domingo, 18 de agosto de 2024

El paisano - Viernes - 30 - Agosto - Estudió Periodismo pero hoy se dedica al olivar en Cuevas del campo ,. / VACACIONES - EUROPA DE PELICULA - "La ciudad sin nombre", una mezcla de diversión y aventura que explora cuestiones de identidad ,. / HOSPITAL - La amenaza sobrevuela Israel heridos ,. / VUELTA AL COLE - Elegidos para la paz ,. / EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En la tuya o en la mía - Miercoles - 28 - Agosto - Los abismos de Pilar Quintana ,. / EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes - 30 - Agosto - Isabel Coixet - Las cintas perdidas de Elizabeth Taylor ,.

 TITULO: El paisano - Viernes - 30 - Agosto -  Estudió Periodismo pero hoy se dedica al olivar en Cuevas del campo ,.

 

Viernes - 30 - Agosto a las 22:10 horas en La 1 , foto,.

 Estudió Periodismo pero hoy se dedica al olivar en Cuevas del campo,.

 Los Repobladores | Estudió Periodismo pero hoy se dedica al olivar en Cuevas  del campo

 Mariló (59 años), nació en Cuevas del Campo, Granada. Sus padres eran los panaderos del pueblo, pero con poco más de 10 años Mariló y sus padres se fueron a vivir a Barcelona.

En la ciudad catalana vivió durante muchos años: allí pasó su juventud, estudió Periodismo y formó su familia. Sin embargo, nunca perdió el contacto con su pueblo, que visitaba todos los años.

En uno de estos viajes, Mariló encontró el amor y decidió quedarse. Hoy se dedica al olivar y es presidenta de la cooperativa del pueblo.

TITULO: VACACIONES - EUROPA DE PELICULA - "La ciudad sin nombre", una mezcla de diversión y aventura que explora cuestiones de identidad,.

"La ciudad sin nombre", una mezcla de diversión y aventura que explora cuestiones de identidad,.

 Lee con La Banda | "La ciudad sin nombre" es una mezcla de diversión y  aventura que también explora cuestiones de identidad

foto / "La ciudad sin nombre" es una mezcla de diversión y aventura que también explora cuestiones de identidad, pertenencia e historia.  La nueva capital de los daos está estratégicamente ubicada: atravesada por el río de las Vidas, es el único acceso al mar de toda la región. Las naciones de la zona se disputan con frecuencia este lugar tan valioso y, cada vez que cambia de mano, le dan un nuevo nombre. Con el paso del tiempo, la ciudad ha perdido su identidad y para los nativos este lugar es la Ciudad Sin Nombre. Muy ajeno a los temas políticos, el joven Kaidu, hijo de un general dao, deja su pueblo para llegar al palacio y formarse como guerrero de la nación. Una oportunidad para conocer a su padre, al que nunca antes ha visto. Averiguará que, como él, Kaidu es distinto del resto de los daos. Descubre rápidamente que la ciudad y su historia le interesan mucho más que saber manejar la espada. Cuando conoce a Rata, una joven lugareña huérfana y escurridiza, siente una curiosidad que lo llevará hacia derroteros insospechados.

TITULO: HOSPITAL - La amenaza sobrevuela Israel  heridos,.


La amenaza sobrevuela Israel  heridos,.


Hamás denuncia 90 muertos y más de 300 heridos tras un ataque israelí en una zona humanitaria en Gaza,.

  • El ejército israelí ha señalado que su objetivo era matar a un alto comandante de Hamás,.
  • Al Jazeera ha señalado que varios misiles han impactado contra tiendas de campaña y una desalinizadora de agua,.
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    Al menos 90 personas han muerto y cerca de 300 han resultado heridas tras un bombardeo israelí contra Mawasi, declarada "zona humanitaria" por los propios militares israelíes, al oeste de la localidad sureña de Jan Yunis, en la Franja de Gaza, según el ministerio de Sanidad de Gaza, controlado por Hamás.

    Según fuentes locales, tres misiles han impactado contra el corazón del área humanitaria de Mawasi al oeste de Jan Yunis, donde residen miles de palestinos forzosamente desplazados al comienzo de la operación militar israelí en Rafah, en el sur de la Franja.

    A pesar de la designación del área como "zona humanitaria", y de que regresar a Rafah es imposible por la intensidad de los combates en la localidad, el Ejército ha atacado varias veces objetivos en Mawasi. La cadena Al Jazeera ha señalado que varios misiles han impactado contra tiendas de campaña y una planta de desalinización de agua.

    El objetivo del ataque israelí de este sábado a la zona humanitaria era Mohamed Deif, el comandante de las Brigadas al Qasam, brazo armado de Hamás, aunque el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ha dicho en rueda de prensa que "aún no hay certeza" sobre la muerte del jefe militar de Hamás y su numero dos en el ataque. Netanyahu ha dicho que autorizó la operación tras recibir inteligencia de que no había rehenes israelíes en la zona.

