viernes, 30 de agosto de 2024

MAS QUE COCHES - ¿Quién es Franco Colapinto? El apadrinado de Fernando Alonso que debutará en la Fórmula Uno ,. / Para Todos La 2 - Colegio rural - Por el derecho al anonimato - Doce libros de abril ,. / Gigantes de La 2 - Josep Borrell - Paridad y déficit democrático en la UE ,. - Jueves - 12 - Septiembre ,. / ¡ Atención obras ! - Cine - Oasis y 'os fodechinchos',.

 

TITULO : MAS QUE COCHES -  ¿Quién es Franco Colapinto? El apadrinado de Fernando Alonso que debutará en la Fórmula Uno,.

 

 

¿Quién es Franco Colapinto? El apadrinado de Fernando Alonso que debutará en la Fórmula Uno,.

El argentino correrá para Williams hasta el final de la temporada 2024 tras el accidente de Logan Sargeant,.

Fórmula 1.- El argentino Franco Colapinto competirá con Williams Racing lo que queda de Mundial este año
 
foto / El argentino Franco Colapinto competirá con Williams Racing lo que queda de Mundial este año,.

Después de 23 años la Fórmula Uno volverá a tener un piloto argentino. El debut de Franco Colapinto será el 1 de septiembre en el Gran Premio de Italia, fue elegido por la escudería Williams Racing después de despedir a Logan Sargeant tras su fuerte accidente en Países Bajos, en el que dejó su automóvil destrozado y en llamas. El argentino de 21 años será el compañero de Alexander Albon lo que resta de temporada.

Franco Colapinto será el vigésimo sexto piloto argentino, anterior a él estuvo Gastón Mazzacane, quien participó en 21 carreras entre 2000 y 2001. Colapinto obtuvo la medalla de oro en karting en los Juegos Olímpicos de la Juventud en 2018 celebrado en Buenos Aires, Argentina junto a María García Puig. De ahí pasó al Campeonato de España de F4, ganó las cuatro carreras en las que se presentó. Desde ese momento Fernando Alonso decidió apostar por el piloto con el equipo Drivex y al siguiente año Franco obtuvo 11 victorias en 21 carreras.

Para 2020, Franco firmó con MP Motorsport y un año después ascendió a la Fórmula 3. Colapinto se volvió parte de la academia de Williams en 2022, terminó cuarto en el campeonato de F-3 en donde consiguió puntos en 14 de las 18 carreras para aportar al tercer puesto de su equipo. En la temporada actual, el argentino compite en la Fórmula Dos, en la que antes sustituir a Logan Sargeant, se encontraba en la quinta posición del campeonato.

El comunicado oficial de Williams destaca que: "Franco es miembro de la Williams Racing Driver Academy e hizo su debut en la FP1 en el FW46 de este año en el Gran Premio de Gran Bretaña. Su campaña en F2 este año le ha llevado a conseguir una victoria en Imola y podios en las carreras de Barcelona y Austria, así como otros siete puntos. El piloto de 21 años se convertirá en el 49º piloto de Gran Premio para Williams Racing, es el primer piloto argentino en la F1 desde hace 23 años y el segundo argentino en pilotar para la escudería británica, tras su compatriota Carlos Reutemann".

"Es un honor debutar en la Fórmula 1 con Williams. Es un sueño hecho realidad. El equipo tiene una historia increíble y una misión: volver a la cima, algo de lo que estoy deseando formar parte", comentó Franco Colapinto tras hacerse oficial su llegada a la F-1. El argentino utilizará el número 43 para su debut en el Autódromo Nacional de Monza.

TITULO: Para Todos La 2 - Colegio rural -  Por el derecho al anonimato - Doce libros de abril ,.

 Colegio rural -  Por el derecho al anonimato - Doce libros de abril,.

El Día del Libro y las primeras ferias librescas comienzan a animar las ventas. Este es un buen mes para empezar a hacer acopio de ejemplares para las vacaciones estivales, que ya asoman por el horizonte.

 Doce libros de abril

 fotos / En una hoy lejana juventud, cuando comencé a caminar por el mundo con una mochila cargada de libros mientras buscaba ganarme la vida en territorio comanche, hubo amigos que me dieron, además de su lealtad incondicional, ciertas claves para emprender el camino y comprender, o asumir, lo que paso a paso iba encontrándome en él mientras recorría las cuatro esquinas del caos y las catástrofes, del corazón humano y las reglas implacables del mundo y de la vida. Esos amigos eran fáciles de transportar, no hacían preguntas y estaban siempre dispuestos a responder las mías.

