en España, a los que se suman los fallecidos por otras causas que, por la situación, se han quedado igualmente sin la despedida que merecían. La gran mayoría han muerto solos, quizá sin comprender bien por qué los han abandonado en el trance más temido, la noche más larga, que cantaba Aute, otra baja en estos tiempos raros.
Cuando el coronavirus llama a la puerta en forma de positivo, toca aislar al enfermo y a los que tenían contacto con él. Queda prepararse para lo peor, ellos y sus familias. Llegado el caso, morirán lejos de los suyos. Los contagiados serán incinerados en soledad. Y los suyos, encerrados a su vez, cerca pero en los confines del universo, que llevaban semanas sin verle, tocarle, hablarle, abrazarle... quedan con las manos vacías.
Herminia y Pilar habían cumplido años en febrero y tuvieron su fiesta; flores, canciones, pasteles... Ambas era muy golosas. Días de febrero, cuando el mundo era otro, en los que nada hacía sospechar lo que se avecinaba. Las hijas de Herminia, Espe y Maite Mata, se turnaban para visitarla a diario. Gloria Oña, la de Pilar, también se ha desvivido por ella todo ese tiempo. Hoy las tres se lamentan de no haber podido estar a su lado. Espe y Maite ni siquiera han podido ir al tanatorio. La última vez que Espe abrazó a su madre fue antes de que el primer positivo entrase en en centro: «Me he sentido muy triste», dice llorando. «No poder verla en esos momentos me ha hecho sentir poco menos que como si fueran leprosas... Una vez vi por la tele que en una residencia de Madrid habían puesto un cristal y podías verlos y ellos te veían a ti... Estoy muy disgustada por esta situación, por no poder hacer lo que se merecían, y esto se nos va a quedar aquí dentro».
Su hermana Maite, incide en ello:«Te queda la cosa de que en los últimos días no has estado. Te dan la noticia y parece que hablan de otro, como si no hubiera sucedido. Te llaman, te dicen y nada más, ahí te quedas. A la hora en que la incineraban, encendí una vela, me acordé de que ella lo hacía cuando sus nietas tenían examen, y la puse junto a su foto».
Asegura Plaza que estamos hablando de un duelo de tipo traumático, complicado, «aunque no siempre tiene que ser así, depende de cada persona y de su situación, de si tiene apoyos, de su caracter... La Historia nos ha puesto cosas muy complicadas, muchos abuelos han vivido la Guerra Civil, situaciones adversas, y el ser humano es capaz de adaptarse». Enfado desplazado hacia los médicos o la situación, tristeza, rabia, confusión e incredulidad, porque no hay entierro ni funeral... son sensaciones normales y habituales en esta circunstancia, añade, y avisa de que pueden aparecer respuestas que nos vuelvan en un futuro; nervios, fobias, miedos... «La mente es muy libre y nos puede llevar a imaginar cosas que quizá ni han sucedido: cómo fueron sus últimos momentos, si sufrió o se sintió abandonada... Y la culpa, '¿por qué no insistí para verla?', '¿por qué no fui más veces?' ¿y si...? Yo he podido acompañar en la muerte a varios de mis familiares, así que no puedo imaginar lo que es esto».
Uno de los firmantes ha sido Jesús Sánchez Etxaniz, pediatra vasco responsable de la Unidad de Hospitalización a domicilio y cuidados paliativos pediátricos del Hospital Universitario de Cruces, y de los primeros en dar el paso para denunciar esta situación por medio de una carta que se ha convertido en viral, compartida miles de veces en redes sociales: «Sé que no es fácil compaginar medidas epidemiológicas con medidas humanitarias. Pero, en mi opinión, por razones epidemiológicas se están dejando de lado cuestiones humanitarias. Y no puedo compartir eso. Hay pánico en la población a morirse por el coronavirus. Todos, algún día, nos vamos a morir. ¿Todos lo sabíais ya, verdad? Por un proceso tumoral, por un evento cardiovascular, por un accidente, por senectud o por el Covid19. Y sea cual sea la causa, no se debería permitir que nadie muriera solo, ya sea en su casa o en el hospital. Pero acompañado».