    Deif está considerado el número dos del grupo islamista en la Franja de Gaza, por detrás solo de Yahya Sinwar, y uno de los principales responsables de los ataques del 7 de octubre. Según medios en hebreo citados por la prensa israelí, junto a Deif se encontraba otro alto cargo de Hamás, Rafa'a Salameh, comandante de la brigada de Jan Yunis.

    El presidente palestino, Mahmud Abbas, ha asegurado que Israel y Estados Unidos han sido los responsables del ataque, pero el dirigente, respaldado por Occidente, también ha culpado a Hamás de la continuación de la guerra en Gaza. Estos comentarios son una señal de la creciente tensión entre la facción Fatah de Abbas y el grupo islamista Hamás, que ha acusado al presidente palestino de ponerse de parte de Israel.

    Asimismo, Hamás ha negado que el ataque fuese contra un miembro de su ejército. "Esta no es la primera vez que la ocupación asegura atacar a líderes palestinos y resulta después que ha mentido, y estas falsas alegaciones se usan para tratar de encubrir la escala de la horrible masacre", ha dicho el grupo en un comunicado.

    Israel y Hamás han acordado una estrategia para negociar el alto el fuego en Gaza según EE.UU.
     
    foto / Israel y Hamás han acordado una estrategia para negociar el alto el fuego en Gaza según EE.UU.

    Por otra parte, las conversaciones sobre el alto el fuego en Gaza se han interrumpido después de tres días de intensas negociaciones que no han producido un resultado viable, han afirmado dos fuentes de seguridad egipcias, que culparon a Israel de carecer de una intención genuina de llegar a un acuerdo.

    Las fuentes, que hablaron con la agencia Reuters bajo condición de anonimato, han señalado que el comportamiento de los mediadores israelíes revelaba "discordia interna". Según las fuentes, la delegación israelí daba su aprobación a varias condiciones que se estaban discutiendo, pero luego volvía con enmiendas o introducía nuevas condiciones que corrían el riesgo de hundir las negociaciones.

    Asimismo, han afirmado que los mediadores consideraban las "contradicciones, los retrasos en las respuestas y la introducción de nuevas condiciones contrarias a lo acordado previamente" como indicios de que la parte israelí consideraba las conversaciones como una formalidad destinada a influir en la opinión pública.

    Israel atacó el viernes a un trabajador de una ONG con sede en Reino Unido

    Este sábado las fuerzas israelíes confirmaron haber atacado en la jornada previa a un trabajador de una ONG en el área costera de Mawasi, y han justificado que se trataba de un efectivo del grupo islamista Hamás.

    El hombre, Hosam Mansur, trabajaba para la organización Al Khair, con sede en Reino Unido, y que según Israel "transfiere fondos a organizaciones terroristas, bajo la apariencia de actividades humanitarias", según un comunicado castrense.

    Según fuentes médicas palestinas, al menos otras tres personas murieron en el ataque que mató a Mansur, que tuvo lugar en un almacén de ayuda humanitaria en la zona costera de Mawasi, entre Rafah y Jan Yunis.

    Mientras, los militares siguen operando en el sur de Gaza, donde este viernes destruyeron un almacén de parapentes de Hamás, desde donde despegaron algunos de los combatientes que se infiltraron en Israel durante los ataques del 7 de octubre.

    "En redadas controladas durante el último día las tropas desmantelaron varias bocas de túneles terroristas y eliminaron a múltiples terroristas de Hamás", aseguró el Ejército en un comunicado este sábado.

    Desde que comenzó la guerra en el enclave, al menos 38.300 personas han muerto y miles continúan enterradas bajo los escombros, la mayoría mujeres y niños, según las autoridades sanitarias gazatíes. 

      TITULO:  VUELTA AL COLE -  Elegidos para la paz  ,.

     Elegidos para la paz  ,.

