TITULO: Cuadernos de paso - La sonrisa del pelícano - Esta noche cruzamos el Mississippi - Crónicas marcianas - Donald Trump, "el renacido": una guía para que los gurús occidentales entiendan su victoria arrolladora ,.
La sonrisa del pelícano ,.
La sonrisa del pelícano fue un programa español de televisión emitido por Antena 3, Presentado y dirigido por Pepe Navarro,.
Esta noche cruzamos el Mississippi,.
Esta noche cruzamos el Mississippi fue un programa de televisión producido y presentado por el periodista Pepe Navarro y emitido por la cadena española Telecinco entre el 18 de septiembre de 1995 y el 10 de julio de 1997. Se emitía de lunes a jueves en la franja del late night., etc.
Crónicas marcianas ,.
Crónicas marcianas fue un late show de televisión, producido por Gestmusic Endemol y emitido por la cadena española Telecinco entre 1997 y 2005. Estaba dirigido y presentado por Javier Sardá y
contaba con Miquel José y Jordi Roca, con quienes Sardá había creado La
Ventana en la Cadena SER, como subdirectores y guionistas.
Es el programa de late night más longevo y más visto de la historia de la televisión en España.1 A pesar de ser considerado por muchos como uno de los máximos exponentes de la llamada telebasura en España, obtuvo multitud de premios, como un Ondas, dos de la Academia de la Televisión y seis TP de Oro., etc,.
Donald Trump, "el renacido": una guía para que los gurús occidentales entiendan su victoria arrolladora,.
El desplazamiento de las minorías afroamericanas, musulmanas, o hispanas a la derecha ha sido lento pero inexorable,.
Ya saben que se dice que un economista y un analista político son los únicos que pueden explicar por qué no ocurrió lo que ellos predijeron. Pues bien, en este caso permítanme el imperdonable gesto de la auto cita: ya lo anunciamos en estas mismas páginas el domingo pasado, todo lo que allí dibujábamos como altamente probable se ha confirmado. Analistas, gurús de la politología y medios occidentales deberían quizás dejar de confundir sus deseos con la realidad, que de manera tozuda desbarata sus floridos análisis profundamente equivocados. El “wishful thinkig” es peor mentira que la media verdad pues es la que se miente a uno mismo, y negar la realidad trae, inevitablemente, nefastas consecuencias. Todo el mundo le daba por muerto y su renacimiento político no ha sido una sorpresa para muchos. El “come-back" de Trump es histórico, le tiraron a dar con todo lo que pudieron y a pesar de todo ha salido triunfador. El exmiembro de la Cámara de Representantes Chris Stuart dijo recientemente que al presidente Trump (de quien es muy cercano) “había que tomarlo en muy en serio, pero no al pie de la letra”. Sus enemigos han hecho exactamente lo contario, se han tomado al pie de la letra lo que es un discurso político deliberadamente histriónico, y nunca lo tomado en serio, y así le ha ido.
La realidad electoral estadounidense hace tiempo que dejó de ser una foto fija para pasar a ser una película de acción constante, donde sólo los que se adaptan consiguen entender las corrientes de opinión, de sentimientos y de preocupaciones, pues al final los humanos sentimos, y no todo son modelos matemáticos. La gente vota en función de sus dificultades, temores, necesidades y aspiraciones, no en bloques sociológicos dibujados en despachos de analistas desconectados de la realidad. Todos los que han votado por Trump lo han hecho por la economía y la inflación, la inmigración y la creciente inseguridad en las calles de las ciudades de los EE UU, los temas que les afectan de manera directa, las clases trabajadoras y medias en primer lugar.
La mutación más importante es que la llamada “Coalition of Colored People” ha dejado de existir, el voto afroamericano, latino, árabe, musulmán no-árabe, indio, pakistaní o incluso de las comunidades chinas, ha dejado de ser monolítico. Por cierto, me resulta difícil encontrar una expresión más racista y denigrante desde el paternalismo del falso progresismo más rancio.
