sábado, 8 de junio de 2024

VIVA LA VIDA - Intelectuales en dejación de funciones - La mujer del teniente francés’: Deconstruyendo el XIX ,. SABADO - 22 , 29 - Junio ,. / VIVA LA VIDA - La sonrisa de los socios - Coprofundis, de Camilo de Ory ,. DOMINGO - 23 , 30 - Junio ,. / No sé de qué me habla - Loteria - El Rasca de la Galleta de la Fortuna - Cumbre islámica en la Moncloa ,. / TIERRA DE TOROS - Pimentón, un toro para saborear un triunfo que no llegó ,.

 

 TITULO:  VIVA LA VIDA -   Intelectuales en dejación de funciones -  La mujer del teniente francés’: Deconstruyendo el XIX,. SABADO - 22 , 29  - Junio   ,.

 El sabado  - 22 , 29  - Junio  a las 16:00 por Telecinco , foto,.

 Intelectuales en dejación de funciones - La mujer del teniente francés’: Deconstruyendo el XIX,.

 ‘La mujer del teniente francés’: Deconstruyendo el XIX

Desde que se publicó en 1969, The French Lieutenant’s Woman ha sido una de las novelas más analizadas en círculos críticos y académicos, además de formar parte de multitud de listas de lectura para estudiantes de literatura y filología. Ciertamente, es un libro que activa los jugos analíticos e intelectuales, tanto por la historia que cuenta como por la forma en la que lo hace. En 1981, la adaptación al cine guionizada por el dramaturgo Harold Pinter añadió aún más capas de complejidad sobre las que reflexionar. Pero que todo esto no desaliente a nadie: por debajo de todas las sesudas disquisiciones de los expertos, tanto la novela como la película también se pueden disfrutar, y mucho, como una historia (o varias) de amores trágicos en siglos pasados, con la garantía de John Fowles en lo impreso y de Jeremy Irons y Meryl Streep en lo filmado. Fue nominada a cinco Oscars: Mejor guion adaptado (Harold Pinter), Mejor actriz (Meryl Streep), Mejor decoración y dirección artística (Assheton Gordon y John Mollo), Mejor vestuario (Tom Rand), y Mejor montaje (John Bloom).

La industria académica que se ha desarrollado en torno a esta novela es un auténtico listín telefónico de términos críticos: feminismo, postmodernismo, metahistoria, anticonvencionalismo, deconstrucción, historiografía, metaficción (e incluso metaficción historiográfica) y muchos otros, pero en cuanto se lea el libro o se vea la película con un poco de mente abierta, se verá que no es tan fiero el león, y que hay más formas de contar una historia que simplemente la de planteamiento, nudo y desenlace. Y eso es lo que hacen ambas, además logrando que funcionen y enriquezcan la trama que relatan. En principio, la novela cuenta la historia de dos personajes principales que se ven envueltos en una relación en 1867, durante la restrictiva época victoriana, en la costa sur inglesa. Uno de ellos es Charles Smithson, un joven que debido a la buena posición económica y social de su familia puede permitirse pasar su tiempo excavando fósiles por las playas y rocas marinas de Lyme Regis. El otro es Sarah Woodruff, una mujer de clase baja-trabajadora que se ha hecho infame en el pueblo por prestarle demasiada atención en el pasado a un marino francés herido, con el que puedo tener algo o no (ella insiste en que no), y a la que se ve cada día al borde mismo del largo malecón del puerto, mirando hacia el mar envuelta en su capa y capucha, dicen que esperando su regreso. Es ella a quien le han puesto el apodo del título, aunque algunas versiones cambian «mujer» por otra palabra menos cortés. Charles acaba de prometerse con Ernestina Freeman, otra joven de buena posición, aunque la de ella procede del dinero ganado por los negocios de la propia familia, no heredado desde generaciones anteriores, como es el caso de Charles. El caso es que un día Charles, paseando con su prometida, ve la sugerente y emotiva figura de Sarah en el malecón, toda trapo al viento y mirada trágica, y se queda prendado de ella y de su historia.

Hasta aquí todo muy normal y decimonónico, pero leyendo el libro resulta que quizá el personaje principal no sea ninguno de ellos, sino el narrador de la novela, que se entremete por el medio de la trama, hace continuas digresiones y notas a pie de página (muchas de ellas verdaderamente interesantes, sobre cosas reales del siglo XIX) e inyecta su propia personalidad y punto de vista en el relato, llegando más tarde incluso a formar parte de él. No solo esto, sino que además va comentando metaliterariamente las convenciones de la narrativa victoriana, criticándolas al mismo tiempo que las cumple casi al pie de la letra. Es decir, que él mismo hace su propia edición anotada, antes de que llegue algún catedrático de literatura a hacérsela. Todo lo que se espera de un relato de la época está presente: los criados secundarios que muestran la vida «del piso de abajo», la matrona adusta, castradora y guardiana de la decencia social, el padre capitán de industria, la importancia de las herencias y «desherencias», la amenaza de la prostitución («cuando vaya a Londres ya sé lo que me espera allí: lo que algunos ya me llaman aquí») y las dudas morales de los personajes. Y todavía le cabe aún la disquisición sobre si es lo mismo autor que narrador.

