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MAS VALE TARDE LA SEXTA - BICICLETA - La lotería - Cruz Roja - La
loteria jueves - LA NOCHE ABIERTA - Ciclismo
- Iván Romeo, una locomotora para las contrarrelojes ,.
MAS VALE TARDE LA SEXTA - BICICLETA - La lotería - Cruz Roja - La loteria jueves - LA NOCHE ABIERTA - Ciclismo - Iván Romeo, una locomotora para las contrarrelojes ,. fotos,.
LA NOCHE ABIERTA ,.
Progroma presentado por Pedro Ruiz, entrevistas por La 2 los martes a las 22:30, un gran espacio de música, foto etc.
Iván Romeo, una locomotora para las contrarrelojes,.
Iván Romeo ganó una etapa en Valencia,.
El ciclista vallisoletano de 21 años, que conquistó el título mundial contrarreloj en la categoría sub 23, se presenta como un corredor diferente, un rodador total que no piensa en el Tour de Francia,.
Por inusual y extraordinario, el ciclismo español ha saludado a ejemplares como Iván Romeo (21 años) con entusiasmo. Al principio de los tiempos fue Miguel Induráin, 1,87 metros de músculo macizo, una bomba que explotaba en las contrarrelojes y quebró la tradición,.
Iván Romeo (Valladolid, 21 años) suena fresco y más maduro al otro lado de la videollamada. Está en Zúrich, donde ha ganado el título mundial de contrarreloj para menores de 23 años. Una conquista que enlaza con Induráin, Olano, Iván Gutiérrez, sus antecesores y que ameniza la charla con ABC.
—Induráin, Olano, Iván Gutiérrez y ahora Iván Romeo, campeones mundiales contrarreloj. ¿Cómo le suena?
—Me suena a que estoy haciendo las cosas bien, ¿no? Hay mucho trabajo por hacer y por mejorar, pero estar al lado de esos nombres es un sueño.
—¿Ha visto en Youtube a Induráin?
—Claro que lo he visto. Es una referencia para mí y para todos los ciclistas españoles.
—¿Por qué es ciclista?
—En mi familia siempre ha gustado mucho el deporte, también el ciclismo. Desde que éramos muy pequeños con 6 o 7 años mis padres me llevaban a ver el Tour de Francia a los Pirineos. Íbamos de vacaciones al Tourmalet. Recuerdo a mi hermano subiendo en bici con ruedines, tirado por una cuerda de mi padre, yo iba con la bicicleta siendo muy pequeño. Era la afición de la familia.
—¿Subieron los 17 kilómetros del Tourmalet tirando de su hermano con la cuerda?
—Ya no me acuerdo si todo el puerto, pero sí. Es una foto que tenemos en casa de mi hermano Sergio.
—Eran los Tour de Contador.
—Los de Contador y los de Froome, también estaban el Bala (Valverde) y Nairo dando guerra. Ahí es donde empezó todo. Tengo grandes recuerdos en las cunetas del Tour, fue una época de disfrutar.
—¿Iban en caravana, hotel, cámping?
—Solíamos ir de cámping, algún hotel también, pero ya ha llovido mucho.
—¿Es ciclista por la afición de su padre?
—En cierto modo sí, a mi padre le ha gustado mucho siempre y mi madre poco a poco también le fue cogiendo el gustillo. Nos gustaba el deporte, no solo el ciclismo. Ahora mi hermano y yo estamos en el pelotón (Sergio, en el Kern Pharma) y siempre con el apoyo de la familia.
—¿A qué se dedican sus padres?
—Mi padre lleva toda la vida trabajando en el Hospital Río Hortega de Valladolid y mi madre es profesora.
—Ha comentado que su padre empleó sus vacaciones en acompañarle a Zúrich. ¿Qué hicieron?
—Sí, ha estado conmigo preparando el Mundial, fuimos a reconocer el recorrido. Preparar una cita como esta siempre es muy duro mental y físicamente. Es una inspiración para mí en todos los sentidos, siempre estaba para ayudarnos. Y si no sabía, se lo inventaba.
—Antes los ciclistas provenían de la necesidad. Ahora, de la abundancia. ¿Está de acuerdo?
—Bueno, no sé. Mi familia es normal y corriente. Comparto los valores que inculcaron. Trabajo, esfuerzo y esperar el resultado con los pies en la tierra siempre. Yo soy el mismo que ayer antes de ganar la crono y seguiré siendo igual pase lo que pase.
—Siempre se habla de la ausencia de afición al ciclismo entre los jóvenes...
—No estoy de acuerdo. Cada vez hay más gente en España que anda en bici, aunque también es verdad que antes había más equipos. Siempre va a haber mucha tradición en España.
—¿El peligro de la carretera retrae a los chavales?
—No sé, podemos convivir coches y bicis en la carretera, nosotros somos los primeros responsables. Y los conductores que se quejan, hay que decir que tampoco a mí me gustan otras cosas y las aceptamos.