En este largo año electoral hemos podido comprobar como el desplazamiento de este electorado hacia el centro-derecha y la derecha era lento pero inexorable, de ahí la intervención insultante de Kamala Harris
y del propio Obama dirigiéndose a los votantes hombres afroamericanos
diciéndoles que tendrían que avergonzarse si votaban por Trump. Hemos
visto testimonios en los medios y yo los he tenido directos de electores
estadounidenses de origen árabe, español, indio, dominicano, italiano e
incluso israelí nacionalizada estadounidense, que me lo confirmaron. La
mayoría de ellos no había votado a Trump ni en 2016 ni en 2020.
Subrayemos, por ejemplo, el caso de los electores árabe-americanos que le han dado la espalda a los demócratas, especialmente en Michigan
donde tienen un peso específico muy significativo, donde han votado al
marginal partido verde de los EEUU, se han abstenido o han votado a
Trump. En Florida y Texas, sobre todo, Trump ha arrasado en el voto
Latino entre 55 y 58 frente a el entorno de 40% de Harris. En los demás o
ganó o empató el voto latino con la excepción de
California, Nuevo México y Illinois, donde sin embargo mejoró sustancialmente su apoyo electoral.
¿Qué ha pasado?
La coalición trumpista se ha ampliado, incluso comentaristas de medios afines al partido Demócrata (CNN y sobre todo MSNBC entre otros) lo reconocen. Entre los cristianos, como ya hemos dicho en estas páginas, no era solo ya la Iglesia Evangélica, casi todas las ramas del protestantismo se unieron a la coalición, incluso las iglesias del sur. Especialmente significativa ha sido la incorporación del voto católico, tanto de origen europeo como del voto latino y de otras comunidades, entre los que ha pesado que se sentían más protegidos, que no necesariamente más representados, por una Administración de Trump que una de Kamala Harris que tiene una reputación de tener, como poco, una relación distante y fría con los líderes religiosos. Los conservadores tradicionales se han volcado mayoritariamente con el movimiento trumpista, y los republicanos “Never Trumpians” como Liz Chenney, han tenido un peso insignificante.
Las clases trabajadoras, la clase media y media baja se han sentido abandonados por lo que llaman las élites estadounidenses, especialmente lo que allí se llaman los “liberals” (el ala centro-izquierda del partido demócrata) y sobre todo los más ultra izquierdosos del partido demócrata, Alejandra Ocasio-Cortez, Ihan Omar, Rashida Tlaib, o la felizmente derrotada en las primarias demócratas Cori Bush. Para estas clases trabajadoras, que lo han pasado rematadamente mal desde la crisis financiera del 2008-2012, la pandemia y la crisis inflacionaria presente, los discursos huecos de este sector político, hacen ostentación de una solidaridad que sólo es de boquilla y que no alimenta a sus familias ni paga las facturas. Especialmente significativa es la desafección de los trabajadores de la industria en general y de la automovilística en particular, duramente golpeada por las medidas de electrificación apresurada y sin planificación que ha estado a punto de destruir el sector. Los resultados de Detroit en particular y de Michigan en su conjunto, así lo confirman.
En Pensilvania Trump se llevó el premio gordo de la noche, el “Battleground State” con más votos electorales, 19. Los demócratas que lo ganaron en 2020 y en las elecciones parciales de 2022, pensaron que podrían llevárselo otra vez. Pues ni tan siquiera el imperdonable chiste racista de muy mal gusto del humorista Hinchliff sobre Puerto Rico, movilizó en contra a los 480.000 electores de origen isleño ni al resto de votantes latinos que siguieron votando en función de sus intereses y no por encasillamiento étnico o social.
¿Y el inquilino saliente de la Casa Blanca? Después de su “no-desliz insultando a los electores de Trump, su mujer la primera dama saliente Dra. Jill Biden, fue a votar con un traje de chaqueta de rojo republicano intenso. ¿Una gaffe política? Me temo que no… La venganza vuelve a ser muy muy dulce.