 

Los amigos que tanto acompañaron aquellos primeros pasos durante los primeros años de esa clase de vida, y que tanto influyeron en ella, se llamaban Homero, Virgilio, Plutarco, Dumas, Stendhal, Thomas Mann, Stevenson, London, Scott Fitzgerald, Joseph Conrad… Sus historias y personajes compusieron para aquel lector, para el joven cazador formado en los libros, los tebeos y el cine, que ahora empezaba a explorar sin intermediarios la geografía de un paisaje hostil, asombroso y apasionante. Que juntaba una a una, fascinado y horrorizado al mismo tiempo, las piezas del rompecabezas complejo, la geometría peligrosa que envuelve al ser humano, sus ángulos de sombra, sus ásperas incertidumbres y sus trágicas certezas.

Gracias a las lecturas de todos esos amigos y alguno más, y a su confrontación con el mundo real que gracias a ellos podía reconocer e interpretar, comprendí de forma temprana que los héroes generosos y valientes, los personajes de hermosa dama y corcel blanco que habían poblado los cuentos y el cine de mi infancia, constituían una percepción equivocada de la vida, que como un topógrafo impasible se iba encargando de trazar un mapa mucho más real del territorio por donde ellos se habían movido y por donde yo me movía ahora. Así se fue completando el mundo real, la aventura sin red de protección, la guerra como explicación del mundo, la pintura de batallas que desdibujaba, en vez de afinar, las tranquilizadoras certezas de los héroes de mi juventud. 
 

No sé si me explico, de Carlos Boyero

 

A Carlos Boyero (Salamanca, 1953) le resulta complicado convivir consigo mismo. Le hizo la cruz al poder de niño chico, en el internado de Salamanca, donde también le estalló una “gran crisis que dura hasta el día de hoy”. Le quedan pocos entusiasmos al crítico de cine de El País: los amigos, los recuerdos, las buenas películas, los buenos libros. El periodista Borja Hermoso no lo puede definir mejor: Boyero es un vestigio, el “resto arqueológico en vida de una era que ya se está yendo”. Zenda le entrevista en un hotel de Gran Vía por su nuevo libro, No sé si me explico (Espasa, 2024), una especie de autobiografía anarka, un tierno, cruel y, sobre todo, sincero vomitorio de vivencias, reflexiones, filias y fobias de un tipo que siempre ha ido con el yo por delante: “El estilo es la persona, y es fundamental, como lo es que se te entienda, que el lector no se pierda”. Conversamos con un cordero con piel de lobo.

—Señor Boyero, ¿de qué refugia un buen libro o una buena película?

—De la vida, de lo grisáceo, de lo práctico. Me da igual que la película o el libro sean realistas: el arte siempre te provoca ensoñación.

—¿Un hombre que lee y ve cine es mejor que uno que no lo hace?

—Tiene una existencia más rica y más completa. Para mí, esas cosas son maravillosas. No son sólo un refugio ante la intemperie, sino que te donan sensaciones. Si son buenos, sensaciones increíbles; si te parecen una mierda… soy de los que pueden tirar un libro contra la pared si me estoy encabronando. No sigo. Sólo lo he hecho en algunas ocasiones, y con resultados positivos.

La gran extranjera, de Michel Foucault

 

La gran extranjera es una obra que reúne una serie de conferencias y textos que, entre los años 1964 y 1971, el filósofo francés Michel Foucault (Poitiers, 1926 – París, 1984) dedicó a pensar explícitamente la literatura, y que han sido traducidos al español por Horacio Pons para el sello editorial Siglo XXI. A lo largo de esta serie de textos, Foucault hace explícita su relación con un ámbito, el de lo literario, que atravesó su trabajo —de forma muy particular a lo largo de esa misma etapa, con obras como Las palabras y las cosas o El orden del discurso— de manera diagonal, siempre a modo de diagnóstico estructural y estratégico.

La editorial apunta, a propósito del libro: «¿Qué relación tenía Foucault con la literatura? Se sabe que era un lector apasionado y erudito, que la biblioteca de su madre le reveló a los clásicos franceses y grecolatinos, y que su admiración por Faulkner lo llevó a hacer un viaje por tierras faulknerianas. Más allá de estas notas biográficas, también se sabe que las lecturas literarias atravesaron toda su producción teórica. Es por eso que resulta clave entender cómo pensaba la literatura, cómo se apropiaba de textos y autores. La gran extranjera contiene una serie de intervenciones de Foucault acerca de la literatura y el lenguaje, que no sólo funcionan como compendio de su concepción de la literatura sino que ofrecen pistas para abordar su obra. Así, Foucault indaga en la relación entre literatura y locura a partir del análisis de obras de Shakespeare, Cervantes y Diderot».

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Casi, de Jorge Bustos

 

Jorge Bustos (Madrid, 1982) es subdirector del diario El Mundo y comentarista político en numerosos medios de comunicación. Es autor de varios ensayos, el último de los cuales, Casi: Una crónica del desamparo, ha sido publicado por Libros del Asteroide. En este libro, Bustos se asoma al fenómeno del sinhogarismo y muestra la vida cotidiana en el mayor centro de acogida de indigentes de España: el CASI (Centro de Acogida San Isidro).