—Siendo de Valladolid tenía que ser un rodador.
—Es verdad que aquí no hay montañas, pero bueno, siempre te buscas la vida en Navacerrada, por ejemplo.
—¿Qué le enseñó la escuela del exciclista Juan Carlos Domínguez?
—Todo. Empecé cuando tenía 10 años y estuve con él hasta los 16. Todo en él era ambición, nunca le valía el segundo puesto, siempre hay que apuntar más alto, me decía.
—España, país de escaladores tradicionalmente. Usted, contrarrelojista. ¿Cómo ha sido esa inclinación, por su altura (1,93), su cuerpo, su gusto?
—Físicamente se me adapta muy bien, y siempre me ha gustado. Siempre se me dieron las contrarrelojes cuando era pequeño, al final le coges el gusto y lo trabajas más que otras modalidades. Para mí es un valor seguro porque la contrarreloj depende de ti, de tu preparación y de lo que tú hayas hecho. Y no hay tantas variables como una carrera en ruta. Es una lucha contra ti mismo, es muy dura, pero es muy satisfactoria cuando te salen bien las cosas.
—Es raro escuchar a un ciclista decir que le encanta la contrarreloj.
—Es una disciplina muy difícil, muy poco agradecida, muy pocas veces sale bien, pero gracias al trabajo vamos mejorando.
—¿Tiene estudios?
—Terminé el Bachillerato y empecé un grado superior, pero este deporte te quita todo el tiempo y ahora estoy centrado totalmente en la bici. No te voy a decir que me considere culto, pero sí me gusta saber un poco de todo y saber de lo que hablo. Me gusta conocer el mundo en el que vivimos. Ahora se pierde mucha información, puede que sea un poco diferente a mi generación.
—Le veo disputando antes la París-Roubaix que el Tour.
—No sé, es una carrera difícil, pero sí, por ahí pueden ir los tiros. Ahora se trata de seguir trabajando en las contrarrelojes, habrá que ir puliendo detalles y yo creo que puedo sentirme a gusto en las carreras de un día y supongo que también en las de una semana que tengan una crono y que a lo mejor no sean muy duras, que no haya excesiva montaña. También debo enfocarme en ser un poquito mejor cada día, dar algo más en cada carrera que compita y crecer como ciclista.
—Induráin tenía su perfil, era muy alto, perdió peso y terminó ganando cinco Tours... En el Movistar, su equipo, hay una larga tradición del Tour de Francia.
—La verdad es que no me veo en el Tour, no creo que sea el enfoque que deba darle a mi carrera. Aunque nunca se sabe por donde puede ir el futuro, no es una de las ideas que tengo en la cabeza.
TITULO: Hora Punta, el programa de TVE de Javier Cárdenas - Sustancia, condumio y mejunje ,.
Sustancia, condumio y mejunje ,.
foto / Piuuuuuuuu!!'. El altavoz portátil Sytech de 250 vatios aúlla cuando se acopla al ser enchufado en el escenario de la piscina-lago. Con capacidad para casi 800 almas. William Cruz, animador jefe del hotel Magic Robin Hood, carraspea antes de coger el micrófono. Al fondo, las montañas que rodean Benidorm y el perfil de algunos de sus colosales rascacielos. Sol de más de 30 grados. «¡Holaaaaa! ¡¡Helloooooo!! ¡En cinco minutos! ¡Five minutes, cinque minuti, cinq minutes, fünf minuten...! ¡No se pierdan el aeróbico en la piscina!».
'Bzzzzzzz'. El Sytech de 250 vatios zumba esta vez, antes de empezar a atronar una música bailonga que ejerce como el flautista de Hamelín sobre hamacas, la barra del bar piscinero y hasta en lo alto de los seis toboganes. Unas 40 personas, la mayoría mujeres, se plantan en formación en el agua. Junto a Will se coloca Ricky. 24 años, también de la República Dominicana. «Es mi hijo», ríe William, mientras guiña socarrón un ojo. El 'hijo' le da un USB con la música al 'padre'. El 'Inna Feat' de Juan Magan inunda de ritmo el recinto. Los 40 gimnastas acuáticos son ya 60. Llega el 'Far l'Amore', una versión de Bob Sinclair del clasicazo de Rafaella Carra.El agua vibra, ya con 80 personas. Palmas. Gritos. Risas. Yarranca otro día en el corazón de la animación de William Cruz.
«¿Cuánto llevo en esto? Toda la vida». Y Will, un dominicano de 37 años, recuerda aquel día que su hermano, jefe de animación de un hotel italiano en Santo Domingo, le llevó con 18 añitos a contemplar el espectáculo nocturno. «Me enamoré, vi que era lo mío. Soy una persona muy activa. Soy feliz haciendo feliz a los demás». Aunque esto es un poco como la vida de un cómico. La sonrisa va delante aunque la procesión vaya por dentro. «Hasta los días que tengo la cabeza loca, bailo, sonrío y 'p'alante'».