     Celebra la vuelta al cole más feliz en Zenia Boulevard

    foto / Se detiene el autobús en Mérida a dejar y recoger viajeros —hemos salido muy temprano de Zafra, donde me despedí de Inma con un café rápido en la cantina de la estación, y hemos atravesado la provincia de Badajoz a paso lento, con paradas en pueblos grandes y pequeños que han ralentizado el viaje, pero a la vez lo han hecho más interesante— y reparo en que han pasado ya dieciséis años desde la última vez que estuve en la ciudad y vine a caer en estos mismos andenes. Fue un domingo de diciembre a eso de las cinco o las seis de la tarde, con el día anocheciendo en pleno invierno, y durante varias horas merodeé completamente solo por las calles de una ciudad aletargada que se mecía en ese tedio propio de los estertores de los fines de semana. No había un alma en el recinto del teatro romano, que visité aplicadamente antes de que cerrara sus puertas, temeroso de que al día siguiente no tuviese tiempo de acercarme, ocupado como estaría con los protocolos a los que obligaba el premio de novela que iban a entregarme, y apenas me crucé con nadie por los aledaños del templo de Diana, ni al pasar bajo el arco de Trajano, ni en los alrededores del museo con el que Rafael Moneo envolvió de ropajes modernos las resonancias de vestigios milenarios. No conserva mi memoria muchos más recuerdos de la ciudad, y éstos que enumero se han convertido con el paso del tiempo en postales desvaídas, diapositivas aisladas que no sé si obedecen a lo que realmente vi o si se componen con teselas de lo que creí haber visto, pero en cualquier caso ahora que miro la ciudad desde la periferia de este viaje fragmentado que me devuelve a casa no soy capaz de reconocer ningún rincón de los de entonces: la estación se alza en la periferia, al otro lado del río, y más allá los contornos de las últimas casas impiden vislumbrar siquiera una pizca del meollo. El premio que me dieron entonces tuvo poca vida después: al año siguiente se declaró desierto y creo que después dejaron de convocarlo; la editorial que lo publicaba, y con cuyo editor conservo una amistad que no ha agrietado el calendario, cerró un lustro más tarde. Apenas he vuelto a saber nada de la gente con la que compartí los días que pasé aquí ni he tenido requerimiento alguno que motivara mi presencia en estas tierras, que fueron muy importantes para mí aunque después de todo lo que ha llovido parezca que no significaron nada. «El premio más enjundioso que he ganado en toda mi vida lo gané aquí, en Extremadura», dije ayer en Zafra, cuando Inma y Jaime me presentaron en la tarima del parque de la Paz, y ni yo mismo me habría acordado si ellos, al repasar mi biografía, no hubiesen mencionado la novela que me lo deparó. Ha sido y es Mérida un pasar, pienso en estos pocos minutos en que la contemplo ajena desde la distancia, y le agradezco el trato que me brindó, y sigo rumbo.

    Es ver vivir

    "Volver a Salamanca, ya lo he dicho, es ver la vida que uno llevó aquí y que se conserva intacta, pese a todo, en manos de otros"

    Creo que fue Luis Rosales el que dijo que vivir es ver volver, pero en mi caso concreto, y en lo que se refiere a Salamanca, podría decir también que volver es ver vivir. Aunque haya cambiado la ciudad y no sean iguales los tiempos, aunque hayan variado algunas conductas colectivas y estudiar lejos de casa no se parezca a lo que era hace casi cinco lustros, no me cuesta reconocerme en cualquiera de los estudiantes que cruzan en diagonal y a toda prisa la Plaza Mayor, en los que entretienen las horas muertas en las cafeterías, en los que haraganean sin otro propósito que el de dejar transcurrir las horas por los bancos de Anaya o los laberintos domésticos que desembocan en las promesas pecaminosas de San Justo. Tengo la impresión, siempre que vuelvo, de que el regreso depara la posibilidad de observar desde fuera lo que una vez se contempló desde dentro, de asistir en primera fila al espectáculo en el que uno mismo tuvo la ocasión de participar como protagonista. Con todo, esta vez el prodigio se da a medias: es domingo, un día poco propicio aquí para las efusividades callejeras, y anda plomizo un cielo que rompe pronto en un diluvio espectacular que nos coge a Luis García Jambrina y a mí volviendo del puente romano, adonde hemos ido a pasear mientras nos contábamos nuestras respectivas andanzas. No me quejo demasiado, porque la meteorología ha sido clemente y me ha permitido cumplimentar algunos hitos privados. Me he acercado a ver el Cielo que una vez decoró la bóveda de la biblioteca universitaria y que hoy se exhibe en un costado de las Escuelas Menores, donde me lo he encontrado inusualmente desierto a unas horas en las que imagino que los turistas andarían terminando la comida o iniciando la siesta, y me he detenido ante la fachada del Estudio en busca no de la rana en la que se fija todo el mundo, sino en el rostro cuya mueca burlona parece plantear una enmienda jocosa a la totalidad del mensaje. No he llegado a visitar la cueva ni he podido dejarme caer por Dominicos, pero me he demorado por las bajadas hacia el Tormes desde la catedral vieja y he cumplido con la visita al Lazarillo. También he podido recrearme en la estampa majestuosa que pinta la calle Compañía si se la contempla desde la perspectiva adecuada, que no por azar coincide con la que se observa desde las puertas de mi hotel, el mismo en el que nos alojaron la primera vez que estuve en la ciudad, cuando tenía trece años y me trajeron junto a mis compañeros del colegio en el viaje de estudios que rubricaba el final de la EGB, y contemplé en un amanecer esta suave pendiente que se pierde en un esfumado de campanarios —«alto soto de torres», escribió Unamuno, que vivió aquí cerca—; me pareció tan irreal que no pude acreditar su veracidad hasta que me avecindé en la ciudad y tuve ocasión de disfrutarlo a diario durante todo un año, el que pasé acudiendo a las aulas de la Clerecía, y muy frecuentemente luego, cada vez que mis pasos me acercaban por el centro de la ciudad. Hice en aquel primer curso muchas horas dentro del Alcaraván, en donde entro ahora para refugiarme del diluvio sobrevenido, y me reconforta encontrarlo igual que siempre. Me siento en una de las mesas de la entrada porque están ocupadas todas las demás. Delante de mí, unos profesores hablan de la tarea que les aguarda a partir de mañana; a mis espaldas, grupos de estudiantes repasan sus andanzas del sábado, juegan al ajedrez, leen libros o pasan a limpio los apuntes que en unas pocas semanas tendrán que estudiar en serio. Volver a Salamanca, ya lo he dicho, es ver la vida que uno llevó aquí y que se conserva intacta, pese a todo, en manos de otros. No es mala cosa.