TITULO: DESAYUNO - CENA - SABADO - ENREDATE - ¡ QUE HAY DE NUEVO ! - ¡ ATENCION Y OBRAS ! CINE - Vivan los novios - Telecinco - La cabellera,.
¡ ATENCION Y OBRAS ! CINE ,.
¡Atención y obras! es un programa semanal que, en
La
2, aborda la cultura en su sentido más amplio, con especial atención a
las artes escénicas, la música, los viernes a las 20:00 presentado por
Cayetana Guillén Cuervo, etc, foto,.
Vivan los novios - Telecinco ,.
Vivan los novios fue un concurso del género Dating show, emitido las tardes de los sábados por la cadena española Telecinco entre 1991 y 1994., Presentador Andoni Ferreño, Arancha del Sol, Natalia Estrada y Gabriel Andres Corrado Andreacchio, etc,.
DESAYUNO - CENA - SABADO - ENREDATE - ¡ QUE HAY DE NUEVO ! - La cabellera,.
DESAYUNO - CENA - SABADO - ENREDATE - ¡ QUE HAY DE NUEVO ! - La cabellera , fotos,.
La cabellera,.
No los habíamos visto. Ni olerlos, siquiera, hasta que nos dispararon casi a bocajarro desde ambas orillas del arroyo.
( Desayuno )
Pam, pam, pam, sonaba. Como lo cuento.
Humo de pólvora y moscardones de plomo zurreaban por todas partes, dando chasquidos siniestros al pegar en carne.
( Cena )
El sargento Ordóñez, que iba de vino hasta las cartucheras, se descuidó él y nos descuidó a todos. Y así le fue, y nos fue.
Que Dios lo perdone, si puede. Yo espero que esté ardiendo en el infierno.
El hijo de mala madre se había negado a atender los consejos de los dos guías indios, Pascualillo y Trancas, que sugirieron otro camino; y como era más cómodo seguir el arroyo que andar desbrozando maleza, nos metió a todos de cabeza en la trampa: once españoles, siete americanos, cuatro morenos y los dos indios.
Veinticuatro, contando el sargento. Todos a la cazuela.
Con los primeros escopetazos se fueron al suelo, o al agua, casi la mitad. Uno de ellos, el propio Ordóñez. Mirándose con cara de alelado, como si no lo creyera, el mondongo que intentaba sujetarse con las manos, después de que un plomazo inglés le abriera la barriga de lado a lado.
Ni España, ni las Trece Colonias, ni pepinillos en vinagre. Fusil a la cara y culo prieto. Allí cada cual luchó por su pellejo como pudo, batiéndose el cobre, buscando la manera de escapar de la encerrona. Lo normal en esos casos.
En lo que a mí se refiere, encaré el mosquete, disparé contra la primera casaca roja que entreví entre los árboles, corrí chapoteando para salir del arrojo y protegerme tras un tronco caído, y allí, con las manos temblándome, le di un tiento al cuerno de pólvora.
Ziaang, ziaang, ziaang, sonaba el plomo sobre mi cabeza.
Ataqué una bala con la baqueta y, por si acaso, le puse la bayoneta al fusil antes de mirar alrededor y hacerme una idea de por dónde me podía largar. Porque si algo veía claro era que nuestro pelotón estaba listo de papeles.
Los rubios nos habían pillado en el introito. Con el calzón por las rodillas.
Pam, pam. Ziaang.
Los compañeros que seguían vivos recargaban y disparaban como podían, pero sólo era cuestión de tiempo. Los ingleses también traían indios, como todo cristo en América, y entre el crujir de los disparos los oía aullar, relamiéndose con la escabechina y el botín que iban a trincar en cuanto se lanzaran a rematar a los que seguíamos vivos.