Se le une la opinión en carta de otra pediatra, Lucía Galán: «Veo a pacientes morir solos, sin su familia, sin su gente, sin esa mano, sin esa despedida, sin nada y … me rompo en dos. Que nadie es invencible, los médicos tampoco. Nadie está preparado para morir solo. Nadie está preparado tampoco para dejar el móvil encima de una mesa, clavar tu mirada en él y esperar a que el médico, a quien probablemente nunca has visto, te llame y te dé la noticia».
Hay 16.000 dramas distintos, tantos como muertes ha provocado hasta el momento la pandemia en España, a los que se suman los fallecidos por otras causas que, por la situación, se han quedado igualmente sin la despedida que merecían. La gran mayoría han muerto solos, quizá sin comprender bien por qué los han abandonado en el trance más temido, la noche más larga, que cantaba Aute, otra baja en estos tiempos raros.
«Cuando pase todo esto puede que haya una avalancha de peticiones de ayuda psicológica»
Pero son los que se han quedado los que
tienen que llevar una carga, que, según los expertos está siendo y será
dura. Herminia López y Pilar Alonso, dos amigas de una residencia de
mayores en Bilbao, llevaban años compartiendo vida. Herminia, de 97,
falleció el 31 de marzo; detrás de ella se fue Pilar, el domingo pasado,
a los 98, como si no quisiera quedarse sola. Las desgracias están
llegando de muchas maneras, pero estos centros simbolizan la gran
tragedia de la pandemia; los tremendos datos que llegan desde dentro de
sus muros, –10.000 caídos en residencias, aproximadamente el 60% de las
víctimas mortales en nuestro país– mantienen a sus allegados temiéndose
lo peor. Desde el inicio del confinamiento, 15 de marzo, los residentes
no reciben visitas por su propia protección; en ocasiones, solo una
videollamada semanal ayuda a sobrellevar la distancia y el miedo. Muchos
aún pueden leer los periódicos y entender los informativos; saben lo
que hay. Otros no, ni siquiera hablar por teléfono, y quedan mirando
hacia la entrada, preguntándose eternamente por qué esa cara que les
sonreía no aparece. Cuando el coronavirus llama a la puerta en forma de positivo, toca aislar al enfermo y a los que tenían contacto con él. Queda prepararse para lo peor, ellos y sus familias. Llegado el caso, morirán lejos de los suyos. Los contagiados serán incinerados en soledad. Y los suyos, encerrados a su vez, cerca pero en los confines del universo, que llevaban semanas sin verle, tocarle, hablarle, abrazarle... quedan con las manos vacías.
Herminia y Pilar habían cumplido años en febrero y tuvieron su fiesta; flores, canciones, pasteles... Ambas era muy golosas. Días de febrero, cuando el mundo era otro, en los que nada hacía sospechar lo que se avecinaba. Las hijas de Herminia, Espe y Maite Mata, se turnaban para visitarla a diario. Gloria Oña, la de Pilar, también se ha desvivido por ella todo ese tiempo. Hoy las tres se lamentan de no haber podido estar a su lado. Espe y Maite ni siquiera han podido ir al tanatorio. La última vez que Espe abrazó a su madre fue antes de que el primer positivo entrase en en centro: «Me he sentido muy triste», dice llorando. «No poder verla en esos momentos me ha hecho sentir poco menos que como si fueran leprosas... Una vez vi por la tele que en una residencia de Madrid habían puesto un cristal y podías verlos y ellos te veían a ti... Estoy muy disgustada por esta situación, por no poder hacer lo que se merecían, y esto se nos va a quedar aquí dentro».
Su hermana Maite, incide en ello:«Te queda la cosa de que en los últimos días no has estado. Te dan la noticia y parece que hablan de otro, como si no hubiera sucedido. Te llaman, te dicen y nada más, ahí te quedas. A la hora en que la incineraban, encendí una vela, me acordé de que ella lo hacía cuando sus nietas tenían examen, y la puse junto a su foto».
Velas, escribirle una carta...