    Nosotros, los de entonces

    "No todo el mundo sabe asumir con la debida resignación que el tiempo pasa"

    La facultad donde estudié había echado a andar una década antes de mi llegada, y muchos de quienes se habían matriculado en sus primeras promociones optaron por hacer carrera dentro y mantenerse allí, una vez finalizados los estudios, como profesores. Quienes nos impartían las clases, por lo tanto, no eran mucho mayores que nosotros —compartíamos generación, prácticamente—, lo que propiciaba que a menudo nos encontráramos a horas intempestivas fuera de las aulas, en lugares más proclives a la gramática parda que a la disciplina académica, y que en esos nudos gordianos de la noche se fueran tramando complicidades o simpatías que trascendían los muros universitarios. Las coincidencias daban pie a situaciones que se debatían entre lo surrealista y lo hilarante, y sobre muchas de ellas cabe mantener un secreto de sumario que no estoy seguro de que vaya a levantar nunca el tiempo. Lo recuerdo en esta noche salmantina con Juanra, que fue mi profesor de diseño gráfico y uno de los invitados estelares a nuestra fiesta de fin de carrera. He satisfecho su antojo de paloma en el Cervantes y él ha hecho lo propio en La Viga con mis apetencias de jeta, y hemos venido a terminar la noche en los veladores del Niebla, una mezcla de café y cervecería con resonancias unamunianas que se abre frente a uno de los bares de copas que ya estaban de moda cuando viví aquí y que resiste, a lo que se ve, los embates de las modas. Me cuenta que ha cambiado todo mucho, empezando porque sus alumnos ya no tienen la edad que podrían tener sus hermanos menores, sino casi la que ya tiene su propio hijo, y merodeamos en torno a la cuestión de la autoridad docente en una época en la que el profesor ya no puede arrogarse la condición de depositario único del conocimiento. ¿Son peores ahora las cosas? No lo creo y él tampoco; son, sencillamente, distintas. Lo que ocurre es que no todo el mundo sabe asumir con la debida resignación que el tiempo pasa y envejecer seguramente consiste en ver cómo, poco a poco, uno va perdiendo el paso; en asumir que, lo mismo que nosotros, aquel mundo, el de entonces, ha ido dejando de ser el mismo.

     TITULO: EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En la tuya o en la mía - Miercoles - 28 - Agosto - Los abismos de Pilar Quintana,.

    En la tuya o en la mía  - Miercoles    - 28 - Agosto  ,.

     En la tuya o en la mía', presentado por Bertín Osborne, acerca a los espectadores el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en La 1 a las 22:30, el miercoles- 28 - Agosto   , etc.

     EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En la tuya o en la mía - Miercoles - 28 - Agosto - Los abismos de Pilar Quintana ,.

     Los abismos de Pilar Quintana,.

     Los abismos de Pilar Quintana

    fotos /  Pilar Quintana,.

     

    Hay que ser valiente para contar tu vida a unos desconocidos. Sentarte en una silla y comenzar a quitarte capas y capas de sentimientos ante ellos. Compartir con unos extraños tus miedos, frustraciones y fracasos. También tus éxitos y los logros, aunque esto sea más sencillo y menos doloroso. Hacerlo en novela(s) es arriesgado —terapéutico en ocasiones, pero arriesgado—; continuar con el ejercicio ante un auditorio lleno de gente te expone a unos niveles que quizás la autora de La perra no imaginaba cuando tecleaba la historia de Damaris en su teléfono móvil. Pilar Quintana está acostumbrada a enfrentarse a sus abismos. No le dan miedo los precipicios. Mira al vacío y sonríe, consciente de que ha ganado, de que lo logró cuando dijo basta, al articular un quiero y postular un puedo.

    Pilar Quintana no se guardó nada durante la lectura que hizo en el Congreso de escritores de Puerto Rico, la tarde que nos mostró cuáles eran sus abismos.

    Abismo nº 1: Cali

    Pronto, Pilar decidió dejar Cali y viajar. Antes de partir envió varias propuestas de un texto que había escrito a diferentes editoriales. Mientras recorría el mundo, una de ellas mandó un paquete a su casa. No estaba interesada en la obra y le devolvía el manuscrito. A su vuelta, su madre, que lo había leído, le dijo a Pilar: «Esto es lo que uno no debe contar a nadie».

    «La sociedad de Cali de la que venimos mi madre y yo es muy conservadora. Puede parecer muy liberal porque es una tierra caliente, alegre, a la gente le gusta bailar, pero en realidad Cali, en muchos sentidos, funciona como si fuera un pueblo pequeño, donde todo el mundo se conoce. Si perteneces a cierta parte de la ciudad, si has nacido en determinada clase social, entonces vas a ciertos colegios, vives en unos determinados barrios, vas a unos clubes donde todo el mundo se conoce, donde son muy importantes las apariencias. Cómo te ves y cómo te proyectas hacia los demás».