Arturo Pérez-Reverte, por ejemplo, hizo algo parecido en Hombres buenos, colocando su propia experiencia como autor como parte de la novela, y es que hay veces en que la peripecia de investigar y escribir un texto resulta tan interesante o más que el propio libro resultante. En los últimos años esta parte del oficio de escritor (y guionista, y actor) ha salido más a la palestra y ha provocado más interés entre el público, hecho reflejado en los contenidos extra de los DVDs, la abundancia de ediciones críticas y comentadas de muchos libros, y todo tipo de documentales adicionales al respecto. No es que pueda decirse exactamente que Fowles fuera un pionero en esto, porque él lo incorpora como parte de la obra, no como extras, pero sí que ha escrito bastante reflexionando sobre su propio proceso artístico, como por ejemplo en sus Notes on an Unfinished Novel, empezando por esa primera imagen, vagamente romántica, de la misteriosa joven con capucha mirando al mar. Otra de las cosas que escribió ahí era que «una novela, etimológicamente, debe ser algo nuevo, que tiene que tener relevancia para el escritor ahora, así que nunca debe fingirse que se está escribiendo en 1867, o asegúrese de que el lector sabe que se trata de algo simulado». De ahí que su narrador recuerde constantemente al lector que está leyendo una novela escrita cien años más tarde, evitándole en todo momento que se sumerja en ella y se olvide de lo que hay alrededor, como sí pasa con otros libros.

La intromisión del narrador en lo narrado es uno de los rasgos del postmodernismo, y en esta novela llega a uno de sus puntos ágidos en las últimas cien páginas, donde se nos presenta no uno sino hasta tres finales diferentes: uno feliz, uno triste y otro entre ambos, e incluso cuál es cuál queda a interpretación del lector. El narrador incluso dice que ha tirado una moneda al aire para decidir en qué orden nos cuenta los dos últimos. La falta de certidumbre en la vida, las limitaciones del conocimiento humano, las múltiples interpretaciones de lo que ocurre en la existencia y la manera en la que convertimos nuestras percepciones en conocimientos (o dudas), diferentes para cada persona aun experimentando lo mismo, son otros elementos postmodernistas, que cuajan aquí. En el primer final, Charles abandona la idea de ir a por Sarah, se casa con Ernestina en un matrimonio sin pasión real, y Sarah desaparece de la historia. Este sería un final típicamente convencional del periodo victoriano. En el segundo (así decidido por la moneda al aire, lanzada mientras el narrador comparte asiento de tren con Charles, nada menos), Sarah y Charles tienen un encuentro sexual (Sarah era virgen hasta ahora, lo cual desmiente la extensión de su historial con el teniente francés), él rompe con Ernestina, queda desheredado y desgraciado socialmente y, sin poder ver más a Sarah, emigra a Europa y América. Dos años más tarde, Charles encuentra que Sarah está viviendo en la casa del pintor Dante Gabriel Rossetti en Chelsea, junto al hijo producto de su encuentro con Charles. Este final ni siquiera se acaba del todo, dejando en el aire la posibilidad de si volverán juntos o no. Y en el tercero, después de que el narrador retrase su reloj quince minutos, estamos en el mismo punto que en el segundo, pero Sarah no dice a Charles de quién es el crío y no expresa interés por volver con él. Charles se va de allí preguntándose si Sarah es una mentirosa manipuladora que lo ha explotado desde el principio.

Todo esto, como puede suponerse, provocó una catarata de comentarios, ensayos, interpretaciones e intercambios de pareceres que no ha parado en los últimos cincuenta años. ¿Es esta una gran obra de arte, es una parodia, o es una parodia al principio, que después desembocó en gran obra de arte, al estilo del Quijote? Y en estas, en 1981 llegó la película. Durante años se había considerado a este libro como infilmable, no por la imposibilidad técnica de hacerlo (tampoco muy difícil), sino de que quedara como algo con significado completo, pero el dramaturgo británico Harold Pinter lo consiguió con un recurso muy fácil: si el libro es una reflexión escrita sobre cómo se escribe algo, ¿por qué no filmar una película que reflexione sobre cómo se filma algo? De esta forma, el film descarta lo de los tres finales y lo del narrador metomentodo, pasando a contar la historia desde el punto de vista de dos actores que están rodando una película sobre esta novela. Así, esta película tiene a Meryl Streep y Jeremy Irons interpretando a dos actores (Anna, americana, y Mike, inglés) que a su vez interpretan los papeles de Sarah y Charles MIENTRAS QUE se lían entre ellos, a pesar de estar casados ambos, durante el rodaje (se lían Anna y Mike, aclaro). A veces, lo que les ocurre a los personajes es parecido a lo que les pasa a ellos (ella dice, medio en serio medio en broma, que si los pillan acostándose podrían despedirla del rodaje por las cláusulas de inmoralidad su contrato) y a veces es un contrapunto opuesto. Si a esto le añadimos lo que en la vida real le pudiera estar pasando a Irons y Streep mientras filmaban en 1981, queda un cuádruple juego de niveles, que puede ofrecer multitud de interpretaciones a las escenas entre ambos. Por ejemplo, cuando hacia el final de la película Jeremy/Mike/Charles empuja a Meryl/Anna/Sarah al suelo y esta sonríe un momento antes de continuar una escena de gran intensidad dramática, no sabemos muy bien si eso fue a) una reacción deliberada de Sarah, b) una reacción nerviosa de Anna o c) una decisión actoral de Meryl. O dos de ellas, o las tres a la vez.