Encender velas, hacer videollamadas grupales con la familia, colgar algo en el balcón de forma simbólica... son formas de suplir la falta de despedida, asegura Gloria Plaza, psicóloga de Logroño especialista en duelo y coautora junto a colegas, enfermeras y trabajadoras sociales de la 'Guía para las personas que sufren una pérdida en tiempos del coronavirus' (colgada en la web www.ipirduelo.com). «Hay que hacer uso de la imaginación, utilizar los recursos expresivos, escribir cómo ha sido, cómo nos sentimos, hacer una bonita carta de despedida, un vídeo conmemorativo con toda la familia. Buscar otras maneras. Y cuando estamos muy mal, buscar ayuda profesional, hay teléfonos gratuitos. Y hay que respetar los necesarios momentos de soledad, respetar el dolor».Asegura Plaza que estamos hablando de un duelo de tipo traumático, complicado, «aunque no siempre tiene que ser así, depende de cada persona y de su situación, de si tiene apoyos, de su caracter... La Historia nos ha puesto cosas muy complicadas, muchos abuelos han vivido la Guerra Civil, situaciones adversas, y el ser humano es capaz de adaptarse». Enfado desplazado hacia los médicos o la situación, tristeza, rabia, confusión e incredulidad, porque no hay entierro ni funeral... son sensaciones normales y habituales en esta circunstancia, añade, y avisa de que pueden aparecer respuestas que nos vuelvan en un futuro; nervios, fobias, miedos... «La mente es muy libre y nos puede llevar a imaginar cosas que quizá ni han sucedido: cómo fueron sus últimos momentos, si sufrió o se sintió abandonada... Y la culpa, '¿por qué no insistí para verla?', '¿por qué no fui más veces?' ¿y si...? Yo he podido acompañar en la muerte a varios de mis familiares, así que no puedo imaginar lo que es esto».
«Poner una vela a su foto, colgar algo simbólico en el balcón, escribir una carta... Ayuda a despedirnos»
Gloria Oña es la hija de Pilar
Alonso, la amiga de Herminia. Ella pudo encontrarse finalmente con su
madre en el tanatorio, aunque dudara de si verla en ese estado: «Ahora
me alegro mucho de haber ido, lo necesitaba, me ha servido de despedida,
porque si no me habría quedado con esa cosa de ¿por qué no fui, por
qué? Y ya no habría solución. Me siento con otro ánimo. He tenido
angustia al imaginarla sola en la residencia, imaginar qué pensaría
ella, si estaría diciendo 'pero, ¿dónde está mi hija?'. También me
sirvió verla en una videollamada días antes: me enseñaba las galletas,
me mandaba besos...».«Veo a pacientes morir solos y me rompo»
Empieza a haber muchas voces que se alzan para hacer oír su opinión sobre un sistema que está dejando por el camino muchos perjudicados. Hay ya en Change.org una petición en marcha para conseguir que el Ministerio de Sanidad permita que «las personas ingresadas o alojadas con riesgo de fallecer estén acompañadas por una persona cercana, que se tenga acceso al conocimiento de los especialistas en cuidados paliativos y que se puedan realizar despedidas lo más humanizadas posible tras la defunción». «Se están dando circunstancias que tendrán posteriormente graves consecuencias en la salud mental de la ciudadanía y el personal sanitario, lo que también afectará a la situación económica del país».Uno de los firmantes ha sido Jesús Sánchez Etxaniz, pediatra vasco responsable de la Unidad de Hospitalización a domicilio y cuidados paliativos pediátricos del Hospital Universitario de Cruces, y de los primeros en dar el paso para denunciar esta situación por medio de una carta que se ha convertido en viral, compartida miles de veces en redes sociales: «Sé que no es fácil compaginar medidas epidemiológicas con medidas humanitarias. Pero, en mi opinión, por razones epidemiológicas se están dejando de lado cuestiones humanitarias. Y no puedo compartir eso. Hay pánico en la población a morirse por el coronavirus. Todos, algún día, nos vamos a morir. ¿Todos lo sabíais ya, verdad? Por un proceso tumoral, por un evento cardiovascular, por un accidente, por senectud o por el Covid19. Y sea cual sea la causa, no se debería permitir que nadie muriera solo, ya sea en su casa o en el hospital. Pero acompañado».
