TITULO: La Hora Musa - Diego Vasallo - Celebramos el día del libro música,. Martes - 16 - Julio ,.
'La Hora Musa', presentado por Maika Makovski ,a las 22:55 horas, en La 2 martes - 16 - Julio , fotos,.
Diego Vasallo - Celebramos el día del libro música,.
Hace tanto frío en la ciudad que todo se ve como en una película en blanco y negro no exenta de los ruidos habituales del tráfico y las obras. Parte de la fachada del Café Comercial está cubierta por una lona. Al otro lado, chirría una radial. Debajo, ya en la acera, dos valientes toman un café a los pies del andamio. No es día para llevar gafas de sol.
Llega Diego Vasallo (San Sebastián, 1966) por la Ronda de Bilbao. Es el hombre tranquilo. Camina con las manos a cubierto por los bolsillos de su chaquetón. En efecto, no es día para ponerse las gafas de sol, pero Vasallo las lleva. Dice que ha dormido poco mientras se bebe el café americano del que irá dando cuenta a lo largo de la siguiente entrevista. Esa misma noche actuará en el mismo Comercial para el público del turno de cenas. Es un show especial, pequeño, servido a fuego lento. Los entendidos dirán que Diego Vasallo toca a baja temperatura. Este músico compone, pinta y escribe. Ahí está su libro más reciente, El porvenir no llega, el pasado no importa (Difacil, 2022), que acompaña a las anteriores publicaciones, tituladas Canciones que no fueron (Huacanamo, 2011) y Al margen de los días (Harpo, 2016), donde además muestra sus artes pictóricas, las cuales exhibe también en la actualidad con el nombre de Heat of mud landscape I, II, III, IV.
En lo musical, la novedad de su discografía es Caemos como cae un ángel (Galerna, 2022), aunque su álbum más celebrado será siempre (y hasta el momento) Canciones de amor desafinadas (GASA, 2000), que, confeso, Vasallo reconocía que no era lo más comercial ni lo más radiable. «Por lo menos eso parecía cuando saqué ese disco. De hecho no funcionó, fue un fracaso absoluto. A la compañía no le gustó nada, les pareció oscuro, triste y lento. Sin embargo, se ha convertido en un pequeño disco de culto». El que fuera miembro de Duncan Dhu (y después de Cabaret Pop) es de raíz norteña y montañera sin perder de vista el mar. Aunque no lo parezca, Vasallo porta la lumbre en este gélido Madrid donde se oye cantar a lo lejos a Leonard Cohen: «And who by fire, who by water / Who in the sunshine, who in the night time».
—«Ser autor de culto da para vino corriente», decía Rafa Berrio. ¿Qué vino toma usted?
—Creo que decía exactamente que daba para arroz integral y vino corriente (risas), que era casi lo que compraba el pobre Rafa. A mí me gusta el vino un poco mejor. A Rafa le gustaba el vino joven, el vino del año, que era lo que siempre pedía.
–¿De qué tipo?
–Imagino que un Rioja. Es curioso, porque en los últimos tiempos Rafa se fue aficionando precisamente al vino bueno. Le gustaba el vino peleón, lo que allí llaman chatos, que es el vino de la casa. Me acuerdo que cuando íbamos a cenar, incluso, pedía él el vino, ya se estaba aficionando a los vinos de más nivel.
—En su caso, té y café por las mañanas, y vino por las noches.
–Sí. Es una norma que me autoimpongo porque yo en realidad no debería beber. Tengo el hígado un poco tocadillo. Entonces, el poco vino que me puedo permitir prefiero reservármelo para la hora de la cena, que para mí es ahora un poco especial y muy placentera.
—¿Es usted nocturno?
—No soy especialmente nocturno. Yo dividiría los placeres también en diurnos o incluso en matutinos y vespertinos. De hecho, por lo menos en los últimos años, soy bastante diurno. Me gusta mucho la actividad de mañana y salir a caminar, el té de las mañanas, el café… En fin, con los años he ido cambiando mis costumbres y ahora me acuesto mucho antes que hace 20 años.
—¿Qué hizo con sus primeras ganancias como músico?