—En las primeras páginas de Casi escribes: «No es coquetería afirmar que yo no elegí hacer este libro, sino que me fue impuesto». ¿En qué sentido te fue impuesto?

—Me fue impuesto por el barrio al que me mudé. Yo no he hecho nunca periodismo social, ni me imaginé escribir un libro como este. Me dedico al periodismo político y mi trabajo se suele desarrollar en cámaras parlamentarias, platós de televisión y estudios de radio: las moquetas del poder, como se suele decir. Y el contraste entre ese hábitat laboral y las personas con las que me empecé a tropezar cuando volvía del trabajo todas las tardes a mi casa fue generando dentro de mí una llamada o, por no ponernos demasiado religiosos, una curiosidad. Yo tengo una cierta posición en el oficio y me dedico básicamente a criticar al poder y a vivir entre poderosos. Y en mi propia calle tenía el elemento social opuesto a ese mundo. Mi calle está llena de personas sin hogar, de usuarios del CASI, de gente no ya en riesgo de exclusión social, sino absolutamente excluidos, los más pobres entre los pobres, gente que lo ha perdido todo, incluso a veces su propia dignidad, o que ni siquiera tiene una voz con la que reclamarla. Yo vivo en Príncipe Pío, que es un barrio bueno, y no sabía que me había mudado a 600 metros del centro de acogida más grande de España. Así que fue el propio fenómeno de encontrarme con sus usuarios todos los días por la calle lo que fue generando dentro de mí esa curiosidad. Primero rechazo, y después curiosidad. Pensé: “¿Qué puedo aprender yo de ellos? ¿Por qué no me atrevo a mirar aquello que me provoca rechazo?”. La primera pregunta que debería hacerse un periodista es mirar allí donde la gente no quiere mirar, contar aquello que la gente no quiere contar o que no está suficientemente contado. Este libro surge de esa pregunta interior: “¿Y si miro a estas personas que al principio me provocaban rechazo? ¿Y si me meto en su mundo? ¿Y si investigo cómo viven? ¿Y si lo cuento en un libro?”. Así es como nace Casi.


El peón en el tablero, de Irène Némirovsky

 

—Se acabó por hoy —murmuró para sí Christophe Bohun en la densa penumbra de la escalera vacía.

Como de costumbre, había salido el primero de la oficina, a toda prisa, como quien huye de un edifi­cio en llamas. Aun así, por un breve instante apoyó la espalda en el frío muro con una sensación delicio­sa; estaba sediento de oscuridad y silencio. Sus manos temblorosas palparon inquietas los bolsillos del ga­bán y sacaron la pitillera y el encendedor. Cogió un cigarrillo con tal ansia que lo partió por la mitad, lo arrojó al suelo, encendió el segundo e inhaló el humo con avidez.

Todavía le temblaban las yemas de los dedos. Se frotó repetidamente los ojos, heridos por el brillo de las lámparas, entornó los párpados, bostezó y empezó a bajar.

Un día que se va… Un día menos de vida… Y aún había que dar gracias…

Los pasos de los empleados que salían de los departamentos resonaban en los peldaños como una tronada lejana. Surgían de la tenebrosa caja de la es­calera, pasaban corriendo bajo la cristalera, iluminada por el deslumbrante crepúsculo amarillo de octubre, y volvían a hundirse en la oscuridad. Alcanzados por la luz, los cristales de las gafas y los impertinentes lanzaban vivos destellos, que se extinguían al instan­te. Abajo, la llama del gas silbó. El edificio era anti­guo; parecía incómodo y triste: Beryl había preserva­do cuidadosamente ese aspecto austero y antiguo que el viejo Bohun buscaba porque inspiraba confianza.

Christophe vio pasar a la muchedumbre gris de los empleados, los sombreros gastados, los paraguas negros, enrollados, apretados contra el pecho, los gabanes raídos. Oyó una vez más el rumor que se ele­vaba de aquel gentío, las respiraciones jadeantes, los suspiros, las primeras toses del otoño. Al pasar, al­guien entreabrió la ventana, pero el aire de la calle, también húmedo y cargado, traía un vago olor nau­seabundo, como el que exhala una boca de metro.

Abril es un país, de Tereixa Constenla


Dos o tres cosas que tengo claras, de Dorothy Allison 

 

Dos o tres cosas que tengo claras es una novela de la escritora estadounidense Dorothy Allison (Greenville, Carolina del Sur, 1949), originalmente publicada en el año 1995, que acaba de ser recuperada por el sello editorial Errata Naturae. Dueña de una prosa de enorme exuberancia y de un abanico temático capaz de reunir distintos modos de violencia en una trayectoria común, Allison irrumpió con fuerza en España con la traducción de Bastarda, publicada también por Errata Naturae, que ahora da continuidad al proyecto de volver a poner en primer plano una obra profundamente agitadora.