Además, estos dos niveles en la historia (la de Charles y Sarah en el siglo XIX y la de Mike y Anna en el XX) permiten que sus respectivas tramas puedan tener dos finales distintos: mientras que en el pasado Charles y Sarah acaban juntos, en el presente (de 1981) Mike desea fervientemente continuar su affaire con Anna, pero esta, sin despedirse, se vuelve al final del rodaje con su marido, que es… francés. Como puede verse, resulta todo de una complejidad (que no complicación) muy astuta, donde resulta bastante satisfactorio para el lector y espectador atento seguir las ideas del escritor y guionista y observar cómo un motivo concreto cambia, se repite o simplemente se desplaza a otro sitio de la narración, produciendo una nueva criatura que mantiene los mismos elementos básicos que su predecesora, sin parecerse tanto en muchas otras cosas. Para quien haya leído el libro, la propia primera escena de la película, con una claqueta tras la que Meryl Streep se sube al malecón mientras la cámara la sigue, es toda una declaración de intenciones y una guía perfecta sobre cómo se va a resolver el nudo gordiano, que simplifica mucho lo que sigue. Incluso el tema de las notas a pie de página se incorpora al guion como investigación que hacen los actores para documentarse y meterse en el papel: cuando Anna lee que «en 1857 la población masculina de Londres era de un millón y cuarto y las 80.000 prostitutas recibían dos millones de clientes al mes», Mike calcula que, «quitando niños y ancianos, eso significa que los varones victorianos echaban 2,4 polvos extramaritales a la semana». También durante los diálogos se logran recuperar algunas menciones a Darwin y al psicólogo alemán Hartmann, con sus divisiones de la melancolía en «natural, ocasional y oscura» (o sea, que no se sabe qué la causa).

Esto nos lleva a la gran clave tanto de la novela como de la película: conseguir entender a Sarah. Todo el mundo se pregunta que si tanto sufre en Lyme Regis, ¿por qué no se va de allí? El público cree que está esperando a ese francés, pero ella revela a Charles que no es así, y que «ya que no puedo casarme con un igual, me casé con la vergüenza. Es ella la que me ha mantenido viva: el saber que de verdad no soy como otras mujeres. Nunca, como ellas, tendré hijos, marido o placeres hogareños. A veces me dan lástima. Tengo una libertad que no pueden entender. Ningún insulto o culpa me pueden tocar». Todo ese golpe de «soy libre porque soy una marginada social» hace que el médico local no se fíe un pelo de ella, y es más, piensa que lo hace para intentar echarle el lazo a un buenazo compasivo como Charles. Pero cuando al final ella acepta el consejo de irse a Londres, él no puede evitar seguirla, y ella cambia la versión sobre lo del francés: mientras que al principio le había dicho que ella se le había entregado voluntariamente, ahora que se ha acostado con Charles y él ha notado que ella es virgen, esta vez le dice que cuando fue a ver al francés la última vez, le había visto del brazo de «una mujer del tipo del que no cabe duda» y se fue de allí. Y no sabe explicar por qué ha mentido al respecto. Ahora que él ya está enamorado de ella, Sarah se vuelve a ir sin decirle nada, y tres años más tarde él la encuentra de gobernanta en casa de un arquitecto. La encuentra, a todo esto, porque ella quiere que la encuentre. Y él, que vuelve a desear una explicación a la conducta de ella (por qué mintió para conquistarlo y por qué lo abandonó una vez conquistado), se encuentra de nuevo con una «oscura melancolía» como respuesta: «Había una locura en mí en esa época: una amargura, una envidia… Me ha llevado todo este tiempo encontrar mi libertad». Y Charles sigue sin comprenderla, pero la perdona, y su trama acaba con ambos remando juntos por el lago en Windermere, posiblemente al inicio de una relación de verdad. Justo después de rodar esa escena en la que Charles y Sarah parecen acabar juntos, Anna se despide (a la francesa), usando su libertad del siglo XX para no continuar su historia con Mike. Pinter ha encontrado la manera de cuadrar el círculo y hacer una adaptación literaria perfecta: que sorprenda y complazca a quien ya ha leído el libro, y que respete las ideas originales literarias originales usando un lenguaje diferente, el cinematográfico.

TITULO:   VIVA LA VIDA -   La sonrisa de los socios - Coprofundis, de Camilo de Ory,. Domingo -   23 , 30  - Junio ,.

El domingo  -  23 , 30  - Junio -  a las 16:00 por Telecinco , foto,.

 La sonrisa de los socios - Coprofundis, de Camilo de Ory,.

 Coprofundis, de Camilo de Ory

Al ingresar en el centro soy sometido a un breve examen médico que incluye exploración de cavidades. Siguiendo la recomendación de un amigo expresidiario, he introducido en mi cuerpo un billete de cincuenta euros junto con el móvil desde el que escribo y su cargador. El truco (el trato) funciona y accedo a las instalaciones con cincuenta euros menos, pero manteniendo intactas mis posibilidades de comunicación con el mundo.

Mi compañero de celda (en la jerga del lugar, “chabolo”) se llama José Luis. Nos repartimos los camastros y, al saber que he conseguido meter un móvil, me exige utilizarlo en igualdad de condiciones. Accedo a ello si se turna conmigo para esconderlo. El uniforme oficioso de Soto del Real, un chándal, nos permitirá hacer el intercambio con naturalidad y rapidez.

En mi primera salida al patio, renuncio a seguir la norma no escrita de buscar al interno más grande y darle una paliza para ganarme el respeto de todos. Considero que es mejor empezar desde abajo e ir ascendiendo en el escalafón, así que busco al más bajito. Por desgracia, corre muchísimo y no lo puedo atrapar.

Haciendo cola para comer, descubro que el minipreso al que he perseguido trabaja en la cocina. Lo que parece ser un hermoso lapo amarillo sobre mi sanjacobo me hace optar por el ayuno intermitente.

Me encuentro con José Luis en la biblioteca y le cuento mi experiencia con el recluso bajito. Me dice que no hay ningún preso con esas características y que me han visto corriendo solo por el patio. Como José Luis es irlandés, sospecha que puedo haber tropezado con un leprechaun.


Día 2

Despierto y José Luis me está mirando como un hombre de dentadura blanquinegra —en su sonrisa se alternan piezas claras y oscuras con periodicidad casi pianística—  miraría a un insecto reptador que acaba de aparecer en su cocina. Me informa de que hay que hacer la cama y bajar al comedor para el desayuno: para ello emplea un glosario de extravagantes términos talegueros, que recalca como dando a entender que todo lo que yo creía conocer sobre el nombre de las cosas ha quedado atrás.