—Pues no lo recuerdo, pero comprábamos muchos discos en aquella época y gastábamos bastante dinero en ropa, sobre todo cuando salíamos fuera, en Londres. Mikel [Erentxun] es bastante fashion victim, diría yo. Ir de compras con Mikel es una maravilla porque conoce absolutamente sitios fantásticos. Ahora, tienes que llevar la cartera bastante llena (risas). Me compré un coche también. Fue un Suzuki Swift, modelo del 90, un coche muy guay.
—¿Y guitarras? Veo que tiene una Goya de los 60 de fabricación sueca.
—Guitarras he comprado siempre. Guitarras y bajos. Lo de los instrumentos yo creo que es algo que viene con el oficio, siempre estás comprando y vendiendo. Me gustan mucho las guitarras antiguas. Casi todas mis guitarras son antiguas tanto eléctricas como acústicas. Hace poco me he comprado una National de los años 50. Tengo dos National, de hecho, y las dos son de los 50 y 60.
—¿Las compra en tienda física, internet…?
—Una me la compré en Londres hace ya muchos años en tiendas de estas que hay de instrumentos vintage y la otra se la he comprado a un guitarrista del grupo Lisabö, de Guipúzcoa.
—¿Siempre viaja con usted la Goya?
—Viaja cuando voy a tocar, aunque yo no suelo viajar con guitarra. La verdad es que tampoco es que viaje mucho si no es para tocar. Pero si me hago una escapada con mi mujer o donde sea, no llevo la guitarra. Hay guitarras que no se sabe por qué es como si fueran para ti. O sea, te sientes cómodo con ellas. Bueno, cualquier instrumento tiene que ser un instrumento que te apetezca realmente tocarlo. Y no pasa con todos los instrumentos. No sé por qué, pero hay algunos que es como si te estuvieran esperando. Y esta guitarra es muy barata, de hecho (cuesta 400 euros). Tengo guitarras muchísimo más caras. Pero esta me gusta. En los últimos años es como mi guitarra acústica.
—¿Qué lectura lleva consigo?
—Viaja siempre lo que estoy leyendo en el momento. Siempre cargo dos o tres libros. Me parece importante porque, si no te gusta uno, tienes otro, aunque luego también siempre acabo yendo a comprar porque yo soy absolutamente fan de las librerías. Creo que lo que más me gusta a mí en el mundo es ir de librerías a comprar. Es mi plan favorito de todos.
—¿Qué está leyendo ahora?
—Pues ahora me he traído uno que acabo de empezar ayer en el tren: Letra torcida, letra torcida de Tom Franklin. Es una novela negra. Noir americano de la América profunda, de la editorial Dirty Works, que casi todos los autores yo creo que son un poco de ese palo, ese mundo de novela negra de paletos, poblachos inmundos… Ayer me empecé ese. Generalmente voy con lista de libros a las librerías, pero luego me gusta mucho picotear cosas que, por lo que sea, te entran por los ojos.
—Como con los discos y sus portadas.
—Me gusta el grafismo tanto de los discos como de los libros. Entran por los ojos y me he comprado más de un libro por la portada.
—¿Con buen resultado?
—Ha habido de todo. Pero me gusta mucho la edición de los libros, mirar mucho las editoriales, cómo están editados, el papel, las guardas, la tipografía… Ahora la verdad es que hay editoriales que editan muy bien y hay libros muy bien editados, muy chulos, que te entran un poco por los ojos. El libro no deja de ser un objeto y como objeto tiene que ser atractivo. Cuando entro a librerías extranjeras, sobre todo a las sajonas, me dan mucha envidia las ediciones que hay. Creo que nos llevan mucha ventaja en portadas, en grafismos… Las ediciones inglesas de libros traducidos, por lo general, en cuanto a diseño, suelen ganar a las españolas.
—Iba para arquitecto y se podía haber dedicado al diseño también.
—Sí. Estuve en dos academias de diseño gráfico, una en Madrid y otra en Donosti, donde empecé arquitectura, pero duré poco, la verdad, un curso. Pero siempre me ha gustado mucho el diseño, el grafismo, el cómic, la pintura, el cine, la fotografía… En fin, todo lo relacionado con las artes plásticas. Realmente ha sido mi vocación más primera. Incluso mucho antes de tocar ningún instrumento.