Se le une la opinión en carta de otra pediatra, Lucía Galán: «Veo a pacientes morir solos, sin su familia, sin su gente, sin esa mano, sin esa despedida, sin nada y … me rompo en dos. Que nadie es invencible, los médicos tampoco. Nadie está preparado para morir solo. Nadie está preparado tampoco para dejar el móvil encima de una mesa, clavar tu mirada en él y esperar a que el médico, a quien probablemente nunca has visto, te llame y te dé la noticia».
TITULO: CAFE GIJON - MANZANAS VERDES - Fuerza para salir adelante' , .
CAFE GIJON,.
Café Gijón - foto,.
MANZANAS VERDES - Fuerza para salir adelante' , ,.
MANZANAS VERDES - Fuerza para salir adelante' ,. , fotos,.
Fuerza para salir adelante' ,.
Sé fuerte, sé valiente. No tengas miedo. La vida te espera»,.
Mensajes. RedCor ha enviado las primeras 20 cartas a enfermos hospitalizados por coronavirus en Madrid,.
Todas
llevan un matasellos que se va a quedar grabado en el tiempo y en la
historia: el de coronavirus, la palabra y enfermedad malditas de este
2020. Son las misivas con frases de aliento y rebosantes de esperanza
que se envían estos días a quienes libran la batalla más difícil de su
vida: salir indemnes de una devastadora pandemia que ha desbordado el
sistema sanitario del país y que, pese a ello, los profesionales
españoles no se retiran de esa primera línea del frente para proteger,
cuidar y curar a estos miles de pacientes ingresados que no pueden
sentir el calor de sus familiares en tan duro trance.
Las primeras cartas cacereñas, algunas redactadas a una cara y otras más extensas, se enviaron hace dos semanas a los principales centros hospitalarios de la comunidad de Madrid.
La iniciativa de acompañar con reconfortantes palabras a quienes se encuentran completamente aislados en una habitación de hospital, la ha canalizado en Cáceres la red de voluntarios RedCor, que ultima los contactos para que los envíos se dirijan también a los hospitales de la región.
Él mismo ha seleccionado para este diario algunos fragmentos de esos mensajes que a través del correo electrónico llegan a las habitaciones, donde los auténticos superhéroes de esta crisis sanitaria, enfundados en batas, guantes y mascarillas, leerán a sus protegidos: «No te conozco pero estoy aquí. Jamás pienses qué estás solo. Todos somos humanos y es lógico que tengamos momentos de frustración, de bajón, de no entender la situación que estamos viviendo. Pero por eso, debemos ayudarnos. Tus alas no están rotas, tal vez un poco heridas, pero no rotas, y por eso hay solución. Cada día es una nueva oportunidad para intentarlo». Así infunde ánimos en una misiva, que ya ha llegado a su destino, uno de tantos ciudadanos.
Jesús, estudiante de segundo de Enfermería, lleva desde la adolescencia realizando tareas de voluntariado en el grupo scout Azimut, en el que ahora coordina las actividades 'online' que venían realizando niños y jóvenes en las instalaciones de la parroquia de San José. Por eso no dudó nunca en colaborar con RedCor.
Otro de los textos que elige refleja el valor de cosas que nos pueden pasar prácticamente desapercibidas y que, quizás, cuando esto se supere, lleguemos a apreciar más: «Aunque todo esto quizás nos sirva para valorar más los pequeños detalles, un abrazo, un beso, una carta, en definitiva, las minucias, todo eso que damos por sentado y que en verdad es tan frágil que hasta un virus puede robárnoslo. Ojalá la vida te devuelva todo esto en alegrías», desea con estas palabras el remitente.
Para algunos, escribir las cartas ha resultado casi un ejercicio terapéutico y de autoayuda en su propio confinamiento: «Espero haberte podido ayudar, tú si me has ayudado a mí, desde que estoy escribiendo estas letras me siento mejor ¡Gracias!».
Otras misivas, explica Cobián, incluyen microcuentos, pasatiempos o acertijos «para hacerles el tiempo más ameno». Los voluntarios de Redcor preparan ya una nueva remesa que volverá a enviarse cuando sume la veintena de cartas.