La propia editorial apunta, acerca de la obra: «Tras la extraordinaria Bastarda —aclamada de inmediato como obra maestra—, Dorothy Allison regresa como una de las escritoras más apasionadas y talentosas de su generación. Y lo consigue con una obra que enlaza, unas tras otras, ritmadas, líricas, crueles y sublimes, engarzadas en una hermosa joya, una cadena de verdades como puños: dirige su mirada inquisitiva a la historia de las mujeres de su familia —madre, hermana, tías, primas y sobrinas—, rindiendo homenaje a su fuerza, su humor, su belleza y, sobre todo, su obstinado arrojo ante una vida cotidiana que las abruma. También enfoca a los hombres que las amaron, que a menudo hasta abusaron de ellas, y que, sin embargo, no dejaron de compartir sus destinos».

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El carácter es el destino, de Carmen Iglesias

 

Doña Carmen Iglesias entra en el despacho de la Real Academia de la Historia, de la que es directora, con una sonrisa en los labios. Es una mujer menuda y elegante cuya fuerza intimida hasta al peor de los observadores. Se trata de una energía poderosa y contenida, serena y potente, que viene de lejos; de un carácter educado en la negación de la imposición del destino, la incerteza del azar, el esfuerzo de los libros y la fortaleza de la soledad. Maestra de reyes, observa a quien la entrevista desde un lugar cercano y con una claridad singular, valorando los tiempos, las palabras y las lecturas comunes en una complicidad generosa de cultura y bibliotecas.

Hablamos de muchas cosas a la sombra de su libro El carácter es el destino (La Esfera de los libros, 2024), una antología de textos podríamos llamar «humanísticos»: reflexiones de plena actualidad, pequeños ensayos, entrevistas y homenajes que hoy se hacen más necesarios que nunca.

Soberbia, de Recaredo Veredas 

 

¿Qué diferencia a un arribista de un emprendedor? ¿Quién define qué es arribismo y qué es una búsqueda legítima de la prosperidad? ¿Dónde estaríamos sin los arribistas? ¿Tal vez en la edad de piedra? Sea cual sea la consideración que tengamos hacia ellos, parece indiscutible que los arribistas (o emprendedores) son perfectos para la literatura: cuentan con un propósito y deben vencer obstáculos en su carrera hacia el éxito, claves ambas de cualquier narración desde La Odisea. Su obsesión suele responder a una causa. Puede ser económica, pero la validación ajena, sea de su familia, sea del entorno, suele aparecer siempre. A veces es el único motivo. En la edad madura, esa búsqueda de reconocimiento resulta especialmente penosa. He visto a muchas personas más o menos válidas dejarse la vida en la búsqueda de aprobación de una determinada clase social. Les he visto aguantar lo insoportable, por ejemplo todo un festival de ópera wagneriana. Horas y horas de Odines y Walkirias, gritadas en un idioma que no entendían. También he visto a gente que se dejaba la vida en proyectos editoriales o culturales, sin viabilidad posible, con el único fin de figurar. En el otro lado están siempre quienes dan o niegan la aprobación. Saben que su plácet tiene un valor y lo cobran. Nunca terminan de concederla, por supuesto, porque eso rebajaría su poder.

El protagonista de Soberbia es víctima de ese esquema, como lo somos todos en cierta medida. Y está a punto de conseguir lo que busca: la pelota duda en la red y casi cae en su lado. Muchas veces la diferencia entre un fracasado y un triunfador es una ráfaga de viento. Su éxito habría hecho que su porvenir fuera radicalmente distinto, aunque sus carencias emocionales hubieran sido las mismas. El gran problema de Sebastián y su familia no es el arribismo. De hecho si solo le hubiera guiado tal fin le habría ido mejor en la vida. El problema es que su obsesión por el éxito no está motivada por el dinero o el poder sino por la búsqueda de reconocimiento. Eso hace que viva en una ansiedad eterna, condicionada por el capricho de quienes conceden. Su fijación se prolonga en su hijo.

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One Big Union, de Valerio Evangelisti

 

Robert Coates nació en el norte de Irlanda y emigró a los Estados Unidos, la tierra de las oportunidades, huyendo del hambre. Compartió fogatas con los wobblies a las puertas de fábricas en huelga, viajó sin billete en mil trenes acompañando a los hobos, los temporeros vagabundos, y cantó con ambos los himnos de fraternidad escritos por Joe Hill.

Pero Robert Coates es un traidor. Un chivato a sueldo de la Agencia de Detectives Pinkerton.

El comienzo del siglo XX es una época de inusitada violencia en Norteamérica, con huelgas que duran meses, masacres de trabajadores y duelos dignos de un wéstern. Coates recibe la orden de infiltrarse en el naciente Industrial Workers of the World, el sindicato revolucionario que trata de organizar a las obreras textiles, a los inmigrantes, a los precarios y desempleados, sin distinción de sexo ni de raza. El One Big Union, la gran organización que necesita la sociedad venidera, la que reclama el pan pero también las rosas.

