viernes, 21 de junio de 2024

La Hora Musa - Silencio Blanco Poemas ,. Martes - 9 - Julio ,. / Cachitos de hierro y cromo - La última cena ,. Martes - 9 - Julio ,./ Locos por las motos - Bastianini hace más líder a Bagnaia, que gana en Mugello, y lanza un mensaje a Ducati,.

 

  TITULO: La Hora Musa  - Silencio Blanco Poemas   ,. Martes -  9 - Julio  ,.


 'La Hora Musa', presentado por Maika Makovski ,a las 22:55 horas, en La 2 martes     - 9 - Julio , foto,.

  Silencio Blanco Poemas,.

 Libro Blanco silencio sobre el mar y otros poemas De González, Juan Manuel  - Buscalibre

Cuba

Cuba, flotante línea suspendida
en la punta del agua sin sosiego;
llama en el centro de su propio fuego,
roja al viento la túnica encendida.

Cuba, de amor extiendes tu medida
y la sombra sepulta su astro ciego:
tu sangre, ardiente luz, es dulce riego
para alzar el tamaño de la vida.

Marítima y frutal, solar y sola,
las olas que establecen tu corola
forman, Cuba, coraza a tu alegría.

Y en tu carrera de canción y espuma
deslumbra a la mirada entre la bruma
el fulgor con que en ti florece el día.

No te voy a decir

No te voy a decir
que quiero ser la arena
que tus pies desnudos acaricie,
ni los rayos del sol que bajen jubilosos
a dorar más aún
la fina miel que forma tu epidermis,
ni el agua que la abrace con su espuma
ni el viento que la bese
y agite sus cabellos.

Sólo quiero pedirte que no dejes
que el beso y la caricia
de la arena y las olas,
de la luz y del aire,
destruyan la huellas de los míos
ni mi recuerdo que te sigue
como muda presencia inevitable.

Vesperal

No hagas ruido, a ver,
si no se va la tarde.
Dile a tu alma que haga
un silencio absoluto.
Acalla ese ruido de pensamientos,
rompe ese hondo clamor de recuerdos,
ahoga ese sordo rumor de ensueños.
No seas imprudente, no hagas ruidos,
que le molestan a la tarde.
Ante ella hay que estar como una esfinge jovial,
ungida de serenos éxtasis
florecidos de silencios blancos.
Tenemos que rimar ese silencio
con el blanco silencio de la tarde.

Pero, ¿ya ves?, se va la tarde.
No pudiste amordazar el grito desbocado de tus nostalgias
y has espantado a la tarde.
Mira como huye despavorida a otro lugar donde comprendan
el silencio blanco de su alma. Y nos deja las sombras
—gran silencio negro—
para el negro silencio de nuestros ruidos.

Soneto

Sigo, Amor, con mi júbilo sin bridas
por senderos de mieles tu carrera,
viajando con tu llama y tus heridas
desde el justo contorno de tu esfera.

El pulso tengo de innombrables vidas
en tu perfil sesgado a tu manera
como tu fortaleza tiene asidas
las campanas al sol de mi bandera.

Por una eterna acariciada
llega desnuda y limpia tu figura
al filo de mi luz enamorada,

y en la ventana azul de mi ventura
tu beso, Amor, tu voz y tu mirada
velando mi desvelo de ternura.

Nocturno diferente

Hay una noche limpia: la del mar y la luna.
Había un pueblo de luces en el agua tranquila
con calles solitarias por donde, sin quererlo,
dejábamos vagar nuestra inquieta ternura.

Era una noche limpia, brillando entre las sombras.
Nos quedamos teñidos de luna y de horizonte
al ritmo de la voz anciana del botero.

 

TITULO:  Cachitos de hierro y cromo - La última cena ,. Martes - 9 - Julio ,.

   El martes -  9 - Julio  a las 22:30 horas por La 2, foto,.

 La última cena,.

 Los cuervos

Este texto debiera ser un resumen del curso de verano de la Complutense Novela histórica: el descubrimiento de España, celebrado en San Lorenzo de El Escorial del 27 al 31 de julio, dirigido por el periodista Antonio Pérez Henares, y en el que han participado, entre otros, Augusto Ferrer-Dalmau, Eva Díaz Pérez, Juan Luis Arsuaga o Emilio Lara —secretario de la cosa—. Sin embargo, antes de redactar la crónica de estas jornadas, bien por salud mental, bien por simple desahogo, voy a contarles un imposible que me ocurrió durante la madrugada del jueves, o eso creo, y que, desde entonces, golpea mi cordura de un modo cansino, implacable y acelerante, pum, pum, pum, como aquel romano capullo que, con dos mazas, marcaba el ritmo de las bogas en la galera de Ben Hur, buscando la extenuación de los galeotes.