Entre el zumbar de balazos y el humo de pólvora, que con tanta fusilada casi parecía niebla, tres fulanos de los míos vinieron también a refugiarse tras el tronco del árbol. Uno era Istúriz, un vasco bajito al que en toda la campaña no le había oído decir ni media palabra. El otro, un americano flaco del que ignoro el nombre, así que lo llamaré el Yanqui. El tercero era Trancas, el que quedaba en pie de los dos guías indios, porque al otro le habían vuelto el forro con los primeros escopetazos.
Vinieron hasta el árbol caído, como digo, corriendo agachados para hurtar el cuerpo a los tiros, mientras los cuatro o cinco que quedaban en pie atrás, en el arroyo, vendían caro su pellejo de mala manera, sin tiempo ni ocasión de recargar.
Un moreno quiso unirse a nosotros. Chapoteaba en la orilla y casi llega, el pobre, pero lo tumbaron a medio camino. Pam. Saltó con las piernas y las manos encogidas, como un conejo.
—¿Qué hacemos? —preguntó Istúriz, mirándome con cara de animal acosado.
La verdad es que no sé por qué me miraba a mí. Quizás porque, como ya estaba parapetado tras el árbol cuando él llegó, debía de pensar que tenía una especie de propiedad, o veteranía, respecto al asunto.
—Largarnos —dije—. Largarnos, pero ya mismo.
El Yanqui, que sólo debía de hablar en su parla, nos miraba con ojos desorbitados, pendiente más de lo que hacíamos que lo que decíamos. Crispaba los dedos en torno al mosquete hasta ponérsele blancos los nudillos, de fuerte que lo hacía.
Le miré de cerca la cara. Tenía los ojos claros y pelillos rubios en la barba. Era joven y con granos, su casaca estaba sucia de barro y llevaba un trapo arrugado en torno al cuello, a modo de corbatín. Los labios le temblaban, nerviosos. De los tres blancos, indio aparte, era el único que aún conservaba puesto el tricornio. Muy formal, con sus bandoleras blancas cruzadas y las insignias en las solapas.
Intenté explicárselo moviendo las manos, una golpeando bajo la palma de la otra.
—Hay que irse, ¿compranpá?… Gou, gou. O sea, irnos. O nos masacran… ¿Undertás o no undertás?
Asintió, pero cualquiera sabía lo que estaba entendiendo. Lo de las manos sí debió de entenderlo bien, porque queriendo ayudar se asomó un poco a mirar por dónde íbamos a irnos y señaló hacia no sé dónde.
No le hice mucho caso, porque en ese momento cesó la mosquetería en el arroyo y empezamos a oír los gritos de los heridos a los que indios e ingleses degollaban, y en realidad me importaba un carajo hacia dónde correr, mientras fuese pronto y rápido.
Me volví hacia Trancas, nuestro indio, que era el único que parecía tranquilo, mirándolo todo con aquellos ojos negros suyos y la piel color de cobre, oliendo a sebo y a Dios sabe qué.
—¡Iallah! —solté.
La verdad es que fue una de las cosas más absurdas que he dicho en mi vida, porque Iallah no es nada en lengua india, que yo sepa, y sí en moro, donde significa vámonos o tira palante. Lo aprendí en un batallón disciplinario, en Orán. Y es una estupidez lo que dije; pero la verdad es que allí, tras el árbol, a punto de que me rebanaran el pescuezo en un pantano asqueroso de Florida, le hablé al indio en lengua morube, como si éste la entendiera.
Lo juro. Ni idea de por qué me salió así. Supongo que por los nervios.
El caso es que Trancas se incorporó a medias, echó un vistazo rápido y salió disparado en la dirección opuesta a la que había señalado el Yanqui, que hablando inglés sería un hacha, o no, pero como explorador de rutas de escape en bosques no valía una mierda.
Salió corriendo nuestro indio, como digo, y lo seguimos los tres sin hacernos de rogar, con los helechos por la cintura y tropezando con las ramas podridas del suelo.