«Y todos los supervivientes como tú, vais a enriquecer esta sociedad. Nos vais a dar una gran lección. Ya lo estáis haciendo. Vas a ser miembro de una gran generación. La de los fuertes, la de los luchadores. La de las personas que se esforzaron para conseguir lo más valioso. Vivir.», es otro de los reconocimientos que una persona anónima más quiere hacer llegar a aquellos que, como bien sostiene, formarán parte de una generación a la que le ha tocado encarar la primera pandemia de este siglo.
«Nuestra recompensa es veros a todos curados en vuestras casas con vuestras familias muy pronto. Espero que hayas pasado un ratito ameno y si he conseguido sacarte una sonrisa puedo darme por muy afortunada. Ojalá volvamos a encontrarnos algún día pero en la mejor de las circunstancias», es el deseo plasmado en otras líneas.
Anhelo que es el de todos los ciudadanos que, con aportaciones desinteresadas como ésta, se suman a esa gran marea de ayuda social. Un gesto sencillo, un mensaje tranquilizador e ilusionante para devolver al débil en horas bajas, la esperanza y fe suficientes para aferrarse a la vida, eso sí, estrechado a las mejores manos, las del personal sanitario. «Sé fuerte, sé valiente. No tengas miedo. Sigue adelante. La vida te espera, porque todos sois parte de nosotros, porque quedándonos en casa estamos luchando por ti, por todos».
Luis Tosar dota de vulnerabilidad y dolor un personaje que encarna de manera simbólica a todo un pueblo gallego que ha sufrido y sigue sufriendo el narcotráfico. En un reparto donde no chirría ni un figurante sobresalen dos actores extraordinarios: Xan Cejudo, profesor de interpretación de Tosar en la vida real, fallecido tras encarnar a este narco impotente en una cama mientras su poder se descompone en las manos de su prole, y Enric Auquer, su hijo en la ficción, deslumbrante cruce de Sonny Corleone y El Neng de Castefa, justísimo ganador del Goya al actor revelación.
Las primeras cartas cacereñas, algunas redactadas a una cara y otras más extensas, se enviaron hace dos semanas a los principales centros hospitalarios de la comunidad de Madrid.
La iniciativa de acompañar con reconfortantes palabras a quienes se encuentran completamente aislados en una habitación de hospital, la ha canalizado en Cáceres la red de voluntarios RedCor, que ultima los contactos para que los envíos se dirijan también a los hospitales de la región.
Los voluntarios ultiman los contactos para que los mensajes de ánimo puedan recibirse también en hospitales de la región
«Aunque las cartas suelen ser anónimas, en
todas ellas los remitentes se suelen presentar y desvelan algunos
detalles de su vida, como si tienen familia o no», comenta Jesús Cobián,
el voluntario cacereño que se encarga de coordinar esta área de RedCor.
«Todas dan a los enfermos mucha fuerza, y les agradecen que estén
luchando mientras ellos están en casa», señala el joven de 22 años.Él mismo ha seleccionado para este diario algunos fragmentos de esos mensajes que a través del correo electrónico llegan a las habitaciones, donde los auténticos superhéroes de esta crisis sanitaria, enfundados en batas, guantes y mascarillas, leerán a sus protegidos: «No te conozco pero estoy aquí. Jamás pienses qué estás solo. Todos somos humanos y es lógico que tengamos momentos de frustración, de bajón, de no entender la situación que estamos viviendo. Pero por eso, debemos ayudarnos. Tus alas no están rotas, tal vez un poco heridas, pero no rotas, y por eso hay solución. Cada día es una nueva oportunidad para intentarlo». Así infunde ánimos en una misiva, que ya ha llegado a su destino, uno de tantos ciudadanos.
Jesús, estudiante de segundo de Enfermería, lleva desde la adolescencia realizando tareas de voluntariado en el grupo scout Azimut, en el que ahora coordina las actividades 'online' que venían realizando niños y jóvenes en las instalaciones de la parroquia de San José. Por eso no dudó nunca en colaborar con RedCor.