La acción transcurrió en la habitación 306 del Hotel Miranda Suizo —sito muy cerca del Real Monasterio que mandó construir Felipe II—, donde me alojaba, y, como ya he dicho, durante la madrugada del jueves. El reloj daba la una y pico; el termómetro, obsceno, exhibía los veintimuchos grados. De haber resucitado el santo que da nombre al municipio, hubiera sido martirizado de nuevo en una parrilla, eso sí, ahora meteorológica. En estos días, intentar dormir ha sido una hazaña digna de los trabajos de Hércules. La hidra de Lerna reapareció metamorfoseada en un insomnio abrasador, y decidí decapitar al monstruo recurriendo a uno de mis enemigos más terribles: el aire acondicionado.

"Me hallaba tan a gusto en mi casa okupa onírica cuando fui desalojado por una ruidosa sucesión de extrañas y estridentes carcajadas"

Así pues, cerré las ventanas, puse el aire a 26 grados —para evitar los catarros inherentes a estos aparatos— y me quedé sopa. A la media hora, me desperté tiritando. Quité el aire, abrí las ventanas, me dormí otra vez y, al poco, me desperté envuelto en una túnica de sudor. Puse el aire a 28 grados, me sobé, me desveló un estrangulamiento etéreo, seco, artificial y asesino provocado por el aire, lo apagué, etcétera. La solución la encontré a eso de las tres, renunciando definitivamente al diabólico invento de Willis Haviland Carrier y acudiendo al Spotify. Me puse a escuchar, con el volumen muy bajito, una lista de reproducción que tenía/tiene por nombre “Sueño profundo”. Cuando sonaba la cuarta canción, ya compartía piso patera con Morfeo.

Me hallaba tan a gusto en mi casa okupa onírica cuando fui desalojado por una ruidosa sucesión de extrañas y estridentes carcajadas. Me negué a abrir los ojos, con la esperanza de que el bullicio se interrumpiera. Todo lo contrario: la algarabía iba a más y, conforme pasaban los minutos, fui consciente de que lo que en realidad escuchaba no eran risas, sino graznidos. Abrí los ojos. Giré la cabeza a la derecha, cogí el móvil. Eran las 5:35. Bufé. Miré al centro de la habitación: la ventana, abierta de par en par, me ofrecía una postal en la que un cuarteto de cuervos, del tamaño de mastines, graznaba con la intensidad de un tertuliano purasangre, si bien de un modo más melodioso. Me incorporé, me asomé y empecé a chistar a los córvidos. Estos me respondieron altivos, con un craj-craj-craj que, traducido al español, venía a significar: “Ahora te vamos a joder el doble. Y con refuerzos”. Al instante, se les unió un mochuelo ululando y un coro chirriante, cuasi infantil, de gorriones, golondrinas y vencejos. Me llevé las manos a las sienes, inspiré, expiré y, justo cuando me disponía a chillar un “¡¡¡¡callaos de una puta vez!!!!”, una voz serena, grave y profunda, me dijo: “Tranquilo, chaval. Cierra la ventana y enciende el ordenador. Tenemos trabajo”. Miré a la izquierda de la habitación y sí, no sé cómo, pero ahí estaba sentado, ante un majestuoso y reluciente piano Fazioli, vestido con un traje negro de Chris Kerr, mi músico vivo favorito: el mismísimo Nick Cave.

—¿Eres quien creo que eres? —le pregunté.

—Yo soy el que soy.

—¿Y qué haces aquí?

—Sé lo del muro.

Rebañé las últimas horas del día de santa Marta paseando con la Reina de las Espadas por la Lonja del Monasterio. Cuando llegamos al final de la explanada, me acerqué a una pared —me dicen que correspondiente a la Casa para destilar aguas, aunque no estoy del todo seguro— y la toqué con el espíritu de los niños que, jugando al escondite, proclaman que se han salvado gritando “casa”. La Reina me brindó una sonrisa atómica, como originaria del primer día de la Creación. Le pregunté el porqué de ese resplandor y me contestó que es habitual tocar esa pared, cerrar los ojos y pedir un deseo. Con una instantánea fe del converso, eso hice. De mi parida mental sobre el escondite no dije ni mú.

—No pedí —le dije a Cave— nada que tuviera que ver contigo.

—Sé perfectamente lo que pediste —respondió.