No he corrido tanto en mi puñetera vida.
Lo malo es que en cuanto nos movimos, los ingleses nos echaron el ojo y empezaron a gritar, a perseguirnos y a darnos mosquetazos que pasaban, ziaaang, ziaaang, cerca de nuestras cabezas, que aquello parecía repelón de bautizo.
—¡Esperad, joder! —gritó Istúriz.
Había tropezado con una raíz, una piedra o algo, y se estaba levantado mientras buscaba con urgencia el fusil que se le había caído en la maleza. Pero en el momento mismo en que yo me volvía a mirarlo, llegó un plomazo y pareció que la parte superior de la cabeza le reventaba como si hubiera estallado un petardo dentro de una sandía madura.
Hizo chof, así como suena, en plan fruta pocha, e Istúriz cayó entre los helechos, desapareciendo de mi vista.
Y yo, claro, seguí corriendo.
Nos reagrupamos Trancas, el Yanqui y yo junto a una roca cubierta de hiedra, para recobrar el aliento. Tenía la camisa empapada en sudor bajo la casaca y mis pulmones quemaban como si tuvieran brasas dentro. Alrededor, entre la espesura de los árboles, se oían voces en inglés y gritos de los indios, y de vez en cuando sonaba un mosquetazo o un tiro de pistola disparados a ciegas.
Miré al Yanqui, que seguía con el sombrero puesto y temblaba como una hoja —yo también temblaba, claro— y luego a Trancas, que seguía observando alrededor callado e impasible, como si aquello no fuera con él.
El indio y yo nunca habíamos hablado antes, pues los exploradores nativos y los soldados del rey hacíamos rancho aparte. Su cara y su pinta daban miedo, incluso sabiendo que estaba de nuestro lado. Llevaba al cuello una moneda de plata, una pieza de a ocho con el perfil del rey Carlos III, de la que parecía orgulloso. Vestía un taparrabos sobre las piernas desnudas, una casaca nuestra muy remendada, y llevaba dos plumas en la trenza grasienta, la carabina en las manos y el tomahawk al cinto.
Sonó un tiro muy cerca y oímos pasos en la espesura. El yanqui dio un respingo y apuntó hacia allí el mosquete, pero Trancas se lo apartó con la mano.
—Si tiras, encuentran —susurró señalando un lugar entre los árboles—. Seguir ahora.
El otro lo miró con ojos alelados, aunque supongo que entendió el sentido. Luego anduvimos despacio, sin apresurarnos, para no hacer ruido. Medio agachados y con Trancas delante, que iba como olfateando el aire, atentas las orejas a cualquier sonido que anunciase enemigos cerca.
Recorrimos así unos cien metros, rodeamos un cañizal frondoso que nos cortaba el paso, y en un claro nos dimos de boca con cinco casacas rojas. Cinco hermosos ingleses.
La ventaja a nuestro favor, si puedo llamarla así, era que fue inesperado para nosotros y para ellos, y los rubios estaban tan desconcertados como nosotros. No esperaban el encuentro, o al menos no de esa manera.
Sin encomendarse a Dios ni al diablo, tan rápido y eficaz como torpe había sido hasta entonces, el Yanqui se echó el fusil a la cara y le descerrajó un tiro al que tenía más cerca, y lo hizo sólo un instante antes de que otro inglés, con pinta de suboficial, me parece, le pegara a él un pistoletazo casi a bocajarro que lo tumbó en el acto.
Pam, pam, pam.
Todo ocurrió tan rápido que en realidad no sé si ocurrió como lo cuento o me imagino la mitad.
Mi fusil estaba cargado, así que sin apenas apuntar, porque estábamos muy cerca unos de otros, le metí al casaca roja más próximo una bala en la barriga. Entre la humareda que se levantó de pronto, un plomo pasó rozando mi oreja izquierda, tanto que me arrancó —eso lo supe luego— el pabellón con un pendiente de oro que llevaba allí por si alguna vez no tenía para pagar una copa, una puta o unas botellas. En ese momento no sentí más que el soplido pegado a mi cara, pero no le puse atención porque estaba cargando, con el coraje de la desesperación, contra el que había disparado, bayoneta por delante, metiéndole el fierro hasta el cañón de mi mosquete.