—¿Por qué alguien que se decantaba más por lo plástico se decide al final por la música?
—Realmente también tendría que añadir que éramos, en mi caso, unos devoradores de cómics y de todo tipo de arte visual.
—¿Fanzines también?
—Me fascinaban y me siguen fascinando, la pena es que no se hagan. Me parece un formato maravilloso. Esas fotocopias… Me parece una cosa súper interesante y muy atractiva. A la vez, éramos enormes consumidores de música. Estábamos siempre escuchando música, y mis amigos éramos de los que al cole se llevaban sus casetes para intercambiarlas con otra gente, aunque no había mucha en mi clase. No era muy numerosa. Seríamos unos 20 o así y dos o tres los que compartíamos cintas. Al resto de la gente no le interesaba la música. Te hablo de los 15 o 16 años.
—¿Qué música se pasaban?
—Muchas cosas. Pero yo, en mi adolescencia, estaba absolutamente loco por el rock and roll primitivo de los años 50. Era una cosa un poco bizarra. Luego, nos gustaban mucho cosas de los 80 también: Aztec Camera, Johnatan Richman…
—Algo que era cercano a la new wave.
—Sí, grupos ingleses como The Pale Fountains, que nos flipaba, y cosas más de rock and roll, grupos raros, de revival de rockabilly extraños… Bueno, por supuesto, los Stray Cats me gustaban mucho, The Cramps… Había una mezcla entre el pop acústico inglés y los grupos más de rock and roll cercanos al rockabilly, psychobilly, al punk… También The Meteors, que tiran mucho al rollo un poco oscuro dentro del rock and roll. Me gusta todo lo más oscuro.
—«Estamos todos en el fondo de un infierno donde cada instante es un milagro», decía Emil Cioran.
—Me parece bastante acertada la cita. Cioran atinaba muy bien con sus aforismos, con sus pensamientos y con sus declaraciones. Evidentemente la existencia se puede ver desde muchos puntos de vista y siempre estará el vaso medio lleno o medio vacío. Yo me siento muy identificado con el pensamiento pesimista de Cioran. Creo que tiene algo que a los que tendemos a ver el mundo desde un punto de vista bastante oscuro nos reconforta de alguna manera. De todas formas, Cioran tiene una cosa para mí muy interesante dentro de ese pesimismo; se reía bastante de sí mismo, y ese sentido del humor, unido a ese pesimismo, lo hacía mucho más soportable. Cioran sin sentido del humor sería insoportable. Es un sentido el humor que hay que buscarlo un poco entre líneas, pero lo tiene. Es un poco la clave de por qué resulta tan atractivo y sea tan placentero leerlo. También porque es un grandísimo escritor, aunque no sé si es un poeta filósofo, si es un filósofo que escribe… Pero yo creo que está muy cerca de la poesía.
—¿Un artista se pasa la vida observando?
—En mi caso, desde luego sí. Soy un observador constante, permanente. Además lo practico. Me gusta muchísimo caminar. Soy de darme caminatas diarias si puedo de kilómetros, tanto en ciudad como en el campo. Me gustan mucho también las caminatas urbanas. Es un ejercicio que te permite la observación permanente. Yo llevo ya mucho tiempo escribiendo y casi todos mis últimos tres discos están escritos en un 90% durante las caminatas. Luego, llego a casa y, a veces, lo desarrollo un poco más o lo retoco.
—En una entrevista que le hicieron a Cortázar, dijo algo así como que cuando estaba en un grupo pasándoselo bien, aparecía un Míster Hyde dentro de él, que le decía: «¿por qué no estás en casa tranquilo escuchando un disco?». ¿La multitud impide disfrutar de esos pequeños detalles de observación?
—Mis rutas suelen ser rutas más bien tranquilas, sobre todo donde vivo ahora, cerca de Hondarribia, que es un pueblo muy pequeñito y muy tranquilo. Ahora busco esa tranquilidad y esa esa placidez, pero yo he vivido mucho en Madrid y he disfrutado mucho de sus multitudes también, aunque iba buscando calles tranquilas, que las hay, incluso en pleno centro. Me fascina de Madrid que te puedas metes en calles estrechas por La Latina y que de repente no haya nadie. Las casas parecen casas de pueblo y eso me gustaba muchísimo. Hay calles donde no hay ruido también. Tiendo a buscar sitios más solitarios y, sobre todo, diría que sitios silenciosos. Tengo cierta aversión al ruido. La contaminación acústica o ruidista para mí es muy agresiva.