Se puso a tocar “Idiot Prayer”. Cuando llegó al verso de “el amor, querida, es estrictamente para los pájaros”, todas las aves enmudecieron.

"Desde hace semanas, padecía/padezco una necesidad voraz e irracional de escribir algo por/para/sobre la Reina de las Espadas"

Por pudor y, lo reconozco, por no violentar la absurda ley de la superstición, no les diré cuál fue mi deseo, aunque sí que les enseñaré, digamos, uno de sus tobillos. El que me señaló Cave, de hecho. Me explico: estaba seguro de que para llegar a puerto debía, entre otras cosas, reactivar mi escritura. Llevaba sin publicar un texto en condiciones desde primeros de julio. Sucede que las altas temperaturas siempre han acogotado mi inspiración literaria. Si a eso suman la tensa sensación de estar siendo acechado por el maldito coronavirus, el asunto se complica: las palabras no brotan y, las que lo hacen, son carne de sumidero.

—Escribe sobre esos cuervos —me ordenó el líder de los Bad Seeds—. Mira en tu bolsa de viaje. Igual puede servirte de algo ese material, aunque no debiera serte necesario.

Del macuto saqué un ejemplar de los Cuadernos de campo de Félix Rodríguez de la Fuente dedicado a los córvidos, el tomo decimoctavo de la Enciclopedia Salvat de la Fauna y una Biblia. Cuando empecé a ojear/hojear el material, Cave interpretó “Mermaids”, una de mis canciones favoritas del maravilloso álbum Push the Sky Away. Y entendí, por fin, cuál era la misión que el australiano tenía para conmigo.

Rebobino un momento: hace cuatro años, en mi poemario Aterrizaje forzoso, publiqué un soneto llamado “El creyente” en el que decía que creía en idioteces, charlatanes y dogmas ridículos debido a que me había topado con una chica tan bella que no podía existir en el mundo real. Esa mujer nunca existió. En realidad, esos versos no tuvieron más inspiración que “Mermaids”, pieza en la que Cave emplea la misma fórmula (“Creo en Dios, / creo en las sirenas también, / creo en 72 vírgenes encadenadas (¿por qué no, por qué no?), / creo en el Rapto / desde que vi tu rostro”) que yo luego le birlé descaradamente (“Creo en la última dieta milagrosa, / en el vicio oculto de la novicia, (…) Creo en todo eso… desde que te he visto”).

"Decidí, pues, sumergirme en el cancionero de Cave en busca de algún hallazgo lírico que me sirviera como punto de partida, que me descubriera una vía por la que transitar"

Volvamos al presente. Desde hace semanas, padecía/padezco una necesidad voraz e irracional de escribir algo por/para/sobre la Reina de las Espadas. Expuesto así, la idea suena de lo más pueril pero, ¿qué quieren? Hay quienes ligan petándose en un gimnasio y quienes lo hacemos tirando de pluma y papel. La infalibilidad no está garantizada, pero el método ha dado algún que otro fruto interesante. Escribí, decía, “El creyente” sin más musa que la canción de Cave; ahora, la musa era orgánica, cenaba conmigo, se embadurnaba las manos con gel hidroalcohólico y desmontaba, entre risas, mis tretas más cursis. Había un objeto —en el sentido de “Fin o intento a que se dirige o encamina una acción u operación”; ahórrense las acusaciones de cosificación de la mujer y derivados— sobre el que escribir. Y qué objeto. Problema: con cuarenta grados de temperatura y la covid-19 patrullando, mi originalidad, mi instinto y mi nervio estaban enchironados en el castillo de If.

Decidí, pues, sumergirme en el cancionero de Cave en busca de algún hallazgo lírico que me sirviera como punto de partida, que me descubriera una vía por la que transitar. Exprimí canciones como “And No More Shall We Part”, “Bright Horses”, “Shoot Me Down” –la que más me estremecía de todas– y, sobre todo, “Palaces of Montezuma”, de la etapa Grinderman. Esta pieza se la dedicó el australiano a su esposa, la diseñadora Susie Bick. En ella, canta que le conseguirá cualquier cosa que le pida —la médula espinal de Kennedy, los Jardines de la Tumba de Akbar, enanos esclavos…— a cambio del “precioso amor” que le mantiene en pie. Terminé haciendo una versión de su letra que, en principio, me pareció libérrima; a la tercera revisión, me pareció un plagio flagrante, la mandé a la Papelera de reciclaje y, al segundo, la vacié.

—Escribe sobre esos cuervos —me dijo Cave.

—“Volverán los oscuros cuervos / a sacarte los ojos por la noche…”. ¿Tú quieres que me mande a la mierda, verdad?