    Pilar consiguió dejar atrás esa sociedad encorsetada y cargada de prejuicios, lograr lo que no pudo hacer su mamá.

    «En Cali hay unos códigos sociales que cuando los violentás la ciudad te margina. Yo allí siempre me sentía un poco como dentro de una camisa de fuerza, y mi primera novela fue quitármela. Quiere decir: «Pues yo soy esto, ¿no?, y no encajó acá». Entonces, me parece que para mi mamá era muy difícil porque era tener las miradas de la gente conocida diciéndole: «¡Ay, tu hija no es la mujer que esperábamos que fuera!»«.

    En Los abismos, Claudia, la mamá de la protagonista, cuando está triste y se encierra en su habitación, con un vaso de whisky y las cortinas echadas, dice que tiene «rinitis». Pilar Quintana estuvo a punto de contraer también esa «rinitis», de caer en la depresión hacia la que la encaminaba su ciudad y todo lo que suponía Cali.

    «Yo creo que yo me habría matado, literalmente. Me fui de Cali a los 17, estuve un año de intercambio en un pueblito de Estados Unidos, luego volví para ir a Bogotá a estudiar a la Universidad y trabajé, después de graduarme, tres años en la capital. Durante ese tiempo cada vez que tenía que volver allí era una tortura para mí y lo evitaba. Hacía que las vacaciones en Cali fueran lo mínimo posible. Pero después de ocho años se me había olvidado cómo era Cali y empecé a idealizar la idea de volver a mi ciudad, y me encontré otra vez con lo mismo: descubrí otra vez la misma Cali que me parecía tan opresiva. Nunca fui a un psiquiatra ni a un psicólogo, no tuve un diagnóstico, pero me parece que a mí eso me deprimió profundamente. Fue una época en la que yo estaba triste. Bebía mucho y fumaba marihuana. Hubo un momento en el que yo me dije: «Si esta va a ser mi vida hasta que me jubile y pueda hacer lo que quiera —tener una vida sencilla frente al mar o viajar por el mundo—, yo prefiero matarme». Entonces dije: «Bueno, antes de matarme voy a hacer lo que quiero, y ya si veo que la vida es tan horrible, pues me mato». Y resulta que al tercer día de haber renunciado a todo y estar viajando ya no me pareció que la vida fuera tan terrible y quería vivir«.

    Abismo nº 2: La Selva

    Después de recorrer el mundo, Pilar regresó a Colombia, y lo hizo acompañada de un novio irlandés, Conor. Junto a él emprendió un nuevo viaje, diferente, peligroso, misterioso; se fueron a vivir los dos solos a la selva.

    «El peligro en la selva está en todos lados. En aquel lugar aprendes a conocerte, no del modo en el cual lo haces en una ciudad, porque en la ciudad no estás en el límite de tus circunstancias como ser humano. En la ciudad yo abro la llave y sale agua. Cuando yo me fui a vivir a la selva tuve que conseguir que por la llave de la cocina saliera el agua; tuve que hacer mi propio acueducto. No tenía luz. Dependía absolutamente de la lluvia. Vivía en la naturaleza. Y yo creo que ahí también aprendes que la selva te lo da todo, pero también que un instante te lo puede quitar de repente. Una noche había un vendaval terrible y vos sentías cómo la casa temblaba. Luego por la mañana abrías la puerta y comprobabas que se habían caído todos los árboles a la redonda. Había un peligro externo, digamos, y a la vez tú estabas conociéndote y descubriendo unas partes tuyas que en la ciudad me parece que era muy difícil llegar a conocer de ti mismo«.

    Allí el peligro no estaba fuera de la casa que construyeron, estaba dentro. Primero hubo desacuerdos, luego discusiones, que dieron paso a los gritos. Hasta que un día Pilar se preguntó por qué su pareja le acercaba la cara a la suya cuando discutían.

    «Luego tuve esa circunstancia de estar con un marido que era abusivo. Por las circunstancias de mi vida me tomó mucho tiempo darme cuenta de que yo estaba en una relación abusiva«. 

    Abismo nº 3: Colombia

    Cuando hace un par de años salieron a la luz denuncias de abusos sexuales a niñas indígenas por parte de soldados de Colombia, Pilar Quintana afirmó que «a ese monstruo no hay que normalizarlo, hay que mirarlo a los ojos».