—Supongo que de ahí este verso de su autoría: «cuando el verano cae de repente como una fiesta inesperada. Cuando cenas solo y te dan la peor mesa de la terraza».
—Me encanta cenar solo, es uno de los placeres secretos. Hay mucha gente a la que no le gusta, pero a mí me encanta ir a una ciudad que no es la mía, incluso puede ser que no conozca o que no la conozca bien, y buscar un sitio para cenar solo, pero siempre que vas solo te dan la peor mesa. Lo tengo comprobadísimo (risas).
—¿Cuál es la peor mesa?
—Una mesa muy esquinada, donde igual tienes el bafle de música encima de la cabeza o al lado de la puerta. Yo creo que los camareros tienen muy claro cuál es la peor mesa.
—Por lo menos le dan a elegir buen vino.
—Eso sí.
—¿Se identifica usted, pues, con el vino que bebe?
—Sí, me identifico. Creo que la bebida que cada cual elige dice mucho de uno mismo. El vino, ya de por sí, es una bebida que dice bastante de la gente. No es lo mismo beber licores que beber vino. Hay una diferencia grande, entre otras cosas porque el vino se suele consumir con comida, a otras horas que los combinados. Eso dice bastante de una persona.
TITULO: Cachitos
de hierro y cromo - Raphael - La familia es una isla ,. Martes - 16 - Julio ,.
El martes - 16 - Julio a las 22:30 horas por La 2, fotos,.
Raphael - La familia es una isla,.
Un suelo cualquiera se convierte en escenario cuando lo pisa Raphael (Linares, 1943). Y el telón en este teatro será inexistente para que nunca baje. El lado bueno de este artista es el izquierdo para los asuntos de la imagen. Han pasado 53 años de la publicación de Aquí! (Hispavox, 1969) y sigue calcando el mismo perfil que enseñaba en aquella portada: mirada distante pero directa, con el cuello cubierto. Escribía Robert Louis Stevenson en El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (Longmans, Green & co, 1886) que «el hombre no es uno realmente, sino dos». Y en el caso de Raphael, él sigue siendo aquel.
Es la una y cuarto de la tarde y Raphael está haciendo una entrevista por teléfono mientras pasea por las oficinas de su discográfica. Acaba de despachar a otro medio hace unos minutos. Le preguntan por la actualidad con cierto puntillismo, por lo que se intuye, pero tiene cintura (y tablas de sobra) para responder a ciertas cuestiones. Cuenta en su haber discográfico con 84 discos publicados a lo largo de una carrera de casi 60 años. Hoy, departe sobre Victoria (Universal, 2022), compuesto y producido por Pablo López, que ha aceptado un encargo de los que ponen a prueba la madera del músico. A la una y media, Raphael cuelga y se prepara para la siguiente y última entrevista, esta que usted está a punto de leer.
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–Como escribe Gabriel García Márquez en Cien años de soledad, ¿el llanto más antiguo de la historia del hombre es el llanto del amor?
–Gran amigo… Es una pregunta con muchísima profundidad, pero yo diría que sí.
–¿Por qué razón?
–Porque lo ha dicho Gabriel García Márquez… (risas) y Márquez pesa mucho.
–Era amigo tuyo.
–Mucho.
–Y Cien años de soledad tu libro favorito…
–Sí, mucho. Recuerdo la época que él vivió en México. Éramos muy íntimos. Hacíamos paellas los domingos y esas cosas.
–¿¡Paellas!?
–Bueno, arroz… Éramos un grupo de gente maravilloso. Eran tiempos maravillosos… ¡Qué pena!
–¿Cuál es tu Macondo?
–Está en el aire.
–¿Como el amor?
–No sé si como el amor, pero está en el aire.
–¿Sigues sintiéndote un águila?
–Soy un poco águila, sí.
–¿Solo un poco?
–No. Soy un águila. Un pajarito no soy. (Risas)
–Pero eres tauro, que dicen estar con los pies en la tierra.