—Deja de quejarte y escribe sobre esos putos cuatro cuervos.

Se marcó una interpretación prodigiosa de “Straight to You”.

Según rezaba el cuaderno de Rodríguez de la Fuente, el cuervo (Corvus corax) tiene una altura de 51-63 centímetros, una envergadura alar de 117-136 centímetros y pesa entre 1.000 y 1.400 gramos. Me mosqueó que, justo al lado, el naturalista describía a la corneja negra (Corvus corone corone), que tiene una altura de 45-46 centímetros, un peso de 450-550 gramos y una envergadura alar de 92-100 centímetros.

Me surgió una duda: ¿y si los pajarracos que me despertaron no eran cuervos, sino cornejas?

"El cuervo es posiblemente el ave que tiene una inteligencia más desarrollada, y así ha conquistado casi todos los biotopos imaginables"

Huí hacia adelante y hojeé unas páginas del tomo 18 de la Enciclopedia de la Fauna, en las que se decía que los córvidos “son en el mundo de las aves lo que los primates en el mundo de los mamíferos, pudiendo compararse el cuervo con el propio Homo sapiens en lo que se refiere a la capacidad de adaptación a los más diversos medios y al utilitarismo en la explotación de todos los recursos para obtener los más variados alimentos. (…) El cuervo es posiblemente el ave que tiene una inteligencia más desarrollada, y así ha conquistado casi todos los biotopos imaginables. Se le puede encontrar tanto en los helados paredones del gran norte como en los bosques de las llanuras e incluso en los cantiles del desierto. Su gran inteligencia le permite sobrevivir en los medios más adversos”.

De la lectura de la Biblia, anoté el episodio del cuervo que soltó Noé cuando finalizó el Diluvio Universal. Me llamó la atención que el Levítico declarara a la especie abominable y que, según el capítulo 17 del Primer Libro de los Reyes, estos pájaros fueran elegidos por Dios para alimentar al profeta Elías.

¿Dónde carajo iba yo con esto?

"Entonces, Cave comenzó a interpretar “Jubilee Street” y yo, sin apartar la mirada del ¿milagro?, escribí del tirón un texto nuevo"

Guardé los libros, me asomé a la ventana y, donde hacía escasos minutos incordiaban los cuervos, vi a la Reina de las Espadas, como una cariátide de fuego. En sus ojos vivísimos estaban el Big Bang y el Renacimiento, el vellocino de oro y la piedra filosofal, el caldo primigenio y Eva, la Atlántida sumergida en un mar de Campari y el Dorado rodeado por una muralla salvaje de esmeraldas, Hipatia custodiando la Biblioteca Vaticana y Juana de Arco combatiendo contra el Estado Islámico en Palmira, la zarza que no se consumía en el Sinaí y Afrodita, el Espíritu Santo y el bosón de Higgs, las nueve musas y la Teoría del Duende, la Venus de Willendorf y el Éxtasis de Santa TeresaBetsabé y Ginebra, Beatrice Portinari y La Maga. Entonces, Cave comenzó a interpretar “Jubilee Street” y yo, sin apartar la mirada del ¿milagro?, escribí del tirón un texto nuevo. El australiano se motivó en exceso cuando cantaba “¡Me estoy transformando, estoy vibrando, mírame ahora!” y el vecino de al lado dio unos golpes en la pared. En cuanto Cave ejecutó el último acorde, la Reina se largó en un caballo de un blanco fosforescente que volaba pese a no tener alas. Cuando ocurrió esto, el cantante bajó la tapa del piano y dio por concluida su sesión. Le echó un vistazo a mis versos, hizo una mueca de asentimiento y se despidió con un lacónico “hasta pronto” y una media sonrisa. En cuanto se piró, me metí en la cama y dormí un rato. Desperté y el piano ya no seguía allí.

A las 8:30, coincidí en la cafetería del hotel con mi amigo Emilio Lara y su mujer, María José. Les conté que había pasado una noche horrorosa por culpa del caloramen y de los malditos cuervos con complejo de Pavarotti. De mi sueño con Nick Cave no solté prenda, aunque mi admirado compadre zendiano me quebró las rodillas de la razón al preguntar: “Oye, ¿y no has oído al tío que se ha tirado hora y pico tocando el piano? Menudo zumbao”.

TITULO:  Locos por las motos - Bastianini hace más líder a Bagnaia, que gana en Mugello, y lanza un mensaje a Ducati,.

 

Bastianini hace más líder a Bagnaia, que gana en Mugello, y lanza un mensaje a Ducati,.