Otro de los textos que elige refleja el valor de cosas que nos pueden pasar prácticamente desapercibidas y que, quizás, cuando esto se supere, lleguemos a apreciar más: «Aunque todo esto quizás nos sirva para valorar más los pequeños detalles, un abrazo, un beso, una carta, en definitiva, las minucias, todo eso que damos por sentado y que en verdad es tan frágil que hasta un virus puede robárnoslo. Ojalá la vida te devuelva todo esto en alegrías», desea con estas palabras el remitente.
Para algunos, escribir las cartas ha resultado casi un ejercicio terapéutico y de autoayuda en su propio confinamiento: «Espero haberte podido ayudar, tú si me has ayudado a mí, desde que estoy escribiendo estas letras me siento mejor ¡Gracias!».
Otras misivas, explica Cobián, incluyen microcuentos, pasatiempos o acertijos «para hacerles el tiempo más ameno». Los voluntarios de Redcor preparan ya una nueva remesa que volverá a enviarse cuando sume la veintena de cartas.
«Y todos los supervivientes como tú, vais a enriquecer esta sociedad. Nos vais a dar una gran lección. Ya lo estáis haciendo. Vas a ser miembro de una gran generación. La de los fuertes, la de los luchadores. La de las personas que se esforzaron para conseguir lo más valioso. Vivir.», es otro de los reconocimientos que una persona anónima más quiere hacer llegar a aquellos que, como bien sostiene, formarán parte de una generación a la que le ha tocado encarar la primera pandemia de este siglo.
«Nuestra recompensa es veros a todos curados en vuestras casas con vuestras familias muy pronto. Espero que hayas pasado un ratito ameno y si he conseguido sacarte una sonrisa puedo darme por muy afortunada. Ojalá volvamos a encontrarnos algún día pero en la mejor de las circunstancias», es el deseo plasmado en otras líneas.
Anhelo que es el de todos los ciudadanos que, con aportaciones desinteresadas como ésta, se suman a esa gran marea de ayuda social. Un gesto sencillo, un mensaje tranquilizador e ilusionante para devolver al débil en horas bajas, la esperanza y fe suficientes para aferrarse a la vida, eso sí, estrechado a las mejores manos, las del personal sanitario. «Sé fuerte, sé valiente. No tengas miedo. Sigue adelante. La vida te espera, porque todos sois parte de nosotros, porque quedándonos en casa estamos luchando por ti, por todos».
TITULO: LA AVENTURA DEL SABER TVE - Luis Tosar desciende a los infiernos de la venganza,.
Luis Tosar desciende a los infiernos de la venganza,.
foto / Quien a hierro mata' no tiene mucho que ver con 'Fariña', aunque muestra con detalle costumbrista la manera de hacer de los narcos: los ajustes de cuentas, su estética, la manera de comunicarse en una 'operación' mediante llamadas perdidas a móviles... A Paco Plaza, que ya avisó con la deslumbrante 'Verónica' de que el género de terror se le quedaba pequeño, le interesa más el descenso a los infiernos del protagonista, un buen tipo que se encuentra ante la oportunidad de vengarse del hombre que destrozó su vida.
Un guion milimétrico de Juan Galiñanes y Jorge Guerricaechevarría administra la información: ¿qué le ocurrió a este enfermero en el pasado para que se obsesione con su nuevo paciente? La última media hora de metraje, en la que se precipitan los acontecimientos, demuestra el talento de Plaza como narrador. No estamos ante una mera crónica de venganza, sino ante una compleja fábula moral que incomoda, rodada como si fuera uno de esos thrillers coreanos en los que temes los estallidos de violencia insoportable.Luis Tosar dota de vulnerabilidad y dolor un personaje que encarna de manera simbólica a todo un pueblo gallego que ha sufrido y sigue sufriendo el narcotráfico. En un reparto donde no chirría ni un figurante sobresalen dos actores extraordinarios: Xan Cejudo, profesor de interpretación de Tosar en la vida real, fallecido tras encarnar a este narco impotente en una cama mientras su poder se descompone en las manos de su prole, y Enric Auquer, su hijo en la ficción, deslumbrante cruce de Sonny Corleone y El Neng de Castefa, justísimo ganador del Goya al actor revelación.
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