–Sí, es verdad. Pero soy águila también. Si yo me tuviera que dibujar, sería el águila que agarra al toro y lo lleva porque tiene la ventaja de que vuela.
–Y tiene buena vista.
–No necesita gafas. (Risas)
–Francisco Umbral te definió como «la expresión viva de nuestro kitsch. Una muestra del barroco sentimental».
–¡Chúpate esa mandarina! ¿Qué quiere decir?
–Pues…
–Vamos a despertarle y que nos lo cuente. (Risas) Ya sabes cómo era nuestro querido amigo. El día que presentó un libro mío (¿Y mañana qué?), a la mitad dijo que, ya desde entonces, esa parte le interesaba menos porque ya me iba bien. Vamos, que a él le gustaba cuando yo lo pasaba mal. (Risas)
–«Todo escritor profesional sabe que es más interesante la pobreza que la riqueza, más sugestivo el fracaso que el éxito, es más importante (Fiodor) Dostoievski que Corín Tellado», añadió.
–No… Que si no, muerto de hambre, no tiene ni para comer. ¿Qué mérito tiene? Esas cosas son de Paco Umbral… ¡Un genio!
–¿Te olvidas de ti mismo?
–No. Nunca. Ni me olvido de mí, ni de los míos. Nunca.
–¿En ningún momento?
–A veces sí, también, pero menos. A veces quisiera no verme un poquito ahogado por las situaciones; si no estoy bien, si estoy enfermo, siento que es un agobio, porque, para mí, cantar es un alivio. Entonces si ese día no estoy bien y yo sé que no lo estoy, siento un agobio tremendo.
–Y eso que haces conciertos de dos horas y media o tres…
–Pero eso es igual. Hay días que no estás para dos horas y media ni para tres segundos. Hay días que no estás.
–¿Hablamos solo de la voz, de lo que tú sientas?
–Del estado. Hay días que no estás. Hay días que yo no me levantaría de la cama para nada, estaría durmiendo eternamente. Afortunadamente muy pocas veces me ha pasado eso, pero me ha pasado. En una vida tan larga profesionalmente pasa de todo.
–Cuando viste aquel teatro portátil en Cuatro Caminos, tú querías ser artista, ¿pero haciendo qué? ¿Valía solo con estar en el escenario?
–Exactamente. No artista… ni actor tampoco. Yo quería estar en el escenario, porque desde los cuatro años estaba en el escenario. Era la voz principal del coro y sin mí no se podía hacer nada.
–¡Como ahora!
–(Risas) Muchos años después. Entonces decidí que yo iba a ser de esos que estaban ahí arriba y no abajo aplaudiendo. No tenía yo idea de qué. Me imagino que de ser el solista del coro, yo era un niño que se las sabía todas. Cuando me examiné… ¿Sabes que los artistas, los que queríamos estar en esta profesión, teníamos que examinarnos?
–Sí. Y os daban un carnet.
–Sí. Pues a mí no me dejaron cantar. Salí y estaban Augusto Algueró, los hermanos García Segura, Agusto Algueró padre, Antonio Ruiz… Era una cosa con un pianista. Me llamaron: «¡Rafael Martos!». Y yo salí… pero ni canté. «Basta, se puede marchar», me dijeron. Fue en el Teatro Fuencarral de Madrid. «¿Cómo?», pregunté. «Que se puede ir, se puede ir». Y me fui llorando. Supuse que era un suspenso como la catedral de Burgos.
–¿Cuánto tiempo estuviste en realidad en el escenario?
–Solo pude pasearme. O sea, el tiempo de salir, llegar al centro y al piano. Nada, 20 pasos. Y al mes siguiente, cuando pusieron los nombres, fui a la puerta y leí varios nombres conocidos, pero al único que habían aprobado era a mí. Cosa inverosímil. ¡Si no me habían dejado cantar! Pasaron dos o tres años y me encontré a Antonio (Ruiz), que trabajó con Los Chavalillos de España. Aquello se había roto y volvía solo con todos los honores al Teatro de Bellas Artes y México cuando yo ya era conocido. Dijo: «Inviten a Raphael, que además es amigo mío». Yo no tenía nada contra él, al contrario; le admiraba mucho siempre. «Pero Antonio… ¿Cómo que me invitas ahora? ¿Tú sabes lo que hiciste conmigo?». Se sorprendió: «¿Tú eras aquel niño?». Le contesté que sí, entonces me volvió a decir: «es que saliste de una manera…». Esa explicación, tres años después… ¡Imagínate! Si en la nota hubiera puesto «privado» y me hubieran dicho «es que vas a ser una estrella», ¿para qué íbamos a perder el tiempo? Era un trámite y me dejaron tres años sufriendo. (Risas)
–¿Cómo es eso de que actúas sin un telón para que nunca caiga?