Lo malo es que al caer atravesado me lo arrancó de las manos, el maldito. Dejándome indefenso, o casi.
Ahora ya no sonaba pam, pam, sino ris, ras, tump, tump y chasca, chasca. Peleábamos cuerpo a cuerpo, Trancas y yo. El indio daba leñazos con la carabina descargada y agarrada por el cañón, muy a lo suyo, y de pronto tiró la carabina porque se le había partido la culata y echó mano al tomahawk, chas, chas, chas, dando unos hachazos que sonaban como los de un carnicero sobre el tajo de cortar.
Por mi parte, para no tener las manos desnudas, yo había sacado de la faja la cachicuerna de siete muelles —un buen acero de Albacete—, y con ella empalmada estaba fajado a navajazos con un rubio, hasta que me fui al suelo sobre él, cosiéndole el cuello a puñaladas mientras me miraba con ojos que se le salían de las órbitas, de puro aterrados, y su sangre me saltaba en chorros a la cara.
Acabado el inglés, me levantaba a ver con quién me tocaba luego, ya muy metido en faena y quitándome la sangre de los ojos con el dorso de una mano, blasfemando en arameo y ciscándome en los muertos del rey de Inglaterra y la puta que lo parió, cuando el suboficial inglés me clavó el sable en la cadera.
Dolió de narices. Vaya que sí. Dolió lo que no está escrito.
Todavía, tantos años después, siento escalofríos cuando recuerdo la hoja de acero entrándome y rechinando al tocar el hueso.
Pegué un grito de dolor; pero sabiendo que cuando el otro sacara el sable me iba a despachar de fijo, me abracé a él y le hundí la navaja en las costillas, removiendo bien cuando la supe dentro. Así me fui al suelo otra vez, ahora encima del inglés, que era pelirrojo y con patillas, y con unos ojos azules que me miraban con odio violento, y olía a sudor hasta apestar como una mofeta.
Chas, chas y más chas. Así sonaba el inglés. O su carne.
De ese modo le estuve metiendo y sacado la navaja sin darle espacio para usar otra vez el sable, hasta que Trancas, que al fin se había desembarazado del último enemigo en condiciones, venía hasta nosotros, me apartaba sin remilgos, agarraba por el pelo al inglés, y con un hachazo en el cuello le cortaba casi entera la cabeza.
Me incorporé como pude, mirándome la herida antes de presionarla con un pañuelo para cortar la hemorragia.
Sangraba poco, pero dolía horrores.
Creí que Trancas me abandonaría, dejándome a mi suerte, pero el indio se quedó a mi lado después de registrar a los muertos, y también al Yanqui, quitándoles cuanto tenían de valor, incluso pendientes y anillos, para lo que no vaciló en cortar algún dedo.
Para mi sorpresa, después, con la mano ensangrentada, me palmeó la cara como se haría con un niño.
—Buena pelea —dijo—. Ingleses cabrones. Tú, bien.
Y me dedicó una especie de sonrisa que daba más pavor —ahora el miedo llegaba otra vez de golpe, tras la locura del combate— que cuando estaba serio. Después se colgó mi fusil, pasó uno de mis brazos sobre los hombros, puso otra mano en torno a mi cintura y me ayudó a caminar.
—Yo ayudo. Tú, tranquilo… No dejo solo.
Dimos unos pasos, alejándonos del lugar de la matanza. Yo aún tenía la navaja en la mano, abierta, así que hice detenerse un momento a Trancas mientras la limpiaba en mi camisa y la cerraba. Pero antes de meterla de nuevo en la faja vi que el indio la miraba, admirado.
—Buena cosa —dijo.