El desayuno consiste en un café servido en vaso de cartón, un trozo de pan pasablemente tierno, unos pequeños envases con mantequilla y mermelada y unas galletas rancias envueltas en plástico. En previsión de posibles incidentes, trato de determinar con qué podría improvisar un arma. El cuchillo para untar la mantequilla es diminuto y nada rígido, poco más que un arañazo le iba a hacer con eso a un recluso hostil aunque encontrara el modo de afilarlo. Más eficaz podría ser pegarle en la cabeza con las galletas. Sea como fuere, es casi imposible comer algo tan temprano, así que imito al resto de los presos y me guardo todo lo que puedo en los bolsillos.

Nada reseñable en el patio. Paso las horas apoyado en la pared y fingiendo indiferencia por el entorno. No hay rastro del leprechaun. Voy un par de veces a los baños para teclear mis impresiones en el móvil: después les daré forma en el chabolo. Los baños están llenos de gente que habla clandestinamente por teléfono con familiares, amigos, compañeros de mara, socios en diversos bisnes y exmujeres acosables desde el anonimato del número desconocido. Es curioso que los parroquianos habituales de los antiguos locutorios hayan terminado fundando su propio locutorio intramuros. Se supone que hay inhibidores de frecuencia para impedir este jolgorio, pero sospecho que los desactivan para evitar motines, igual que se tolera el tráfico y consumo de drogas. Echo un vistazo a las redes sociales: en WhatsApp y Messenger hay muchos mensajes de gente que se preocupa por mí o que trata de averiguar si de verdad estoy aquí para dar rienda suelta a su regodeo.
Tampoco hay novedad en la comida: arroz tres delicias y palitos de merluza. Un compañero de mesa quiere conversación, pero decido mantener un mutismo hosco que creo que me sienta muy bien y que a la larga me evitará algún problema. Comer tres veces al día es excesivo. Me parece una forma de tortura intolerable que habría que erradicar de nuestro sistema penitenciario. Hoy dan una pera de postre.

La biblioteca no dispone de anaqueles, sino de un montón de folios grapados y colgados de una alcayata, con los títulos de los libros disponibles. Eliges uno y se lo pides al preso encargado a través de una ventanilla. El catálogo no es muy variado, aunque uno puede hacer desideratas como en las bibliotecas de ahí afuera. El preso encargado me sugiere que no coja un libro muy gordo, porque en un par de días me destinarán a otro módulo —no sé si he mencionado que aún estoy en el de ingresos—  y no me va a dar tiempo a terminarlo.


Día 3

Normalmente (tras dos noches aquí, ya cabe hablar de normalidad) me las apaño para redactar el parte del día entre la hora de la siesta, cuando José Luis ronca como un camión y no escruta mis movimientos con mirada enigmática, y la tarde en la biblioteca, de modo que la cena no queda reflejada en el informe. No importa: la cena es el momento más tristón de la jornada, que todos dan ya por muerta, y un prefacio de las interminables noches en el chabolo. Una tajada de fletán con yogur de postre no tiene entidad para alterar los acontecimientos de un día completo.

Antes de dormir suelo charlar un rato con José Luis, que hace gala de un laconismo condescendiente que de algún modo también parece ansioso. Es irlandés y ha visitado el hotel varias veces. No cuenta por qué y yo me abstengo de apretarle por miedo a que me devuelva la pregunta. Llamar “hotel” a la cárcel es la piedra angular del humor taleguero, aunque algunos talentos locales de la comedia prefieren utilizar la palabra “resort”. Es obligatorio sonreír después de decir “resort” u “hotel” para que tu interlocutor sepa que eres un hombre consciente de estar haciendo una broma, y no un idiota a secas. Códigos.

José Luis fuma en cantidades considerables. Fuma tabaco negro, como si además de ser de otro país fuera de otra época. Aquí fumar está permitido en ciertas zonas comunes y en el chabolo, aunque cualquiera puede pedir que le asignen una celda de no fumadores. En esto y en varias otras cosas, la cárcel es un último reducto de libertad, poblado por bravos Astérix politoxicómanos. Aunque yo no fumo, el humo no me molesta demasiado. En realidad, ni lo noto. Crecí entre chimeneas humanas y algunos detractores dan por seguro que mi madre fumó durante el embarazo. La verdad es que, con tantas novedades, no se me ha ocurrido pensar si necesito o no a un roomie fumador.

Pese a todo, José Luis termina disparando: por qué me han trincado. Recuerdo la respuesta que alguien daba en una película: maté a un hombre que hacía demasiadas preguntas. Maté a un hombre que hacía demasiadas preguntas, José Luis. Sonrío después de decirlo, para dejar claro que soy un comediante y no un idiota, pero José Luis no me ve porque está a lo suyo, flotando entre nubes vintage de Ducados y condescendencia lacónica.

 

TITULO: No sé de qué me habla - Loteria - El Rasca de la Galleta de la Fortuna -  Cumbre islámica en la Moncloa ,.

No sé de qué me habla - Loteria - El Rasca de la Galleta de la Fortuna -   Cumbre islámica en la Moncloa , fotos,.

  Cumbre islámica en la Moncloa,.

 

Cristina López Barrio: “La literatura es un bien de primera necesidad: el agua, el pan y el libro”,.