–Yo nunca he dicho eso. Pero está bien… Me gusta.
–Se lo dijiste a Jesús Quintero.
–¿Eso lo he dicho yo? ¡Olé! Fíjate que no lo dudo. Es que va a ser horroroso, ¿tú te imaginas el último día? ¡Qué horror!
–¿Sabremos cuándo será el último día?
–Yo sí lo sabré.
–¿Cómo vas a saberlo?
–Porque habré decidido que pase. No voy a hacerlo de improviso.
–¿Estás preparado?
–Claro. Es que, si no estoy preparado, me da un síncope.
–¿Y ese día habrá telón?
–Y se moverá despacito.
–«No me he perdido ni una vez», cantas en Desde el principio. Siendo tan largo el camino, desde luego tiene mérito.
–Sí, pero esa es la fantasía de Pablo (López), que me quiere mucho y es un fan tremendo y saca todas esas cosas buenas de mí.
–¿Cómo ha sido la composición de ese disco? Manuel Alejandro escribía canciones pensando en ti, pero Pablo López es de otra generación mucho más posterior.
–Cuando quedamos en vernos Pablo y yo, le dije que quería que me hiciera un disco. No una canción e ir probando, no; un disco entero. Se puso verde. (Risas) Yo sabía que podía, porque tenía talento de sobra. Soy andaluz y eso lo sabemos. Además, le vi de pequeñito en un parque de atracciones que hay en Málaga. Su madre era una fanática, raphaelista hasta la médula, igual que todos los hermanos. «Yo sé que tú lo vas a hacer de maravilla, porque vas a estar escribiendo como si lo hicieras para el sum sum corda», le dije. Y así fue, efectivamente. No he tenido que decirle nada de nada de nada.
–Con Pablo López ya habías cantado con anterioridad.
–Es el mismo caso que el de Vanessa Martín. Convoqué, para el disco Infinitos bailes, a gente nueva. Mi hijo pidió unas canciones a Vanessa Martín para mí. Ella se enteró y me llamó, y fue a verme al WiZink. «Maestro», me dijo. «Me han contado que has pedido una canción mía». «Sí. ¿Te importa?». «Pero maestro… Yo le hago a usted la canción. No va a cantar cualquier cosa». Y ella empezó a trabajar y me hizo la canción. En ese grupo estaba también Pablo, que me trajo una canción [Semilla o flor] que era como un geranio, una cosa muy modesta. Un día vino a verme a un sitio en el que yo tocaba y me cantó, delante del público, Escándalo al piano. ¡Quitó a mi pianista y se puso él! Ese chico era pa’ mí. (Risas) Después quedé con él en su casa y ahí empezó la historia. Sus hermanos son fanáticos no, lo siguiente, y yo estuve viéndole en el Teatro Rialto en Madrid. Tiene tanto estilo… Lo tenemos los andaluces. En fin, en ese concierto, en vez de hablar de mí, se puso a tocar Yo soy aquel y todo el teatro empezó a buscarme hasta que me encontraron. Todo el mundo se puso en pie para ovacionarme. La gente bramó y Pablo no se aprovechó de la situación. Es un chico muy humilde.
–Para escribirte una canción o hacerte un disco, ¿hay que ser humilde?
–No sobra. Para nada en la vida ser humilde sobra.
–Estaba pensando en José Luis Perales.
–Perales es un tipo maravilloso, un tipo así también, como Pablo, y el más gracioso del mundo.
–¿Por?
–¿Tú no le has oído contar chistes?
–Le he entrevistado solo una vez.