Era, como digo, una cachicuerna albaceteña de hoja reluciente y mango de asta. Una señora navaja española. Y entonces, por algún impulso raro, agradecido al indio por ayudarme a degollar al suboficial y por no dejarme abandonado ahora, se la puse en la mano.
—Para ti —dije ante su sorpresa—. Te la regalo.
Me miró. Primero a mí, incrédulo, y luego el arma, fascinado. La sostuvo en la palma de la mano, contemplándola con arrobo. Cuando volvió a mirarme, sus ojos negros de obsidiana centelleaban agradecidos.
—Tú, amigo —comentó.
Y dejándome solo, volvió sobre sus pasos, al lugar del combate. Regresó a los cinco minutos. Traía en la mano una especie de pingajo ensangrentado, y me lo entregó.
—Tuyo —dijo—. Tú, amigo grande.
Miré estupefacto lo que me había puesto en la mano.
Era un cuero cabelludo fresco, recién arrancado. Los pelos rubios por un lado y el pellejo sanguinolento en el otro. Iba a tirarlo al suelo con repugnancia cuando alcé la vista y encontré la sonrisa ancha y agradecida del indio.
—Buenos guerreros, nosotros —me mostró la navaja, otra vez manchada de sangre—. Trofeo tú, trofeo yo. Ingleses cabrones.
Después volvió a pasarse mi brazo por encima del hombro, me agarró por la cintura y seguimos caminando por la selva.
Llegamos a Baton Rouge un día más tarde.
Todo el tiempo, hasta entonces, Trancas estuvo cuidando de mí. Me limpiaba la herida, buscaba bayas y raíces para comer, y se sentaba a mi lado a descansar, vigilando. En los accesos de fiebre traía un trapo mojado en agua para ponérmelo en la frente.
—Tú, yo, buenos guerreros —repetía abriendo y cerrando la navaja, complacido con el chascar de los siete muelles.
Clac, clac, clac…
Sonreía cada vez y me daba palmaditas en el hombro. Feliz. Le encantaba ese sonido.
Al llegar al campamento, nos separamos. Se alejó sin decir nada y yo fui a que me curaran, cojeando, apoyado en un bastón que el indio me había tallado en una rama seca con la navaja.
Me caía de fiebre.
Antes de tumbarme en la camilla, el ayudante de cirujano que me atendió señaló bajo mi casaca.
—¿Qué diablos es eso? —preguntó.
Miré mi cinturón. Ya no me acordaba. El pingajo estaba colgado allí: un amasijo de pelos rubios revueltos con una costra de sangre seca y parda.
—No es nada —respondí, tirándolo entre la hierba.
Al día siguiente, los nuestros tomaron Baton Rouge. Nunca volví a ver a Trancas.
TITULO:
REVISTA MUJER HOY DE CERCA PORTADA - VIAJANDO CON CHESTER - Ana Mata ,.
VIAJANDO CON CHESTER
Viajando
con Chester es un programa de televisión español, de género
periodístico, presentado por Pepa Bueno, en la cuatro los domingos las
21:30, foto, etc.
REVISTA MUJER HOY DE CERCA PORTADA - Ana Mata,.
Ana Mata,.
Viajando con Chester es un programa de televisión español, de género periodístico, presentado por Pepa Bueno, en la cuatro los domingos las 21:30, foto, etc.
foto / Ana Mata en las inmediaciones del Ayuntamiento de Mijas,.
El 2 de noviembre de 2023, Ana Mata (Málaga, 1973) se convirtió en la primera mujer al frente de la Alcaldía de Mijas, la tercera ciudad en población de la provincia, tras arrebatar al PSOE su principal gobierno municipal al prosperar la moción de censura presentada por el PP junto a Vox y al edil de Por Mi Pueblo Juan Carlos Maldonado.