    «A mí me invitaron de la Comisión de la verdad a leer unas historias. Había un texto donde contaban cómo en los países en guerra pasa algo tremendo: se deshumaniza al enemigo para poder matarlo. Tú no estás matando a un igual ni a un ser humano, sino un monstruo que hay que eliminar de la faz de la tierra. Y yo creo que en Colombia eso está normalizado desde hace mucho tiempo. Colombia tiene unas guerras intestinas que llevan siglos, pero la parte de la violencia que recordamos es la época desde los años 50. Nací en 1972, crecí con las historias de la violencia contadas por mi papá. Hoy en día, cuando voy a visitarlo —mi papá ejerció toda la vida en Cali, por eso yo nací allí, pero mi papá es de un pueblo del norte del valle del Cauca, un pueblo profundamente conservador— él nos dice —ya está viejo, tiene 89 años que por favor lo llevemos a tal pueblo —está recorriendo todos los de su infancia—. Nosotros lo llevamos y nos dice: «Aquí mataron a 300 personas en la época de la violencia». Las historias de Colombia son esas: historias todas de violencia. Ahorita yo me he pasado los últimos dos años investigando para una novela que estoy haciendo, que ocurre en los 80 y que tiene un personaje que es guerrillero. No es un personaje tangencial y la historia no va sobre la guerra, pero para construir ese personaje he tenido que conocer la historia de nuestra violencia, no de oídas, sino estudiarla verdaderamente. Muchas generaciones crecen así, oyendo relatos de la guerra, y eso es lo normal. Al que es diferente, al que no piensa como vos, no te sentás a dialogar con él, sino que lo asesinás. Cuando hubo el plebiscito por la paz en nuestro país ganó el «no» por un margen estrecho. Hay una gran parte de la sociedad que ha reflexionado y que cree en la paz, pero hay otra, casi la mitad o más de la mitad de los colombianos, que todavía piensa que no debemos dialogar, sino seguir en la guerra, que a los guerrilleros tenemos que asesinarlos o meterlos presos y jamás perdonarlos. Es una sociedad donde la guerra sigue siendo un modo de vida«. 

    Las mujeres son las grandes protagonistas de las novelas de Pilar Quintana. Las colombianas invierten el rol que hasta hace unas generaciones las destinaba a ser esposas, madres, a permanecer lejos de las empresas y las universidades.

    «Nosotras somos ahora la mitad de la población. Estamos en todos los estamentos de la sociedad, pero aún el poder efectivo lo siguen teniendo los hombres. Las mujeres cada vez ganamos más espacios. En épocas de mi mamá la mujer estaba relegada a la casa, ser esposa y cuidar a los hijos. Si tenían profesiones no estaba bien visto que fueran muy ambiciosas. Ahora las mujeres estudian tanto o más que los hombres y les va muy bien, digamos, académicamente. Trabajan mucho, pero todavía tenemos brechas salariales importantes. Además, una carga muy fuerte de las tareas del hogar sigue recayendo sobre ellas«.

    Las mujeres piden paso en Colombia. Las escritoras están visibles, las de ahora y también las de antes, las que fueron borradas, las que no aparecían en los libros de texto de la escuela y cuyos libros no estaban en las estanterías de librerías y bibliotecas. Las autoras ya no tienen que demostrar, se limitan a mostrar.

    «Este es el tercer año que estoy trabajando en la biblioteca de escritoras colombianas. Yo soy la coordinadora editorial de este proyecto del Ministerio de Cultura que busca promover y rescatar la literatura de las mujeres en el país. Este programa surgió porque empezamos a ver que en las clases del colegio estaban incluidos los escritores, pero no las mujeres. No hay una sola mujer que los escolares de Colombia deban leer. Cuando yo llegué a la universidad ocurría la misma situación. Era como si las escritoras no existieran y hubieran existido jamás. Sus nombres ni siquiera existían en el mapa literario colombiano. Toda la vida yo había oído hablar de Manuel Zapata Olivella, de Arnoldo Palacios; evidentemente había leído a García Márquez desde chiquita. Pero no había leído a las mujeres colombianas clásicas porque ni siquiera sus nombres existían. Existía la idea de que no estaban porque eran malas. A mí me dio curiosidad y empecé a leer algunas que me llamaban la atención, y yo encontraba que no eran malas, sino buenas». 

    ¿Cómo vemos a Colombia en la distancia? ¿Cuál es nuestra percepción más allá de las noticias? ¿Cómo es esa violencia que se desparrama por Cali y el resto de las ciudades de Colombia?

    «Creo que Colombia necesita seguir reflexionando en sus ficciones, en el cine, en la televisión, en la literatura. La televisión ha vulgarizado un poco esa violencia, y la ha romantizado. Presenta muchas veces a estos grandes capos como unos héroes. Creo que lo han hecho mejor el cine o la literatura. En Colombia, a veces, hay mucha resistencia a examinarnos porque no nos gusta ver ese espejo de nosotros mismos, porque es un espejo espantoso, pero también eso somos«. 

    Abismo nº 4: La Maternidad

    Para ser escritora le recomendaban renunciar a la maternidad. Por ser mujer tampoco entendían que no tuviese hijos. Ni lo uno ni lo otro. No fue madre cuando quiso no serlo, y se convirtió en una cuando le apeteció. Sin atender a obligaciones sociales. Cali, la selva, Colombia, Conor, los prejuicios sociales, la hirieron, la retorcieron, pero no pudieron doblarla.