–Pues si lo vuelves a entrevistar, dile de mi parte me que nadie en el mundo cuenta chistes como él. Es famoso. Cuenta unos chistes que te mueres.
–Victoria es tu disco… ¿84?
–Yo en esto tengo mis dudas, pero seguramente tengan razón. Entre ellos está mi hijo, que no deja pasar una, pero yo debo de confundir los originales con las cientos de regrabaciones mías porque Riders in the sky está grabada tres veces, incluida en inglés. Eso ha abultado mucho y lo han dejado pelao.
–Llegaste a cantar Riders in the sky con Tom Jones…
–Sí. Canta muy bien.
–Comprende que impresiona…
–Y a mí también. Además, le regalé la camisa que yo llevaba.
–¿La negra?
–Sí. Se la puso y le quedaba bien. Buena gente el «minero» de Gales.
–¿Cuál ha sido el artista con el que te has sentido más pequeño estando a su lado?
–No, pequeño no.
–¿Ni con Rocío Jurado?
–No. Yo a Rocío la tenía en los altares. Tan buena, con esa voz que era toda la que quería y más… Un día, en un avión, yo iba en business y ella atrás. Me había buscado por el aeropuerto y me trajo un angelito que estaba tocando el tambor. Se acercó con él y me dijo: «Mira, este angelito tamborilero se muere por ir contigo tocando el tambor». Era maravillosa.
–¿Te llamaba…?
–Rapi. Mi Rapi.
–Nunca coincidisteis en el estudio para grabar Como yo te amo.
–No. Siempre era en estudios de televisión y la calidad no era la buena.
–Gabriel García Márquez decía que el secreto de una buena vejez no era otra cosa que un pacto honrado con la soledad. ¿Raphael no tiene soledades?
–No, pero podría tenerlas. Pero, a lo mejor, en estos tiempos en los que estoy dispuesto a entregar todo lo que tenga, mi conformismo me lleva al momento de hacer un pacto: «no me hagas daño, trátame bien».
–¿Eres conformista? ¿He escuchado bien?
–Soy conformista. Cuando ya no puedo hacer nada… Yo, primero lucho, pero no me voy a pasar la vida luchando por una cosa que no puede ser. Llegará un momento en el que piense: «¿Pa’ que? ¡Que le den!»
–¿Sigues pensando que morir en el escenario es antiestético?
–¡Sí!
–¿Por qué?
–Es el último momento que te van a ver tus fans y la gente que te quiere. ¡No! La estética es muy importante.
–¿Hasta el final?
–Sí. Hasta el final.
TITULO: Locos por las motos - La mortalidad se dispara en el colectivo de motoristas,.
La mortalidad se dispara en el colectivo de motoristas,.
Tres de cada diez motoristas fallecidos no hacen uso de ningún equipamiento de seguridad, excepto el casco,.
Las muertes de motoristas se han disparado en las carreteras españolas y son el colectivo que más incrementa su mortalidad, según los datos provisionales publicados en enero de este años por la Dirección General de Tráfico (DGT). En 2023, un total de 299 personas fallecieron en este tipo de vehículos tras sufrir un siniestro, cifra que supone un incremento del 19% (45 víctimas más) respecto al año anterior, cuando 254 perdieron la vida.
«No podemos estar satisfechos con la evolución de la siniestralidad en los últimos años en general, y mucho menos en el caso de los moticiclistas. El objetivo global es reducir el número de fallecidos y heridos graves en un 50% entre 2021 y 2030 y el número total de fallecidos en 2022 fue similar al de 2019: las cifras hablan por sí solas», afirma Jesús Monclús, director del Área de Prevención y Seguridad Vial de Fundación Mapfre. «En el caso concreto de los motociclistas, las cifras son todavía más preocupantes y el aumento de fallecidos que se ha producido en 2023 es una clara llamada a la acción», añade.
Como resultado, la DGT y el Ministerior del Interior, ya están preparando un paquete de medidas más restrictivo para rebajar la estadística, entre ellas, endurecer el carné A y los cursos de recuperación, así como la obligatoriedad de otros equipos de seguridad en moto, entre otras.