Mata se convirtió en la cabeza visible de Mijas tras una trayectoria política forjada en la limítrofe Fuengirola, donde fue concejala durante 17 años ostentando responsabilidades en el área de Medio Ambiente, Urbanismo, la primera tenencia de Alcaldía y la portavocía del grupo popular. Su etapa municipal se completó con su paso por la Diputación, donde fue vicepresidenta primera y posteriormente dio el salto a la política autonómica al ser nombrada, en 2019, secretaria general de Familias, Igualdad, Violencia de Género y Diversidad de la Junta de Andalucía.
En las elecciones locales de 2023 volvió a la política local como número seis de la lista del PP en Mijas, municipio al que su familia y ella misma han estado ligados históricamente, y tras los acuerdos internos dentro del partido y con otras formaciones logró ser investida alcaldesa.
TITULO: Viaje al centro de la tele - Tesoro de la tele - Especial Un, dos, tres ,.
jueves - 19 - Diciembre a las 22:00 horas en La 2, foto,.
Especial Un, dos, tres,.
Un trepidante, nostálgico y caleidoscópico recorrido por el programa más emblemático y querido de la televisión en España, el Un, dos, tres. Los presentadores, los humoristas, las azafatas y, sobre todo, los mejores momentos del programa a través de 10 temporadas y 34 años de recorrido.
TITULO: Me voy a comer el mundo - Bodegas Gordonzello, apuesta clara por el vino de León,.
Bodegas Gordonzello, apuesta clara por el vino de León,.
Bodegas Gordonzello acude a la feria de productos con el vino Khur y una imagen muy leonesa como novedad
Si hay un vino leonés que resuena por todo el territorio español, ese es el de Bodegas Gordonzello. Un viñedo situado en el pueblo de Gordoncillo que cuenta con una extensión de 205 hectáreas y de donde se vendimia uva albarín, prieto picudo y verdejo.
La feria de productos de León es una gran oportunidad para ofrecer al público diferentes novedades. Este año, Bodegas Gordonzello ha apostado claramente por una edición limitada de 1500 botellas de su Khur. Una estampa que recuerda al rosetón de nuestra catedral con una imagen circular donde el color nos traslada a la bandera de León.
Son muchos los productos que destacan de sus bodegas. La calidad de su vino Gurdos ha hecho que acudan a la feria de este 2024 con casi la producción agotada. «Del Gurdos solamente queda lo que traemos aquí, en bodega no nos queda nada. Solo queda lo que tenga el distribuidor y en bares y restaurantes hasta agotar existencias» nos explica Javi desde el stand de la feria. «Esperamos que en un mes esté en mercado otra vez».
La sangría Pelirrosa y el vermú Pelirrojo siguen siendo todo un éxito entre los leoneses a los que se une el vino blanco dulce Antojo o el vino tinto la Costana, entre otros muchos.
Una empresa leonesa que lleva el nombre de la provincia por cada rincón del país y que apuesta por las variedades autóctonas como el Prieto Picudo o el albarín.
Una feria donde, además de 96 expositores, contará con 11 actos de cocina en vivo, dos mesas redondas, degustaciones, concursos de cortadores de jamón y diversos talleres, incluido uno inclusivo dirigido a personas con una discapacidad mayor al 33%.
TITULO: Cine de barrio - Cine - Me debes un muerto ,.
El sábado - 21 - Diciembre , a las 19:00 por La 1, foto,.
Inés Ballester - presenta - 'Cine de barrio' Me debes un muerto” es una divertidísima comedia dirigida por José Luis Sáenz de Heredia en 1971 ,.
Reparto,. Manolo Escobar, Conchita Velasco, Antonio Garisa, Agustín González, Gracita Morales, Roberto Camardiel, Jesús Guzmán,.TITULO: Versión europea - Cine - Araña sagrada , Sabado - 21 - Diciembre,.
El sábado -21 - Diciembre , a las 22:00 por La 2, foto,.
Reparto,. Mehdi Bajestani, Zar Amir-Ebrahimi, Arash Ashtiani,.
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