 La Galleta de la Fortuna, el nuevo RASCA de la ONCE que incorpora una suerte  de "filosofía" y una campaña de lanzamiento a lo grande - AZARplus

Deja las frases suspendidas en el aire, con puntos invisibles flotando. No es que ignore cómo terminarlas, sino que cuenta con la complicidad de quien la escucha desgranar ideas con voz suave. La gira de promoción del premio Planeta acaba de comenzar y Cristina López Barrio, la finalista de este año, ya adolece de falta de sueño. El frío ha llegado a Madrid y mientras apura un cigarrillo a las puertas de un céntrico hotel, la autora reconoce estar aún en un “extraño estado emocional álgido”. Elegante y serena, la autora de Niebla en Tánger nos habla de cine y arquetipos, de miedos y jaulas, de Ítaca y Camelot, del poder libertador de las palabras.

Cristina López Barrio (1970) es abogada especialista en propiedad intelectual. Se inició en el mundo de la novela con El hombre que se mareaba con la rotación de la tierra (2009), destinado al público juvenil. Le seguiría La casa de los amores imposibles, en la que cristalizan influencias como el realismo mágico de Gabriel García Márquez y la prosa castellana de Miguel Delibes, para narrar la historia de una familia de mujeres malditas durante siglos por el veneno del odio. Publicada en 2010, ha sido traducida a quince lenguas y publicada en más de una veintena de países, además de suponer un antes y un después en la vida de la autora madrileña. Tras el éxito de esta novela dio un salto al vacío y abandonó el mundo del derecho para dedicarse a jornada completa a lo que siempre quiso hacer: escribir.

Seguirían un libro de relatos, El reloj del mundo (2012), y El cielo en un infierno cabe (2013), que nos traslada a un lugar donde mística y exorcismos, magia y religión, sensualidad y brujería, triángulos amorosos y hermandades secretas conviven en la España del siglo XVII. Por último, Tierra de brumas (2015) nos lleva a las profundidades de los bosques gallegos para narrar más historias envueltas dentro de otras historias sobre una dinastía de mujeres.

Y es que hay varias constantes en la obra de Cristina López Barrio. La más evidente son las mujeres fuertes, contracorriente. Pobres o ricas, rurales o urbanitas, soñadoras o realistas… Entre sus personajes brillan las féminas luchadoras a quienes no queda otra que pelear contra todo –incluyendo sus propias contradicciones– y en las que, si sobreviven o triunfan, siempre queda un poso de tristeza, una marca. Otra es su estilo personal de narrar, engañosamente sencillo, depurado —se confiesa adicta a la poesía— y que esconde una cuidada elaboración. El resultado son líneas que saltan del libro para clavarse en el lector o deslumbrarle con breves fogonazos. Por último, no parecen faltarle las ideas ni darle miedo las estructuras complejas. Cuando no juega con múltiples narradores y puntos de vista se dedica a encerrar historias dentro de historias que esconden, ¿lo adivinan?, más historias. Al estilo de las muñecas rusas.

De su obsesión durante años por Continuidad en los parques, un complejo cuento de Cortázar, nacería la idea de llevar esa estructura perfecta a la novela. Así, Niebla en Tánger es una metanovela circular que narra un viaje de búsqueda dentro de otra ficción —una novela dentro de la novela— y hacia dentro de la protagonista. Si a esto sumamos la influencia de las tragedias y viajes de héroes clásicos, y la idea que Oscar Wilde desarrolla en La decadencia de la mentira —la creación literaria como generadora de vida propia— y lo ambientamos en un Tánger soñado, tendremos la receta de Niebla en Tánger, la novela que le ha valido convertirse en finalista de uno de los premios más suculentos del panorama nacional, el Planeta.

Flora, la protagonista de Niebla en Tánger, viaja a esta ciudad marroquí en busca de un hombre desaparecido y de una misteriosa novela. Allí debe superar pruebas, enfrentarse al villano, asomarse al interior de sí misma y encontrar el valor necesario para salir de su zona de confort y arriesgarse a llevar la vida que realmente quiere. Siguiendo la estructura de viaje iniciático del héroe clásico, el texto reivindica la importancia de la libertad frente a la seguridad, de enfrentarse a una rutina que adormece el espíritu, la necesidad de empezar a vivir frente a una existencia vacía —ya lo dijo Wilde, “lo menos frecuente en este mundo es vivir, la mayoría de la gente sólo existe”— y el valor de las historias como bien de primera necesidad, como herramienta indispensable para mitigar la angustia de estar vivos. Al fondo, el viento muta en personaje gracias a unas descripciones más que vívidas.

–En el libro ganador del Planeta de este año, de Javier Sierra, todo gira en torno a la importancia de las palabras. Tú planteas la misma cuestión de distinta forma. Una madre que se acerca a su hija adoptiva contando cuentos. Una joven que se enamora de su compañero de lecturas.

–Es un homenaje a todo lo que a mí me remueve como persona y escritora. A todo lo que a mí me gusta de la literatura. Yo creo en el poder absoluto de las historias. Son nuestra primera forma, porque empezamos a organizar el mundo con los cuentos infantiles. Ya el hombre primitivo, alrededor del fuego, necesitaba las historias para poder mitigar la angustia de estar vivo. Soportamos la vida gracias a las historias. Todos somos contadores de historias, todos somos narradores. Toda buena historia tiene que contar algo sobre la existencia, sobre quién eres. Y esta novela cuenta el poder de las historias, cómo pueden llegar a remover, a salvar vidas y a cambiarlas. Empezando por el ejemplo mítico de la narradora, Sherezade en Las mil y una noches, ese poder libertador de las historias y las palabras, de la literatura, está imbricado en nuestra propia esencia, en la propia naturaleza humana.