    «A finales de los 90 y principios de los 2000 era común oír que una mujer no podía ser mamá y escritora. No, no se nos ocurría decirle eso a un hombre, porque se asumía que una mujer le iba a llevar la casa y los hijos. Echando la vista atrás, pienso que eso era muy triste y castrante. Yo lo que encontré después de ser madre es que no solo podía seguir siendo escritora, sino que la misma maternidad me descubrió una veta, un tema que no sé hasta cuándo me va a durar. Ha sido muy importante en dos de mis libros y en algunos cuentos. La maternidad se veía un tema femenino, y en ese sentido se consideraba menor. La maternidad no es un tema femenino, porque todos somos hijos, novios y todos fuimos paridos; es un tema humano«. 

    La no maternidad como estigma. La seca. La yerma. La mujer señalada por no parir. La perra. El libro que llevó a Pilar Quintana a las páginas de reseñas de todo el mundo.

    «En clubes de lectura, lectoras y periodistas en entrevistas me han dicho después de leer La perra que Damaris es estéril, y yo digo: «¿Dónde dice que Damaris es estéril?». Nunca lo sabremos, porque ella no queda embarazada, pero no necesariamente es porque ella sea estéril. Puede ser el marido, ¿verdad? Pero los lectores siguen asumiendo —algunos, no todos— que hay una mujer que no tiene hijos y el problema es de la mujer. Esa novela me surgió cuando yo llegué a vivir al Pacífico colombiano. En ese momento yo tenía 30 años y me preguntaban si tenía hijos, y yo decía que no; si quería tener, y yo aseguraba que tampoco. En esa región las mujeres empiezan a tener hijos a los 20 años, muy jóvenes. Les parecía que yo estaba grande para no haber tenido hijos. Yo les respondía que no tenía hijos porque no quería y la gente no me creía. Después de irme del Pacífico colombiano tuve un hijo, y entonces cuando les llegó la noticia dijeron que quien no servía era el gringo, mi anterior pareja, con la que vivía allí, porque para ellos era inconcebible que estuviésemos casados y no tuviésemos hijos«. 

    Abismo nº 5: Los Abismos

    Y después de La perra llegaron la niña Claudia y su mamá, también Claudia, y Gloria Elena, Amelia y Rebeca. Mujeres mirando al precipicio; algunas cayeron, otras evitaron las profundidades. Los abismos. El vértigo ahora era haber ganado el premio Alfaguara.

    «Para mí Los abismos significó volver la vista atrás y examinar la generación de mujeres de mi madre y lo que les pasó. Creo que como hijos somos muy duros y juzgamos severamente a nuestros papás. Sobre todo a nuestras mamás, no a nuestros papás. A ellos los perdonamos, pero con nuestras mamás somos durísimas. Cuando yo tenía un borrador —muy incipiente— de Los abismos yo sabía que allí había una historia, pero algo no estaba conseguido. Entonces entendí qué era lo que no estaba logrado: el personaje de la madre era el de una mala madre. Entonces yo me pregunté por qué había hecho ese personaje tan débil si yo sé hacer personajes. Me acordé de lo que le ocurría a mi hijo Salvador, que cuando era pequeño, con tres o cuatro años, pensaba que mujer y mamá eran sinónimos. Yo hice lo mismo: era muy feminista para mí y para mis amigas, pero a la generación de mi mamá seguí viéndolas solo como madres, no como mujeres. Ahí fue cuando se armó la novela, al volver la vista atrás y examinar a esa generación, no con los ojos de la hija egoísta que soy. Yo me pregunto cuántas de esas mujeres quisieron tener hijos y los tuvieron como una decisión de vida, y cuántas simplemente se encontraron teniendo hijos y diciendo: «Dios mío, esto era lo que yo tenía que hacer, pero no me siento del todo cómoda en mi papel». Muchas de esas mujeres estaban atrapadas en un lugar que la sociedad les adjudicaba. Era muy difícil para ellas salir de ahí. Un buen número de ellas caminaba por el borde del abismo, algunas se caían, a otras las tumbaban. A partir de ese descubrimiento me empezaron a interesar mucho esas mujeres con destinos trágicos«. 

    Pilar Quintana continúa tejiendo textos, en los que los adjetivos son minoría y los verbos abren mundos de posibilidades, corregidos hasta la extenuación, trabajados y revisados en busca del santo grial del escritor: conjugar la economía con la calidad literaria.

    «A mí me gusta corregir. Disfruto planeando la historia, pero a veces es un proceso demasiado laborioso. Los abismos la escribí ocho veces; cinco escrituras completas y tres parciales. A mí me parece que eso es una exageración. Yo tengo amigos que no trabajan así y que me parecen mucho más talentosos que yo, porque consiguen una buena prosa, una gran historia, que no hacen con menos esfuerzo. Para dar un producto decente tengo que trabajar mucho más que ellos. Debo repasarlo ocho veces para tener el nivel que tiene lo que escribo«.

    Por las noches, cuando el sueño tarda en apoderarse de su territorio, las protagonistas de la última novela de Pilar serpentean por mi cabeza. Mientras vislumbro mis propios abismos, intento rescatar a Paulina, la muñeca de la pequeña Claudia, a su mamá, a Gloria Elena y a Rebeca del fondo del precipicio.

     

    TITULO :EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes  - 30 - Agosto -  Isabel Coixet  - Las cintas perdidas de Elizabeth Taylor,.