En su camino, el agente provocador Coates se encontrará con personajes memorables como Dashiell Hammett, Emma Goldman, James Connolly, Upton Sinclair o Jack London, entre muchos otros.

Valerio Evangelisti (Bolonia, 1952-2022) es uno de los autores de referencia de lo que se ha dado en llamar Nueva Epopeya Italiana o Nueva Épica Italiana, un estilo literario de cuidada ambientación histórica y tramas adictivas.

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A un gancho de la gloria, Carlos H. Vázquez

 

Creo que no existe nada que se le parezca. Suelo decir que Héctor y Aquiles, con las murallas de Troya como testigo dentro de la increíble imaginación de Homero, deberían sentir las mismas emociones. Es verdad que aquellos héroes iban armados y protegidos con lanzas y armaduras, pero al fin y a la postre eran uno contra uno, sin nadie al lado, solo los caprichosos dioses —¿son ahora esos dioses jueces y árbitros?—. Solían otorgar la gloria a sus preferidos y no, quizá, al que más nobleza y empeño mostrara. Por cierto, ganó el duelo «el de los pies ligeros». Siempre la velocidad…

Cuando compartes conversaciones con aficionados al pugilismo suele surgir la misma pregunta: ¿de dónde te viene la afición? He observado que la práctica totalidad coincide en culpar del amor por el noble arte a familiares directos, padres, tíos, etcétera. Mi caso es igual. A mi padre le encantaban todos los deportes, pero tenía una especial predilección por el boxeo. Guardaba con mucho cariño una foto tomada durante su servicio militar en posición de guardia con unos guantes y mirada firme. Al dorso, su rival le ponía un simpático texto, algo así como «pídeme lo que quieras, menos cien pesetas». Eran muy amigos, pero pelearon. Mi padre perdió el combate, según me dijo con claridad, porque su amigo —algo que en aquel momento no terminaba de entender; los amigos no se pelean, pensaba yo— era no más fuerte pero sí mucho más rápido. Otra vez los pies ligeros, siempre la velocidad,.

209 rue Saint-Maur, París. Autobiografía de un edificio, de Ruth Zylberman 

 

209 rue Saint-Maur, París: Autobiografía de un edificio es una obra de la documentalista y escritora francesa Ruth Zylberman (París, 1971), originalmente publicada en el año 2020 y ahora traducida al español por Elena Pérez San Miguel para el sello editorial Errata Naturae. Entretejiendo alrededor de un único espacio grandes historias y pequeñas anécdotas, Zylberman coloca el peso sobre el territorio y el modo en que los acontecimientos lo perforan, lo transforman políticamente y lo hacen vivir.

La editorial apunta, a propósito del libro: «Ante nosotros, una fachada en apariencia anodina: el número 209 de la rue Saint-Maur, en París. Sin embargo, desde la década de 1850 hasta nuestros días, entre sus paredes se han gestado amores, amistades y tragedias; se han sucedido generaciones de niños, artesanos y trabajadores, inmigrantes del este o del sur de Europa. Allí, lo ordinario de la vida cotidiana se ha codeado con lo extraordinario y lo más violento de la Historia del siglo XX, desde las barricadas de la Revolución de 1848 y los enfrentamientos de la Comuna de París hasta las peores horas de la redada del Vélodrome d’Hiver, en 1942, que se saldó con la deportación de cincuenta y dos de sus habitantes.

 

TITULO:  Gigantes de La 2 - Josep Borrell - Paridad y déficit democrático en la UE ,.- Jueves - 12 - Septiembre ,.

Gigantes de La 2 - Programa de entrevistas, de cincuenta minutos de duración y emisión semanal, para La 2  Jueves - 12 - Septiembre, 23:50 de Televisión Española.

 

 Josep Borrell - Paridad y déficit democrático en la UE ,.


Josep Borrell y la política en Europa

 

Josep Borrell - foto,.


Si por primavera entendemos el revivir de un proyecto vital y por otoño la pérdida de su impulso, ¿en qué momento se encuentra la Unión Europea en este principio del año 2023?

Seguramente en este libro se expondrán distintas respuestas a esta pregunta existencial. Y cada una dependerá de las expectativas que cada cual tuviera sobre ese proyecto tanto como de la valoración subjetiva de las respuestas que la Unión Europea ha sido capaz de dar a acontecimientos tan imprevistos, complejos y peligrosos como los ocurridos en los últimos tres años.

En efecto, desde que en diciembre del 2019 asumí las funciones de Alto Representante de la Unión para la Política Exterior y de Seguridad, y de Vicepresidente de la Comisión Europea, la Unión se ha enfrentado a una pandemia que paralizó la economía mundial y a una guerra en sus fronteras del Este que ha producido una policrisis global, energética, alimentaria y financiera.