"Yo creo en el poder absoluto de las historias. Son nuestra primera forma, empezamos a organizar el mundo con los cuentos infantiles. Ya el hombre primitivo, alrededor del fuego, necesitaba las historias para poder mitigar la angustia de estar vivo. Soportamos la vida gracias a las historias. Todos somos contadores de historias, todos somos narradores"

–Hay muchas referencias en tu libro a la obra de Oscar Wilde. ¿La vida debe imitar al arte, o a la inversa?

–Mmm…, o el arte a la vida, eso da para todo un debate. El ensayo de Oscar Wilde es muy interesante, habla de tomar la vida propia como materia bruta, modelarla con belleza, imaginación y fantasía. De ahí nace el arte. Él pone ejemplos como La vida del joven Werther. De ahí salen arquetipos como el del hombre romántico que sufre mal de amores y acaba quitándose la vida, que fue tan imitado. Es un tema confuso. Parece que el arte tiene que recrear la vida. Y yo creo que Wilde, y también Ramón Gaya o Stefan Zweig, que también tiene un ensayo sobre El misterio de la creación artística, hablan del arte –sea música, literatura, pintura– como generador de vida propia. Esto es lo que utilizo en la novela como juego para resolver el misterio de la desaparición de un hombre. Las historias tienen su propia vida. Cuando creas de verdad una buena historia, una buena trama y unos buenos personajes, creas vida, creas algo que tiene la materia bruta de la vida. Gaya hablaba del alma de la creación y Oscar Wilde de la idea de que el arte no debe ser una mera mímesis de la vida, sino una creación nueva. Estoy de acuerdo en que no hay que copiar la vida, no hay que hacer una mímesis, sino una creación nueva.

–»Las únicas personas de verdad son las que nunca existieron».

–Los personajes. Las personas muchas veces se convierten en arquetipos, incluso los propios escritores. Con el tiempo lo que nos llega de ese ser que existió es un arquetipo, y lo que pervive a lo largo de los años es su obra. Es una idea muy extremista, pero me servía muy bien para la novela, jugar con la cuestión de hasta qué punto puede cobrar vida un personaje.

–Recuerda al tema de Niebla, de Miguel de Unamuno, pero sobre todo es algo muy quijotesco.

–Sí.

–Siguiendo con el símil, entonces, Deidé sería nuestro Sancho Panza. Una psicóloga argentina predicando sensatez a distancia.

–Sí, necesitaba un contrapunto para alguien que fuera demasiado fantasioso, y necesitaba ese Sancho , ese punto de realidad pero que a veces se deja arrastrar por la fantasía de Flora, la fantasiosa que se deja llevar por un libro y creyéndose una investigadora como la de los libros de la señorita Marvel. La novela al final es un viaje, he utilizado la estructura típica del viaje del héroe que tanto hemos visto tanto en literatura como en cine.

–Lo planteas ya en la introducción, con esa cita de Constantino Cavafis: Cuando emprendas tu viaje a Ítaca pide que el camino sea largo…”. 

–Sí, Flora emprende un viaje. Ítaca en este caso sería Paul Dinkle; es la excusa, el detonante para salir de su mundo ordinario y rutinario, el misterio. Al final te das cuenta de que cuando llegas al final del viaje, Ítaca no importa, lo que importa es el viaje. Ítaca es un ideal al que todos muchas veces nos agarramos. Nos aferramos a una fantasía como la propia lectura cuando huimos de una realidad que no sabemos afrontar.

Niebla en Tánger tiene mucho de eso, de reivindicación de la literatura como vía de escape y como refugio.

–Sí, bueno, una de las funciones básicas de la literatura ha sido la evasión, tanto del lector como del escritor, ¿no? Tánger además es como un arquetipo de ciudad inspiradora de artistas. Matisse, Delacroix, la generación Beat, Saint-Exupéry… buscaron inspiración en ella. Yo veo la literatura como impulso a la aventura y a salir del letargo. La emoción lleva a la idea. Y es lo que nos mueve a los humanos, las emociones. Nos mueve lo emocional, lo estamos viendo en todo esto que estamos viviendo ahora con el tema catalán, que tiene mucha más parte de emocional que racional. La literatura genera una serie de emociones y empatías, es un reflejo en el que te puedes ver, y tiene ese poder: las palabras tienen el poder de impulsar a la aventura, a pensar, a reaccionar. ¿Por qué ha habido tanta censura si no? Me gusta la idea de la literatura como algo peligroso, como algo que está vivo, como algo que puede generar, y de hecho ha generado, cambios. Como poder de crítica de la sociedad, como herramienta con la que dibujar una sociedad utópica a la que aspirar. Es un arma. Bueno, o mejor un bien de primera necesidad: el agua, el pan y el libro.

"Me gusta la idea de la literatura como algo peligroso, como algo que está vivo, como algo que puede generar, y de hecho ha generado, cambios. Como poder de crítica de la sociedad, como herramienta con la que dibujar una sociedad utópica a la que aspirar. Es un arma. Bueno, un bien de primera necesidad: el agua, el pan y el libro."

–Tánger aquí encarna ciertos ideales, es una ciudad un tanto etérea, la Camelot soñada, además de ser un lugar que parece atraer a quienes se han perdido.

–Tánger es un espacio mítico. Me he dado cuenta de que cada uno tiene su Tánger. He conocido a mucha gente –se me olvidan los nombres en este estado emocional tan álgido– que pasó allí su infancia o juventud, y es como que cada uno ha adaptado su idea, su recuerdo. Está el Tánger de las películas con espías y contrabandistas, y el de las tres culturas que convivían, hinduistas también, ese estatuto especial… No solía haber matrimonios mixtos pero sí amistad. Tuve la oportunidad de estar con Rachel Muyal, de la Librairie Des Colonnes, que me dio una documentación emocional que no te da ningún libro. Ha llevado esa librería durante veintitantos años, y es una judía sefardí que me hizo un recorrido por todo Tánger y que me estuvo hablando de los años 40 y 50, de la época posterior a la diáspora, las leyes especiales que tenían… Tánger es un arquetipo en sí mismo –cada cual tiene el suyo–, es como el Camelot que cada uno construye con su fantasía, lo que lee y lo que sueña.