«Teniendo en cuenta que, en primer lugar, en más del 50% de los siniestros de motocicleta interviene otro vehículo y, en segundo lugar, que cuando se produce una colisión entre una moto y otro vehículo también en la mitad de los casos el conductor del otro vehículo también contribuye a que se produzca el siniestro (por distracción o por no haber visto al motociclista, principalmente), la formación de los conductores de automóviles, furgonetas, camiones y autobuses también debería reforzarse con un módulo específico sobre como compartir la vía con el resto de usuarios vulnerables y cómo 'mirar para ver' también motos, bicicletas, usuarios de patinetes, peatones…», sostiene Monclús.
También, según un informe de Fundación Mapfre, tres de cada diez motoristas fallecidos (30,5%) no hacen uso de ningún equipamiento de seguridad, exceptuando el casco; y la mayoría de los siniestros mortales en moto se producen en salidas de vía (41,3%), colisiones 'en T' o fronto- laterales, típicas de intersecciones (16,8%) y caídas (15%). y es que el tronco es la zona más desprotegida. Es más, el 60% de los siniestros de moto se producen a una velocidad inferior a los 40km/h, velocidad hasta la que es efectivo el airbag en este tipo de vehículo; y que el 23% de los ocupantes va peor equipado que el conductor de la motocicleta, especialmente los ocasionales y aquellos que circulan por ciudad.
«Ya no nos cuestionamos el uso del casco para proteger la cabeza, pero no sucede lo mismo con el tórax, y la realidad es que el 35% de los fallecidos y el 25% de los heridos graves sufren lesiones en tórax. Además de las chaquetas con protectores, que cada vez se usan más, los airbags de chaqueta o chaleco pueden prevenir muchas de las lesiones más graves en el tórax, ya que reducen en un 22% el riesgo de lesión en los tejidos blandos y en un 25% la deformación de las costillas. Los airbags proporcionan protección en el 60% de todas las colisiones, aunque tampoco son la panacea y a altas velocidades el riesgo en caso de colisión contra un objeto rígido seguirá siendo altísimo», subraya Monclús.
Por eso, soluciones como el airbag para motociclistas es una de las mejores soluciones, el cual reduce hasta en un 22% la probabilidad de sufrir lesiones graves. Pero no es lo único a tener en cuenta. «Una vía en buen estado, unas motocicletas dotadas de sistemas avanzados de ayuda a la conducción (todavía son muy pocas las que cuentan con ellos) y una adecuada formación en conducción en curvas, intersecciones y en conducción preventiva son sin duda algunas de las claves para el futuro. En concreto los sistemas de ayuda a la conducción (conocidos por sus siglas en inglés ARAS, que significan Advanced Rider Assistance Systems o sistemas avanzados de apoyo al motociclista) suponen una gran oportunidad, pero hay que democratizarlos y que se ofrezcan de serie en todas las motos y todos los ciclomotores: es normal que hayan empezado a introducirse en las motos de más alta gama, pero la equidad en el acceso a la seguridad debe ser un principio básico en nuestras sociedades», sostiene el director del Área de Prevención y Seguridad Vial de Fundación Mapfre.
Pero todavía hay una última tarea pendiente: los guardarraíles. «Éstas tienen que contar con 'faldones' o biondas dobles y, también, ser flexibles para proteger a los motociclistas y amortiguar los posibles impactos», concluye.
«Menos que un pestañeo» para una máxima seguridad
El airbag de moto es un gran avance en la seguridad pasiva del conductor y pasajero. Con un sistema de activación mecánico con cable, en el momento en el que la moto cae, la cinta que une la misma con el chaleco del motociclista se tensa y tira de la rótula que, al desprenderse, activa a su vez un resorte que desplaza la aguja percutora y perfora el cartucho de gas, llenando la bolsa del airbag en menos de 200 milisegundos –menos de lo que dura un pestañeo, puntualiza Jesús Monclús, director del Área de Prevención y Seguridad Vial de Fundación Mapfre–.
Así, protege el pecho, la espalda, el coxis, la nuca y el cuello. Además, para que un airbag funcione correctamente debe quedar ajustado y que el sistema de ajuste no sea incómodo ni dificulte la respiración. Por ejemplo, que el motorista suba y baje de la moto con facilidad, pueda coger un objeto del suelo agachándose, y gire la cabeza y el tronco a ambos lados cuando esté sentado.
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