Y creo que se puede decir que la Unión Europea ha demostrado una gran resiliencia y una capacidad de respuesta muy superior a la de anteriores crisis. Por ejemplo, nos hemos librado de la dependencia energética de Rusia con una resolución y rapidez impensables. Y aunque haya sido económicamente costoso, nos hemos mantenido unidos en el apoyo económico a Ucrania y las sanciones a Rusia. Y lo que es más innovador, hemos unido nuestras capacidades militares y financieras para ayudar a armar a un país en guerra. Hemos roto así un tabú tan importante como lo fue el de endeudarnos de forma conjunta y solidaria para hacer frente a la pandemia del covid-19. Acciones trascendentales que se creía que no se podían hacer, se hicieron de forma rápida y eficiente, en claro contraste con las vacilaciones frente a la crisis del euro entre el 2008 y el 2012 o a la pasividad con la que se respondió a la ocupación de Crimea en el 2014.

Eso demuestra que hemos aprendido de pasados errores y que hemos aprovechado las segundas oportunidades que la Historia nos ha brindado. En el 2020, frente a la pandemia, en menos de tres meses se lanzó un endeudamiento colectivo de 750.000 millones de euros. Y en el 2022, en menos de 48 horas se decidió utilizar, por primera vez, un instrumento financiero comunitarizado, el Fondo Europeo para la Paz, para ayudar a Ucrania a defenderse de la invasión de Rusia y aprobar un paquete de sanciones sin precedentes contra la economía del agresor.

Esos signos de vitalidad, y no son los únicos, son más propios de un renacer primaveral que de un letargo otoñal. Constatamos aquello tan citado que nos dijo Jean Monnet: Europa se hará en las crisis, y será el resultado de las soluciones que demos a ellas. Monnet no dio por hecho que cada crisis permitiera avanzar en el proyecto europeo, sino que lo hizo depender de la respuesta que fuésemos capaces de dar a las crisis. Y Monnet tenía razón, y como la Historia ha demostrado una y otra vez, las crisis son momentos en los que nos vemos obligados a reaccionar, y según cómo lo hagamos avanzaremos hacia la plenitud del verano o retrocederemos hacia el letargo invernal.

Concentraré mi análisis en la guerra de Ucrania, sin duda el acontecimiento más grave desde el fin de la guerra fría y el más peligroso desde el fin de la segunda guerra mundial.

La injustificada guerra de Rusia contra Ucrania supone un nuevo test “monnetiano” a la Unión. Y en mi opinión es el más trascendente porque se puede argumentar que hasta hoy se ha sabido gestionar crisis cuando han sido solucionables con instrumentos legales y/o económicos (como el Brexit y la pandemia), pero no se han resuelto aquellas cuya solución requiere una capacidad geopolítica (como los conflictos en la antigua Yugoslavia, Libia o Siria), que incluye capacidades coercitivas a cuyo uso he llamado “el lenguaje del poder”. Y eso nos obliga a enfrentarnos a los conflictos armados, acontecimientos del todo condenables e indeseables, que creíamos desterrados de nuestro espacio vital pero que son las ocasiones en las que Europa tiene que ejercer como actor geopolítico. Y esa dimensión es la que espero que la Unión Europea, que nació como un proyecto de paz entre europeos en un mundo dividido en los bloques de la guerra fría y todavía no globalizado, sea capaz de desarrollar en el mundo de hoy.

No sabemos cómo acabará la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania. Pero ya es evidente que Putin ha errado en sus cálculos sobre lo que la UE era y podía hacer. Aunque no le faltaban motivos para creer que su apuesta le saldría bien. Después de la invasión de Crimea en 2014, la Unión Europea aumentó las compras de gas ruso y no pudo evitar el enquistamiento del conflicto bélico en el Dombás. Putin calculó que nuestra dependencia energética y la exigencia de unanimidad en la política exterior de la UE impediría cualquier tipo de reacción más allá de declaraciones y quizás alguna sanción más fuerte de lo acostumbrado. Pero Putin sobrevaloró tanto la capacidad de su ejército como subestimó la capacidad de la Unión Europea para corregir errores pasados ¿Íbamos a dejar a su suerte a un país que anhelaba integrarse en el proyecto europeo? ¿Íbamos a permitir una violación flagrante del derecho internacional en nuestras fronteras inmediatas? ¿Íbamos a mantenernos como espectadores ante una invasión que sentara el precedente de otras cada vez más cercanas? Preguntas relevantes, pero para las que la respuesta de la UE no estaba escrita antes del inicio de la guerra.

La guerra se veía venir, aunque nos resistíamos a aceptarlo. A principios del 2022, cuando Rusia ya había planteado sus demandas de vana autojustificación para la acumulación de fuerzas en las fronteras de Ucrania, visité el frente del Dombás donde una guerra larvada desde el 2014 había producido más de 14.000 muertos. Recuerdo muy bien la estepa helada, los convoyes militares, las casas destruidas y el lejano ruido de los disparos. De regreso a Bruselas me entrevisté en Kyiv con el primer ministro de Ucrania y este me dijo: “Rusia va a atacar porque no ha concentrado 150.000 hombres en nuestras fronteras solamente para darnos miedo. Y cuando lo haga, sabemos que ustedes no van a venir a ayudarnos. Los jóvenes europeos no van a luchar y morir a nuestro lado. Pero, por lo menos, ¿nos darán ustedes armas para que nos podamos defender?”