–Además de las referencias literarias —Cortázar, El Quijote, Zola, Balzac, Proust, Bécquer, Las mil y una noches, el mito de Camelot…— el cine juega un papel importante. Desde la época dorada de Hollywood a El príncipe de las mareas pasando por Rodolfo Valentino y Lo que el viento se llevó.

–Sí, el Tánger de la novela tiene todo lo que me fascina: los años 20, Rodolfo Valentino, Lo que el viento se llevó —me sé trozos enteros, a mi madre le encantaba, yo se la pongo a  mi hija—… Era una de esas películas que veía una y otra vez. Me encanta el cine. Ese halo de Rodolfo Valentino… Está contado desde una perspectiva terriblemente machista, con esa mujer que se rinde al poder y los encantos del macho, pero para la época de mi protagonista me venía al pelo. Me fascina el cine de la Segunda Guerra Mundial. Además, leí El hombre rebelde, de Camus, que me impactó. Es otra obra que quería plasmar en el libro, cuando habla del crimen filosófico, y el crimen en Cumbres borrascosas. Con todo lo que está ocurriendo con el Estado Islámico, era un tema que me obsesionaba, el tema de matar por una ideología o…

–O con la excusa de un sentimiento.

–Exacto, por un sentimiento. Camus defendía que no puedes utilizar ninguna idea, religión o emoción para justificar el asesinato de una persona. El fin nunca puede justificar los medios. Cuando lees que gente joven occidental se apunta al ISIS te preguntas qué está ocurriendo en nuestra sociedad para que pase esto.

–En esta historia se mata por envidia o codicia, por apropiarse de la identidad del otro. Hay un constante juego con la conciencia de la propia existencia, del ser.

–De hecho, Flora es un personaje que no sabe quién es. Es una persona que está viviendo una vida que realmente no quiere vivir. Tiene un matrimonio rutinario, que no la hace feliz pero que no sabe cómo romper. Que le da comodidad y seguridad, pero entra en conflicto con la libertad. La sociedad actual muchas veces es una sociedad escaparate, nos dice demasiado lo que tenemos que hacer y muchas veces nos dejamos influir por una manera en la que tenemos que vivir. Estamos demasiado expuestos a toda esa publicidad y eso al final nos condiciona, nos empuja a vivir esa vida que se espera de nosotros y no la que ansiamos. También elementos de la educación, o de lo que los más cercanos esperan de nosotros.

"Toda la novela gira en torno a una persona que ya no sabe quién es y está buscando cómo romper esa barrera de seguridad más allá de los límites. Es la búsqueda de una persona que se ha perdido y no sabe quién es. Necesita dar el salto para ser libre. Encuentra su identidad y el valor gracias al poder liberador de la literatura"

–Frente a la abundancia de “vidas de callada desesperación”, aquí se recogen las historias de quienes luchan para salir de los límites de una vida predeterminada para jugar con el destino.

–Es una historia de tener el valor de romper. Siempre se puede romper, y yo quería contarlo. Todos tenemos responsabilidades económicas y familiares pero siempre se puede buscar tu libertad por todos los caminos. El mayor temor de Flora es que no ocurra nada. Toda la novela gira en torno a una persona que ya no sabe quién es y está buscando cómo romper esa barrera de seguridad más allá de los límites. A veces para ser tú mismo tienes que defraudar algo que otros, o incluso tú mismo, espera de ti. Es la búsqueda de una persona que se ha perdido y ya no sabe quién es. Necesita dar el salto para ser libre. Encuentra su identidad y el valor gracias al poder liberador, de salto, de la literatura y del poder soñar.

–Eso enlaza con uno de los elementos fantásticos de la historia: los huevos de astrogodón, un pájaro que renace de sus cenizas y tiene valor por su miedo a la pérdida.

–El astrogodón, sí, me lo inventé, aunque tiene mucho del ave fénix y del miedo a la pérdida que a veces te lleva a la inmovilidad. Es un libro que también habla de la maternidad frustrada. La protagonista en un momento dado tiene que elegir, porque acaba de cumplir los cuarenta, una etapa muy marcada por la recapitulación y el reloj biológico. Si quiere ser madre puede que no le dé tiempo a encontrar otra pareja, así que ella considera que su última oportunidad es quedarse en su matrimonio, tener un hijo y hacer feliz a su madre también, que quiere un nieto. Sin embargo, también es una mujer que vuelve a sentirse deseada. Ella es una mujer pasional que no sabe muy bien qué hacer con ese fuego.

–El otro elemento fantástico es la Axia Kandisha.

–Es que me encanta la fantasía. Cuando me cuentan una leyenda con un personaje mitológico, inmediatamente llama mi atención. Estaba leyendo La vida perra de Juanita Narboni y hasta ese momento no había leído nada de Ángel Vázquez –Premio Planeta en 1962 por Se enciende y se apaga una luz– . Fue como un bombazo, me impactó. Ahí encontré a la Axia. Es un personaje mitológico del folclore judío sefardí, una mujer con patas de cabra y torso de mujer –hay quien dice que con un rostro casi demoníaco, otros que de una belleza temible, al estilo súcubo–, y que en las noches de viento se lleva a un hombre, pero sólo si lo pide una mujer. Hoy podríamos decir que cuántas no pedirían que se llevasen a alguno, ¿no? (risas)

–Además, es un rito total y exclusivamente femenino.