El de Rimini adelantó a Márquez a falta de dos vueltas y a Martín en la última curva para entrar segundo, ante los dos pilotos que se postulan para ocupar su asiento el próximo año,.

Pecco, con su doble victoria, le recorta 28 puntos a Martín, que subió al podio, y ya está a 18 puntos del líder. Márquez fue cuarto y Acosta quinto,.

foto / Bagnaia lidera por delante de Bastianini y Márquez ,.

Doblete de Ducati y golpe de teatro de Enea Bastianini. La carrera la ganó Pecco Bagnaia pero el de Rimini mandó un claro mensaje a la fábrica oficial adelantando a lso dos pilotos que suenan para ocupar su asiento el próximo año. Se ventiló a Marc Márquez en a falta de dos vueltas y a Jorge Martín en la última curva. No solo alza la voz, sino que permite que el recorte de Bagnaia en el Mundial con respecto a Martinator fuera algo mayor. El italiano le ha recortado 28 puntos al madrileño del Prima Pramac en Mugello y ya está a 18 puntos. Lo celebró Pecco por todo lo alto, en casa y en el día nacional de Italia. Toco la guitarra con su banda. Márquez acabó cuarto.

Pecco Bagnaia partía en quinta plaza, penalizado con tres puestos en parrilla por un incidente con Álex Márquez en los entrenamientos del viernes, lo que permitía a Marc Márquez ascender a la primera línea, encabezada por Jorge Martín y Maverick Viñales. El madrileño del Prima Pramac se cayó en la esprint y necesitaba hace runa buena carrera para recuperar los puntos que le había recortado Pecco. «Es raro, no me encuentro bien», avisaba con la esperanza de haber dado con la tecla que le permitiera ser competitivo. El recién renovado y ascendido al equipo oficial de KTM, Pedro Acosta, ocupaba la séptima posición en la parrilla de Mugello.

Una curva necesitó Bagnaia para ponerse líder de la carrera. Espectacular salida del italiano, algo mejor que la de Jorge Martín, que entró emparejado al madrileño en San Donato para afrontar como líder la curva Luco. Todo lo contrario que Viñales, que caía a la sexta plaza por detrás de Marc Márquez, cuarto, y Pedro Acosta, quinto. Pecco y Martinator empezaron a marcar vueltas rápidas mientras Marc trataba de dar caza a Bastianini y Acosta a Marc, con Morbidelli al acecho para tratar de pescar en aguas revueltas. El ritmo de Baganaia era tan elevado que obligaba al resto de pilotos a ir al límite. Se alcanzó el meridiano de la priuebas sin cambios y con los tiempos muy estables. Solo la caída de Nakagami rompía la monotonía.

San Donato fue la curva escogida por Marc Márquez para colocarse en puestos de podio. El catalán adelantó a Bastianini en la primera curva a falta de seis giros. Podría ser el cuarto cajón consecutivo del piloto del Gresini, que esperaba un giro de guión y aprovechar la degradación de los neumáticos de sus rivales. Bastianini, recordando tal vez su caída en la esprint tras un toque con Martín en esa misma curva, no forzó para tapar el adelantamiento del '93'. Martín se iba acercando a Bagnaia, quedaban tres vueltas, y Bastianini veía cómo los dos pilotos que suenan para ocupar su asiento el próximo año iban por delante con dos motos satélite. Y 'La Bestia' le devolvió el adelantamiento a Márquez a falta de dos vueltas y se fue a por Martín, al que rebasó a falta de dos curvas.

El norteamericano Joe Roberts ha logrado su primer triunfo de la temporada en Moto2 tras una reñida pugna en la última vuelta con Manu González, lo que permite al californiano recortar siete puntos con Sergio García Dols, que entró cuarto y mantiene su liderato en el Mundial. Alonso López entró tercero y también subió al cajón. Hay que apuntar que la prueba se ha visto reducida en siete vueltas, a una esprint de 12, tras la bandera roja en Moto3 por un accidente en la curva 9 (Arrabiata-2), la misma en el que perdió la vida Jason Dupasquier en 2021. Xabi Zurutuza ha caído y ha sido embestido por Filippo Farioli. Todo ha quedado en un susto y en varias contusiones. Aunque fue retirado en ambulancia no perdió la conciencia en ningún momento. La carrera, reanudada con una esprint a once vueltas, la ganado el hispano colombiano David Alonso, seguido por Viejer y Yamananka. El piloto del CF Moto Aspar consolida su liderato tras el error de Dani Holgado, que ha acabado 14º al tener que cumplir una sanción de doble long lap penalti.

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