No pude contestar esa pregunta porque no estaba seguro de que tal cosa fuera a ocurrir ya que precisa de la unanimidad de 27 Estados miembros que ni pensaban igual entonces ni piensan igual ahora. Y hoy, cuando ya conozco la respuesta que le hemos dado, me pregunto: ¿hicimos todo lo posible para evitar esta guerra? ¿Era evitable? ¿Por qué ocurrió?

Lo cierto es que se desarrolló una actividad diplomática frenética para intentar evitar la guerra. Visitas y llamadas telefónicas a Moscú de los líderes europeos. El 1 de febrero, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergey Lavrov, envió una carta a cada uno de sus homólogos de los 27 Estados Miembros, pidiéndoles “cómo entienden su obligación de no reforzar su propia seguridad a expensas de la seguridad de otros Estados sobre la base del compromiso con el principio de seguridad indivisible”. El día 9 le respondí en nombre de todos ellos diciendo que la Unión Europea estaba dispuesta a sentarse a discutir las condiciones de seguridad que Rusia reclamaba incluyendo el concepto de la indivisibilidad de la seguridad que ya había planteado Putin en Múnich en el 2007. Lavrov despreció la respuesta diciendo que él había escrito a 27 responsables políticos y que le había contestado un burócrata bruselense. Lavrov se quedó sin poder explotar divergencia alguna entre los 27 pero ya no se avanzó en el diálogo.

El día 23 presidí el Consejo de Ministros de Exteriores, ya con información de inteligencia que nos decía que la guerra era inminente. Reconozco que la mayoría de europeos, yo incluido, nos resistíamos a creerlo. Pero cuando hacia las 5 de la mañana del 24 de febrero de 2022, la voz al otro lado del teléfono me dijo “they are bombing Kyiv”, me di cuenta de que la historia había girado una página y que la UE sería lo que fuésemos capaces de responder a una nueva crisis creada por una potencia nuclear, miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, que había invadido a su y nuestro vecino. La guerra de alta intensidad volvía al continente europeo y ese momento marcaba un punto de inflexión no sólo para la Unión Europea, sino para el mundo entero.

Inmediatamente empezamos a pensar, como en otras ocasiones, en las sanciones económicas que se podían imponer a Rusia. Pero esa clase de respuesta me pareció insuficiente. ¿No podíamos hacer más? Si Rusia consigue colocar un gobierno títere en Kyiv como el de Bielorrusia, ¿dónde queda nuestra seguridad?, ¿quién va a perder? Los ucranianos, por supuesto, pero, ¿y nosotros?, ¿no podíamos hacer más, no solo para ayudar a Ucrania, sino también para nuestra propia seguridad?

Y sí, claro que podíamos hacer más. Podíamos utilizar el instrumento financiero que llamamos Fondo Europeo para la Paz, pensado para dotar de armas a aquellos países, la mayoría africanos, con los que tenemos acuerdos y misiones de entrenamiento militar. No estaba pensado para financiar armas letales a un país envuelto en una gran guerra convencional, pero ¿por qué no ayudar a defenderse a un país con el que tenemos lazos todavía más fuertes y que está haciendo frente a una invasión en la que se juega su supervivencia? No había nada en el reglamento de ese Fondo, de naturaleza intergubernamental y que no es parte del Presupuesto Comunitario, que lo impidiera. El que no se hubiera hecho nunca antes no era una razón suficiente para no hacerlo en las actuales circunstancias. Y en menos de 36 horas los 27 Estados miembros acordaron utilizarlo para financiar la ayuda militar a Ucrania al tiempo que cada uno lo hacía además de forma bilateral. Y eso que nunca se había hecho, se hizo y se sigue haciendo, de momento con hasta 3.500 millones de euros desde el Fondo y hasta más de 10.000 millones si se suman las ayudas bilaterales.

Pero la ayuda militar, innovadora, es solo una parte de la ayuda de la Unión Europea a Ucrania. En total, al escribir estas líneas, la ayuda militar, humanitaria y macrofinanciera de la UE a Ucrania alcanza ya los 50.000 millones de euros, una cifra superior a la de cualquier otro país o asociación de países, incluido EE.UU. La ayuda militar de EE.UU. es mayor que la nuestra y ha sido sin duda la determinante, pero la nuestra no es en absoluto irrelevante.

Para saber si estamos en una primavera o un otoño, debemos también preguntarnos qué hubiera pasado si en vez de Biden hubiera estado Trump en la Casa Blanca. O, ¿qué puede pasar en el futuro si hay otro presidente de Estados Unidos que no piense como Biden? Quiero pensar que la respuesta europea hubiera sido la misma. Pero no estoy seguro de que hubiera sido tan inmediata la respuesta ni tan clara nuestra unidad.