–Sí, yo creo que a veces a la mujer no le quedaba más remedio que pedir ayuda a otra mujer…

–O estirar la confección del ajuar al modo de Penélope.

–Destejiendo el tapiz, exacto.

–Has hablado de cómo empezamos a organizar el mundo contando cuentos a los niños. Empezaste escribiendo novela juvenil con El hombre que se mareaba con la rotación de la tierra.

–Bueno, a mí me encanta la novela juvenil. Soy fan de El Señor de los Anillos, de Juego de tronos, soy friki total. Con esa novela me di campo libre para contar lo que yo quisiera. Hay una mujer que es mitad sirena mitad humana, por ejemplo. Cuando escribo para adultos o ciencia ficción tengo que atar mi fantasía. Yo creo que puedes abrir esa frontera entre realidad y fantasía, pero todo tiene que estar atado y bien atado. Disfruto mucho escribiendo novela juvenil, aunque también creo que es novela para público adulto, porque yo las sigo leyendo.

–¿Y el próximo proyecto?

–Pues tengo un proyecto en embrión que aún tengo que trabajar bastante. Estuve en Irlanda y me ha fascinado. Me encanta el romanticismo como época literaria, y Poe, Bram Stoker, Mary Shelley, su madre, El vampiro de Polidori… Recorrer Irlanda con esas ruinas medievales, esa naturaleza desbordante, pasional, esa cantidad de cuervos, cementerios, ruinas… Volví enamorada. Quiero escribir una novela ambientada allí. También me encantaría escribir teatro, que es otra de mis pasiones, quizá sobre la obra de Poe y el misterio de su muerte. Y tal vez un nuevo libro de cuentos. El año pasado hice un curso de escritura teatral, y ahí estoy, investigando proyectos que me encantaría desarrollar.

 TITULO: TIERRA DE TOROS -  Pimentón, un toro para saborear un triunfo que no llegó ,.
 

TIERRA DE TOROS,.

Tierra de Toros - Canal Extremadura

Programa presentado por Juan Bazaga dedicado al mundo del toro en nuestra región. Estamos atentos cada semana a la actualidad taurina Programa semanal de información taurina que se encarga de mostrar las tareas cotidianas de las faenas del toro en el campo, así como del perfil más humano , etc.

  Pimentón, un toro para saborear un triunfo que no llegó ,.

 David de Miranda, en un derechazo a Pimentón

 foto / David de Miranda, en un derechazo a Pimentón,.

David de Miranda no aprovecha las bravas embestidas del mejor toro de Araúz de Robles, que lidió una corrida de imponentes caras y noble comportamiento en la digna confirmación de Calerito,.

 

La de hoy fue una tarde extraña, entre la soledad del tendido, el recuerdo imborrable de Víctor Barrio sobrevolando entre los pocos aficionados que se confundían tras los turistas y la extraña indiferencia del tendido ante las cosas buenas que pasaban en la arena, que contrastaba con la conexión ante los menos consistente.

Porque si hubo algo realmente consistente fue el buen fondo de los toros de Román Sorando, muy parejos en sus buenas hechuras y tan rematados que alguno pudo parecer más cargado de kilos, aunque con la fuerza para moverlos. Pero también fueron uniformes en esa poca duración.

Con ellos destacó la actitud y disposición del mexicano, un torero que vino a Madrid a dejarse todo, aunque sus formas no terminaran de gustar entre los más exigentes. Lo cierto es que Calita apostó, a su manera, por un lote de similares características, con picante y obediente transmisión al principio y más soso y parados al final, y sus faenas resultaron enérgicas cuando contó con la pronta respuesta de los toros, pero más movidas y desprolijas cuando se les acabó el gas y tuvo que tirar de firmeza en la cercanía. Lo mejor de su actuación fueron las sendas estocadas que recetó, marcando la suerte muy despacio en ambas. Hubo petición tras las dos faenas, pero el presidente no concedió ningún trofeo.

Joaquín Galdós firmó lo mas caro de la tarde con el capote, en un buen saludo al segundo, que también se movió bien en la muleta en las dos primeras series, templadas y ligadas, pero todo se vino abajo cuando el toro se apagó y la espada se le atascó al peruano; y el quinto no le dio ninguna opción, pues pareció lesionarse tras un duro encontronazo con un pilar de un burladero y se paró en la muleta.

Otra vuelta al ruedo dio David de Miranda con el último, el toro de mayor movilidad, con el que tuvo un explosivo inicio en los medios, pero que tuvo menos clase y que necesitó un punto de mayor gobierno por parte del torero hasta que, como toda la corrida, se vino a menos. La buena estocada, igual que con Calita, provocó la salida de los pañuelos, la negación del presidente y la vuelta al ruedo del torero que, con el tercero, se mostró solvente y resolutivo con un toro de medias embestidas.

FICHA DEL FESTEJO:

Domingo 9 de julio de 2023. Plaza de toros de Las Ventas (Madrid). Muy pobre entrada.

Seis toros de Román Sorando, parejos en su seriedad, remate y buena conformación. Con opciones todos por su buen fondo, pero duraron poco.

Calita, de azul añil y oro, que confirmó alternativa, espadazo (vuelta) y espadazo (vuelta).

Joaquín Galdós, de tabaco y oro, tres pinchazos, aviso, dos pinchazos y estocada desprendida (silencio) y media estocada y descabello (silencio).

David de Miranda, de verde hoja y oro, pinchazo y estocada (silencio) y estocada, aviso (ovación).

Incidencias: Se guardó un sentido minuto de silencio como homenaje a Víctor Barrio, herido de muerte por un toro en la plaza de Teruel hace 7 años. Calita confirmó con "Carcelero", nº 3, negro listón chorreado bragado meano de 560 kg.

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