Su reloj suena a las siete de la mañana. «Un cafetito», una ducha y empezar «con música: rap, salsa y merengue» es la ceremonia con la que activa sus jornadas. «En cuanto llego al hotel soy otra persona». Esto de animar todo un verano tiene algo de circo. Por lo artístico, que igual te lleva a mover a una multitud en una piscina, que dominar disciplinas imposibles como 'futpong' (una mesa que combina fútbol y ping-pong) o futbolín humano (un campo de futbito en el que patear un balón amarrado a cuerdas), que a dirigir un espectáculo musical por la noche haciendo «de todo». Will recuerda aquella noche que un cliente en Santo Domingo le puso un reto. «¿Bailarías como Michael Jackson? Te pareces a él». Él respondió con incredulidad. Cuando imitó al mito del Moonwalker, el turista le obsequió con un billete de 100 euros.
Pero animar, como en el circo, también implica una sonrisa agridulce lejos de los tuyos. Entre rap, salsa y merengue, los primeros pensamientos de Will son para Nuria, su mujer, y Daniela, su niña de 6 años. Las tiene en Madrid, su pareja trabajando en Correos, aunque en verano residen en Oliva, otro enclave playero a unos 40 minutos de Benidorm. Su mente también vuela al otro lado del charco. Piensa en Wilkeimy, su otro niño de 8 años, y en Winanyely, su mujercita de 18. Yen sus padres, y en sus cinco hermanos. «Es duro estar lejos de ellos, pero hablamos y nos vemos a diario, es lo bueno de la tecnología hoy...». Su 'verano', en noviembre y diciembre, lo pasa casi todo en su país.
Los aplausos estallan en la piscina del Magic Robin Hood cuando Will y Ricky acaban su baile acuático. Cervezas, cócteles y platos de papas cambian de mano en mano alrededor de los animadores mientras caminan hacia su siguiente bolo. Will no va demasiado lejos. Por los altavoces suena 'Idilio', de Willie Colon. Asu paso sale Ana Caballero, una turista de Tarragona. «Estoy aquí una semana con mi hermana. Vine el año pasado y me encantó». Y se lanza a bailar agarrada a Will.
«Y se me agota ya la paciencia por ti, esperando / Que a besos yo te levante al rayar el día / Y que el idilio perdure siempre al llegar la noche».
La contoneante letra de 'Idilio' se apaga con otra ondanada de aplausos ante el improvisado baile. La piscina protagonizará una hora más de actividades, con la 'alfombra mágica' como centro de atención, una tira de gomaespuma que atraviesa toda la lámina de agua y por la que los bañistas intentan cruzar mientras Will y Ricky la agitan con ahínco. «¡Ey negro!», bromea la camarera Sara García cuando el animador se acerca a por una botella de agua. Toca coger un 'buggy' para revisar parte de las instalaciones de los 100.000 metros cuadrados que ocupa el hotel. El mozo de zonas, Sergio, repasa el lugar con una escoba. El hotel casi parece el de cualquier verano antes de la pandemia. Lejos quedó la pesadilla de los meses cerrados y el ERTE. Se alojan estos días unas 1.600 personas de algo más de 2.000 plazas. Casi todo españoles. Aún se nota el rastro del veto británico. «Y esto es un hotel ingles casi en un 90%», apunta Will.
El vehículo recorre el área de cabañas con jacuzzi y llega a la zona deportiva. Martha y Ángela sonríen tras el mostrador de la zona en la que se entregan patinetes para el circuito de skate, palos para el minigolf, patines, balones… «¿Te has bronceado, eh?», pregunta irónica la primera al dominicano. Más risas.
El reloj avanza hacia las tres de la tarde. De 10.00 a 15.00 horas y de 20.00 a 24.00 horas es el horario del animador. Llega el momento de reponer fuerzas. «Tengo que tomar arroz todos los días. Si no, es como si no hubiera comido. Herencia de mi país», ríe Will. Hidratos a manta que, sin duda, quema. Arroz a banda y un muslo de pollo es su menú hoy. Con agua. Los chupitos solos de Ron Brugal, para algún instante de ocio.
Por la tarde Will sigue las costumbres españolas. «Un poco de siesta no falla, hay que adaptarse al lugar», ríe. Recargar pilas para la tarde, cuando le esperan la 'minidisco' con los clientes más jóvenes y luego el espectáculo musical. Cuatro noches a la semana llega la cena medieval, en un recinto cubierto que simula la arena de las justas del Medievo y en el que cenar muslos de pollo con las manos viendo a los caballeros batirse. Eso es cosa de especialistas. Will lo cuenta mientras controla el planning de la semana. «Esto es mi vida. Si ellos se animan, yo soy feliz».