Pero esos posibles escenarios nos deberían hacer más conscientes de la necesidad de asegurar nuestra seguridad. Los europeos debemos asumir que vivimos en un mundo peligroso y que basar la pacificación de las relaciones internacionales en el comercio y el derecho, tal como hacemos dentro de la UE, no basta. El mundo no es como nos gustaría que fuera y hay quien está dispuesto a utilizar la violencia para modelarlo a su gusto y manera. Para comerciar hacen falta al menos dos, pero para hacer la guerra basta con uno. Y nuestra seguridad no se puede construir solo sobre la base de dependencias económicas que suponíamos iban a impedir los conflictos. También tenemos que estar dispuestos a tener más y mejores capacidades militares y la voluntad política de ponerlas en acción cuando sea necesario.

Sin duda, el ataque contra Ucrania ha demostrado que la OTAN es necesaria para la seguridad europea y la organización se ha reforzado con las solicitudes de adhesión de Suecia y Finlandia. Pero, dentro de la OTAN, el esfuerzo de defensa de los propios europeos debe incrementarse sustancialmente, tal y como acordamos en la declaración conjunta UE-OTAN del 10 de enero de 2023. Paralelamente, el Strategic Compass que presenté y fue aprobado por el Consejo Europeo en marzo de 2022 pretende que ese incremento de gasto militar se haga reduciendo las actuales duplicidades y subsane las carencias que resultan de 27 capacidades de defensa construidas con una coordinación manifiestamente insuficiente. Y para que esas capacidades operativas puedan utilizarse por los europeos en ocasiones en las que la OTAN decida no actuar.

La Unión Europea también debe plantearse cómo la guerra contra Ucrania también ha impactado al resto del mundo. Al atacar a uno de los principales exportadores mundiales de cereales y fertilizantes, destruir sus silos y bloquear sus puertos, Rusia provocó una fuerte subida de los precios de los alimentos que ha puesto en peligro la vida de millones de personas en todo el mundo, especialmente a África y Oriente Medio.

Frente a esta situación, la UE organizó “carriles solidarios” para evacuar el grano ucraniano por tierra, y las Naciones Unidas y Turquía forjaron un acuerdo en otoño de 2022 para desbloquear los puertos del Mar Negro. La guerra también provocó una fuerte subida de los precios mundiales de la energía que alcanzaron su máximo en agosto pasado.

Afortunadamente, a día de hoy, tanto los precios de la energía como de los alimentos están bajando hasta niveles parecidos a los de antes del inicio de la guerra pero siguen siendo altos y existen dudas sobre su evolución futura. Pero hemos eliminado nuestra dependencia del gas y el petróleo ruso y con ello un gran condicionante de nuestra relación con Putin. Y eso no es poca cosa.

Las acciones de Rusia han sido condenadas en repetidas ocasiones por la gran mayoría de los países miembros de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Pero muchos países de lo que ahora se llama el “Sur Global” son más sensibles a las consecuencias de esta guerra que a sus causas. Y algunos países de gran influencia siguen reticentes en su condena a Rusia y a exigirle la retirada de sus tropas del territorio de Ucrania. Buena parte de la opinión pública de esos países es receptiva a la propaganda rusa de sanciones impuestas por los países occidentales del aumento del coste de energía y alimentos. Sin embargo, nuestras sanciones nunca han afectado a las exportaciones rusas de cereales o fertilizantes ni de combustibles a destinos distintos de Europa.

La UE debe ser más proactiva en la “batalla de narrativas”, escuchar más y mostrar más empatía y humildad, porque nuestra visión sigue siendo, en mi opinión, excesivamente eurocéntrica. El futuro de la UE y su papel en el mundo dependen de ello. Es crucial que la guerra de Rusia contra Ucrania no nos haga postergar la lucha contra desafíos globales como el clima, la igualdad de género, o los objetivos de desarrollo sostenible. Ni nos haga disminuir nuestro compromiso con otras partes del mundo donde también hay conflictos y necesidades que atender.

Mientras acabo de escribir estas líneas en el tren de regreso de la Cumbre entre la UE y Ucrania en Kyiv, soy muy consciente del profundo deseo de Ucrania de incorporarse a esa UE que se rige por un modelo sociopolítico distinto al autoritarismo que Putin ha instalado en Rusia. Y los europeos debemos seguir ayudándoles a que Ucrania alcance una paz digna y duradera y esté en condiciones de ser cuanto antes miembro de nuestra Unión.

Hemos de aprovechar esta imprevista y grave crisis “monnetiana”. Quizás no avancemos con cada crisis y cada una requiera de una segunda oportunidad que permita rectificar pasados errores. Pero lo que es seguro es que ahora estamos asistiendo al principio del nacimiento de la Europa geopolítica. Ese es el sentido de la primavera europea, que los temporales no deberían frustrar.

 

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