    MI CASA ES LA TUYA - VIERNES -   30 - Agosto ,.

    MI CASA ES LA TUYA -', presentado por Bertín Osborne,.

    acerca a los espectadores el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en Telecinco  a las 22:00, el viernes  -  30 - Agosto  ,etc.

      EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes - 30 - Agosto -  Isabel Coixet  - Las cintas perdidas de Elizabeth Taylor,.

     Isabel Coixet  - Las cintas perdidas de Elizabeth Taylor,.

     Isabel Coixet: Las cintas perdidas de Elizabeth Taylor - XLSemanal - Abc

    Isabel Coixet  - foto ,.

    Elizabeth Taylor creía que su primer Oscar, por Una mujer marcada (1961), se lo dieron por pena, aseguraba que sus ojos no eran color violeta y reconocía sin rodeos su obsesión por Richard Burton. Todo ello en un documental estrenado en Max, basado en una larga y perdida entrevista de 1964.

    Con una voz dulce y sin rehuir ninguna pregunta, la actriz dio una entrevista al periodista Richard Meryman que se desarrolló en varios días y que tenía una duración de más de 40 horas que se han resumido para este documental, dirigido por Nanette Burstein, que además utiliza muchos vídeos y fotografías de la vida privada de la protagonista de Gigante.

    A lo largo de la charla, Taylor desgrana su vida desde su llegada a California procedente de su Inglaterra natal y su descubrimiento del mundo del cine hasta ese 1964 en el que tenía 32 años, ya había ganado un Oscar y estaba recién casada con Richard Burton, su quinto marido. Son unas cintas de audio que permanecieron perdidas durante décadas y un material que Meryman pretendía utilizar para escribir un libro sobre la actriz, que nunca llegó a hacer.

    Elizabeth Taylor: Las cintas perdidas, que cuenta con J. J. Abrams entre los productores, traza un retrato de Taylor muy alejado de la imagen pública que proyectaba por su estatuto de estrella mundial y por una vida personal jalonada de maridos. «Tal vez por mi vida personal sugiero una imagen ilícita, pero no soy ilícita, tampoco inmoral. He cometido errores y he pagado por ellos, aunque nunca es suficiente. Sé que nunca seré capaz de saldar esa deuda«, comienza la actriz. En ese momento atravesaba un momento de felicidad junto a Richard Burton, al que había conocido durante el segundo rodaje de Cleopatra (1963), que se había interrumpido dos años antes debido a que ella cayó enferma de neumonía y hasta tuvieron que hacerle una traqueotomía para salvarle la vida y que pudiera respirar.

    Precisamente, Taylor estaba convencida de que su primer Oscar se lo dieron por la pena que produjeron en Hollywood sus problemas de salud y la cicatriz que desde entonces adornó su cuello. Porque, en sus propias palabras, Una mujer marcada era una cinta «horrible». «Debieron de sentir pena por mí, porque creo que la película es vergonzosa».

    No se mostraba nada condescendiente consigo misma la actriz, que relata desde sus inicios en películas como La cadena invisible (1943), en la que conoció a uno de sus grandes amigos, Roddy McDowall, cuando ambos eran solo unos adolescentes. McDowall y James Dean fueron los amigos que la ayudaron a superar sus diferentes fracasos matrimoniales, y a partir de Gigante (1956) Rock Hudson se convirtió en otro de sus grandes apoyos. Con ellos olvidaba sus temores por que no la tomaran en serio como actriz —señala especialmente los problemas que tuvo con George Stevens durante el rodaje de Gigante— y su inestabilidad personal, que se solucionó con su tercer marido, Mike Todd, aunque la felicidad le duró apenas un par de años, ya que el productor falleció en un accidente aéreo.

    Superó su muerte con Eddie Fisher, su siguiente marido, que era el marido de una de sus mejores amigas, Debbie Reynolds, —»nunca le quise», reconoce la actriz— aunque la verdadera pasión la encontró con Richard Burton, con el que se casó dos veces, una relación vivida de cerca por el gran público.

    Y más allá de sus maridos, la actriz habla de sus sentimientos, de sus frustraciones, de su relación con sus hijos o de lo poco valorada que se sentía en Hollywood. Criticaban sus elecciones, como cuando todos la aconsejaron no participar en De repente, el último verano (1960) por tratar sobre la homosexualidad. «Si hubiera sido mas ambiciosa con mi carrera habría hecho Ben-Hur«, asegura. Pese a todo, consiguió un segundo Oscar por ¿Quién teme a Virginia Woolf? (1966).

    También cuenta curiosidades como que sus ojos nunca fueron violetas —»fue una licencia poética de un periodista»— sino azul oscuro, que le gustaba el sexo aunque no se consideraba un símbolo sexual, y que pese a que lo intentó porque era un hombre casado no pudo «evitar» amar a Richard Burton.

    El documental se completa con unas imágenes de los últimos años de vida de la actriz y de cómo se volcó en recaudar dinero para investigar el sida tras la muerte de su amigo Rock Hudson.

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